Julio Ortega B.
Soy un analista, me encuentro ante un texto que pretende ser histórico, de hecho, estoy aquí en un lugar llamado Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Veracruzana y no estoy muy seguro de qué podré decir frente a este conjunto de discursos agrupados de manera un poco desordenada. El primer problema que me topo al mirar este libro de diferentes autores, coordinado por Miguel Sosa a quien conozco bien desde hace muchos años –de hecho supervisé con él algún tiempo– es la diferente mixtura de textos, referidos a diferentes años y sucesos, escritos por distintas personas.
No parece haber del todo una unidad en el texto, ni en la escritura o la intención de los argumentos. Quizá no haya un propósito determinado en el conjunto de párrafos; tanto Ulises como Rayuela o Noticias del Imperio, pueden ser leídos y tienen su validez como textos provocadores a pesar de su extravagancia. En todo caso, sí considero que es un conjunto de escritos que ha llegado a la publicación para causar una algarada.
El libro se llama, pueden ustedes ver en el título: Freud y Lacan en México. El revés de una recepción, santificando la costumbre alemana del siglo XIX, de dar un subtítulo al nombre. El contenido es producto de un coloquio realizado en 2014, llamado Particularidades de la recepción del Psicoanálisis en México, y sugiere de manera juguetona con las palabras, que puede mostrar el reverso de lo que ha sido la recepción de estos autores, mostrando los hilos y engranes de ese fenómeno, o sugiriendo que, a contrario de una recepción, lo que sucedió es un expulso del sentido freudiano o al menos, una serie de tergiversaciones.
Al toparme con estos textos y comentarlos no puedo menos que asociar y evocar la frase del poeta Jorge Fernández: El arte de olvidar comienza recordando.
Me
encuentro al comienzo del libro con dos textos, el primero de Alfredo Valencia
que narra el malentendido en la cultura que produjo una lectura sesgada de
Freud, amén de una mezcla de nacionalismo, filosofía mexicana, e historia
nacional. Resalta la importancia que han tenido en la cultura mexicana ciertas
lecturas de Freud hechas por diversos autores, como Samuel Ramos, Octavio Paz y
los psicoanalistas Santiago Ramírez o González Pineda. También sabemos que lo
leyeron y recibieron su influencia Salvador Novo, Frida Kahlo, Raúl Carrancá y
Trujillo. De alguna manera me recuerda al jocoso libro de Gallo
[1] Freud en México. Historia de un delirio, dónde reseña con cierta temeridad que los primeros y principalísimos lectores de Freud en México fueron: un dandi gay (Novo), un filósofo conservador (Ramos), un poeta cosmopolita (Paz) y un monje benedictino (Lemercier). Nos habla del zeitgeist que prevalecía después de una revolución violenta, y el cambio del proyecto positivo a uno más bien nacionalista, con cierto tinte social, sin llegar a consolidarse en una verdadera ideología de izquierda y cuyo cáncer ha sido hasta nuestros días el caudillismo.
Mi querido Alfredo Valencia rescata del olvido a gente como Torres Orozco, demostrándonos que hizo una lectura detenida de Los Tres ensayos para una teoría sexual, y nos dirige a considerar al Ateneo de la Juventud, a los llamados Contemporáneos y del grupo intelectual Hyperión, como importantes antecedentes para comprender la inclusión de Freud en una cultura postrevolucionaria sin que se lograse la inclusión a profundidad del legado freudiano en nuestra cultura, al menos no como sucedió en Argentina.
El texto de Andrés Ríos, a quien conozco y reconozco por la seriedad de su trabajo, utiliza la genealogía foucaultiana para ir más allá de las referencias culturales comunes, y mostrarnos que los primeros lectores de Freud fueron siempre médicos. Ya Capetillo[2] haciendo una diferencia entre freudismo y psicoanálisis tomada de Vezzeti, mencionaba que la primera mención a Freud fue hecha por Meza Gutiérrez y Francisco Miranda, catedráticos de la Antigua Escuela de Medicina y psiquiatras del manicomio de La Castañeda, en diversas clases.
Guevara Oropeza, alumno de éstos últimos presentó una tesis sobre el tema del psicoanálisis para titularse por allá en 1923, trabajando durante casi 40 años en el Manicomio de La Castañeda siendo su director en dos ocasiones, y haciendo escuela en la práctica de una psicoterapia basada en el psicoanálisis, junto a otras terapias como la del uso de la marihuana por el Dr. Salazar Viniegra, conocido como el Dr. Verde.
Más tarde, fueron González Enríquez, Alfonso Millán y Guillermo Dávila, quienes realizaron destacados trabajos tratando de usar al psicoanálisis como teoría de base en el tratamiento de los pacientes, sentando las bases para la adopción en el campo de la medicina de su método y cuando éstos se acercaron a Fromm, para la institucionalización del psicoanálisis. Resume Ríos: “el psicoanálisis como la antropología, psicología, pedagogía y filosofía, fueron bien recibidos por una generación de médicos que encontró en las ciencias sociales y en las humanidades nuevas herramientas para comprender los diversos fenómenos sociales que incidían en la salud mental”.
Narra también con justeza, la relación entre psicoanálisis y derecho en nuestro país. Nos da a conocer que José Dávila escribió una tesis sobre el tema, por ahí de 1933. Destaca la intervención de Carrancá y Trujillo delante de Monard el asesino de Trotsky. Ambos pensadores consideraban que una correcta comprensión del delincuente a partir del psicoanálisis daría lugar a una mejora en el proceso de regeneración. No recuerda el trabajo del médico, psicólogo y filósofo Enrique Aragón, director de la Facultad de Filosofía, quien en 1934 publicó el texto: Los estados de angustia y el tratamiento heterónimo del complejo freudiano. Y en su texto siguen algunos nombres más de los pioneros de la introducción a la lectura freudiana, que de alguna manera son los pilares sobre los cuales se fundará un movimiento psicoanalítico mexicano, que sin duda tuvo momentos estelares en el pasado, y vive hoy un renacimiento.
Los trabajos de Valencia y de Ríos me parecen un ejercicio de honestidad, no tengo mucho más que decir de ellos.
Siguen en el libro otros textos, dos de Miguel Sosa, uno de Josafat Cuevas, y otro más de Guadalupe Trejo. No sé bien cuál ha sido el criterio del coordinador para agrupar a estos nombres para producir, primero el coloquio y luego el libro. Conozco a Josafat Cuevas, me extraña que sea consignado en el texto, solamente como Profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, yo le reconozco como analista, y me parece muy serio su trabajo.
Ahora bien, en lo que respecta a los textos de Miguel Sosa, no capto completamente su carácter e intención. En todo caso, me hago responsable de mi palabra en este comentario. El primero de ellos, está dirigido a mostrarnos el daño realizado al psicoanálisis por Fromm y sus discípulos. No es un relato nuevo –pues ya ha sido consignado por otros autores–, aquél que comprende los años de formación de los alumnos de Fromm, es bueno saber que gracias al impulso de Miguel Sosa se produjo la escritura del libro de nuestro querido amigo Vicente Saavedra[3]: La promesa incumplida de Erich Fromm. Allí se narra una historia vivida en primera persona de los abusos de poder, arbitrariedades e injusticias que sufrió el analizante de Fromm y hace también una crítica de los aspectos técnicos que dejó pendientes, así como de las irregularidades teóricas y prácticas del ejercicio psicoterapéutico de este notable ex miembro de la Escuela de Frankfurt, que después fue separado de ella y luego de la Asociación Psicoanalítica Internacional. No me extenderé sobre este punto, simplemente recomiendo la lectura de dicho libro.
La postura de Sosa haciéndose doble con la de Adorno, es crítica al trabajo de Fromm y los frommianos, les reprocha su perspectiva de aceptación de símbolos universales, negación de la pulsión de muerte, el menosprecio de la transferencia, su desplazamiento a Bachofen, la minimización del valor de las experiencias infantiles y esa posición “humanista” que supuestamente devendría en una desexualización de la teoría.
Escribir un texto es siempre una tarea difícil, y la bifurcación del camino de los primeros analistas, se debió según Sosa a jerarquías institucionales dónde las diferencias psicoanalíticas poco importaban. Cita a Santiago Ramírez, en una entrevista como soporte a su afirmación resumiendo que es evidente, que nunca se ocupó de averiguar cuál era la posición de Fromm en el psicoanálisis. Es fácil hablar de los muertos porque éstos no pueden responder. Pero me parece que las diferencias no sólo fueron por simpatías sino por aspectos teóricos fundamentales, el mismo Sosa ha hecho valer argumentos de cómo algunas de las ideas de Fromm no parecían seguir a Freud. Fromm fue criticado en sus posiciones no sólo por los miembros de APM sino más tarde por los propios frommianos, el texto de Saavedra y el combate de Ramón de la Fuente a todo tipo de terapia psicoanalítica son pruebas contundentes. También fue importante en esta escisión la participación abusiva de Fromm que se autonombraba juez de quién era y quién no era psicoanalista, precisamente por eso purgó personalmente a José Gutiérrez en 1961 y Abraham Fortes en 1965.
Es necesario que haga notar, que hay aquí un problema no sólo de interpretación de los hechos, sino una acusación de irresponsabilidad profesional a Ramírez por no leer a Fromm y no conocer su obra, que me parece injusta. No será por cierto el único caso entre las citas dónde este tipo de acusaciones navegarán con celeridad, si bien me parece el primero donde inicia una serie de afirmaciones cuestionables. Aquí se trata de un problema quizá de interpretación, pero no sucede así con otras aserciones dónde se dicen cosas que para mí no tienen punto de controversia: son falsas. Yo estuve allí en esos años, son fortunas parte de mi historia y viví esos procesos, sé qué no son ciertas. Me sorprende que estén dadas como verdad en el libro, y lamento que el poder de la escritura pueda intentar dar peso de verdad a la ficción, al grado de recontar la historia. Me pregunto por qué Miguel Sosa afirma sin bases algunas cosas, sin haber utilizado el mínimo rigor que a una investigación histórica impone la entrevista, sobre todo cuando se trata de acontecimientos recientes; como historiador fracasa.
Ya iré sobre el material, en concreto.
Para Sosa, el psicoanálisis frommiano y sus derivados son un delirio, una malformación y un desencuentro con la causa freudiana. No vamos a cuestionar estas afirmaciones, pero los tiempos, los procesos, las instituciones cambian, el psicoanálisis no es una religión que trata de mantener inmóviles sus cánones y criterios. No puede juzgarse rigurosamente la actividad actual de los colegas de IMPAC por sus orígenes, somos restos de la historia y pedazos del deseo del Otro, si sabemos que se han mantenido al margen de la IPA. Esta crítica a la práctica y teoría de Fromm supongo es necesaria, pero es difícil sacar conclusiones definitivas, frente a un complejo proceso histórico que aún tenemos que mirar con cuidado, sin caer en reducciones simples o juicios forzados.
Sus preguntas sobre si se constituyó un campo freudiano en México y si existe el necesario hábitat para la implantación del psicoanálisis lacaniano. Me parecen infructuosas, desde luego hay un campo freudiano en México. La lectura del fundador del psicoanálisis, ha producido más de una versión del psicoanálisis, quizá porque no hay una auténtica y axiomática, sino a riesgo de imponer la dictadura del dogmatismo. Una verdadera lectura es necesaria, pero no puede derivar en una lectura sin falla, correcta en términos absolutos.
Las ideas se transforman, se gastan, se queman, no deben apuntar a mostrar su validez por el argumento de autoridad. Freud nos enseñó un método para pensar, no para predicar verdades. Somos analistas, no sacerdotes recitando el evangelio.
Y respecto a la segunda cuestión, pues nada más y nada menos nuestro invitado, vive del ejercicio del psicoanálisis lacaniano, y contesta con su práctica afirmativamente a su propia pregunta, con su clínica, sus publicaciones editoriales y su trabajo en seminarios, etc.
El capítulo cuatro es quizá el más controvertido para mí, por lo que señalaba antes; he vivido de cerca esos acontecimientos. Miguel Sosa dedica en gran medida el artículo a Néstor Braunstein, un autor de muchos libros, psiquiatra, hombre de gran encanto y cultura enciclopédica, que se ostenta desde hace muchos años como psicoanalista. Es alguien que ha sido invitado por nuestros colegas en más de una ocasión aquí a Xalapa a dar conferencias y cursos diversos, presentar sus libros. Yo estuve muy cerca de él a finales de los años setenta y parte de los años ochenta, debido a mi juventud, cierta desorientación personal y porque es inevitable que todos demos traspiés hasta encontrar con nuestro destino, no me arrepiento de ello.
Todos somos en cierta medida impostores, sólo he conocido a un hombre verdaderamente auténtico en mi vida que recién acaba de morir, y no llevaría la vida que él llevó. El capítulo está mayormente dirigido contra Néstor y muy seguramente se merece las críticas, pero éstas se basan –por momentos– en un conjunto de afirmaciones dudosas. Parece que Miguel contrasta el establecimiento de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis y la formación de la ELP; es verdad, la distancia entre la constitución de una y otra no es mucha y evidentemente había diferencias personales, teóricas y prácticas, lo sé porque fui alumno de Estela Maldonado y Hélida Peretti, también de Marcelo Pasternac. Jocosamente se les nombraba –junto con Sosa– La Banda de los Cuatro, aludiendo a un grupo de altos dirigentes del Partido Comunista Chino que fueron expulsados del mismo y puestos bajo arresto tras la muerte de Mao Zedong en 1976.
Todos necesitamos de héroes y mitos para construir historias, levantar pilares de esfinges, pero olvida nombrar que tanto un grupo como otro, buscaron por ahí de principios de los ochenta en París como primera forma de validación de su práctica a Jaques Alain Miller, el yerno de Lacan y cuándo éste prefirió al grupo de Braunstein, fue que los futuros miembros de la ELP, Pasternac y Sosa, recurrieron como segunda opción a Allouch y demás amigos para establecer su escuela. Como bien he dicho antes, acerca de los frommianos, el pretérito sólo es polvo, y no puede decirse que la actividad actual de la ELP, se base en aquél pasado nebuloso, que puedo asegurarles, existió. Como anécdota les contaré que recuerdo que más tarde Braunstein, rechazó el ofrecimiento de volver a la Fundación parte integrante de la École de la cause freudienne porque dijo: “¿Para qué los necesitamos?”
Menciona que tres de los autores del libro que tanto criticará Psicología, Ideología y Ciencia, fueron quienes fundaron el CIEP (Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos). Esto no es verdad, en primer lugar, porque el CIEP se fundó muchos años después que la Fundación que en principio era un lugar para atender pacientes de escasos recursos económicos, Josafat recordará esto, porque llegamos a estar envueltos en el proyecto para una beca, que, por cierto, nunca recibimos. Si bien Néstor Braunstein y Frida Saal estuvieron involucrados en el proyecto activamente desde el principio, Gloria Beneditto no participó sino hasta años después en las actividades de la Fundación y finalmente terminó alejándose porque el ambiente institucional no era tolerable. Lo sé, lo recuerdo, yo estuve ahí. La memoria es un cuarto obscuro lleno de sombras, pero hay pequeñas luminosidades que permanecen.
El artículo mezcla realidad con fantasía; es verdad que se construyó un programa de maestría en teoría psicoanalítica que dio lugar a más de 20 generaciones y a pesar de que la forma académica y los usos puedan criticarse, creo que replanteó el problema de la transmisión del psicoanálisis como se efectuaba hasta ese momento, quizá no de la manera que le hubiera gustado a Lacan ni a Sosa. Por mi parte pienso que, a pesar de las desviaciones y errores, hay que reconocer que puso sobre la mesa una discusión importante y aún inacabada sobre cómo se puede formar un analista.
Aclaro que en ese proyecto estuvieron involucrados otros analistas, no solamente Néstor y Frida, insisto, dice usted que no siguió el modelo lacaniano. Sin embargo, a pesar de las críticas de Lacan al discurso universitario, tengo entendido que en Francia el psicoanálisis está inserto en la Universidad de Paris VII y VIII, que Miller dirigió mucho tiempo el departamento de Psicoanálisis de París VII, Gerárd Miller dirige el Departamento de Psicoanálisis de Paris VIII y algunos analistas importantes de procedencia lacaniana y no lacaniana, trabajan en el medio académico, incluso Miller está por abrir –me entero por el artículo de Josafat– una Universidad Jaques Lacan. No le gusta ese medio para difundir el psicoanálisis, eso lo deja usted bien claro. Pero aquí en nuestro país, en Querétaro, la CDMX, San Luis Potosí, Puebla, Zacatecas, León, Guadalajara, Monterrey, Aguascalientes, incluso en Xalapa, etc., se ha llevado a cabo un trabajo de esta naturaleza desde hace muchos años, aunque a usted no le parezca.
Sí le digo que no es verdad que el libro y la Fundación fuesen los impulsores de cuatro psicoanalistas no analizados autores del libro que tanto cardeniño le ha causado.
Sé por el testimonio de una persona que fue mi maestra, y cercana a Marie Langer que Frida Saal estuvo un breve período de tiempo en análisis con Marie Langer, mejor poco tiempo que nada, podría decirse. También sé, porque me he tomado el trabajo de investigar, que Gloria Bendeditto se analizó en Argentina con Rosenthal y luego en México con Juan Carlos Plá, así que sus afirmaciones sobre estas dos personas son al menos precipitadas, cuando no difamatorias. Yo no sé si a ellas les importa; una está muerta y la otra semi retirada de la actividad profesional por enfermedad, pero a mí me gustaría que usted supiese que se ha equivocado, que hace afirmaciones lastimosas y falsas.
Su artículo sigue tratando de definir lo que es el psicoanálisis y el psicoanalista, a partir de afirmaciones hechas por Jacques Lacan, le concedo puntualidad en las citas, yo mismo estoy involucrado con un grupo trabajando el seminario uno, por la importancia que éste tiene, aunque cada vez soy más freudiano que lacaniano, exactamente como Lacan se consideró al final de su vida.
Sigue con una historia sobre Córdoba, allá lejos y hace tiempo, su memoria falla si lo que intentaba hacer es una historia y no brindar un testimonio. Afortunadamente la de otros no, olvida usted mencionar el importante hecho de que la carrera de psicología llegó a estar prohibida por el Estado por considerarla subversiva, que el Partido Comunista prohibió a sus militantes todo acercamiento al psicoanálisis. No menciona a Fermín Quiroga que venía de formarse con Telma Reca, a Ignacia Alicia Moyano, a Jorge Gurvich y Ricardo Avenvurg interlocutor de los cordobeses, que entre los años sesenta y después en los setenta tuvieron un destacado papel en el desenvolvimiento del psicoanálisis, pero sobre todo a Jorge Orgaz, quien apoyó a Ricardo Podio –a quién sí nombra– para dictar su cátedra y luego a Paulino Moscovich, de quién por cierto Gloria Benditto fue asistente. La historia de Moscovich es legendaria, y ha sido relatada con soltura por Neufeld en un libro que se llama A la Guerra en un Subaru rojo.
Sí habla usted de Osvaldo Francheri y de su trabajo, se identifica usted como su alumno. Y dice haberse analizado por él, pero en la página 99 dice que lo analizaba en grupo. No sé bien ya qué considere usted análisis, pero yo creo que la experiencia en grupo es otra cosa. Y si es ese su análisis, en la página 100 habla de objetivos terapéuticos, no didácticos. Después habla usted de que inició un análisis individual, pero no queda claro cómo, con quién ni cuántos años. Todo esto lo menciono porque usted critica de manera severa y hasta cruel a colegas que hicieron su formación en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, aseverando que la formación de Armando Suárez y Raúl Páramo habría sido corta e inacabada. Toma como base la afirmación de Fernando González de que habría recibido una formación incompleta. Me parece que lo menos que podemos hablar los analistas después de Lacan es de completud; la formación analítica es siempre una tarea inacabada.
Y si vamos más lejos, al hablar de Francheri narra que él, como reyezuelo, designa no sólo sus pacientes sino supervisores y docentes, cancelando a su primera supervisora. Estoy confundido, usted se analiza en grupo, ve pacientes y sigue al pie de la letra las instrucciones de Osvaldo, discúlpeme, pero no veo la diferencia entre esta transferencia cargada y la de Fromm con sus alumnos, que tanto criticaba ¿Es ésta la vía ideal para pasar de analizantes a analistas que usted enseña? Encuentro múltiples fallas a ese razonamiento, empezando por ese proceso grupal que usted llama análisis, dice que saldó su cuenta con el sujeto supuesto saber al terminar su análisis con Francheri, discúlpeme pero al menos este proceso dista de lo que muchos analistas consideramos psicoanálisis, y desde allí critica usted a otros colegas que realizan su trabajo desde hace mucho tiempo laboriosamente y con seriedad. Y, por otro lado, suponer que solamente en Argentina se ha leído bien a Freud y a Lacan sin confusiones ni desviaciones, me parece definitivamente ingenuo.
Efectivamente, Braunstein y su mujer Frida Saal, llegaron a México en 1974 y Pasternac llegó en 1975. Empezaron a tratar inmediatamente pacientes en lo que llamaban análisis sin haberse analizado, alguno podría decir por ahí que Freud se analizó con un delirante, en fin. Los precedía el libro Psicología, ideología y ciencia que tanto critican usted y Guadalupe Trejo, pero déjeme decirle que los autores muy poco tiempo después renegaron de gran parte de los contenidos. No obstante, este libro prologado por Marie Langer, fue importante para la difusión del psicoanálisis y esas letras cambiaron muchas vidas. Personalmente formo parte de una generación que decidió acercarse al psicoanálisis precisamente debido a la lectura de sus contenidos, que proporcionaban una alternativa a la pobreza teórica y práctica de la psicología académica. Su crítica llega tarde, está usted diseccionando un cadáver, pero que fue una bestia muy alerta y feroz, e influyó para bien y para mal, sobre muchas generaciones. Es más, aún no estoy seguro de que no siga pesando sobre muchos jóvenes, no sólo en México sino otras partes de Latinoamérica.
Me pregunto: ¿Por qué esperó usted tantos años para criticar este texto? ¿Para cuestionar la práctica profesional del analista sin análisis? ¿Cuántos años aguardó? ¿35 o 40? ¿Esperó usted a que no estuviera Néstor en México? Y créame que no me interesa defender la figura indefendible de alguien a quien por cierto quise mucho (y como todos los amores pasionales estaba destinado a la desilusión), pero me llama la atención que precisamente ahora, usted traiga estas críticas a colación de algo que todos sabíamos hace tiempo.
Por cierto, alguien que le conoce me ha dicho que buscó luego análisis con Colette Soler, cosa que de la que no estaría completamente seguro, pero que, si sucedió, seguramente fue muchos años después de lo que usted relata, pues yo recuerdo que él rechazó por allá de 1988 o quizá 89 seguir su análisis con Liberman pues no lo consideraba apto para la tarea. Y simplemente para intentar descifrar un poco el complejo papel que le corresponde aún en el mundo analítico a Néstor, déjeme contarle que en 2015 Patricia Gherovici y Manya Steinkoler publicaron en la prestigiada editorial Routledge, un libro que se llama Lacan on Madness en el que no sólo hay un capítulo que escribe Braunstein, sino otros escritos por gentes con peso en el mundo psicoanalítico como Geneviéve Morel, Jean Claude Maleval, su querido Jean Allouch, Darian Leader, Héctor Yanquelevich, quienes participan junto a él, implícitamente avalando su voz, ¿Será que no están enterados del pasado de este hombre?, no lo creo. Personalmente hablé del caso con Morel y me costó un alejamiento de su parte ¿Habrán brindado todos juntos durante la presentación del libro?
Efectivamente, el CPM recibió a muchos exilados sudamericanos en los años setenta, sus miembros fueron espléndidos y desinteresados, acogieron a gente que había sido amenazada de muerte en Argentina, Uruguay. También la APM recibió personas que huían de las dictaduras sudamericanas, nuestra querida Fanny Blanck–Cereijido ha escrito un artículo[4] al respecto. El pecado de mis compañeros quizá fue el ser demasiado confiados, crédulos y generosos. Pero acusarlos de falta de seriedad por haber sido enseñados de Suárez – quien por cierto es el verdadero introductor formal del discurso lacaniano en México y Latinoamérica a través de la promoción de la publicación de Los Escritos en Siglo XXI que hizo el poeta Tomás Segovia –, otros analistas ex APM incluyendo a Santiago Ramírez, Enrique Guarner, Isabel Díaz Portillo y finalmente los sudamericanos entre los que se incluyen a Miguel Matrajt, la inolvidable Marie Langer, los García Reynoso, Nacho Maldonado, Armando Bauleo, etc. Me parece una crítica poco seria y mal intencionada. Usted decidió atacar a buena parte de la comunidad analítica en su texto, pero me parece que la tarea que emprende está más bien regulada por el odio y la intolerancia.
¿Qué tuvimos y se tienen – y hablo como ex miembro del CPM – problemas institucionales y escisiones como en APM o los frommianos? Una colectividad siempre tiene conflictos, y estos son también una fuente de crecimiento. No estamos cerrados a las críticas, pero nos importa que la argumentación no sea mediocre. De hecho, no creo que la laboriosidad dentro de la ELP a la que usted pertenece, se rija por estados paradisíacos sin dificultades, sé de más de un enfrentamiento dentro de su grupo por diferentes posiciones, hay gente que ha abandonado la École, allí está el caso de una persona con tanto prestigio como mi amigo Luis Tamayo; de hecho Josafat Cuevas narra en su comentario un acto de censura por sus diferencias con Allouch a cierta intervención suya que no pudo ser publicada, sino en la revista Carta Psicoanalítica.
¿Qué Caruso tuvo un pasado nazi en su juventud? También lo tuvieron Heidegger y Günter Grass, sin que por ello su obra intelectual deje de ser de una importancia trascendental para la filosofía y la literatura. De hecho, Lacan admiraba a Heidegger y buscó su trato repetidamente después de la guerra (también la del Papa y los jerarcas de la Unión Soviética). Por otro lado, Caruso jamás negó estos hechos, y sí se arrepintió toda su vida por ellos. No inventó nada sobre ese pasado para cubrir sus faltas, ni se enseñoreó con la bandera del Holocausto y su comprensión de él, como lo hicieron Frankl o el mismo Bettelheim, quienes sí mintieron sin pudor. Por cierto que, no fue González el primero en trabajar el pasado de Caruso, en Carta Psicoanalítica Octubre de 2013, dedicamos todo un número a estos incidentes más de un año antes de la aparición del libro que usted menciona.
Podemos perdonar o no a Caruso, pero indudablemente tuvo la sinceridad de hablar en voz alta sobre los acontecimientos e intentó en su giro hacia el marxismo, pagar sus pecados. Descanse en paz.
Colocarse en ese lugar dónde usted y sólo usted sabe lo que es el verdadero psicoanálisis, consagrado por la experiencia del pase, que el mismo Lacan borró al disolver su escuela, me parece insensato. En una presentación de su libro en la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México dice usted que su texto es descortés; yo lo calificaría de imprudente. En éste ha querido hacer el triple papel de jurado, juez, y verdugo de los psicoanalistas mexicanos.
Una reflexión más, muy curiosa me parece que la formación de analistas como usted, sea según su testimonio, avalada por gente formada en la IPA como Francheri, finalmente ésta parece el Otro del otro según usted, en lo que a garantías se refiere.
Finalmente el texto de Trejo, me parece que le hace coro, escogió usted una buena compañera para alabarle. Pero está lleno de datos inútiles, por ejemplo, donde se espanta de que hoy en día existen muchas maestrías y cursos de psicoanálisis impartidos en todo el país por gente que no conocemos, incluyendo cuadros y estadísticas. Quiero decirle que yo llevo muchos años en el ambiente psicoanalítico, y no conozco a todos los analistas de México, no me apuro por eso, y me congratulo porque se multipliquen los grupos de estudios de la obra de Freud. Es evidente que esto representa algunos peligros –yo había escrito por ahí hace tiempo algo sobre el tema[5]–, por ejemplo, que muchos nuevos analistas lacanianos como se autonombran, se enseñoreen desde sus palestras como supervisores, analistas, maestros e ideales para alumnos despistados. La multitud está ansiosa siempre de nuevas religiones y del látigo del amo, pero creo que debemos conceder a esos mismos jóvenes la confianza de que su inteligencia, les lleve finalmente a distinguir las diferencias.
Sí me
parecen aturdidas e irreflexivas afirmaciones como la de decir que la obra de
Laplanche no tuvo mayor trascendencia en el mundo analítico, me extraña la
afirmación precisamente viniendo de una alumna de Silvia Bleichmar. Decir eso
de Laplanche es como escupir al cielo, pero es claro que cada quien tiene
derecho a decir lo que le plazca, de eso se trata la libertad de escribir, sólo
que cuando ésta ofende o calumnia a otros, lastima a muchos, quizá a
demasiados.
[1] Gallo, Rubén. Freud en México. Historia de un delirio / Rubén Gallo ; trad. de Pablo Duarte. México : FCE, 2013
[2] Capetillo Juan. FRENIA, Vol. VIII-2008, 207-220, ISSN: 1577-7200
[3] Saavedra Vicente. La promesa incumplida de Erich Fromm. Siglo Veintiuno, México, 1994.
[4] Blanck – Cerijido Fanny. Del Exilio: Psicoanalistas rioplatenses radicados en México. Recuperado de Blog Psicoanálisis en extensión: https://goo.gl/mGVdYQ
[5] La formación del analista: ¿Regulación y/o deseo? Recuperado del Blog Psicoanálisis en Extensión: https://goo.gl/CDbKNa