La fuerza de lo Real
Julio Ortega Bobadilla
WARUM?
Hat es keiner gemerkt? (Pinta en el jardín de la casa Fritzl)
Josef Fritzl es un ingeniero eléctrico austriaco jubilado de 73 años que transitaba en la ciudad de Amstetten por ser un simpático y atento vecino, magnífico ciudadano católico, que se había encargado de educar a tres nietos abandonados por su hija, cuando ella decidió unirse a un siniestro culto religioso (Brigitte.de 29/04/08).
De pronto, se ha convertido en la noticia criminológica más escandalosa, después de la caída del Muro de Berlín, tras de haberse descubierto las atrocidades que cometió en los últimos 24 años con su hija Elizabeth y sus siete nietos – hijos, uno de los cuales murió por no ser atendido médicamente con oportunidad, y por eso quizá, pueda darse la ocasión de que reciba un castigo ejemplar que lo lleve a pasar el resto de sus días en la cárcel. Ha aceptado que se deshizo del cuerpo de uno de los gemelos que dio a luz su hija en 1996 y murió a los tres días de nacer, quemándolo en el horno de su casa situada a 130 kilómetros de Viena (Notimex 01/04/08).
Se ha confirmado que desde los 11 años, violó sistemáticamente a su infanta y a los 18 decidió encerrarla en un sótano construido con el pretexto de ser un refugio antiatómico previniendo la 3ª guerra mundial, otro de los temores siempre presentes en los jaféticos que han vivido la destrucción del imperio Austro húngaro en dos guerras. Las imágenes en Utube del bunker son escalofriantes y semejan a una prisión de alta seguridad. La obligó, entonces, a escribir una carta de puño y letra, dónde corroboraba la historia que contó él a su esposa, sobre el ingreso a una secta y el abandono de sus hijos, como coartada ante su mujer y vecinos.
Las instalaciones justas y precarias contaban con baño, cocina y desayunador, tenían un opresivo techo de 1.70 metros y eran la prisión en que habitaban su hija violada y Kerstin de 19, Stefan 18, y Felix 5 años de edad, nietos – hijos, como lo ha demostrado, sin lugar a dudas, la prueba de ADN, ellos jamás habían visto la luz del sol, aunque sabían que tenían otros hermanos y tienen un aspecto enfermizo, el pelo dañado por falta de rayos solares y no más educación que la que les proporcionaba su madre que, a pesar de todo, hizo notables esfuerzos para instruirlos. Los otros tres hijos sobrevivientes fueron llevados arriba por su pretendido carácter inquieto que los hacía llorar de más y supuestamente “rescatados” por el abuelo del quicio de la puerta dónde los habría abandonado su madre.
Allí la conservó como esclava sexual, incomunicada y aparentemente sin que la esposa supiera lo que estaba ocurriendo. Él salió diversas veces de vacaciones a Tailandia – país conocido por ser objeto turístico de pedófilos, jubilados en busca de mujeres asiáticas y varia tipo de gente con aficiones sexuales particulares – y dejó solos a sus dos mujeres y múltiples hijos por períodos de hasta un mes, eso sí, regresando con regalos para todos y en una ocasión, hasta con un bonito vestido para Elizabeth.
Previamente había tenido otros siete hijos con su esposa entre los que se incluye la prisionera. Nunca tuvo ningún problema con Rosamarie, dedicada al hogar y completamente comprometida con atender a sus nietos Lisa, Monika, Alexander, de 16, 15 y 12 años, respectivamente (OÖNachrichten 03/05/08). Por otro lado, no había tenido sexo con ella en años, porque decía que estaba demasiado gorda, según declaraciones de la cuñada, que ha dicho a la prensa que se trataba de un personaje sumamente autoritario con su familia con un control estricto sobre los hijos. Bajaba puntualmente todos los días a las 9 am, para quedarse ahí la mañana, sin que a la mujer le fuera permitido llevarle siquiera un café (Daily Mirror 02/05/08). También, pasaba multitud de veces las noches fuera de casa, y bajaba todos los días al sótano para convivir con su hija – mujer y sus tres hijos. A la esposa, le decía que estaba trabajando en unos planos, y que no podía ser interrumpido. ¡Claro! A ella no se le ocurrió jamás que esa era una conducta irregular y ni siquiera le riñó porque no se limpiara el lugar ó ventilara. Resulta por demás increíble que pasando el esposo tanto tiempo ahí, la mujer no tuviera una mínima curiosidad por conocer el lugar y llama atención que señalen los periódicos, que el septuagenario: “no dejó ningún cabo suelto a la hora de engañar a su mujer, a su familia y a sus vecinos” (Milenio 29/04/08).
La policía sospecha que alguien del entorno familiar fue cómplice del padre incestuoso, pues resulta difícil imaginar que nadie haya caído en cuenta de la situación (Excélsior 30/04/08) y se haya bastado solo al montar la infraestructura necesaria para montar el dispositivo de celado, aunque la versión ha variado con el tiempo y nada se sabe de la denuncia anónima que descubrió el asunto y quién la hizo. El jefe de prensa de la policía criminalística del estado federado de Baja Austria, Franz Polzer, indicó decía estaba a punto de liberar a la hija, pues a fines de 2007 la obligó a escribir una carta dirigida a su familia en la que anunciaba que en el próximo verano volvería a Amstetten con sus hijos.
Ha declarado a la policía que estaba ya cansado de esa doble vida y aburrido de sus prisioneros, por lo que planeaba introducirlos al mundo y llevarlos a la parte de arriba (Daily Mirror 02/05/2008).
Otro dato curioso habla de cierta “misericordia” de éste padre terrible, pues habría instalado un dispositivo eléctrico que permitía que la puerta del sótano, que pesa unos 300 kilogramos, se abriera sola si durante días no era accionada desde fuera.
Las primeras declaraciones de Fritzl indicaban que tenía amenazados a sus prisioneros de morir por un gas instalado oculto si intentaban escapar, lo cual no fue corroborado por la policía, aunque con la amenaza se instaló más que suficiente terror para paralizar a sus víctimas (Daily Mirror 02/05/2008).
El arresto tuvo lugar, cuando después de varios días de estar hospitalizada su hija – nieta de 19 años por un mal endémico relacionado con el incesto, y tras de buscarse en los medios al padre para corroborar algunos hechos, aceptó llevar a la madre – hija al hospital cediendo a sus súplicas de querer ver a la enferma al borde de la muerte. Entonces, Fritzl liberó a los otros dos hijos encerrados y le explicó a su mujer que la hija desaparecida, Elisabeth, había vuelto finalmente y que esos hijos eran producto de relaciones mantenidas en la secta.
Hoy día los amigos se dividen, unos declaran que era una familia ejemplar con hijos de buenas maneras y bien comportados, de la que no podría haberse sospechado ningún tipo de secreto y otros dicen que en esos viajes era evidente que él tenía su propia agenda, desapareciendo por las noches en esas exóticas vacaciones, para hacer encargos perversos. Uno de ellos recuerda haberle acompañado a comprar cierto vestido que evidentemente no era de la talla de su mujer, a lo que él le replicó que tenía un querer por ahí y que le agradecería que no le comentase nada a la esposa (Telegraph.co.uk 30/04/2008).
Al ingeniero austriaco se le habría vinculado anteriormente con un caso de violación en el año de 1967 y otro de acoso sexual contra mujeres embarazadas años más tarde. Pasó 18 meses, incluso por el primer caso, en prisión y después fue liberado. Las leyes en Austria son muy específicas, y habiendo pagado su delito, no podía seguirse hostigando al señor Fritzl indefinidamente, es así como fue permitido que adoptara los hijos de Elisabeth abandonados (El mundo.es 01/05/2008).
¿No se daban cuenta los de arriba de lo que sucedía abajo?
Secuestro, coerción, violación, privación de la libertad y asesinato por descuido, son los cargos por los que está acusado este noble ciudadano austriaco que tenía una floreciente situación económica pues poseía 2.2 millones de euros y seis bienes inmuebles, incluyendo la propia casa familiar, tres edificios con varios apartamentos y locales comerciales, otra casa y un terreno, que ya han sido registrados sin que se hayan encontrado más pruebas de su perfil criminal (Excélsior 30/04/08).
La policía, sin embargo, ha reabierto el caso de un crimen cometido en 1986 junto al lago de la localidad de Mondsee, un lugar habitualmente frecuentado por el ingeniero y en el que dirigió un restaurante entre 1973 y 1996. La policía ha desenterrado el asunto, al observar el enorme parecido entre las fotos en vida del cadáver localizado, y el de la hija secuestrada y violada de Fritzl. La víctima entonces fue una joven llamada Martina Posch, cuyo cuerpo apareció envuelto en plásticos verdes en la orilla contraria a la del restaurante que él administraba con su esposa.
La policía ya ha anunciado que practicará pruebas de ADN – inexistentes en 1986 – a todos los objetos que se conservan en el sótano y que pudieran relacionarlo con dicho caso, si bien el director de Seguridad Polzer aclaraba ayer que se trata de una reactivación del caso «rutinaria» y que no se parte de la premisa de que sea él, culpable (El Mundo.es 01/05/08).
Natascha Kampusch, la chica austriaca que estuvo 8 años en cautiverio y fue secuestrada por un técnico de telecomunicaciones − otro escudero de la tecnomecánica − de 44 años que se suicidó lanzándose ante un tren poco después de que ella pudiese escapar, ofreció toda su ayuda para el caso e hizo una donación económica, pues según ella, se necesitará mucha cooperación por parte de todos.
Se ha tratado de comparar este caso con otros de secuestro similares como el de Carol Smith (The girl in the box) secuestrada siete años por Cameron Hooker y su familia, durante un viaje de aventón ó el secuestro de Josefina por Gary Heidnik[1], cuya pesadilla duró cuatro meses, pero la verdad es que hay más diferencias que semejanzas en las características de esos casos. Cierto es que en todos éstos casos se manifiesta un ejercicio de poder y control que va de los actos al cuerpo, pero llama la atención que Fritzl no fuese especialmente sádico en la aplicación de castigos corporales con sus víctimas y que no conservase un control natal sobre Elizabeth. Quizá porque él representaba no sólo en delirio, sino en el hecho descarnado, al Padre de la Horda Primitiva freudiano, tal y cuál aparece en Tótem y Tabú.
Un caso parecido al actual, es el de una mujer de 45 años (Lydia Gouardo), quien pasó en Francia por un calvario similar al de Elisabeth Fritzl. Habitante de la ciudad de Coulommes, cercana a París, vivió secuestrada y maltratada por su padre entre 1971 y 1999, del cual tuvo seis hijos.
No permaneció encerrada como la mujer austriaca, pero su padre, consiguió mantenerla siempre junto a él, desde la infancia hasta los 36 años, aterrorizándola gracias a la negligencia de la justicia y de los servicios sociales. Raymond Gouardo, sin embargo, no era el padre biológico de Lydia, pero la había reconocido como hija, y murió en 1999 sin haber sido siquiera juzgado.
Su mujer, de 68 años, fue condenada el 18 de abril por la justicia a sólo cuatro años de prisión condicional, por «no impedir un crimen» y por «agresión sexual» de uno de los hijos de Lydia. El drama comenzó en 1971, cuando tenía ocho años. Su madrastra le «sumergió las piernas en agua hirviente», provocándole quemaduras de tercer grado. Lydia fue hospitalizada unos veinte días. Como las quemaduras exigieron curaciones importantes, Raymond Gouardo le impidió ir a la escuela y la mantuvo constantemente junto a él, violándola, torturándola y secuestrándola (Terra Sucesos 29/04/08).
Cuando tenía 10 años, Lydia comenzó a escaparse de su casa, pero la policía y los gendarmes la devolvieron regularmente a su padre. Los servicios sociales, que la atendieron desde los 10 hasta los 18 años, al parecer nunca se enteraron de nada y prestaron poca atención a las declaraciones de la niña, despreciando los horrores que relataba.
Cada vez que ella «hacía una tontería» el padre la quemaba con ácido clorhídrico, por lo que hoy tiene cicatrices en los brazos, la espalda y el vientre.
Pocos meses después del descubrimiento del asunto Fritzl, también apareció en Polonia (EFE – Varsovia – 10/09/2008) un caso similar de una joven de nombre Alicja cuyo padre de 45 años la encerró seis años, la violó y dio dos hijos-nietos en adopción.
Mucho se ha criticado a Freud por sostener la existencia histórica de ese mito darviniano, pero hechos como éste ponen el acento sobre la importancia del valor explicativo de esta hipótesis que no necesariamente tendría por qué aludir a hechos reales, sino a fantasías inconscientes primordiales que existen en la base de una sociedad patriarcal occidental como la nuestra y que la mitología griega ilustra de manera incuestionable a través de la historia de los dioses.
Rememoremos aquí a Jeffrey Moussaieff Masson curador de los archivos Sigmund Freud, tuvo acceso a documentos originales vedados por la IPA (Asociación psicoanalítica internacional) hasta fecha indefinida, siguiendo una política similar a la del Vaticano, y escribió en 1984 un libro: The Assault on Truth: Freud’s Suppression of the Seduction Theory[2] que revisaba la primera teoría causal de la histeria de Freud, quien habría atribuido al abuso sexual y la seducción, la histeria de las mujeres de su época, para después sustituir esta teoría por la de la fantasía, que aludía más bien, a recuerdos reprimidos y deseos incestuosos relativos, éstos hechos. El autor, reclamaba a Freud en el libro no haber sido lo suficientemente valiente para sostener su teoría inicial frente a la sociedad y temido una respuesta de rechazo más enfática por parte de sus contemporáneos a su obra.
Durante años los analistas hemos sostenido la importancia del desplazamiento de la teoría del trauma por la de la fantasía y enfatizado la importancia de ésta última como una prueba de la fuerza de la imaginación, aún sobre la realidad, pero hechos cómo éste, nos ponen alertas sobre investigar más sobre la seducción, el incesto y su verdadera frecuencia en nuestras comunidades.
No se trata de desdeñar la importancia de la teoría de la fantasía, pero es posible que el incesto ó la seducción infantil no sean fenómenos tan excepcionales sino parte integral de la base violenta de nuestra comunidad. Recordemos aquel escrito de La Familia del joven Lacan en 1938, dónde describía el escenario como una estructura en la que la seducción mortífera de la madre, el instinto de muerte, el complejo del destete, los celos e intrusión del otro, la identificación con el semejante, el exceso o carencia de la figura paterna, aseguran el buen funcionamiento de la camisa de fuerza cuajada por el tronco familiar. Un panorama siniestro (unheimleich) que aparece nada grato, a quienes pregonan a la piadosa familia monogámica, burguesa como cédula fundacional de nuestra sociedad, por otro lado, un modelo ideal que no se cumple en la mayoría de los casos.
La pinta en el jardín: ¿Por qué? ¿Nadie se dio cuenta? Es un violento reclamo a la sociedad austriaca, una de las más conservadoras de Europa, anhelante de un pasado que no volverá, y que en su momento aclamó a Hitler como el III Reich identificándose completamente con su causa, mediante el Anschluss con esa Alemania.
Una lugar habitado durante tantos años requiere mantenimiento, produce basura, denota su presencia, y al parecer ni la familia de la parte superior ni los vecinos jamás se dieron cuenta de la existencia de ese calabozo, que interroga sobre si, no es sólo la punta del iceberg de la descomposición social de este país, y en general, de la sociedad occidental.
Examinemos el extraño comportamiento de los inquilinos del edificio. Un camarero Sepp Leitner, antiguo inquilino del edificio, dice haber pagado exorbitantes cuentas de electricidad, por las que tuvo una pelea con su casero, y ahora se da cuenta de que la disparidad de su cuenta con la de otros vecinos, demostraba que estaba pagando el consumo del calabozo. Recuerda también, que vio con frecuencia a su casero entrar con bolsas con víveres en el sótano (Mundo.es internacional 02/05/08).
Otro de los grandes misterios de esa casa embrujada, que no sólo afectó a Leitner sino a varios inquilinos, fue la desaparición regular de alimentos. Fritzl tenía la llave de todas las viviendas alquiladas de su edificio de tres plantas y cuando una inquilina contó que la leche le había desaparecido, los demás vecinos notaron que el pan o el embutido desaparecían en algunas ocasiones, pero no decían nada a la policía o hacían nada al respecto.
Leitner contrató incluso a un electricista de una empresa de televisión por cable, para que comprobara a qué se debía este alto consumo de kilovatios. El electricista comprobó que incluso al apagar todos los electrodomésticos, el contador seguía corriendo. Sin embargo, la cosa quedó ahí y no siguió investigando el asunto, de lo cual se arrepiente mucho ahora, según sus propias declaraciones. Otros inquilinos corroboran el relato de Leitner que respecto a la introducción por la noche de bolsas de supermercado al sótano, sin que por ello se inquietaran de algún modo.
¿Nadie se dio cuenta? O prefirieron pasar de largo ante los hechos, porque no afectaban demasiado la comodidad de su vida. La otra explicación posible, es todavía más impresionante: no dieron importancia a la desaparición de los alimentos porque pensaron que era un fenómeno normal en sus desquiciadas vidas luchando contra el Horla, en otras palabras, todos los vecinos estaban convencidos de su propia locura y prefirieron callarse la boca. En Utube, aparecen ahora escenas de ellos, recorriendo las calles con velas en solidaridad con las víctimas. Intrigados y cargados de culpa, se preguntan con extrañeza cómo pudieron convivir con ese hombre. Ese es el asunto con la culpa de esta naturaleza, viene después de los acontecimientos cuando ya no es posible hacer nada.
En 1940, el pequeño Josef tenía 5 años y en 1945, al final de la guerra, llegó a los diez. Si consideramos que no es sino reflejo de su infancia y su sociedad, estamos ante un producto típico del sadismo ario que asoló el mundo recientemente y el cual ha dejado huellas que no han, por lo visto, desaparecido. Ha confesado que también encerró durante años a su madre a la que odiaba, hasta su muerte en el piso superior de su casa, en el que tapió las ventanas para que no viera la luz de sol (EFE 30/10/2008). Datos recientes de un informe forense redactado por la psiquiatra Adelheid Kastner revelan algunas de sus declaraciones: «Me pegaba y me pateaba hasta que me caía al suelo y sangraba». Confesó que temía a su madre más que a ninguna otra cosa y que la odiaba por sus continuos insultos, en los que le llamaba «satán, inútil y criminal», y le prohibía practicar deportes y tener amigos. Su madre parece haberle criado sola después de la desaparición del padre en la guerra.
Aunque no se sabe con exactitud cuánto tiempo tuvo encerrada a la madre, algunos medios locales llegaron a especular que fueron 20 años (EFE – Viena – 30/10/2008).
Su estado de psicosis, su psicopatía, habría sido producto de esa violencia, que le habría formado una estructura psíquica sin culpa, que busca venganza de esa ley perversa extrema sufrida y que antepone el impulso a cualquier consideración, tal y cómo describe Joel Zac, esas patologías.
Por otro lado, recientes declaraciones de Fritzl tratando de no tomar responsabilidad por sus crímenes, afirman que él no debe considerarse cómo un sádico, sino como una víctima de una cruel autoridad maternal y de los valores familiares bajo los que creció, un caso más de la educación basada en la disciplina que el pedagogo Schreber promovió con tanto éxito a finales del siglo XIX.
Ha dicho a la policía que a él le llegó a parecer una hermosa idea tener como esposa a su hija y prole con ella ¿Qué mejor manera de limpieza racial y obtener una raza pura? El conde de Gobineau, el estadista psiquiatra genocida Karadzic y ciudadanos prominentes como Fritzl, son parte de una misma locura que tiene seguidores en todas partes, y nos habla de una regularidad y no una anomalía que persiste en el desarrollo de nuestra sociedad. El hilo de la violencia es una vena que corre y alimenta por debajo de nuestras actividades diarias, el trasfondo de la cotidianeidad de nuestro contrato social que nos proporciona a todos en el mundo civilizado, una apariencia de progreso y paz social.
Los hijos de Fritzl y su esposa se han acogido a la ley y han preferido no declarar ante las autoridades sobre los crímenes del patriarca. Ha sido principalmente su mujer − hija, la que ha declarado sobre las atrocidades sufridas, sin que por ello sea menos claro el panorama criminal.
El gobierno austriaco ha iniciado una campaña para limpiar su imagen en el extranjero. No quiere que se le identifique como un país de criminales, aunque éste es el tercer caso reciente de secuestro en el país, pues también está el caso de una madre de Linz que encerró a sus hijas durante siete años sin ver la luz del día sin que los servicios sociales intervinieran a pesar de las denuncias de los vecinos, médicos y responsables del colegio, y de que la madre recibió tratamiento psiquiátrico en 2001 en un hospital de Linz, tras padecer alucinaciones (BBC.mundo.com 12/02/07).
«Todo esto pasa por culpa de nuestro pasado nazi, debido a la represión de las mujeres y a la educación autoritaria», ha insistido la propia Natascha Kampusch en una entrevista a la BBC. Y el escritor Josef Haslinger fue igual de contundente, en una entrevista en una radio alemana: «En Austria no concuerdan los pecados privados y la moral pública» (Elperiodico.com 03/05/08).
Resultan absurdas y estúpidas por simples, las explicaciones de criminólogos mexicanos que remiten al plano orgánico su patología, describiéndolo como un monstruo sexual trasgresor de la ley, aplicando las categorías jurídico − biológicas más rancias, esas mismas que encontramos en el curso sobre Los Anormales dictado por Michel Foucault entre enero y marzo de 1975, lo que revela lo retrógrado de la pseudociencia ideológica y del biopoder que se ejerce en nuestro país y que frecuentan los medios de comunicación cuando requieren una explicación a hechos criminales tan singulares.
¿Cuál es la lógica que regía su conducta? Evidentemente narcisista, egoísta al extremo, su poder se nutría con la manipulación de su familia y la explotación sexual de su hija – mujer. Como Zeus, era un dios caprichoso que sólo se regía por la ley de su deseo. El temor que infringía sobre sus víctimas era absoluto, y generaba en ellas otros afectos, tales como la dependencia y amor patológico, que explican por qué no lo atacaron o envenenaron en alguna ocasión. En este caso, se combina el incesto con la pedofilia, lo que habla de una perturbación grave de la estructura mental de Fritzl que de seguro se identificaba con Elizabeth en algún punto y la atacaba sin remordimientos, pues era una extensión de sí mismo.
Este ingeniero pesaba en la balanza de valores las cosas y no consideraba que hacía nada malo, pues aparecía como relativo el daño que infringía a sus víctimas, en comparación con otros factores. Él estaba salvando a la familia del sótano del mundo cruel y despiadado que estaba allá arriba, disciplinando a la hija descarriada con una mezcla extraña de sexo y punishement. Una vez declinado su desempeño sexual, pensaba que podría devolver su hija al hogar de su esposa, sin que ninguna de las dos preguntara ó protestara, para vivir entre las dos lo que le restaba de vida, como rey sol egipcio.
No hay otra explicación posible de los hechos, sino una que aluda a la verdad del psicoanálisis, tan vilipendiado por los críticos por su acento en la sexualidad y despreciado como un invento judío, un producto de la época victoriana o un instrumento de poder del terapeuta sobre el paciente.
El crimen de Fritzl es haber tratado de encarnar al Gran Otro, él es también Lo Real que retorna a nosotros con crueldad, la verdad que muestra las deficiencias constitutivas del Estado, la arbitrariedad del deseo más allá de nuestras identidades especulares, a diferencia de la lujuria salvaje que corre por el Don Juan de Mozart y el Seductor de Kierkegaard que habita en cada hombre, su búsqueda orgiástica, intenta rehuir la metonimia del deseo y fijarse en un punto imposible de origen. Él intentó vivir según a la sombra de la Ley de su apetito, tomando al goce como único régimen de su vida, cómo lo hacen los delincuentes del mundo de los comics, que dividen simplemente el cosmos en depredadores y víctimas.
Ninguna frontera se adivinaba en sus actos terribles, pues él se hallaba plantado en un mundo delirante regido no por la renuncia y la castración como el resto de los mortales, sino por un amor incestuoso que rebasaba cualquier medida. Él es la prueba viviente de que el Padre Terrible no es un mito, sino un dispositivo social brutal que opera, no en el fondo, sino en la superficie también, de nuestra ideología burguesa, la única que hoy circula por el mundo occidental.