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VIOLENCIA EN LA FAMILIA Y SU IMPACTO EN LA VIDA SOCIAL

Fabre y Del Rivero, Ana M Palabras clave: Violencia en los lazos familiares, maltratos, golpes, humillaciones, abusos, incesto, violencia de estado, conductas ordálicas. «El término violencia se utilizará para referirnos a la vertiente comportamental de la agresividad de tipo destructivo, al abuso de la fuerza o del poder para maltratar o subyugar a los demás.…


Fabre y Del Rivero, Ana M

Palabras clave: Violencia en los lazos familiares, maltratos, golpes, humillaciones, abusos, incesto, violencia de estado, conductas ordálicas.

«El término violencia se utilizará para referirnos a la vertiente comportamental de la agresividad de tipo destructivo, al abuso de la fuerza o del poder para maltratar o subyugar a los demás. Odio es el término que designa a los componentes afectivos, así como el tipo de relación de objeto que se establece» (Bassols, 2012).

El psicoanálisis define la agresividad como la tendencia a conductas reales o fantaseadas que su objetivo es atacar o anular a un ser vivo o a todo objeto que funge como obstáculo para una satisfacción inmediata. Hay que diferenciar entre los actos agresivos, las actitudes que pueden ser provocadoras o agresivas, o bien abiertamente agresivas como las amenazas, insultos, críticas, ironías, burlas y pequeñas frases asesinas. Existen también las fantasías agresivas que son más frecuentes y son manifestaciones del inconsciente. En varias enciclopedias la violencia corresponde a una fuerza intensa, extrema y brutal. Se caracteriza por su naturaleza ciega, sin que necesariamente tenga relación con el otro (Léonard-Mallaval, 2009). 

Si bien el título de este trabajo es “Violencia en la familia y su impacto en la vida social”, también lo podríamos llamar “La violencia social y su impacto en la familia”, pues de ambas maneras la afirmación sería válida. Generalmente los padres, trabajan largas jornadas por baja paga e incluso desplazarse a sus lugares de trabajo les toma grandes horas de su tiempo y suelen llegar a sus hogares irritados y con un gran cansancio y frustración a cuestas.

Desde el embarazo, cuando la madre sufre de violencia, esa información es transmitida al producto, a esto se le conoce como violencia prenatal. Missioner (2014) al respecto dice: 

«Para hablar de la violencia perinatal recurrimos a una clínica que nos confronta con el origen del ser humano, en una cultura dada, a la vez grupal e individual. El sujeto se inscribe en una genealogía que le preexiste y en la cual él representa a un transmisor unitario, una aparición singular. La creación posible de la perinatalidad se encarna en esta áspera, con frecuencia violenta, tensión dialéctica entre las dos polaridades tanto de su origen como de su originalidad. Esta especificidad individual, para explicarse, deberá imponerse como la rama de un árbol de la vida donde el tocón es la filiación, ella misma enraizada en la sucesión como muñecas rusas (matriochkas) de generaciones. La perinatalidad está habitada por este doble origen de lo humano: El de los lazos- con su matriz genética, su filiación, su terror colectivo, su cultura y la de la unicidad de la epigénesis de su ser, su posible originalidad. Finalmente defender la potencialidad preventiva de ese periodo es un deseo de favorecer la originalidad parental y profesional, todo ello para descartar la amenaza insistente de una repetición, tal vez deletérea, siempre violenta del origen» (Missonnier, 2014).

 Partamos del principio de que le embarazo no siempre es deseado por el padre, por la madre o por ambos, todo ello sin descartar que a veces por desconocimiento o negligencia, no se recurren a los métodos contraceptivos. El pago de una relación sexual puede ser un embarazo no deseado tal como plantea Freud en “El olvido de las palabras extranjeras en su psicopatología de la vida cotidiana”.

Existe también, desafortunadamente, un elevado número de embarazos adolescentes, en donde es el temor a una carga tal vez demasiado pesada para su jóvenes hombros, lo que asusta y hace que el embarazo sea muy complicado a esas edades, igualmente la problemática económica asociada a ciertos embarazo o bien el consumo de drogas durante la adolescencia que suele desembocar en un embarazo no advertido por la mujer pues con frecuencia confunde los síntomas que experimenta en su cuerpo con el efecto de las drogas. En México, particularmente, el padre suele ser abandonador, no es gratuito ni casual que Pedro Paramo sea la novela que represente a México en la literatura mundial. Lo cual nos lleva a pensar también en el peso de lo transgeneracional.

«Es necesario distinguir entre agresividad y violencia. La agresividad la entendemos como una potencialidad, una disposición que forma parte del programa genético de la especie humana. El acto agresivo se transforma en violento cuando está sostenido por la intencionalidad del dominio de uno/s sobre otro/s, cuando hay asimetría de poder entre los protagonistas. Quien hace uso de la violencia como una forma de expresión para dirimir conflictos o mantener la autoridad es producto de una particular y compleja red de determinaciones: histórico biográficas, de género, psicológicas, culturales. Desde nuestra concepción, la violencia implica el dominio de un ser humano sobre otro, sustentado sobre una indiscriminación ilusoria, que reniega de toda diferencia, desconsidera al sujeto y tiende a anular su singularidad. La familia, por la cualidad y función de sus vínculos, constituye un espacio privilegiado para la expresión de ese dominio que pretende moldear al otro a imagen y semejanza del propio yo» (Allegue et.al., 2014). 

En la reunión sostenida en 2016 en Rouen de AIDOBB21 (MON TI´LOUP) se destacaba la importancia de unir esfuerzos para sustraer, de la violencia, a los niños desde recién nacidos hasta los cuatro años de edad. Se estableció cómo la violencia se ha manifestado con más fuerza en la sociedad. Cuestionándose procesos tales como la maternidad y la paternidad, la parentalidad, lo intercultural, y las recomposiciones familiares. Otro objetivo a considerar era determinar el tipo de violencia: pasajes al acto, carencias (negligencia) en materia de cuidados. Y la menos evidente, la psíquica, la que pone en cuestión el narcisismo del genitor, el que ayudará a construir o no a un niño (Fabre, 2018).

Si realmente queremos atacar la violencia debemos pensar que será más difícil hacerlo a partir de la adolescencia o de la vida adulta. Como lamentablemente hemos visto, los niños que sufren violencia, suelen ejercerla entre ellos y a veces cruelmente contra algunos adultos-ancianos, indigentes o contra los animales. 

Para el genio de Goya (Ilustración 1) no pasa inadvertido el maltrato colérico que ejerce la madre sobre el niño a quien golpea. Pareciera más interesada en hacer sufrir al niño que en ayudarle a entender la cosa que supuestamente habría hecho mal.

 

Ilustración 1. Sí quebró el cántaro

Dentro de los lazos familiares el incesto es otra forma de violencia, sobre este tema Freud dirá: «Cuando la ternura que los padres vuelcan sobre el niño ha evitado despertarle la pulsión sexual prematuramente —vale decir, antes que estén dadas las condiciones corporales propias de la pubertad—, y despertársela con fuerza tal que la excitación anímica se abra paso de manera inequívoca hasta el sistema genital, aquella pulsión puede cumplir su cometido: conducir a este niño, llegado a la madurez, hasta la elección del objeto sexual. Por cierto, lo más inmediato para el niño sería escoger como objetos sexuales justamente a las personas a quienes desde su infancia ama, por así decir, con una libido amortiguada» (Freud, 1905). 

Llegada la adolescencia los chicos tienden a querer pertenecer a grupos o pandillas para lo cual pueden aceptar someterse a conductas de riesgo: Promiscuidad sexual, consumo de estupefacientes, peleas violentas, conducción de autos a alta velocidad (arrancones) y/o aceptar retos de alto grado de peligrosidad, estos últimos han incrementado considerablemente en los últimos años con los retos virales que circulan en las redes sociales. 

«[…] para devenir sujeto intervienen mecanismos donde juegan las relaciones de poder, la imposición de la alteridad y el precio a pagar para ir estando y siendo con otros» (Puget, 2011).

No quiero dejar de mencionar el pasaje de la adolescencia como un momento de reedición de las fantasías parricidas, suicidas y pasajes al acto homicidas. Es también en esta edad en la que los chicos son reclutados por el narco en muchas regiones de nuestro país y en la Ciudad de México misma. 

A todo esto, se agrega el gran peso de la violencia de estado que se ve reflejado en cómo la población debe someterse o no puede defenderse. En todos los países y en el mundo existen ejemplos de cómo se ha ejercido violencia sobre los ciudadanos, o cómo se han conculcado sus derechos en diferentes situaciones.

Los trabajos psicoanalíticos de Puget y de Kaës dan cuenta de ello pues no podemos olvidar los golpes de estado en América Latina, ni mucho menos grandes asesinatos como los perpetrados durante el holocausto. 

«No es fácil reconocer el lugar que ocupan las dimensiones culturales y sociopolíticas en la teoría y en la práctica psicoanalíticas. En una sociedad regida por la violencia de Estado, la dificultad aumenta, puesto que la violencia tiende a anular la capacidad de pensar y de actuar en consecuencia» (Puget et.al., 1991).

«El término “coerción-violencia” se asocia con privación de la libertad de los intercambios, anulación de la potencialidad del vínculo, imposibilidad de hacer con, etc. El derecho y las reglas pierden su cualidad de coerción necesaria. Una consecuencia a nivel social es la creación de figuras que den cuenta de las situaciones de exclusión. Habrá que tomar en cuenta los excluidos que dependen de situaciones políticas, los sin pertenencia, los des-existentes, los sin hábitat fijo, etc. Todas ellas pasan a ser privados de los privilegios de la Ley con los mismos derechos que otros y sin embargo están legislados por la Ley» (Puget, 2011).

De todo lo anterior se desprende, que vivimos en una sociedad que nos recibe con violencia misma que se manifiesta muy tempranamente aún durante la gestación del ser humano, en los primeros meses de vida hasta la muerte, que puede hallarse por un accidente, una bala perdida, una desaparición forzada, en una migración por miseria o por salvar la vida, y de muchas trágicas maneras en este momento en nuestro país y en otras partes del mundo. 

Filmografía utilizada en la presentación:

  1. Violencia prenatal: Solo contra todos – Gaspar Noé (1998)
  2. Violencia en los lazos familiares:  Heridas – Álvaro Curiel. En “Vidas Violentas” (2015)
  3. Incesto: El listón blanco– Michael Haneke (2009)
  4. Conductas ordálicas en la adolescencia: Rebelde sin causa – Nicholas Ray (1956)

Referencias bibliográficas:

  1. Allegue, R; Carril, E; Kohen, V; Tejería, S. (2014). Violencia doméstica y psicoanálisis. Revista de psicoterapia psicoanalítica, 8 (3): 63.
  2. Bassols, R. Las raíces psicológicas de la violencia. Temas de psicoanálisis. 2012: 4. p. 2.
  3. Fabre, AM. La identificación en la adolescencia. Personajes delincuenciales como modelos identificatorios. Controversias en Psicoanálisis de niños y adolescentes. 2018: 22, p. 117
  4. Freud, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual. p.205
  5. Léonard-Mallaval, M. (2009). Ça mord à la crèche. Editions érès, Toulouse. p. 36
  6. Missonnier, S. Tragédis à l´aube de la vie. En : Houssier, F. (2014) Violences dans les liens familiaux. Editions In Press, Paris. p.139
  7. Puget, J. (2011). Las violencias en diferentes situaciones. Psicoanálisis, 33 (1): 121
  8. Puget, J; Kaës, R; y colab. (1991). Violencia de estado y psicoanálisis.  Grupo editorial Lumen. Buenos Aires, Argentina. p. 13

Ilustraciones

  1. Sí quebró el Cántaro – Francisco de Goya. Foto tomada por Ana M. Fabre y del Rivero durante una visita al Museo del Prado.