El Golem en el siglo XXI

El Golem en el siglo XXI Editorial  Julio Ortega Bobadilla Ésta es la piedra que parece un pedazo de grasa. Gustav Meyrink Asistí al estreno de la película Yo Robot (inspirada en el libro de Asimov) y me sorprendí con los prodigiosos efectos especiales de última generación que nos brinda la pantalla. Con la nueva…


El Golem en el siglo XXI

Editorial

 Julio Ortega Bobadilla

Ésta es la piedra que parece un pedazo de grasa.

Gustav Meyrink

Asistí al estreno de la película Yo Robot (inspirada en el libro de Asimov) y me sorprendí con los prodigiosos efectos especiales de última generación que nos brinda la pantalla. Con la nueva tecnología de imágenes nos adelantamos a un mundo que ya no es imposible y que la película sitúa en unos treinta años de aquí a la fecha, apostando a que la causa de la inteligencia artificial puede llegar a sustituir la humana. La adaptación de la novela no es fiel, pero la película marcha, a pesar de que Will Smith interpreta una vez más en el cine “El príncipe de Bel Air”, demostrando que la generación metrosexual –la palabra más usada del año pasado según mi alumno R– continúa midiendo en el futuro, el largo de sus miembros, a pesar de que Freud y el complejo de castración, habrían pasado de moda.

En la noche llegué cansado a casa, encendí la TV y encontré con que daban —una vez más— Terminator 2, que se ve bien a pesar de que el tiempo la empieza a dejar a la cola de las cintas de ciencia ficción y que Arnold Swarzennegger ha cambiado su porte de matón por el de político californiano. Al cambiar de canal, me encontré con una mesa redonda que promocionaba el 1er. Festival de Cine Erótico (“El sexo es cultura”) con la participación de Sabina Berman (autora teatral, intelectual mexicana de renombre y productora de Las Marionetas del Pene en nuestro país), realizadores y estrellas del cine porno. Las opiniones inteligentes y formadas fueron desplazadas pronto, por la de un artista español que se llamaba Nacho, un hombre de 40 años que decía tener 31 y que, cuando aclaró que el largo de su pene era de 26 centímetros, se convirtió automáticamente, en la máxima autoridad sobre el tema (“Hay que mojarse el culo para hacer cine porno”).

Todos estos acontecimientos me devolvieron en un solo día, a una pregunta que me hacía un lector de la revista: “¿De verdad crees que el psicoanálisis desaparecerá?” ¡Hoy tengo más esperanzas de que sobrevivamos este siglo! Lo cierto es que el futuro nos ha tomado por sorpresa a muchos y que los psicoanalistas deberíamos tomar más cartas en la reflexión social en un época en que la información y la cultura no han contribuido a defendernos de los filisteos, pero sí nos empujan a la paradoja de convertir a las máquinas en humanos y a los humanos en máquinas.

Quizá sea esto lo que Alberto Sladogna nos trata de comunicar en su artículo sobre la subjetividad posmoderna. Tal pareciera que los nuevos tiempos nos instigan a perder la culpa y volvernos autómatas productivos, acríticos y completamente egoístas. Sin mayor sentido que la acción por la acción misma y la búsqueda de nuestro provecho, es precisamente lo que ha desembocado en que la política en este país se demuestre cada vez más trapera, sucia y envilecida, a pesar de o justo por, las adiciones de los llamados intelectuales. CARTA PSICOANALÍTICA sufre un embate de esta desvergüenza, a cierto vivo se le ha ocurrido escribir a nuestros lectores conocidos del mundo psicoanalítico para pedir donaciones para el sostenimiento de la revista. Aclaro a quienes siguen nuestra labor que es un recurso que no descartamos, pero hasta ahora nuestro site se mantiene gracias a las aportaciones del comité editorial y a la publicidad que pueden contratar a: publicidad@cartapsi.org En el futuro próximo ofreceremos algunos servicios y productos, incluso tocaremos la puerta de nuestros lectores para que ayuden al mantenimiento de este trabajo que sí requiere de más recursos, pero ya les haremos saber con tiempo y por los canales adecuados. Guárdense de depositar dinero en cuentas no autorizadas por nosotros.

El número 5 de nuestra revista contiene varios artículos que versan sobre la dimensión del Otro en los actos del individuo y toca en más de un punto la cuestión de la responsabilidad moral en casos extremos, tal es el caso del desequilibrado Eichmann. Descorrer el velo del pasado es una tarea que despoja de telarañas al futuro.

Pero volvamos sobre nuestra reflexión del mañana: no podemos hacer más que conjeturas. El determinismo absoluto ha cedido su paso a las ciencias del caos, y la teoría de la necesidad universal fue desde el siglo XIX entrevista por Pierce como inútil. La probabilidad que tan en boga está en las encuestas y en los estudios psicológicos no es tampoco para nosotros una fórmula válida para controlar la incertidumbre, prueba de ello, son sus constantes fracasos y aunque se han consignado a su favor, triunfos metafísicos, epistemológicos, lógicos y hasta éticos (Ian Hacking lo ha señalado) al vaciar el costal, nos encontramos con la verificación de la miseria de nuestras teorías. Decía un maestro mío: “las estadísticas son como los bikinis, muestran muchas cosas pero siempre ocultan lo esencial”. Yo he dicho en mis clases y lo escribo ahora, necesitamos mejores teorías y menos observaciones estériles, en suma más reflexión sobre lo que decimos y hacemos.

No quiero terminar estas líneas como ogro regañón, descontento con su presente e infeliz ante el mañana, prefiero tomarme con más humor el futuro por negro que parezca. Comparto con ustedes un pequeñito ensayo perdido, que escribí hace algunos años con motivo de la revisión obligada de un capítulo del atroz libro de Kurzweill “La era de las máquinas espirituales”, espero que les haga gracia.

Quiero agradecer a Salvador Rocha acompañarnos hasta este punto del camino como miembro del comité editorial de la revista, nos deja ahora para seguir otros intereses, permanece como amigo entrañable de los que componemos este proyecto.

Agradezco a todos los que han escrito: sugerencias, muestras de apoyo y trabajos.