REFLEXIONES SOBRE LA FANTASÍA EN LA OBRA DE MELANIE KLEIN

 

REFLECTIONS ON FANTASY IN MELANIE KLEIN´S WORK

VICTOR ENRIQUE SOLÍS SOSA

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RESUMEN

Melanie Klein trabajó en el límite mismo de la aparición del lenguaje como función, y a partir de ahí, reconstruyó las fantasías que envuelven ese límite, fantasías que están ahí para proteger al sujeto de su reconocimiento, de su encuentro con lo otro que lo habita; nosotros nos hemos propuesto para este escrito, mostrar en qué sentido la fantasía es un efecto de la agitación, de la cinética, del movimiento del registro simbólico en su búsqueda de referentes y la forma en como ella envuelve el límite de este registro, obturando la falla fundamental sobre la que se sostiene, a partir de ofrecer objetos que operen como su referente. Para hacerlo comenzaremos por llevar a cabo un breve recuento sobre la concepción Kleiniana de la fantasía, para después compararla, subrayando diferencias y similitudes respecto a la concepción Freudiana, posteriormente, intentaremos proponer una localización tópica de la fantasía en términos de la metapsicología, para después situarla como un efecto de lo simbólico, finalmente esbozaremos algunas ideas respecto a su dinámica y su papel en la experiencia analítica.

Fantasía, Metapsicología, Fantasma, Klein

Melanie Klein worked in the very limit of the emergence of language as a function, from there, she rebuilt fantasies involving this limit, fantasies that are there to protect the subject of his encounter with the other that inhabits; we have proposed for this paper, show in what sense the fantasy is an effect of the agitation, the kinetic, the movement of the symbolic register in its search for referents, and how she wraps the limit of this register, sealing the fundamental flaw on which it holds, foffering objects that operate as its referent. We will began by conducting a brief account on the Kleinian conception of fantasy, then we will compare it, highlighting differences and similarities to the Freudian conception, then we´ll try to propose a f topical location of the fantasy in terms of metapsychology, then we´ll place it as an effect of the symbolic, and finally we outline some ideas about their dynamics and their role in the analytical experience.

Sólo la señora Melanie Klein, trabajando en el niño

en el Iímite mismo de tal aparición del lenguaje, se ha atrevido

a proyectar la experiencia subjetiva en ese período anterior donde sin

embargo la observación nos permite afirmar su dimensión. (Jaques Lacan)

INTRODUCCIÓN

No puede obviarse ni sobreestimarse el papel que tiene la fantasía en el edificio teórico del psicoanálisis, ya decía Freud desde sus primeros escritos que las ensoñaciones de las histéricas deben ser consideradas como los momentos lógicos previos al estallido toda su fenomenología, pero es con Melanie Klein que la fantasía toma un lugar preponderante en la teoría y en la técnica y que es explorada con rigor y profundidad, no por nada Lacan la llamó la bella tripera.

Melanie Klein trabajó en el límite mismo de la aparición del lenguaje como función, y a partir de ahí, reconstruyó las fantasías que envuelven ese límite, fantasías que están ahí para proteger al sujeto de su reconocimiento, de su encuentro con lo otro que lo habita; nosotros nos hemos propuesto para este escrito, mostrar la forma en la cual es precisamente la fantasía la que envuelve a ese límite, obturando la falla fundamental sobre la que se sostiene lo simbólico a partir de ofrecer objetos que operen como su referente, la fantasía es un efecto de la agitación, de la cinética, del movimiento del registro simbólico, o al menos es lo que nos hemos propuesto mostrar aquí; para hacerlo comenzaremos por llevar a cabo un breve recuento sobre la concepción Kleiniana de la fantasía, para después compararla, subrayando diferencias y similitudes respecto a la concepción Freudiana, posteriormente, intentaremos proponer una localización tópica de la fantasía en términos de la metapsicología, para después situarla como un efecto de lo simbólico, finalmente esbozaremos algunas ideas respecto a su dinámica y su papel en la experiencia analítica.

 

 

DE UNA OPERACIÓN PSÍQUICA QUE NO REQUIERE LO SIMBÓLICO…LA FANTASÍA EN LA OBRA DE MELANIE KLEIN

Ya desde el artículo de 1921, El Desarrollo de un Niño, la palabra fantasía aparece como uno de los gundergriffe[ii]de la obra de Melanie Klein, a partir del cual, intenta dar cuenta del efecto de la violenta irrupción de lo que ella llama “el pensamiento” como una función que limita el anhelo de omnipotencia infantil del infans, y que lo compele a transformar este anhelo en fantasía, citémosla:

«Real, irreal -palabras que ya se había acostumbrado a usar- adquirían ahora un significado completamente distinto por la forma en que las usaba. Inmediatamente después de admitir que la cigüeña, la liebre de Pascua, etc., eran cuentos de hadas, y que había decidido que el nacimiento desde el interior de la madre era algo menos bello pero más plausible y real, dijo, «pero los cerrajeros son reales, porque si no ¿quién haría las cerraduras, entonces?»…lo que uno ve es real. Veo el sol y el jardín», etc. Así, estas cosas «reales» habían adquirido para él un significado fundamental, que le permitía distinguir todo lo visible y verdadero de aquello (hermoso pero desgraciadamente falso, no «real») que sucede sólo en los deseos y fantasías… El «principio de realidad» se había establecido en él” (1921)

La cita anterior, es un fragmento de las observaciones realizadas por Melanie Klein al pequeño Fritz a propósito del desarrollo de la pulsión epistemofílica, la cual como plantea Klein en este texto, únicamente puede seguir un desarrollo más o menos libre de inhibición y no sintomático en la medida en la cual la omnipotencia infantil (que puede expresarse como el anhelo de la propia omnipotencia, el anhelo de la omnipotencia de los padres, la omnipotencia de pensamiento, de las palabras o incluso la fe en la omnipotencia de Dios), ceda progresivamente a la función del “pensamiento”; resulta en extremo interesante la forma en que en este mismo texto, el planteamiento Kleiniano introduce casi inadvertidamente al complejo paterno (¿la función simbólica?) como el que organiza y da entrada a esta “función de pensamiento” que es el límite de la experiencia de omnipotencia, y a la vez como el origen de la fantasía compensadora[iii].

“Sabemos que también a este respecto es importante el complejo paterno, y que la forma en que queda fortificado o destruido el sentimiento de omnipotencia por la primera desilusión seria del niño, determina su desarrollo como optimista o pesimista, y también su viveza y espíritu de empresa, o un escepticismo apabullante. Para que el resultado de este desarrollo no sea la utopía y la fantasía ilimitadas, sino el optimismo, el pensamiento debe proporcionar una oportuna corrección… Si este ajuste se hace afortunadamente, entonces el sentimiento de omnipotencia quedará colocado sobre cierta formación de compromiso con respecto al pensamiento, y se reconocerá al deseo y la fantasía como pertenecientes al primero, en tanto que el principio de realidad regirá en la esfera del pensamiento y de los hechos establecidos” (1921)

La cita nos parece especialmente esclarecedora, ya que en ella es imposible confundir la forma en la que Klein organiza sus constructos y delimita los conceptos, tratemos de explicarnos: el complejo paterno por vía del pensamiento (¿función simbólica?) introduce la primera desilusión seria en la vida del niño, desilusión que dará lugar, por un lado, a una formación de compromiso entre el anhelo omnipotente y las fantasías que de él provienen, y por el otro, el pensamiento, que dará lugar al principio de realidad, adicionalmente, la forma que tome esta primera desilusión determinará el destino del anhelo omnipotente y de las fantasías que de él provengan, así como el de la pulsión epistemofílica.

Entonces, la función del complejo paterno es lo que permite diferenciar lo que hasta este momento parecería encontrarse indiferenciado, a saber, la realidad y la fantasía, y es precisamente la forma en como opere dicho complejo, la que determinará el destino de la segunda (de la fantasía); este punto es particularmente difícil de articular, ya que al parecer, en el psiquismo infantil, anterior a la “gran desilusión”, es decir preedípico, la fantasía no es fantasía y solo se convierte, de forma retroactiva, en fantasía a partir de la operación del complejo paterno.

Ahora tenemos un primer norte para comenzar a situar a la fantasía en su sentido metapsicológico tal y como es empleada por Klein en este primer momento de su obra, ésta es, al parecer, un producto de la formación de compromiso entre el anhelo de omnipotencia y la función del “pensamiento” y, al encontrarse del lado del anhelo omnipotente, es a su vez la marca de su pérdida y la promesa de su reencuentro.

Surge ahora una nueva dificultad, a qué se refiere Klein cuando habla de la primera desilusión seria del niño, no acaso la primera desilusión se dará en el momento mismo en que aparece la primera experiencia de frustración, o cuando viene la primera llamada de atención o cuando su cuidador no aparece por primera vez en su campo visual, todas estas experiencias parecen dignas de llamarse primera desilusión. No obstante, Klein nos deja ver muy claramente a qué se está refiriendo a partir de sus observaciones en el pequeño Fritz, al parecer, la primera desilusión en este caso paradigmático nace de un campo inesperado, nace del campo del saber.

En efecto en el relato que hace Klein, Fritz llevaba semanas haciéndole preguntas sobre el nacimiento, el crecimiento de los seres humanos, las heces, y la existencia de Dios, estas preguntas “eran siempre contestadas con la verdad absoluta, y, cuando era necesario, con una explicación científica adaptada a su entendimiento” (1921), pero parecía que la verdad absoluta que ofrecía Klein no convencía al pequeño, éste continuaba en una cadena interminable de preguntas, dirigidas a Klein y a otras personas, un buen día, al pequeño se le ocurrió preguntarle al padre si Dios existía, respuesta que ya había sido contestada con una negativa por parte de la madre, a la pregunta el padre contesta: “Fritz, nadie ha visto nunca a Dios y algunos creen que Dios existe y otros creen que no existe. Yo creo que existe, pero tu madre cree que no existe” (1921)

Proponemos que es ésta la primera desilusión seria del niño, cuando se presenta la falla en lo simbólico y su pregunta no alcanza una respuesta definitiva, cuando la “verdad absoluta” que se le ofrece es relativizada, y entonces la consistencia de lo simbólico ya no puede ser sostenida sino con explicaciones autorreferenciales del tipo: “se llama hornalla porque es una hornalla. Yo me llamo Fritz porque soy Fritz. A ti te llaman tía porque eres tía.»(1921)[iv]

Como puede observarse, en este su primer texto, Klein se encuentra aún muy influida por el pensamiento Freudiano, la fantasía se limita en este momento a ser una formación de compromiso entre la omnipotencia infantil y la función simbólica (el pensamiento), cuando ésta se instaura a partir de las primeras desilusiones; no obstante, a través de la técnica de juego, Klein poco a poco profundiza más y más en los momentos preedípicos de la subjetividad, antes de que la función simbólica se instaure a partir de su falla; su hallazgo en este trabajo fue que la vida infantil se encuentra plagada de fantasías que en sí ya son inconscientes, y que además se encuentran activas durante toda la vida del sujeto.

Solo para mencionar algunas de las fantasías preedípicas a las que Melanie Klein hace referencia en sus obras podemos referirnos a las fantasías de masturbación, las fantasías originarias y las de coito con la madre (1923), a las de destruir al pene, a las de la madre castradora y las fantasías pegenitales orales, anales y uretrales (1925), a las sádico anales y sádico orales y las de abrir el cuerpo de la madre (1927), a las fantasías en relación al contenido del cuerpo de la madre (1930), a las canibalísticas y al empleo de las heces y orina para destruir al objeto (1933), a las de agresión contra la unión de los padres (1934), a las de proyección e introyección, las de agresión contra la relación sexual de los padres, a la de tener el pene del padre o sobre que éste se encuentra dentro del cuerpo de la madre (1953) y en general a las fantasías persecutorias, de retaliación y de agresión de la posición esquizoparanoide y a las de culpa, castigo y reparación de la posición depresiva (1937).

El hallazgo de estas fantasías en el psiquismo infantil hace necesario replantear a la fantasía no solo como una formación de compromiso entre el pensamiento y el anhelo omnipotente, ya que al parecer, la fantasía inconsciente es bastante activa y ya inconsciente antes de la instauración del principio de realidad por vía de la primera gran desilusión del infans, es de esta forma, como Klein, en 1952, se pronuncia sobre la fantasía en los siguientes términos:

“Mi concepción de la fantasía en la temprana infancia es que sus raíces son los instintos (pulsiones) o, como dice Susan Isaacs, la fantasía es el corolario mental de los instintos (pulsiones). (1953)”

Y posteriormente, en 1959, suscribiendo también a Susan Isaccs menciona que:

«La fantasía es (en primera instancia) el corolario mental, el representante psíquico, del instinto. No hay impulso, no hay anhelo o respuesta instintivos que no sean experimentados como fantasía inconsciente… Una fantasía representa el contenido particular de los impulsos o sentimientos (por ejemplo, deseos, temores, ansiedades, triunfos, amor o aflicción) que predominan en la mente en un determinado momento.» (1953)

Entonces, al parecer, si la fantasía inconsciente es un medio para hacer frente a la pérdida de la omnipotencia infantil, lo es mucho antes de la “primera gran desilusión”, de la primera gran falla del campo de lo simbólico, al parecer, la fantasía está presente desde el principio de la vida del sujeto y al parecer es también independiente del campo de lo simbólico.

Así, una vez que la fantasía ha sido concebida en el pensamiento Kleiniano como “la expresión mental de los instintos (pulsiones)” (Segal, 1994), ésta comienza a tomar un lugar central en la teoría, a tal grado que pasa a ser una forma de expresión de virtualmente todos los procesos psíquicos. Así, la fantasía es la forma específica como se experimenta la pulsión en el psiquismo, pero también, esta es la forma en que se representan psíquicamente las distintas formaciones de defensa, entonces, la fantasía es también una forma de defensa contra la realidad externa, contra la realidad interna y contra otras fantasías; por otro lado, los rasgos caracterológicos del Yo, se encuentran también determinados por las fantasías más permanentes del Yo sobre sí mismo y los objetos que contiene, y el Superyó pasa también a ser una forma particular de fantasía que posibilita la expresión de los impulsos agresivos, así mismo, la fantasía pasa a ser un marco referencial crucial a partir de la cual experimenta la realidad fáctica, pero ésta, la realidad, es también capaz de modificar las fantasías fundamentales.

Ya con un lugar tan importante, no es de extrañar que la fantasía ocupe entonces, un lugar central en los criterios que Melanie Klein configura para el fin de análisis de un niño, así, en 1932 asegura que:

“en el carácter de sus fantasías inconscientes (de los niños y adolescentes), o más bien en los cambios que éstas han sufrido por el análisis, debemos encontrar un criterio que nos ayude a juzgar si un análisis ha sido suficiente.” (1932)

No asombra entonces que en su pensamiento, “el estado psíquico del sujeto está determinado por la naturaleza de las fantasías inconscientes y su relación con la realidad externa” (Segal, 1994) y que obtenga la conclusión de que en los niños que encontramos:

“una limitación de su fantasía y de los medios de representación, normales en el período de latencia o… cuando encontramos una limitación similar de intereses y medios de expresión (de la fantasía) en la pubertad, estamos trabajando, con un período prolongado de latencia; y por otro, cuando hay una limitación extensiva de las actividades de la imaginación (como en las inhibiciones del juego, etc.), en la temprana niñez, con un caso de comienzo prematuro de este período (de la pubertad). En ambos casos, sea que la latencia comience muy pronto o termine muy tarde, es señal de perturbaciones graves en el desarrollo del niño, pues tal extensión indebida de este período, está acompañada por un aumento indebido de los fenómenos que normalmente lo acompañan”

En todo caso, para Klein la actividad de la fantasía inconsciente, la posibilidad de expresarla y la naturaleza de la misma, determinará en buena medida el funcionamiento del sujeto, es en este sentido que plantea por ejemplo, la diferencia entre el mecanismo de la histeria de conversión y del interés científico por la vía de la sublimación:

“en la histeria de conversión la fantasía se aferra tan tenazmente a la situación placentera que antes de que sea posible la sublimación[v], sucumbe a la represión y a la fijación; y así, suponiendo que actúen los otros factores etiológicos, está forzada a encontrar representación y descarga en los síntomas histéricos.

Mientras que:

“la forma en que se desarrolló el interés científico de Leonardo (Da Vinci) por el vuelo de los pájaros, muestra que también en la sublimación continúa funcionando la fijación a la fantasía con todos sus determinantes”

Como puede verse pareciera que en el pensamiento Kleiniano, la fantasía es el concepto alrededor del cual se organiza todo el aparato teórico y técnico del psicoanálisis, así, ella le otorga un papel mucho más importante del que en todo caso le asignó Freud; además pueden verse claramente dos momentos en la concepción Kleiniana de la fantasía, en el primero, ésta aparece como una formación de compromiso entre el anhelo de omnipotencia y la función del “pensamiento” que provienen del complejo paterno, en el segundo en cambio, la fantasía aparece como la expresión psíquica de las pulsiones, el complejo paterno deja de ser necesario para su producción y ésta se concibe como determinando el estado psíquico del sujeto, por lo que el progreso del análisis podría vincularse con el cambio progresivo que sufren las fantasías inconscientes, a medida que avanzan desde las fantasías esquizoparanoides hasta las de reparación en relación a la figura del analista, con la finalidad de introyectar el superyó de éste; toca ahora el turno de comparar las posturas Kleinianas y Freudianas respecto a este tema en particular.

 

DE UNA OPERACIÓN PSÍQUICA CONCILIADORA…ALGUNOS APUNTES SOBRE EL CONCEPTO DE FANTASÍA EN FREUD

La fantasía aparece como un elemento fundamental en la obra de Freud muy temprano, ya para 1985, en el proyecto, hacía referencia a la satisfacción alucinatoria de deseos (que no son necesariamente una fantasía, sino consecuencia de ella como trataremos de explicar más adelante) como una vía a través de la cual se podía tolerar, por mediación de la producción de una alucinación la ausencia del objeto y que incluso, ésta podría llegar a sustituir al objeto como fuente de satisfacción, poniendo en peligro a todo el organismo, citémoslo:

“…entonces, por la vivencia de satisfacción se genera una facilitación entre dos imágenes-recuerdo y las neuronas del núcleo que son investidas en el estado de esfuerzo.

Con la descarga de satisfacción, sin duda también la Q´n es drenada de las imágenes-recuerdo. Con el reafloramiento del estado de esfuerzo o de deseo, la investidura traspasa sobre los recuerdos y los anima. Tal vez sea la imagen-recuerdo del objeto alcanzada primero por la reanimación del deseo.

Yo no dudo de que esta animación del deseo ha de producir inicialmente el mismo efecto que la percepción, a saber, una alucinación” (1885)

Así, al igual que para Melanie Klein, para Freud, la fantasía aparece como una producción psíquica muy temprana, no obstante, pareciera que la dinámica para ambos autores es distinta, algo no funciona de la misma forma para ambos; mientras para Freud la fantasía es precisamente eso, una fuente sustitutiva de satisfacción que puede llegar a desbordar en la alucinación, para Klein, la fantasía aparece como una expresión, por decirlo de alguna forma, paralela a la pulsión, de ahí que en la lógica del pensamiento Freudiano, la fantasía sea ya una formación de compromiso (que implica la necesidad de oponerla a los signos de realidad), mientras que en el Kleiniano, la fantasía es sin más, la expresión psíquica de los instintos, y pasa a convertirse en una formación de compromiso hasta que la función simbólica se instaura después de la “primera gran desilusión”.[vi]

Es entonces (para Freud) debido a la movilización del impulso que, en un segundo momento, es decir, después de la experiencia primaria de satisfacción, que se produce la fantasía capaz de desbordar en la alucinación, la fantasía, no nace junto con el impulso, sino que nace a partir de la impresión que deja una primerísima satisfacción, y es la imagen de esta primerísima satisfacción la que es movilizada en la fantasía cuando reaparece el impulso y que desborda hacia la percepción produciendo una alucinación capaz de satisfacerlo; no obstante, de continuar funcionando así, el aparato no contaría con los recursos para subsistir, así lo expresa Freud en una larga nota al pie de su texto de 1911, Formulaciones sobre los dos procesos de acaecer psíquico:

“Con razón se objetará que una organización así, esclava del principio del placer y que descuida la realidad objetiva del mundo exterior, no podría mantenerse en vida ni por un instante, de suerte que ni siquiera habría podido generarse. Sin embargo el uso de una ficción de esta índole se justifica por la observación de que el lactante, con tal que le agreguemos el cuidado materno[vii], realiza casi ese sistema psíquico. Es probable que alucine el cumplimiento de sus necesidades interiores; denuncia su displacer a raíz de un acrecentamiento de estímulo y una falta de satisfacción, mediante la descarga motriz del berreo y pataleo, y tras eso vivencia la satisfacción alucinada”

Resulta interesantísimo como en esta cita, Freud de alguna manera formula la idea de que en algún sentido, la función de la Madre opera de tal forma que realiza para el infans la fantasía para que ésta no desborde como alucinación, podemos descomponerlo de la siguiente forma: el niño experimenta el apremio de la necesidad que produce el deseo, éste moviliza la fantasía que amenaza con transponerse en alucinación, pero cuando la satisfacción de la necesidad no se produce, el berreo y el pataleo hacen lo propio para que la madre aparezca, y al llevar a cabo su función, la fantasía de alguna forma se cumple, entonces “el cuidado materno realiza casi ese sistema psíquico”, realidad y fantasía parecen no estar tan alejadas.

Se deduce entonces que la fantasía que desborda en la realización alucinatoria de deseos no es una producción del Yo (como exige el modelo Kleiniano), sino es una exigencia del compromiso entre el principio del placer (que tiende a la alucinación) y el principio de realidad (que obedece a los signos objetivos de la presencia del objeto):

“Cuando en el estado de deseo se inviste de nuevo el objeto-recuerdo y entonces decreta la descarga, no obstante la satisfacción por fuerza faltará, porque el objeto no tiene presencia real sino solo en una representación-fantasía. Al principio, no es capaz de establecer ese distingo, pues sólo puede trabajar siguiendo la secuencia de estados análogos entre neuronas (o sea la secuencia de un deseo a una alucinación). Por eso precisa un criterio que provenga de otra parte para distinguir entre percepción y representación…”

“Llamamos procesos psíquicos primarios a la investidura-deseo hasta la alucinación, el desarrollo total de displacer, que conlleva el gasto total de defensa; en cambio, llamamos procesos psíquicos secundarios a aquellos otros que son posibilitados solamente por una buena investidura del yo y que constituyen una morigeración de los primeros. La condición de los segundos es, como se ve, una valoración correcta de los signos de realidad objetiva, solo posible con una inhibición por el yo.”

Dos puntos a destacar en esta cita, primero, la idea de que en un primer momento la fantasía no es fantasía, ya que para el organismo es imposible distinguir entre ésta y la realidad fáctica, la fantasía no puede ser reconocida como tal, es sólo cuando ésta se desborda en una alucinación y, no obstante, la satisfacción no llega (es sólo cuando se produce esta primera desilusión, no gran desilusión aclaremos), cuando el organismo se ve obligado a distinguir entre realidad y fantasía, e inhibir a la fantasía para que ésta no devenga alucinación. La fantasía es inhibida, pero ésta termina por realizarse cuando la madre acude para satisfacer la necesidad, nuevamente realidad y fantasía parecen no separarse del todo.

Segundo. El yo no es entonces el gran productor de fantasías en el sentido en que Klein lo plantea, es más bien una instancia que inhibe los procesos psíquicos primarios para que estos no produzcan la experiencia alucinatoria, y es justo este proceso inhibitorio el que produce a la fantasía, como una formación de compromiso entre la tendencia a la experiencia alucinante (¿omnipotencia?) y los signos de la realidad que sancionan la ausencia del objeto; es el reconocimiento del empuje de la necesidad la que moviliza el camino hasta la alucinación, y solo cuando ésta es inhibida se da la creación de estas formaciones de compromiso que son las peligrosas fantasías (producidas por la operación del principio del placer en su enfrentamiento con los signos de realidad externa), ¿y el Yo?, el Yo es el encargado de inhibirlas para que estas no se traduzcan en percepción y por lo tanto en alucinación.

Así, una divergencia importante entre Klein y Freud es que para Klein, la fantasía es expresamente una función del Yo, y supone un Yo lo suficientemente organizado como para generarlas, mientras que en Freud, especialmente en la concepción del Yo que tiene en el proyecto, la fantasía opera más bien del lado del proceso primario y representa una amenaza para todo el aparato psíquico[viii] (ya que si desborda en alucinación, el impulso se verá “satisfecho” a través de ésta, lo que amenazaría la supervivencia), por lo que el Yo, necesariamente tiene que inhibir que la fantasía se desborde hacia la satisfacción alucinatoria de deseos, es decir, tiene que transponer el proceso primario en secundario, así, el Yo no genera la fantasía, más bien, se opone a la satisfacción a través de ella.

Una nota importante en esta concepción se relaciona con el papel que la realidad juega con respecto a la fantasía. Aparentemente, en el aparato Freudiano, el Yo emplea a los “signos de la realidad” para oponerse a la fantasía, de tal suerte que ésta no devenga alucinación, y esto ocurre desde muy temprano en la vida del niño, al parecer, sólo cuando la frustración alcanza límites intolerables, la fantasía se transpone en alucinación y entonces se mezcla con la realidad, de ahí que, igual que en los planteamientos Kleinianos, la fantasía se convierte en un marco de referencia a partir del cual se interpreta la realidad fáctica, ésta es capaz de influir sobre la fantasía y por momentos ambos, fantasía y realidad producen una inmixtión imposible de diferenciar.

Entonces en Freud, la fantasía es una vía que tiene el sistema para defenderse de la ausencia del objeto (pérdida de la omnipotencia), al tiempo que es también un objeto que opera como sustituto del objeto de la pulsión, pero al mismo tiempo es, por su naturaleza satisfactoria, una fuente de amenaza; mientras tanto, para Klein, la fantasía no es expresamente una fuente de satisfacción, sino la forma en la cual la pulsión se hace representar en el aparato psíquico; he aquí una importante diferencia con Freud, ya que para él, la forma en que la pulsión se hace representar en el psiquismo no es directamente a través de la fantasía, sino primero, y antes que nada, como plantearía en 1915, a través de las agencias-representantes de la pulsión.

Es precisamente en 1915, cuando Freud lleva a cabo su “gran síntesis”, la metapsicología, cuando se produce un importante esclarecimiento respecto al tema de la fantasía, en donde, a propósito de las vías en la que se produce el comercio entre los sistemas Pc-cc e Icc menciona que:

“Entre los retoños de las mociones pulsionales icc del carácter descrito, los hay que reúnen dentro de sí notas contrapuestas. Por una parte presentan una alta organización, están exentos de contradicción, han aprovechado todas las adquisiciones del sistema Pcc-Cc y nuestro juicio los distinguiría apenas de las formaciones de este sistema. Por otra parte, son inconscientes e insusceptibles de devenir conscientes. Por tanto, cualitativamente pertenecen al sistema Prcc, pero, de hecho, al Icc. Su origen sigue siendo decisivo para su destino… De esa clase son las formaciones de la fantasía tanto de los normales cuanto de los neuróticos, que hemos individualizado como etapas previas en la formación del sueño y en la del síntoma, y que, a pesar de su alta organización, permanecen reprimidas y como tales no pueden devenir conscientes. Se aproximan a la conciencia y allí se quedan imperturbadas mientras tienen una investidura poco intensa, pero son rechazadas tan pronto sobrepasan cierto nivel de investidura.” (1915)

Así, las fantasías parecerían mestizos, por un lado, presentan un alto grado de organización, y han aprovechado las adquisiciones del sistema Pc-cc como la influencia mutua entre sus representaciones, su ordenamiento temporal y la posibilidad de ser modificadas por el examen de realidad y por el otro, son insuceptibles de devenir conscientes, parecería entonces, que en Freud, la fantasía inconsciente es una parte de lo inconsciente, y no lo inconsciente mismo, como a veces parece entreleerse en la obra de Melanie Klein; ya en 1911, Freud se había referido en forma parecida a la fantasía:

“Al establecerse el principio de realidad, una clase de actividad del pensar se escindió; ella se mantuvo apartada del examen de realidad y permaneció sometida únicamente al principio de placer[ix]. Es el fantasear, que empieza ya con el juego de los niños y más tarde, proseguido como sueños diurnos, abandona el apuntalamiento en objetos reales.” (1911)

Entonces, parecería que el signo de la formación de compromiso que es la fantasía, es que es una forma particular de pensamiento que se rige, no por el principio de realidad, sino por el principio del placer, y no obstante, guarda algún tipo de vínculo con la realidad ya que:

“La represión permanece omnipotente en el reino del fantasear; logra inhibir representaciones in statu nascendi, antes que puedan hacerse notables a la conciencia, toda vez que su investidura pueda dar ocasión al desprendimiento de displacer. Este es el lugar más lábil de nuestra organización psíquica; es el que puede ser aprovechado para llevar de nuevo bajo el imperio del principio de placer procesos de pensamiento ya ajustados a la ratio” (1911).

Y por otro lado:

Es tan difícil distinguir unas fantasías inconscientes de unos recuerdos que han devenido inconscientes. Pero no hay que dejarse inducir al error de incorporar en las formaciones psíquicas reprimidas la valoración de realidad objetiva y, por ejemplo, menospreciar unas fantasías respecto de la formación de síntoma por cuanto justamente no son realidades efectivas ningunas(1911)

No obstante, principio de placer y principio de realidad no se delimitan entre sí tan fácilmente, Freud lo menciona en el mismo artículo, cuando dice que la división entre ambos procesos no viene de una vez por todas, y que al final, el “destronamiento del placer por el principio del realidad no es otra cosa sino una forma de asegurarlo” (1911).

Y es que principio del placer y principio de realidad no se oponen, sería necesario que Freud formulará ese más allá, la pulsión de muerte que es la verdadera otredad del principio del placer (realidad), para poder entender el lugar justo de la fantasía dentro de la metapsicología freudiana, es precisamente por esta condensación y no oposición entre el principio de la realidad y principio del placer que la fantasía pueda ser entendida como aquella formación que posibilita que el principio del placer se condense con el principio de realidad y que haga de los objetos de la “realidad”, externos dicen, o de los objetos “internos” (oposición por cierto más bien imaginaria), objetos que se constituyen como promesa de satisfacción, objetos “totales” o “parciales” que se los puede escindir, agredir, amar, proyectar, introyectar o reparar, pero que siempre serán, incluyendo al moi (self), fuente de frustración, el odio con respecto al objeto es anterior al amor dice Freud en la Pulsión y sus destinos (1915); ningún objeto es capaz de satisfacer a la pulsión, porque la pulsión, en su más absoluta radicalidad es la pulsión de muerte, pulsión que ninguna fantasía, ninguna alucinación, ningún objeto es capaz de saciar.

 

UN DEPÓSITO DE REPRESENTACIONES-OBJETO…LA TÓPICA DE LA FANTASÍA

Ahora bien, permítasenos llevar a cabo un ensayo de localización tópica de la fantasía a partir de las conclusiones que hemos extraído en nuestra exploración de la fantasía en Freud y en Klein, en conjunción con los artículos metapsicológicos de mil nueve quince, y de los aportes de la segunda tópica y de la introducción de la pulsión de muerte; para comenzar a delimitarla permítasenos proponer el siguiente esquema[x]:

PULS IÓN
Inconsciente no reprimido
Inconsciente
Fantasía
Preconsciente

Cuerpo

Erógeno

C

uerpo

En él, intentamos articular algunas de las propuestas topológicas más importantes de la metapsicología de 1915, expliquemos cómo. En un estado mítico inicial existe un soma que es erogenizado en buena medida por la función Materna (pero del cual queda un resto no erogenizado, es decir no psíquico, lo que se delimita por el campo Cuerpo en el esquema), esta organización produce un cuerpo erógeno, cuerpo con las necesidades meramente biológicas pervertidas en pulsiones, es sobre un cuerpo erógeno sobre el que nace la pulsión, ese límite entre lo psíquico y lo somático que impone al psiquismo un trabajo para su satisfacción, es la pulsión descrita por Freud (1915) en la pulsión y sus destinos, y que como ahí esboza, no es psíquica, sino es aquella fuerza que impone un trabajo al psiquismo, y que para transponerse en algo psíquico debe hacerse representar por un representante, es la agencia-representante o representación-representante (vorstellung-representanz) de la pulsión detallada por Freud (1915) en su artículo metapsicológico sobre la represión, esa agencia representante es ya una traducción de la pulsión a la que ésta le ha desplazado su energía y cuyo destino puede ser su transformación en lo contrario, la vuelta contra sí mismo, la represión o la sublimación, es, en términos de la segunda tópica, el Ello, ese inconsciente que no lo es por ser reprimido, sino que es un inconsciente estructural (ese núcleo oscuro de nuestro ser que Freud describió en el Yo y el Ello) que para avanzar en su camino, debe sufrir una nueva transcripción, transponiendo la agencia-representante en representación-cosa que constituirá el contenido de lo inconsciente reprimido y que, para avanzar hacia el sistema preconsciente, deberá obedecer a la lógica del proceso secundario, dejándose regir por los mecanismos de defensa y burlando a la censura, para ponerse en conexión con una representación-palabra, y devenir entonces representación-objeto, que pueda constituirse como el objeto de la pulsión[xi] que puede satisfacerla parcialmente.

Ahora bien, en un pasaje de lo Inconsciente Freud intenta explicar la dinámica de la construcción de las neurosis y de la esquizofrenia en los siguientes términos:

“En las neurosis de transferencia…la denegación (frustración) del objeto genera el estallido de la neurosis y esta envuelve tanto la renuncia del objeto real, como la sustracción de libido del objeto real sobre un objeto fantaseado y desde ahí sobre uno reprimido. Pero la investidura de objeto misma es retenida con gran energía…la investidura de objeto persiste en el interior del sistema Icc

En el caso de la esquizofrenia, en cambio, se nos impuso el supuesto de que tras el proceso de represión la libido quitada no busca un nuevo objeto, sino se recoge en el yo; por tanto aquí se resignan las investiduras de objeto y se produce un estado de narcisismo primitivo, carente de objeto” (1915)

Así, en lo que respecta a la neurosis, se presenta la frustración de la representación-objeto, por lo que la libido es sustraída de él hacia una representación-objeto fantaseado y de ahí a lo reprimido, pero sosteniendo la investidura de la representación-objeto (Freud, 1915), lo que sucede en este caso puede ser explicado en los siguientes términos: al ser denegada la representación-objeto, no se produce una disociación entre la representación-cosa y su correspondiente representación-palabra, sino que éstas quedan vinculadas por medio de la represión secundaría y los mecanismos de defensa, sigue existiendo un vínculo entre ellas, el vínculo es asociativo, asociación por medio de la cual se construye un síntoma, y si de la representación-cosa-represión-mecanismos-de defensa-representación-palabra la libido inviste a más representaciones-palabra, se producirá un síntoma obsesivo, mientras que si inviste al cuerpo erógeno se producirá una síntoma conversivo, pero en ambos casos, la representación-objeto es retenido en la fantasía inconsciente.

El caso de la esquizofrenia sería distinto, ya que en ella, la representación-objeto, es decir la representación formada por la representación-cosa vinculada con la representación-palabra ha sido disociada debido a la denegación del objeto, ello origina que la libido abandone progresivamente a la representación-objeto, hacia la representación-palabra preconsciente y se vuelque sobre la representación-objeto inconsciente del Yo, pero en un segundo momento se da un intento de restitución, que consiste, no en reconstruir el vínculo entre las representaciones-cosa y las representaciones-palabra, sino investir a las representaciones-palabra mismas, en miras de investir nuevamente a la representación-objeto, este investir a las representaciones-palabra, es lo que da lugar al singular tipo de producción discursiva que observamos en la esquizofrenia, donde las palabras son efectivamente tratadas como cosas, y son sometidas a la lógica del proceso primario, pero que, de una u otra forma es un intento del sujeto de volver a investir a la representación-objeto (distinta del Yo (moi)) y por lo tanto de reconstruir un vínculo con la realidad (es decir con la convergencia de lo simbólico con lo imaginario), así, podríamos decir que la pulsión, o mejor, su agencia-representante del Ello, invistió a la palabra misma, es decir, la pulsión invistió al preconsciente.

Podemos pensar que es debido a esta dinámica, que en las neurosis la fantasía juega un papel tan importante en los estados previos al brote sintomático, la denegación del objeto hace que ésta cobre fuerza y que amenace con desbordar hacia la alucinación, el yo, inhibe su avance hacia el sistema perceptual, lo que produce que la fantasía se fortalezca en lo inconsciente y que aparezca únicamente como ensoñaciones, en cambio, en la psicosis, la denegación del objeto también hace que la fantasía se fortalezca, pero esta no es inhibida por el yo, por lo que desborda directamente en la alucinación, así, no se puede hablar de fantasías psicóticas en el mismo sentido en el que se habla de fantasías neuróticas, y por su puesto la fantasía juega un papel importantísimo en la neurosis, no así en la psicosis.

Por ello en la psicosis no se puede hablar propiamente de fantasía, el término de fantasía psicótica es, desde nuestro punto de vista y desde la articulación que venimos realizando, poco sostenible, ya que la alucinación psicótica y la construcción del delirio implica un proceso en el cual la fantasía se ha desbordado en alucinación, por lo que ha dejado de operar como fantasía.

De esta larga descripción de los mecanismos psicopatológicos podemos obtener la siguiente conclusión para nuestros fines, a saber: la fantasía se encuentra formada por representaciones-objeto inconscientes, y una representación objeto se encuentra formada por la representación-cosa inconsciente vinculada con la representación-palabra preconsciente, esto no se encuentra propiamente en Freud, pero creemos que esta descripción hace justicia a la fantasía como un mestizo que se ha enriquecido de las adquisiciones del sistema preconsciente (vínculo entre representaciones-cosa y representaciones-palabra es decir, representaciones objeto), pero que es en sí mismo inconsciente y no es susceptible de devenir preconsciente.

Por lo tanto, en nuestro esquema, la fantasía se encontraría en la tópica de lo inconsciente, justo en el límite entre el sistema Icc y el sistema Pcc, ahí se encontrarían las representaciones-objétales (el yo y los objetos), sobre los cuales se replegaría la libido cuando el objeto real es denegado, en el caso de la neurosis sobre la representación-objeto fantaseado, y en el caso de la psicosis únicamente sobre la representación-objeto que constituye al Yo, siempre y cuando entendamos en este caso al Yo como ese objeto particularmente investido de libido narcisista, al final otro objeto.

PULS IÓN
Inconsciente no reprimido
Inconsciente
Fantasía
Preconsciente

Cuerpo

Erógeno

C

uerpo

Es entonces en esta tópica en donde se llevan a cabo todos los procesos imaginarios descritos por Melanie Klein, en particular la escisión, la integración, la reparación, la identificación proyectiva, la proyección y la introyección.

LA CINÉTICA DE LO SIMBÓLICO Y SUS CONSECUENCIAS…LA FANTASÍA COMO EFECTO DE LA BÚSQUEDA DE REFERENTE

Intentemos dar ahora un paso adelante, decíamos más arriba que el principio de realidad, no es sino una forma modificada del principio del placer y que estos se oponen a ese principio que es su más allá, y creemos poder sostener también que es precisamente en el campo de la fantasía donde se produce esta articulación entre el principio del placer y el de realidad, al final, es en la fantasía donde se produce la imagen del objeto que podría ser fuente de “satisfacción” y que por lo tanto no es sino objeto de frustración; para sostener esta hipótesis es necesario introducir la noción de las agencias-representantes de la pulsión.

Hemos mencionado ya, que según Freud, éstas, las agencias representantes de la pulsión, son el auténtico representante psíquico de los impulsos, pero en tanto agencias-representantes carecen por completo de imagen y significación, son únicamente inscripciones, podríamos pensar aquí en ese 0 planteado por Bion, en la letra de Lacan o en el primer sistema de registros que Freud plantea en su carta 52 a Fliess (Ps), en todo caso, estas marcas no son fantasías, sino marcas en el cuerpo, son representantes, no representaciones, es en este lugar donde podemos ubicar a la radicalidad de la pulsión de muerte, ese más allá del principio del placer que debe ser deflactado, ese obscuro núcleo del obscuro núcleo de nuestro ser que constituye el Ello, y que debe ser articulado a Eros en el proceso de mezcla pulsional, articulación que no puede llevarse a cabo si no es por el holding materno (Winnicott) y por su capacidad de reverir (Bion), si la madre no es capaz de ofrecerse como pecho bueno (Klein) y de inscribir las marcas de lalengua (Lacan) en el protosujeto.

Es esta función de articulación entre Eros y Tanatos lo que permite transcribirlas agencias-representantes en representaciones-cosa (Freud), significantes (Lacan) o función beta (Bion), en este momento el sujeto está ya inscrito en el registro de lo simbólico, en la cual un significante no toma como referente a un objeto, sino a otro significante, y es precisamente este deslizamiento metonímico (el deseo), el que genera antes de “la gran desilusión” la proliferación de objetos en la fantasía, objetos que se presentan progresivamente como objetos capaces de constituirse como referentes absolutos del significante, estos objetos se proponen a sí mismos como objetos reales, capaces de ofrecer placer, son esos objetos que se ofrecen a sí mismos como objetos que pueden restituir la omnipotencia originaria, entonces, estos objetos ayudan a la estructura a desplazar el más allá del principio del placer y sustituirlo por el imperio del placer y su aliado, el principio de realidad.

Ahora bien, según mencionamos la articulación de las representaciones-cosa en lo inconsciente no tiene referente ni objeto, se deslizan de una representación a otra en un deslizamiento metonímico, desplazan su energía de una representación a otra, y es precisamente como efecto de ese desplazamiento que se genera la fantasía; los archivos y expedientes explorados por Melanie Klein (y por Freud), anteriores a la “primera gran desilusión”, son precisamente los productos de ese deslizamiento significante progresivo, el objeto en la fantasía se ofrece como objeto del deseo, el pecho bueno, el pecho malo, los bebés de la madre, su cuerpo, el pene, el vínculo entre todos estos objetos, la posibilidad de agredirlos, de perderlos, de amarlos y de repararlos, no son sino el efecto de la búsqueda de referente.

Y es que la pura articulación significante, la pura articulación de las representaciones-cosa, la función beta pura no tiene sentido ni significación y tampoco tiene objeto, es el proceso primario en su forma más pura y abstracta, es precisamente esta búsqueda de referente lo que se observa fenoménicamente en el pequeño Fritz como la sucesión de preguntas en búsqueda de la verdad absoluta y no es, sino hasta que se presenta la primera gran desilusión (la castración), cuando las representaciones-cosa y las agencias-representantes pueden organizarse de forma más o menos homogénea en torno al falo como significante de la falta y tomarlo como referente absoluto, es gracias a esta operación que la fantasía no obtura al deseo (y no desborda en la alucinación), ya que en la fantasía y en la realidad el objeto que falta es precisamente el falo, ese que Klein trata de situar en la madre, en el infans y en el padre y que precisamente porque falta permite que la estructura se organice en torno a él.

 

LA FANTASÍA EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA…LA FANTASÍA REDUCIDA A LA PULSIÓN.

Ha llegado el momento de resumir para dar un paso adelante. Creemos poder situar varias características que nos permiten definir a la fantasía. Por un lado, se encuentra formada por representaciones-objeto inconscientes, ya que contiene representaciones-cosas vinculadas con representaciones-palabra, de ahí que reúna características del sistema Icc y del sistema Pcc (opera en muchos sentidos de acuerdo a los procesos secundarios pero obedece al principio del placer, aunque tiene en cuenta a la realidad), así mismo, puede ser entendida como una función por medio de la cual el principio del placer se articula al principio de realidad para oponerse a su más allá, es entonces una formación de compromiso que condensa el principio del placer y el principio de realidad, es también una formación que ofrece satisfacciones sustitutivas al deseo, por lo que está destinada a ser fuente de frustración, no es generada por el Yo, sino por el sistema psíquico desde los primeros momentos de vida y si no es inhibida corre el riesgo de transponerse en alucinación y poner en riesgo a todo el sistema, finalmente, se genera como efecto de la articulación metonímica de las representaciones-cosa en búsqueda de un referente.

Ya mencionamos que para Freud, al ser denegado el objeto, la libido retorna sobre una representación-objeto fantaseado, en los términos que hemos venido elaborando podríamos representarnos el fenómeno de la siguiente forma: el falo, en tanto referente absoluto de la batería significante desfallece, el sujeto se enfrenta a la falta, a la castración, ello provoca que regrese a buscar referentes fundamentales en las representaciones-objeto fantaseados como una vía para sostener al registro de lo simbólico, al Otro.

Entonces las fantasías del neurótico no son sino el efecto de un deslizamiento significante en búsqueda de referente después del desfallecimiento del falo, creemos entonces que la interpretación Kleiniana de la fantasía en la sesión analítica lo que hace es ofrecer referentes para reparar (si en términos Kleinianos) al falo, y reconstituirlo como objeto-total (y objeto real) que pueda operar nuevamente como referente fundamental, de ahí que la interpretación de la fantasía brinde sentido a la fenomenología neurótica del analizante, lo que constituye precisamente un momento que pude constituir un impasse para el análisis.

Queremos mencionar de pasada que este impasse se encontraría precisamente en el piso del grafo del deseo que establece un corto circuito entre d (deseo ) y %%EDITORCONTENT%%lt;>a (precisamente el fantasma), y es que en este momento del proceso analítico los objetos del fantasma pueden ofrecerse como objetos que saturan al deseo y se ofrecen como su carnada, por lo que precisamente evitan el ascenso al último piso del grafo, ese en el cual el sujeto se enfrenta con la falta del Otro, con la castración y donde queda reducido a las agencias-representantes de la pulsión que lo producen, entonces el análisis e interpretación de la fantasía es un corto circuito que evita la vivencia de la castración en la experiencia analítica.

Por su puesto que el análisis de las fantasías es un momento crucial del análisis y por supuesto que su reorganización es un efecto que se produce por él, pero la causalidad psíquica no proviene de la fantasía, de lo imaginario, sino de aquello que la fantasía envuelve y de lo que protege al sujeto, a saber, de la castración[xii]; las fantasías pueden ser consideradas incluso el contenido del análisis, pero no aquello a donde se debe dirigir la intervención del analista, ya que ella se debería dirigir, en terminología Freudiana, a las agencias-representantes de la pulsión, podemos casi pensar que para Klein, el análisis consiste simplemente en “hacer consciente lo inconsciente”(hacer consciente la fantasía consciente), mientras que para Freud éste es un proceso que ocurre por el análisis, pero la intervención se dirige a que “allí donde estaba ello advenga yo”

El análisis y los criterios para su finalización no dependen de la reorganización de la vida fantasmática del sujeto, sino de la reorganización de su vida simbólica (o más bien de la forma en como lo simbólico habita en su cuerpo y lo produce como sujeto), lo cual se logra a partir del enfrentamiento con la falta, es decir de aquello que sostiene a toda la vida simbólica, en términos de Bion, podríamos pensar que implica precisamente al 0.

Y es que Klein, a nuestros ojos, de cierta forma ignora la función simbólica anterior al Edipo y a que el significante se reorganice, debido a la primera gran desilusión, tomando como referente absoluto al significante fálico (como representante a la vez que obturación de la castración), ello hace necesario que obvie la función de las agencias-representantes de la pulsión y que por lo tanto eleve la fantasía a la dignidad de representante pulsional.

REFLEXIÓN FINAL

A veces es bueno terminar justo donde se empieza, entonces, volviendo a las primeras líneas de este escrito, podemos suscribir lo dicho respecto a que Melanie Klein no sabe cómo ubicar la función paterna antes de Edipo, y solo le asigna su lugar cuando cronológicamente se presenta este drama (entre los 3 y 5 años dicen), cuando habla de la función del “pensamiento”, parece que justamente está pensando en el pensamiento de tipo científico capaz de dar orden, de organizar la realidad y de garantizar la verdad, al parecer no tomó en cuenta que Freud ubica esta función del pensamiento desde los primeros momentos de la vida del niño y como una actividad tan cercana a lo irracional como las representaciones-cosa mismas; y es que la función simbólica opera en el niño desde que entra en contacto con el Otro, las ausencias y presencias de la madre, su bondad o maldad, su holding, su handing, su carring, ya están organizadas de acuerdo al registro de lo simbólico, el deseo de madre ha sido producto de su propio Edipo y la manera en como hace del cuerpo del niño un cuerpo erógeno y como “completa” su la fantasía es ya simbólica[xiii], se encuentra ya organizada en torno al significante fálico.

Parece casi paradójico que los discípulos de Klein hayan progresivamente desplazado el interés de la fantasía propiamente dicha a la función del ambiente en la estructuración psíquica, esto no es de extrañar si pensamos en la lógica del pensamiento Kleiniano, al parecer, ella opone realidad a fantasía, y a partir de esta oposición ya no hay más que tomar partido por un campo o por el otro, si la función simbólica no es reconocida como aquello que produce tanto a la realidad como a la fantasía, entonces siempre se corre el riesgo de desplazarse cada vez más hacia el papel del ambiente real en la estructuración psíquica.

Entonces, a nuestro entender, la función simbólica debe ser concebida como operando ya en el niño desde siempre, y las fantasías, los objetos del fantasma y la relación del Yo (ese objeto particularmente investido de libido narcisista) con ellos, se producen por esta función (por la articulación de las representaciones-cosa, significantes, en búsqueda de referentes), cierto es que las representaciones aún se encuentran en búsqueda de un referente absoluto en torno del cual organizarse, esto es lo que generala rica vida fantasmática del niño, la riqueza de sus juegos, la multiplicidad de sus preguntas y su fantástica producción simbólica, cierto es que no es sino hasta que se produce la gran desilusión, cuando se instaura de forma definitiva la falta, cuando el referente deja de ser fantasmático para comenzar a ser simbólico, cuando el niño deja de preguntar quién es para decir “yo soy el que soy”, pero desde siempre es por la función simbólica, y no por la imaginaria (fantasmática) por la que el sujeto, por la que cada sujeto es producido, y a lo simbólico debe dirigirse la operación del analista, a riesgo de ofrecerse como un nuevo objeto que pretenda obturar la falta… un objeto en el fantasma.


 

REFERENCIAS

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  • Segal, H. (1990). Introducción a la obra de Melanie Ed Paidos: México.
  • Segal, H. (1985). Melanie Klein. Alianza Editorial: Madrid

[1]Universidad Tecnológica de México, Universidad Latinoamericana, Nueva Escuela Tecnológica, Red de Especialidades Psicológicas y Clínica Analítica.

Av del Trabajo #24b, Colonia San Andrés Atenco, Tlalnepantla, Estado de México

[ii] Conceptos centrales

[iii] El solo análisis de la forma en que Klein madre y analista del pequeño Fritz introduce al complejo paterno en su campo de experiencia merecería un ensayo por sí mismo, quedará para otro momento.

[iv] Pero entonces parecería que estamos cayendo en una contradicción, ¿acaso no la posibilidad de hacer preguntas se debe a que ya está operando la función simbólica? Y ¿cómo es posible que entonces la función simbólica (o del pensamiento como la llama Klein) limite la omnipotencia narcisista a partir de su falla? Lo que proponemos, junto con Lacan, es que precisamente lo posibilita que el sujeto ingrese como tal al campo de los simbólico y sea habitado por el lenguaje no es otra cosa sino la falla de los simbólico, es la falta lo que posibilita que el sujeto y el Otro sean develados como castrados (límite absoluto de la omnipotencia) y que entonces los campos dela fantasía y la realidad queden diferenciados, por su puesto esta línea de pensamiento merecería otro espacio para ser trabajada con el rigor que merece.

[v] Al parecer no es la pulsión lo que se sublima sino la misma fantasía.

[vi]Ésta es por supuesto una lectura nuestra que intenta vincular ambos momentos de la producción Kleiniana, pero para ser sinceros, la fantasía en Klein después de 1950 es exclusivamente el representante psíquico de los las pulsiones, y la forma en como los diferentes procesos psíquicos ingresan al campo representacional del sujeto.

[vii] No podemos dejar pasar este enigmático punto sin hacer al menos un comentario…parece que al decir Freud que el cuidado materno es el que realiza este sistema psíquico está diciendo que es de alguna forma el cuidado de la madre el que engendra y alimenta la fantasía inconsciente, así, ésta no sería el corolario de los impulsos, sino el efecto del cuidado materno, ya que las pulsiones mismas son efecto del cuidado de ésta.

[viii] Una breve digresión, se advertirá que esta concepción Freudiana de la fantasía se encuentra más cercana a la primera concepción de Klein, solo que se ubica en un momento lógico anterior al periodo edípico, periodo que el pequeño Fritz se encontraba atravesando…nuestra digresión cobrará sentido en su momento.

[ix] En este punto nos nace un cuestionamiento que nunca antes habíamos tenido, ¿podemos pensar que principio del placer y procesos primarios se refieren a lo mismo?, en ocasiones en la obra de Freud parecería leerse que sí, no obstante, a partir de la realización de este escrito cada vez nos surgen más dudas al respecto, será por su puesto necesario un análisis exhaustivo del tema para aclarar esta situación…tendrá que ser en otro lugar.

[x] Modificado de Barrio (2006)

[xi] Hemos de confesar que no estamos seguro de si podríamos considerar ya a este objeto como objeto de deseo alrededor del cual la pulsión se organiza, no obstante preferimos atenernos aquí al texto freudiano.

[xii] Esa sí que no es fantasía

[xiii] Recordemos lo que Freud dice sobre la función materna en torno a la manera en como ella “realiza” el fantasma del niño (ver supra).