Psicoanálisis y Cultura (Una lectura mítica sobre el nosotros)
Juan Carlos Muñoz Bojalil
A Dulce, mi compañera
Esta exposición, es solo un intento de transmitir algunas ideas acerca de lo que me significa desde el psicoanálisis, el pasaje por eso que somos, en tanto ese nosotros (literalmente el de la primera persona de lo plural) y en ello lo que a la cultura como tal le concierne, y que creo que no es una cuestión menor, aunque no hago mención alguna de la obra de Lévi-Strauss, por otra parte si me convocó a producir, y que deseo que así sea, con esta sencilla presentación.
Así, la creencia para persistir en el imaginario o racionalidad, de eso que se supone que somos, en tanto esa especie singular, privilegiada por pensante (entiéndase aquí como una de las particularidades del ser consciente), aunque no por ello necesariamente razonable, es una cuestión que resiste a su lectura, sobre todo porque el sentido de esta, parece estar dirigida solo a un sector del nosotros, pues podría decirse que en ese caso singular somos para nosotros, solamente y en el caso más saludable posible, pues somos esa especie que tiene por particularidad, el preguntarse sobre sí, porque es a partir del otro que lo alter(a), directamente en tanto alteridad; y que ello devenga en semejanza tanto como en diferencia, donde la relación especular es un parte aguas regulador de sus inconsistencias, como también es corte en cuanto funda una pérdida inaugural de la subjetividad, es decir organiza el concierto necesario para constituir una comunidad de sujetos que se identifican entre ellos por el uso que ocupa el lenguaje en nuestras vidas aunque para algunos esa experiencia no tenga relevancia, ya que no podrán dar cuenta del otro como otro, es decir no se perciben a sí mismos como alteridad también para ese otro, con el cuidado de los diferentes matices que se producen entre estos; pero es cierto que también existen así, sin duda cartesiana alguna, salvo que Dios existe como un Gran Otro en tanto inhumano, pues no podría ocupar otro lugar, ya que está para soportar tales designios sobre lo universal, la totalidad, como la verdad y demás plenitudes; puesto que esas características no podrían no ser divinas como adorables, por sus súbditos, porque así y sólo así se mostraría su íntima relación con la singularidad puesta al servicio de la reproducción mítica del dualismo eternizable del bien y del mal, de lo oscuro y lo luminoso; es decir que sólo habría dios y él, él como ese yo invaginado, ensimismado, enrolado con su imagen, y en ciernes su identidad subjetiva, pues ahí faltaría ese nosotros inaugural, que a fin de cuentas sería otro de los nombres del Logos (léase aquí como aparece en los diccionarios comunes. Es decir, como Palabra, discurso o verbo divino, entre otras).
Por eso, en esta relación con Dios, los que apuntamos a la emergencia del nosotros, resultará quizá, escandalosa como injuriosa, herética, y/o simplemente transgresora de ese orden, que se supone anterior. Pero hubo un tiempo mítico, claro está, en el que había unos hermanos que no soportaron la imposición paterna y que aún amándolo lo mataron y se lo comieron entre todos, y crearon con tal acto inaugural un primer atisbo de ese nosotros, es decir, un anuncio de reconocimiento de la diferencia como de la semejanza entre los integrantes de ese nosotros fundamental, asociándose así, con la ausencia original de un (O)otro, esa es pues nuestra cultura., Sin embargo, ahora después de esa fundación, cabría acaso pensar en un giro de posiciones, tan ilusorio como imposible. Este cambio sería desde esos hermanos míticos, que no son sino una representación otra del nosotros, que ocupara ahora el lugar del Otro, esta propuesta ofrece desde ya su imposibilidad, pues en ese imaginario reiteradamente fantástico, podría llevarnos desde “El porvenir de una ilusión” hasta la criogenización de clones, o cosas así, en la idea de que la humanidad evoluciona de estadios inferiores a otros que le son “superiores en todo”, con toda la ambigüedad de esa esperanza; pero mi propuesta es desde otro lugar, sí me permiten esta digresión, y por eso esta construcción no es para todos, aunque todos estuviésemos cordialmente invitados. Y esto sería así, no por alguna descortesía, pues para que ese intercambio se produjese sería necesaria esa revolución (imaginaria ahora por ideal) donde cada sujeto se hiciera cargo de si como del deseo que le habita y con sus consecuencias, pero se le pediría aún más, y es que soportase el discurso de la diferencia y ahí con tales argumentos el Gran Otro como lugar y función sería inocua u obsoleta por consecuencia natural, pero por eso insisto tanto que esto es un reflejo mítico de deseo. Así que esta es una referencia mínima de lo que me evoca el nosotros, al menos así imaginarizado. Por otra sé que me desdigo en parte en esta propuesta, pero hacerla sin reservas sería menos aventurada (¿?), más o menos delirante o congruente (¿?), otra tontería más (¿?), sería otro mito (¿?). No lo sé…Quizás no tenga efecto ninguno para nadie, o tal vez, con un poco de suerte podría ser materia prima para hacer una novela. Aunque también es un poco como el planteamiento de un problema en matemáticas, donde a priori se sabe que es irresoluble, aunque no por ello deja de ser planteable, pues allá como aquí nos convoca la producción que problematiza, pero hace saber, tanto en uno como en el otro de eso que somos.
En consecuencia “inventar” un nuevo mito, sería lo esperable desde la supuesta demanda imaginaria, donde nos reproducimos cotidianamente, pero si nos atenemos a que inventar en su significación más íntima es crear, (o como se dice en latín ex-nihilo,) en consecuencia nos queda el recurso último aunque pertinente del ficcionar, y que quise fuera ad-hoc para la intención de esta presentación, pues así sería como traerles un algo que sorprenda, que haga pensar, y al mismo tiempo, dudar y calcular que ese imposible bien podría ser una fábula, entonces, ustedes o bien quizá fuese ya oportuno decir, nosotros, no podrían, o no podríamos no estar invitados al juego, que reconozco que en momentos podría ser insulso o bien de lo más divertido, aunque arriesgue a decir naderías, o en el mejor de los casos, tonterías como diría el pequeño Hans, o bien que pudiera para dar cuenta sobre eso que por innombrable sólo se vuelve accesible como mito, aunque al momento quedásemos presos de esa anterioridad, como presos del deseo de otro, por eso, el juego puede ser di-vertido o no; esto estaría en función, según la posición a asumir en este fugaz escenario. Por eso, también la interpretación en psicoanálisis, pertenece al orden del desconcierto, que genera al menos esa cantidad necesaria de incertidumbre, que hará saber de sí, porque el sujeto ahí es excéntrico, está literalmente fuera-de-si; y entonces precisamente por eso podría descubrirse, pues la única referencia, para no decir la verdadera, es ninguna otra más que esa apuesta por el deseo del sujeto, por eso mismo desear, en este contexto sería como dejar-se caer en lo que se le ocurre en tanto emergencia de eso que le habita. Porque en tanto sujetos, estamos aquí por el deseo del (O)otro, y que bien podría tomar el nombre de nosotros.
Pero como no diré nada nuevo, salvo que estuvieran dispuestos a ser sorprendidos por un otro, es decir, no por hacerse pasar como ingenuos, sino por saber que no se sabe; entonces, habría un atisbo mínimo necesario de incertidumbre, esa es la sorpresa como la angustia que le hace saber sobre lo que casi es, que bordea el sinsentido de ser-en-el-mundo, y por ello posibilitar al menos poder leer esto de otra manera, cambiar de lugar…, pues el soportarnos, como su negación y sus diversos matices, forma parte del juego, como lo hacen ahora ustedes conmigo. Así, el saber, es eso que se produce entre ese nosotros, no en otra parte, es ahí donde la ocurrencia como la salvación del sentido tiene sentido, donde otro nos soporta, por eso la des-mitificar-nos descubrimos que originalmente estamos mal-ditos, en tanto mal-dichos, es decir inconclusos, que nos falta siempre algo. Y con esto, no puedo olvidar a Freud, alertándonos para hacer saber que venimos de una ficción, mito, fábula o historia horrenda, que venimos de un crimen, que la muerte es nuestro origen y antepasado más íntimo, unidos irremediablemente con el sexo y la palabra que no lo alcanza, aunque por otra parte podamos hacer con esto ciencia y arte, aunque también religión, brujería y otra vez mitos y más mitos, para volverlos a re-crear ad infinitum. Y para decirlo rápido, en el sentido estricto del término, no inventamos nada, nunca lo hemos hecho, pues en principio y en sentido estricto es imposible, pero lo que si podemos es descubrir, y así en consecuencia descubrirnos. Esa es pues la dificultad, pues como sucede en psicoanálisis, sí el sujeto desea saber, sabrá de sí, tanto como apueste a descubrir lo que de si ve en el otro. Y si acaso hacemos algo, es re-producirnos, en el sentido psicoanalítico más que el biológico, pues tal acción, es reguladora de la continuidad, como del sostenimiento de la realidad, para nosotros.
Por si fuera poco, deseamos que la esperanza, sea factible, y que esta se recree en lo que creemos, pues la incertidumbre, posibilitadora de hacer-saber, es casi siempre insoportable como indeseable, ya que requerimos muchas veces que religiosamente se nos confirmen nuestros supuestos ideales.
Así, algo que podría ser perteneciente de manera clara del registro de lo inefable, aunque no podemos dar cuenta de ello sin el lenguaje, o simplemente estar advertidos de ese impasse, que es casi como una contradicción, donde el “casi” me salva de decirlo todo de una vez, y la salida o vía, o invención o torcedura del decir, es que lo loco como lo impuro nos son tan consistentes, para esta cultura nuestra, que el negarlos, es de entrada otra locura, como también una muestra de impureza en el decir como en el hacer, vaya porquerías, no (¿?), pues desde que ello es punto de origen para explicarnos a nosotros de nosotros mismos. Es esa especularidad que nos arroba, pero que también enloquece, como, en-lo-que-sé también, eso que sé de mi, por lo que su socialización es riesgosa como incierta, para todos nosotros; por ello el recurso indispensable es la hipocresía, que hace cultura, y, es cultura, y de las más refinadas.
Nosotros estamos en el filo del decir y del hacer, del tiempo como de la moda que impone su costumbre, tan anacrónica como sorprendente cada vez, y así reiniciar un juego que para ser divertido no podría no ser lúdico, y ese juego de palabras me remite una y otra vez a Derrida como a su herramienta, la deconstrucción, que abre por sí misma discursos y confronta posturas haciendo evidente las fracturas como relaciones en y entre los discursos, pero si soportamos que sólo son para hacer-saber, ello posibilitaría un discurso otro, cada vez, en un tono de in crescendo a un tiempo, con sus ocurrentes deflaciones, y por eso lo hace a veces insoportable, pues es una apuesta al ejercicio de la incertidumbre, como de la inconmensurabilidad de la verdad, como de la angustia que representa en si, es la apuesta de cada sujeto con su falta, como el simbolismo que adquiere de ello, en eso que lo representa y no de otra manera, y es que es desde ahí, una potencia que suspende al sujeto en sus directrices para dar cuenta del cálculo de esa verdad y para dar cuenta de que de cualquier modo requeriría de estas representaciones para reproducir su decir como su hacer, o bien repetirlo, por que del otro lado o extremo, está precisamente la de la creación, producción o invención, con una dosis de transgresión a lo establecido y esas no se dan fácilmente, aunque siempre eso si, son una posibilidad, pero ello depende como se juegue el juego de las jugadas discursivas, donde cada jugador pondría todo de su parte, para mostrar que sabe o que puede, aunque sea admitiendo que sabe o puede bajo sus condiciones, como la de sus rivales (jugadores) y las del juego lo permitan, tal como sucede en este escenario cultural, que hoy precisamente nos convocó, para hacer o reproducir o repetir esa cultura.
Entonces, la cosa se convierte casi como asistir a una sesión, pero de baile, donde unos bailaríamos de una manera que nos parecerá tan chistosa que si les parece bien provocaría risa o bien mucha pena, u otra más, quizá generaría incertidumbre, esa que está puesta como oferta para la ejecución de la emergencia del deseo, como del goce; para dar cuenta de lo que nos habita o desconcierta o desconsuela, o bien de eso que nos posibilita leer sobre el lugar o posición que cada sujeto tiene para consigo y para con ese otro que le antecede como también lo configura y representa para ser ese que apuesta a ver sí esta vez resultó su jugada. Y esta es la mía.
Con estas cosas, quedo tan agotado como expuesto, que lo que queda, es hacer apenas un gesto (y con ello sé que reproduzco mi deseo), y que por serlo, anticipe el poder de la enunciación, que de lo divertido, es gracias a un salto con todo y caída en cuenta; pues si la diversión como el placer de hacer saber quedasen fuera de la tónica psicoanalítica, por no ser algo serio, entonces, quedarían también fuera la sorpresa, como de la emergencia de la ocurrencia, y su falta sería esa des-gracia, como la falta de espíritu parecido a la desfortuna.
Una más, y la dificultad de este texto, si es que alguna tiene, es por la mera cuestión del razonamiento, pues sí piensan lo dicho aquí, pierde un poco su jugo, su tono (cual significante), pues es demasiado rápida la voz respecto a la imagen como a la natural transcripción, o transliteración hecha por el auditorio, por eso, pediría el imposible de la escucha infinita, y que como apunta a ser nula, entonces, apuesto a que ustedes tendrían también que hablar en algún momento y ello es la única intención de todo esto juego discursivo, así de simple, pero como es tal la oferta, siempre la demanda se encarece. Esto es natural, aunque ello prometa un imposible a desenmascarar, el juego ahora si, está en escena.
Para despedirme diré que, prometió construir un mito, y es lo que Freud da cuenta, cumplió y lo hace de manera tal que no queda más que reconocerle su fabulosa fábula, tan articulada como desmesurada en artificios (que no artilugios, puesto que no fueron hechos para falsear nada) y metodologías, como lo es para cualquier ciencia y que además se precie de serlo; para que le dieran el soporte necesario a eso, que solo hablaba pudiera ser traducido, que el mito de lo inconsciente era posible leerlo también como una negación de y por la cultura, pues sus cimientos serían cuestionados, es decir desde sus orígenes, y hablar de ello siempre resulta que la increíble (por que lo es) y mágica historia de la familia feliz, es regularmente un cuento o una novela, como la de Freud, y que para no repetirlo como mito o síntoma, o malestar, entonces regular o normalmente se reproduce.
Y por eso, tal escándalo produce el psicoanálisis, que no sólo por ser un hijo bastardo de las ciencias y de las artes, y no porque lo quisiera Freud así, pues deseaba que el psicoanálisis fuese una Naturwissenschaft), sino por que para las ciencias duras, les resulta incluso desestructurador, pues además de que reconstruye, sus preceptos más caros, y por eso, funciona “mejor” denostar que dialogar con la diferencia, y dado que las resistencias no se agotan, pues siempre dirán que tienen la razón de sus principios como fundamento objetivo. Eso es tan claro que no hay objeciones al respecto, pues así el delirar es tan consistente para consigo mismo, (para no decir “myself”) que muchas veces la locura de la razón está tan fortificada en sus limitaciones que la duda cartesiana les sigue cobrando factura, pues su sujeto está fuera de si.
Y como con seguridad, no leerán esto último, aún quise transcribir un verso de Paul de Man, que evoca lo mítico, y que además me encanto y que a letra dice:
Par le mot par commence donc
ce texte
Dont la première ligne dit la verité
Mais ce tain sous l´une el l´autre
Peut-il être toléré?
Cher lecteur déjà tu jugues
La de nos difficultés…
(APRES sept ans de malheurs
Elle brisa son miroir).
Por la palabra por comienza pues
este texto
En el que la primera dice la
verdad,
Pero este estaño bajo una y otra
¿Puede ser tolerado?
Querido lector tú ya juzgas
De ahí nuestras dificultades…
(DESPUES de siete años de
Desgracias
Ella quebró su espejo).
Casa de las Humanidades UNAM
Coyoacán 2 de agosto del 2008.