La dirección de la cura y los peligros de su poder

La dirección de la cura y los peligros de su poder Alexander Cruz Aponasenko Nada mas temible que decir algo que podría ser verdad J. Lacan En el coloquio de Royaumont, llevado a cabo en julio de 1958, Jacques Lacan presenta un informe que, entre muchas otras cosas, plantea una nueva forma de dirigir el…


La dirección de la cura y los peligros de su poder

Alexander Cruz Aponasenko

Nada mas temible que decir algo que podría ser verdad

J. Lacan

En el coloquio de Royaumont, llevado a cabo en julio de 1958, Jacques Lacan presenta un informe que, entre muchas otras cosas, plantea una nueva forma de dirigir el tratamiento analítico Freudiano. Abanderado en el retorno a Freud, y abigarrado en la primacía significante, Lacan plantea de forma novedosa y contundente sus ideas acerca de la contra-transferencia, los síntomas, la transferencia, las formaciones del inconsciente, el concepto mismo de inconsciente, la interpretación, el deseo y sobre todo, la labor del analista. Una de sus principales preocupaciones en ese tiempo era el sesgo sugestivo e identificatorio que había tomado el análisis varios años después de la muerte de Freud. La labor institucional había llevado a los analistas a presentarse como modelos para sus pacientes, fomentando identificaciones imaginarias con el analista que llevarían los análisis a callejones sin salida. El análisis se había convertido en una re-educación emocional del paciente.
 
Lacan se propone dar un giro a esta situación y avanza planteando nuevas coordenadas para el análisis, siempre apoyado en sus desarrollos sobre la lingüística inaugurada por Saussure.
 
Años después, en 1966, el informe presentado en Royaumont es recopilado e incluido en el segundo volumen de sus escritos bajo el titulo: La dirección de la cura y los principios de su poder. Un texto de mucha vigencia y alcances clínicos.
 
En el numeral 4 de este texto, titulado: Como actuar con el propio ser. Lacan interroga el ser del analista en relación a su labor. Señala que esta cuestión es de aparición temprana en el psicoanálisis y ubica un texto de Ferenczi, “Introyección y transferencia” de 1909, en el cual pareciera que la preocupación central es mostrar al analizante que el analista también sufre su neurosis. La posición frente a la transferencia es aquí claramente visible. Y Lacan señala que para Ferenczi se trata de “la introyección de la persona del médico en la economía subjetiva” (pag. 584). Una clara identificación. Aquí se puede marcar también que la manera en la que un analista conceptualice la transferencia orienta su operar en la clínica y mucho de su estilo, para bien o para mal. Esto rebota hacia el lado de la esperanza en el analista como hombre feliz, que lo sea, y siéndolo, por supuesto, que dé un poco de esa felicidad a sus pacientes; ¿como negarse a semejante pedido? En general, siempre se le pide al analista la felicidad, aunque sea solo un poco, no hay nada malo en ello, es más, sin un poco de eso, en realidad, nadie iría al analista, ¿para que?
 
“Es un hecho que no nos negamos a prometer la felicidad” señala Lacan en la pagina 586 de su escrito. Hay que hacer la diferencia entre el prometer y el dar, que están bastante lejos. ¿Como se llega a lo uno o lo otro? Bueno, en ese caso cada quien se las arregla como puede. Lacan indica sin embargo, que es perder el tiempo buscar la camisa de un hombre feliz. “Es sin duda en la relación con el ser donde el analista debe tomar su nivel operatorio, y las oportunidades que le ofrece para este fin el análisis didáctico no deben calcularse únicamente en función del problema que se supone ya resuelto para el analista que lo guía en el.” A mi parecer, esta última frase de Lacan es de suma importancia ya que implica varios elementos clínicos valiosos. En primer lugar ubica la operatoria del analista en relación al ser, no al conocimiento y la comprensión, ubica también el nivel donde la operación analítica tiene su efecto final, sobre el ser. Hace una división de aguas entre el ser del analizante y el ser del analista, dando a entender que la queja de uno y otro, el desenvolvimiento de la neurosis de uno y de otro tienen incidencia solo tangencial en el análisis. Sin embargo advierte la importancia del análisis del analista y deja en claro que el analista, cuando mínimo, ha sido analizante. El elemento diferencial, es que del lado del analista, queda el deseo del analista como operador central del análisis, este debe estar presente, debe haberse generado durante el análisis del analista y es el elemento regulador de la cura. La misteriosa cuestión del deseo del analista la dejaré pasar por ahora.
 
Una de las primeras ideas que se extrae de la anterior expresión de Lacan nos lleva a pensar la cuestión de la comprensión. Que sucede cuando un analista trata de comprender? Bueno, fue una tendencia, ciertamente, se ve en algunas películas a un terapeuta que comprende, incluso, que empatiza. En ocasiones se les ve llegar a casa apesadumbrados por algún relato del paciente. La comprensión, no veo como puede no desembocar en la compasión, ese buen ideal Cristiano. Que ello lleve a alguien a participar del diezmo, seguramente beneficiará a algunos, pero dudosamente beneficiará al paciente. Por fortuna, a los de las películas no se les señala como analistas. Aquí se puede ver claramente como puede llegarse a participar de ideologías. “A menudo vale mas no comprender para pensar, y se pueden galopar leguas y leguas de comprensión sin que resulte de ello el menor pensamiento”. (pag. 586). Es claro, y a su vez, es una indicación del porque los escritos de Lacan están escritos como lo están, era parte de la didáctica lacaniana evitar la comprensión y empujar al pensamiento. Hay muchas indicaciones de ello a lo largo de su obra. Sin embargo, tampoco se enseña a pensar, según Lacan, es algo que la gente hace, ¿como? Bueno, hay que pensarlo.
 
Al analista se le habla, esta ahí para que se le hable libremente. Es la asociación libre, que ya sabemos, de libre tiene muy poco. Es la regla fundamental freudiana, en realidad, es la regla fundamental del psicoanálisis. Que el analizante hable, esto es algo que se debe lograr en un análisis, y no es nada fácil. Ya en la Traumdeutung Freud había señalado: “no se puede sostener que la asociación de ideas se limita a la de la idea estimulante con la estimulada, en el sentido de la pura psicología de asociaciones. Tal limitación no aparecería justificada efectivamente sino cuando en la vida humana surgen estados en los que el hombre quede libre, no solo de todo fin consciente, sino también del dominio o de la colaboración de todo fin inconsciente.” Muy tempranamente Freud notó que la asociación “libre” esta determinada por lo inconsciente. Se puede pensar que la plena “libertad” de asociaciones quedaría de lado de los “desabonados” del inconsciente.
 
Las asociaciones del sujeto en análisis van en dirección a la verdad, a algo que en su momento Lacan llamó palabra plena, así aparece en Dirección de la cura… y ya sabemos, desde Freud, que esta verdad solo puede resultar penosa. Este es el saber que horroriza, aquel del que nada se quiere saber. Lo que se halla sepultado bajo la represión, esa es la tendencia de la palabra del analizante, hacia allá gira lo que dice. En este punto tocamos nuestro epígrafe: Nada más temible que decir algo que podría ser verdad. Porque una vez hecho verdad, ya no hay duda. Y hay que decir adiós al goce de la duda, es nada más y nada menos que una perdida, la perdida de un claro modo de goce, la duda.
 
Un analista escucha, entiende, pero no comprende. Entiende lo que acabamos de plantear, entiende acerca de la asociación libre y su dirección, entiende el goce de la duda, entiende la represión y sus figuraciones sintomáticas, pero se cuida de comprender. Tal como lo dice Lacan: “El entendimiento no me obliga a comprender” podría, por supuesto, comprender, ya veremos a donde lleva eso. Se puede responder a eso que el analizante trae, si se comprende seguro se puede dar respuesta, es una equivocación, pero se puede. Es justamente lo que se hace en las conversaciones que transcurren afuera del espacio analítico, se comprende y se responde. Por eso un analista calla. Frustra.
 
Si una frustración resulta de este callarse del analista, es porque hay un pedido a la mano, ¿de que puede ser este pedido sino de una respuesta? Pero no es justamente una palabra la que se pide, sino aquello que la soporta. Pueden decirse algunas buenas palabras al analizante, malas también, en realidad, no importa. Como dice Lacan: “Esas palabras, no me las pide. Me pide…, por el hecho de que habla: su demanda es intransitiva, no supone ningún objeto.” (pag. 588). Es precisamente lo que hay más allá, lo que soporta al objeto. Esto es parte del entendimiento del analista, pero puede verse que nada se saca de su comprensión, y mucho menos se logra dando respuesta. Esta demanda, implícita, solo tiene la vía de la palabra para ser formulada, es el destino del hablante-ser, tiene que hablar. Dos seres cuyo destino es hablar, pero uno de ellos calla, orientado por el deseo del analista, para que el otro pueda desplegar su habla, para que pueda vehiculizarse su demanda, esta es la labor del analista. Aquí puede ubicarse uno de los peligros de la dirección de la cura, el peligro de responder, de hacerse un tipo comprensivo y en razón de un cierto desconocimiento de la labor analítica decirle algo al analizante, para que esté un poco “mejor”. Nadie ha dicho que un poco de ortopedia sea pecado, pero hay que andarse con cuidado, y sobre todo, saber que es lo que se dice. Cuando un analista actúa por compasión, dado que comprende, y las buenas intenciones lo llevan a querer hacer que el analizante se sienta mejor, habremos pasado al campo de la psicología. Este es el primer peligro que quiero ubicar, el peligro ideológico. Porque esa respuesta dada en función de la buena voluntad del analista solo corre por la vía de la ideología y desconoce la demanda. Digamos, la ignora, y esa es de las cosas que sabemos que no se perdonan. Sigamos.
 
El analizante se comporta, se siente como un niño, lo había señalado Freud. Si esto pasa se va por buen camino, señala Lacan. “Por intermedio de la demanda, todo el pasado se entreabre hasta el fondo del fondo de la primera infancia.” (pag. 588). Este es el sentido de la regresión analítica vía la demanda. Es en este punto en donde se deja ver aquello que es quizás lo fundamental, el amor, la transferencia.
 
En Dinámica de la Transferencia, Freud señala que la transferencia se establece no solo por las representaciones libidinales concientes sino también por las inconscientes, a estas últimas les damos preponderancia. Es una cuestión de la Neurosis, dice Freud. Estos impulsos eróticos reprimidos son el último término motor de la neurosis. Asimismo, en Observaciones sobre el amor de transferencia, Freud señala la relación entre la neurosis y una cierta incapacidad de amar. Es visible también, por esta vía, un cierto amor, amor al objeto del cual el analista hace semblante. Freud es claro en ello, y Lacan le sigue al pie de la letra. Abstenerse dice Freud, no responder a la demanda, dice Lacan. Es una cuestión de amor. “Pues si el amor es dar lo que no se tiene, es bien cierto que el sujeto puede esperar que se le de, puesto que el psicoanalista no tiene otra cosa que darle. Pero incluso esa nada, no se la da, y mas vale así: por eso esa nada se la pagan, y preferiblemente de manera generosa, para mostrar que de otra manera no tendría mucho valor.” (pag. 589).
 
Es aquí donde se observa que la transferencia primaria, aquella fundamentada en elementos inconscientes señala en la dirección de la demanda primordial, que no puede entenderse de otra manera sino como demanda de amor. En esta contundente frase se deja ver que es el analista el que está en posición de dar ese amor que es una nada, es mas, que precisamente ello es lo único que el analista tiene para dar. Que de su lado queda la posición de amante y que a toda costa el analizante trata de insertarse en el lugar de amado. Un analista amante, al no dar ese amor que le es demandado lleva al sujeto al reencuentro con los significantes retenidos de su experiencia de frustración, a su punto de entrada en la trama de su existencia. Que eso suceda en un análisis es lo que se espera, pero puede pasar que ese mismo analista, ahora de manera voluntaria y por la vía del saber escoja dar ese amor, esa nada. Plante al analizante en la posición de amado y desde allí cualquier cosa. No hablo de otra cosa que de un canalla, y este es el segundo peligro ligado a la dirección de la cura que se hace claramente visible en este punto. Primero el peligro de la ideología, ahora el peligro de la canallada.
 
Si “todo canalla es querer ser el Otro” como señala Lacan en el seminario 17, y esto se entiende como la identificación del analizante con el A en lugar de establecer su barradura, entonces cualquier análisis corre el riesgo de producir un canalla. Esto incluye el análisis del analista por supuesto. Que el analizante ha llegado a la posición canalla no es algo que se advierte a simple vista, incluso se declaran fines de análisis cuando alguien se encuentra en esta posición, no es nada raro. Aquí nos reencontramos con la cuestión del ser que inició este recorrido. ¿Y que otra acosa apunta más directamente al ser que la ética? ¿Que mas puede involucrar directamente al analista en su ser que la ética? Es mi opinión que este es el camino que permitiría de alguna manera sortear los peligros mencionados a lo largo de este trabajo. No hay tal cosa como un ético canalla, aunque bien pueda semblantearlo. Eso que se llama deseo del analista, ¿no es acaso un producto del atravesamiento de una experiencia que mas que cualquier otra cosa permite que un sujeto formule una ética particular? Una confluencia de la palabra y el acto que solo puede entenderse como una marca en el ser. La marca de ser un analista. No es sino desde ese lugar que entiendo a Lacan impulsándonos a actuar.
 
Al contrario de lo que decía Freud tempranamente, que lo peor que puede resultar de un análisis es que el paciente se vaya a casa con sus síntomas intactos, que el análisis no haya tenido efecto y no harm done, hoy asistimos a un análisis cuyos efectos y productos son visibles a viva luz. En donde el llamado por la ética, la del psicoanálisis, se ubica en primer lugar para todo analista. En la época del “Otro que no existe” solo queda el sujeto responsable.
 
BIBLIOGRAFÍA
 
– Freud, S. (2001). Dinámica de la transferencia, Obras Completas. Biblioteca Nueva.
– Freud, S. (2001). Observaciones sobre el amor de transferencia, Obras Completas. Biblioteca Nueva.
– Lacan, J. (2008). La dirección de la cura y los principios de su poder, Escritos 2. Siglo XXI. Argentina.
– Lacan, J. (2008). El seminario libro 17, el reverso del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires.