Foucault frente a Freud

Foucault frente a Freud  Julio Ortega Bobadilla Agradezco a la dirección de la Facultad y al coordinador del evento, la deferencia por concederme este lugar en el presente simposio, que inaugura un diálogo largamente esperado y necesario entre filósofos y psicoanalistas en nuestro país. Espero sinceramente que éste sea el inicio de una discusión amplia…


Foucault frente a Freud

 Julio Ortega Bobadilla

Agradezco a la dirección de la Facultad y al coordinador del evento, la deferencia por concederme este lugar en el presente simposio, que inaugura un diálogo largamente esperado y necesario entre filósofos y psicoanalistas en nuestro país. Espero sinceramente que éste sea el inicio de una discusión amplia en la que los dos campos de estudio encuentren razones para seguir cosidos y alimento mutuo para sus preocupaciones particulares. No sé por qué los organizadores escogieron este 11 de septiembre para mi ponencia, y si la fecha cabalística me predisponga a chocar con las torres de la filosofía, sinceramente espero que no.

Me coloco del lado del psicoanálisis, es ésta finalmente mi identidad y les pido a los filósofos que tengan paciencia al oír mis planteos. El desarrollo del pensamiento en psicoanálisis involucra siempre al sujeto que enuncia el discurso y las ideas tienen un sello personal que las marca como propias, aún en la duda y la equivocación. La enseñanza de Freud es que a través de la palabra uno se desnuda y se desanuda y que la asociación libre es una de las herramientas principales en el juego del pensar.

Michel Foucault es hoy, para muchas voces, el más importante filósofo de finales de ese siglo XX al que no acabamos de decir adiós. Todo parece llevar su nombre, y su obra ha impuesto su sello a casi cualquier reflexión contemporánea sobre el tiempo, la historia y la sociedad. Se multiplican los libros y las tesis sobre la filosofía de este autor que ha llegado a ser nombrado por Maurice Clavel como el «Nuevo Kant».

El impulso crítico parecía haberse agotado con el fracaso de las utopías y el desengaño que produjo las inconsistencias del pensamiento de izquierda y la práctica del socialismo real. Esta época reciente pero cuyas páginas se han puesto rápidamente amarillas; en nombre de la verdad, la ciencia y el cambio, tejió nuestro desencanto hacia todo y todos. Los jóvenes de hace 25 años compartimos una fe ciega en la eficacia real de de las intenciones políticas de la fe marxista, pero la acción nos demostró que los medios están íntimamente ligados a los fines.

La caída del muro de Berlín acabó por desplomar muchos de nuestros sueños y de pronto, topamos de frente con una nueva generación denominada «X» en la que los videojuegos y los juegos de roles ocupan el lugar de la acción; el interés por la zaga de «El señor de los anillos», la atención centrada antes en la marcha de la revolución mundial; y la Internet, el sitio del oráculo de Delfos.

Con el pensamiento de Foucault asistimos a un renacimiento de la crítica desde una perspectiva que rechaza el desarrollo lineal, la verticalidad de los procesos, el evolucionismo y la teleología: ¡Enhorabuena!

En una glosa a la obra de Klossowski [1] escrita por Foucault  con el sugestivo nombre de La prosa de Acteón encontramos que  hace notar proximidades entre su escritura y la de Klossowski.  Este hecho revelador, nos habla del carácter gozoso de su trabajo, del simulacro implicado en sus análisis en dónde su única apuesta definitiva es la de jugar a la exploración de los intersticios de bloques de pensamiento monolíticos. Quizá así, entendamos mejor la molestia de algunos de sus lectores que se desilusionan al no encontrar muchas veces, alternativas teóricas o propuestas políticas acabadas, sino el desarrollo de una experiencia literaria y retozona de textos, que parecieran estar construidos por el instante de la inspiración. Sus palabras son siempre poéticas, concediendo a su tono expresivo un valor menos de revelación de la verdad, que de develación de lo falso o ilegítimo de la postura de ciertos discursos.

Foucault  parece haberse iniciado como hegeliano, pero su lectura apasionada de Nietzsche  transformó completamente su pensamiento. La suya, es una filosofía que se encuentra más allá del estructuralismo  pero influida por él. Concibe al mundo como un todo ligado a una red de signos que se relacionan entre sí en una cuadrícula que obedece a una lógica no fundamental, pero sí, administrada por una configuración de sentido. Así el pasaje de la visión renacentista encañonada en la búsqueda de semejanzas (convivencia, emulación, analogía, simpatía), será desplazado no por una cosmovisión azarosa, sino por otra llamada Clásica que emerge de las fisuras de la anterior y que se centrará en la búsqueda de la identidad y la diferencia, la semejanza y la desemejanza.

Este tejido es conformado, en última instancia, según vaivenes estéticos que configuran epistemes siempre en precario equilibrio y no estructuras esenciales. No hay en él un intento de leer en los signos de esos ciclos y sus detalles, mensajes que permitan construir un código de sucesiones, una nueva ideología de verdad.

Cuando sucedió en el cargo a su antiguo maestro Jean  Hyppolitte, en el prestigioso Collège de France, el profesor Foucault  se vio obligado a resumir en el año de 1970 [2] , el derrotero de sus investigaciones, este texto corto y singular tiene el mérito de hacer las veces de una valiosa introducción a las complicaciones de su filosofía. En este trabajo insiste en que su tarea es hacer «análisis de discursos» sin entrar en la oposición verdadero y falso, pues considera estas separaciones como arbitrarias y artificiales, sometidas a contingencias históricas.

La vida social está compuesta de discursos que dan lugar a disciplinas como la moral, el derecho, la ciencia, la filosofía y la religión. Estas formas, surgen como conciencia en el sujeto , convicciones frágiles que dan lugar a prohibiciones y tabúes, regulaciones y formas de saber  que norman la vida común, estas certidumbres falsas son esenciales y determinantes para el individuo, pero extrañas al dominio del sujeto, aunque, una vez asumidas como propias, esas cadenas se convierten en la extensión misma de su cuerpo. A través de la develación del papel determinante de estas regulaciones, surge la fragilidad de categorías filosóficas como: sujeto  y conciencia. Incluso, se pone en tela de juicio la consistencia del concepto de historia mismo, a favor de lo que podría denominarse: genealogía . La verdadera historia no es una historia de la verdad, sino la del recuento sucesivo de visiones estéticas inasimilables, que no pueden sostenerse en términos de «legitimidad» o «naturalidad», más allá de su propio horizonte.

No será sino hasta la Arqueología del saber [3] que precisará con más acuciosidad la naturaleza de su proyecto ante el público que lo etiquetará -buscando su confort- como postestructuralismo. El prólogo resume algunas de las consecuencias de su trabajo arqueológico referido al estudio de documentos y monumentos:

  • La historia se caracteriza más por rupturas que por continuidad.
  • Hay que revalorar la condición de discontinuidad de las disciplinas históricas.
  • La historia global debe ceder su paso a una más modesta historia general.
  • Los problemas metodológicos son una prioridad a abordar: constitución de corpus de documentos, elección de ellos; definición de niveles de análisis, etcétera.

Los últimos años Foucault  se dedican al problema del sujeto  y la ética. Cierto es, que nunca escribió un tratado de ética, pero como precedente vago de este interés, encontramos una mención en Las palabras y las cosas, cuando se refiere a la necesidad de una ética de la modernidad derivada de una concepción crítica del conocimiento.

Su ética puede ser descrita como un nuevo intento de relación con el Ser, no contenida en ningún código de purificación y que rehuiría el tradicional estilo pedagógico de los manuales.

Los fragmentos en su obra de lo que pudiese denominarse «autobiografía» son escasos.  La carta póstuma hallada en su departamento es en extremo lacónica [4] para proceder de la pluma del autor de Las palabras y las cosas: «Dejo mi apartamento y todo lo que contiene a Daniel Defert. No quiero publicaciones póstumas«. El lector escrupuloso, no puede sino recordar el deseo por abolir de la historia su paso por la existencia, que expresó en el momento de su muerte el marqués de Sade . Hay un parentesco entre ese gesto y el autor de «¿Qué es un autor?«. Estos dos hombres extraordinarios deseaban con fervor, borrar su rostro y reducir su presencia a murmullos en el largo y oscuro túnel de la historia.

El texto La pasión de Michel Foucault [5] , y otras tantas biografías recientemente aparecidas, intentan explicar la obra del autor a partir de sus experiencias de vida. Vida y obra de un filósofo no se corresponden siempre, estamos lejos de la ética rigurosa de los griegos. Un autor difícilmente puede ser explicado a través de su biografía o a partir de su obra, sin caer en grandes pecados, sin cometer generalizaciones abusivas y presumir más cosas de las que son posibles de probar. Freud se hundió, un par de veces, en el pantano de las suposiciones. No quisiéramos pisar sus mismos errores, pero queremos contextualizar nuestro personaje.

Poitiers fue hasta el año de 1945, el escenario de su vida. A partir de ese año, se desplaza a la ciudad Luz y se inscribe en la Escuela Normal Superior. A Foucault  le apodaban Fouk’s que significa zorro, apodo ganado por su perspicacia. Su agregación en filosofía la llevó a cabo bajo la supervisión de Louis Althusser , quien fue su más cercano maestro en esa institución educativa de alto prestigio. De hecho entablaron una relación de profunda amistad [6] y la relación entre ellos derivó en una breve militancia política en la izquierda de Foucault . Louis Althusser  (1918-1990) es una figura cardinal para él , una especie de mentor juvenil cuya vida desembocará en tragedia. Las fuentes de su maestro fueron: Bachelard, Maquiavelo, Pascal, Rousseau , Spinoza y, sobre todo, Marx. Militó en el PC desde 1948 y dirigió un seminario sobre El Capital que resultó un completo éxito en el período de 1964 a 1965.

De la noche del sábado 15 al domingo 16 de noviembre de 1980, Althusser  asesinó a su mujer estrangulándola. Este hecho golpeó a la sociedad francesa y al mundo. Fue encerrado en un hospital y por orden jurídica le prohibieron hablar públicamente del homicidio, amén de que perdió gran parte de sus derechos ciudadanos. Foucault  lo visitó en dos ocasiones en prisión y quizá pudo ver en ese espejo fracturado algo de su propio demonio.

Todas estas imágenes están ligadas de manera íntima al entorno del «Zorro» y forman una mezcla fantasmagórica de momentos de lucidez y locura en una época difícil. Escenas de esplendor y miseria. Momentos que marcan no sólo la filosofía francesa, sino toda la historia contemporánea.

La cultura francesa nos provee de una lista innumerable de personajes heroicos que le sirvieron como interlocutores, ejemplo y antagonistas: Sartre , Albert Camus, André Malraux, Georges Dúmezil, Maurice Blanchot, Georges Bataille, Maurice Merleau Ponty, Jacques Lacan , etcétera.

Es lo más probable que Althusser , apasionado lector y defensor del psicoanálisis , le haya inducido a leer a Freud . Su estudio, lo derivará a la psicología, con miras, inicialmente, a formarse como analista. Sabemos que su paso por el análisis fue breve y quizá esa relación fallida, lo alejará definitivamente de la práctica analítica.

Sin embargo, su interés por el psicoanálisis  fue manifiesto desde temprana edad y uno de sus primeros escritos [7], no por azar, se ocupa de un trabajo del filósofo – psicoanalista Ludwig Binswanger , dedicado a la clínica del análisis de los sueños. La relación que conservará con ese amigo de Freud , Jung y estudioso de Heidegger, desempeñó un papel importante en su vida. El texto en cuestión, revela una erudición enorme al rastrear los antecedentes prefreudianos del Inconsciente , arribando a una primera posición crítica al punto de vista psicoanalítico, desde el cual, reprocha a Freud  anclar en el sentido lingüístico la riqueza de las imágenes oníricas. Esta objeción temprana al psicoanálisis tendrá su importancia pues mucho más adelante, ya cerca de su ocaso, volverá a refutar lo que llamará un imperialismo de la palabra, justo en la frontera de la posmodernidad  que suministrará al icono y los lenguajes visuales, márgenes de despliegue inimaginados.

¿Por qué Foucault  no se interesó en el psicoanálisis  hasta el punto de considerarlo una alternativa personal? ¿Acaso su decisión por la filosofía implica una cierta desilusión de los planteamientos freudianos? ¿Una refutación de sus posibilidades? ¿Quizá una negación de su propia locura? Todas estas preguntas merecen trazarse, su contestación requiere cautela. Su rechazo juvenil a la «naturalidad» de los usos y costumbres morales de su familia y de la sociedad francesa recién salida del período de Petain puede entenderse como una respuesta casi espontánea a un ambiente opresivo y dictatorial regido por las buenas formas de una sociedad burguesa despeñada a vivir en la hipocresía y la humillación después de la 2ª guerra mundial. No es improbable que su ánimo y el rechazo social a su homosexualidad, le hayan arrastrado a preguntarse personalmente: «¿Qué es estar o sentirse loco?» que evolucionó, después, hacia una pregunta más general y filosófica: «¿Qué es la locura?»

Deleuze [8] ha realizado un estudio sobre Foucault  dónde analiza al detalle las características de su discurso. Lo cataloga como un nuevo tipo de archivista que desdeña la jerarquía de las proposiciones y las frases para dedicarse a la realidad de los enunciados de diferentes niveles. Recalca la diferencia entre una frase y un enunciado: una frase puede tener uno de sus miembros en un sistema y otro en otro sistema, en función de variables exteriores; el enunciado es inseparable de una variación inherente gracias a la cual nunca estamos en un sistema, sino que constantemente pasamos de un sistema a otro. El enunciado no es ni lateral, ni vertical, es trasversal, y sus reglas los hacen próximos unos a otros de tal forma que las variaciones se hacen infinitas. Sujeto, Objeto y Concepto sólo son funciones derivadas de la enunciación y el análisis de las formaciones no discursivas (instituciones, acontecimientos políticos, prácticas y procesos económicos) sólo puede hacerse a través de los enunciados que éstas producen: discursos, contratos, cartas, inscripciones y registros que remitirán a emplazamientos (posiciones determinadas de sus actores en los sistemas que les contienen). No hay paralelismo vertical o causalidad horizontal entre ambos registros que determinarían una dirección de procedencia de los elementos.

El primer libro de Foucault  Enfermedad mental y personalidad (1954), intenta: «Mostrar de qué postulados debe liberarse la medicina mental para convertirse en rigurosamente científica» [9] . Las preguntas que animan ese texto de juventud son: «¿En qué condiciones se puede hablar de enfermedad mental en el dominio psicológico?» Y: «¿Qué relaciones pueden definirse entre los datos de la patología mental y los de la patología orgánica? [10] «

Afirma en esta obra, que corresponde a Freud  revelar la dimensión propiamente histórica del psiquismo. De hecho, el capítulo en cuestión, es una exposición del método freudiano como una psicología del sentido que introduce la dimensión de la intersubjetividad como esencial a la comprensión de la psicopatología. El mérito del psicoanálisis ¾según el texto¾ reside en referir a la historia para interrogarse acerca del pasado vivido y favorecer, de esa manera, el desciframiento del presente. La inautenticidad, el engaño, aparece como la causa espontánea de la enfermedad mental. Pero, frente a la elección final de la terapia que buscaría dar una salida a la neurosis, no duda en privilegiar una salida práctica. Se muestra reacio a aceptar la largísima terapia del psicoanálisis.

Más adelante, deseará borrar completamente este texto. A pesar de su negativa a revisarlo y de su condena al desván, el libro no carece de importancia, sobretodo porque en esa relación ambivalente con el psicoanálisis  es que se da lugar a la invención de un término fundamental para el estudio de su obra. Mucho se discute hoy día sobre la influencia que habría, o no, tenido el psicoanálisis en su pensamiento, pocos han caído en cuenta, que precisamente en relación a éste, nace el término arqueología , concepto fundamental que será reacomodado, más tarde, para su propio uso. El lector atento puede ahí encontrar: «En resumen, todo estadio libidinal es una virtual estructura psicológica. La neurosis es una arqueología  espontánea de la libido» [11] .

Existe una relación secuencial entre esta obra y La Historia de la Locura. El interés histórico del primer libro está presente, pero su intención, tono y modo, serán diferentes. Puede considerarse este trabajo como el primero en el que su estilo empieza a desplegar sus alas. El encuentro del público con esa obra fue un verdadero acontecimiento. Su escritura era densa, barroca, pletórica de datos históricos olvidados y ordenados de una manera que a muchos pareció caprichosa.

Conviene hacer una pregunta que nos ayude a precisar las diferencias en el estilo de escritura de Foucault : ¿Acaso su interés por la locura era el mismo del psicólogo que escribió Enfermedad mental y personalidad?

Demos una respuesta simple: No. El filósofo había desplazado al psicólogo. La locura es una muestra de la extrema intolerancia de la sociedad ante lo desconocido, el azar y el caos. El loco es un marginal que sufre la exclusión junto a otros apestados: el leproso, el criminal, la prostituta, el homosexual, el pobre, el delincuente. Todas estas figuras vulneran el orden establecido y configuran el registro de lo Anormal, categoría necesaria para cualquier sociedad basada en la estratificación y la marginación.

Foucault  decidió plantearse en esta obra las siguientes preguntas: ¿El loco es un profeta emparentado con la verdad?, ¿Cuál es la base de distinción entre el loco y el sano? ¿Es la locura un proceso de degradación interna o un proceso social? ¿La razón da cuenta de la locura o simplemente la reduce a sus prejuicios?

La locura no es una realidad biológica independiente, sino un producto de la relación social, un hecho cultural, no ajeno a la ética de un determinado tiempo. Establecer los límites entre cordura y locura es un intento destinado al fracaso, puesto que el loco y el cuerdo nunca terminan por separarse. La locura forma parte del mundo moderno y consiste un núcleo irreducible del corazón humano.

Según Foucault , su interés por la locura procede no de una inquietud personal sino de que de que es, un ejemplo paradójico. Su intención era proyectar un campo de experiencia entre varios posibles, un fenómeno cuya interpretación generaba estrategias de cercamiento entre los actores involucrados, que ante lo incomprensible aplican el veredicto de sus certezas estéticas, que deriva en acciones concretas dirigidas a establecer un control férreo sobre lo desconocido.

Volvió después los ojos a la medicina, el giro de su mirada no carecía de cierto humor: primero el paciente y luego el médico. ¿Quién de los dos vive con los pies más asentados en el castillo de la Sin Razón? El Nacimiento de la Clínica [12] (1963) escudriñó la historia de la práctica médica con énfasis en el siglo dieciocho y principios del diecinueve.

Las tesis del texto son, sumamente importantes y, en nuestra opinión, completamente ligadas al proyecto esbozado por su maestro Canguilhem  en su notable y brillantísima obra: Lo normal y lo patológico [13] que conserva su filo después de los años ¾independientemente de los recientes descubrimientos anatomofisiológicos¾ ya que explora con agudeza un campo empírico tradicionalmente adscrito al discurso científico de la medicina, mostrando las dificultades insalvables para establecer un margen definido entre salud – enfermedad, sin atender a consideraciones de orden filosófico y social.

El nacimiento de la clínica, no pasó indiferente a Lacan,  quien se refiere muy extensamente a él durante una de las sesiones de su seminario e invitará a Foucault a cenar varias veces a su casa [14] tratando de buscar su amistad. La admiración del analista por el filósofo fue del mismo tipo que aquella que había desarrollado antes por Heidegger y marcó seguramente, los mismos desarrollos lacanianos.

La ambivalencia hacia el psicoanálisis es manifiesta en estos dos trabajos, si bien cita a Freud con prudencia y hasta cierta discreción en el primer texto, confiere a Freud  en el segundo, un papel muy modesto en la historia de la medicina .

En 1965 aparece el pequeño libro: Nietzsche , Freud  y Marx [15] un texto que ha sido leído como un antecedente contiguo al modelo de su posterior proyecto. Este libro es de importancia pues, está dedicado a rastrear, a través de un estudio pormenorizado, la génesis de las técnicas de interpretación modernas que, fundaran el suelo de nuestro tiempo. En esta obra, considera a estos pensadores importantes, por buscar trascender las apariencias y llegar a lo esencial. Esta conciencia no es espontánea, sino que requiere de un aparato conceptual determinado que es adquirido con esfuerzo. De acuerdo a los juicios de este texto: Marx habría roto con el empirismo de la economía; Nietzsche  con el subjetivismo de la filosofía y la moral; Freud  con el conciencialismo psicológico.

Las Palabras y las Cosas [16] , es la obra que marca el ritmo definitivo al carácter de su escritura. Uno de los temas de este complejo, es el examen e investigación de las llamadas epistemes (epistêmê), que pueden definirse como estrategias de juicio producto de las preocupaciones de una época, tienen una coherencia interna que hace posibles campos de conocimiento que obedecen y se conforman a contrapelo de cualquier voluntad y estrictamente en base a determinantes históricas. Hay que recalcar, sin embargo, que el objetivo principal del libro es el análisis de las «ciencias humanas» y la fragilidad temporal de sus concepciones. 

Dos disciplinas son analizadas en particular: el psicoanálisis  y la etnología. Encontramos aquí, los máximos cumplidos al psicoanálisis en toda su producción. Es celebrado por intentar resolver las dificultades inherentes a la relación Sujeto – Objeto en el estudio del hombre. Las ciencias sociales vueltas sobre la reflexión conciente no han querido saber nada del vacío inaccesible de la no representación, la oposición y la finitud, también del deseo a pesar de su permanencia entre las interrogantes no respondidas. La virtud del psicoanálisis es que está completamente dedicado al discurso del Inconsciente , designando a la Muerte, al Deseo y la Ley como: «condiciones de posibilidad de todo saber  sobre el hombre» [17] . Pero su mérito indiscutible será, el no quedarse en un saber especulativo sin compromiso con una práctica y desarrollar un invento que involucra completamente al hombre en una escucha del lenguaje del otro. ¡Cuánto elogio a Lacan más que a Freud!

La etnología se interesa por los pueblos cuya historia es más o menos inaccesible y busca las invariantes de estructura, para encontrar, tras las representaciones, normas, reglas y sistemas.

Una disciplina y otra, simétricas en sus preocupaciones, no se refieren directamente al hombre, y por ello deberían ser consideradas más que ciencias humanas, ciencias de lo Inconsciente, pues: «No sólo pueden prescindir del concepto del hombre, sino que no pueden pasar por él, ya que se dirigen siempre a lo que constituye sus límites exteriores. De ambas puede decirse lo que Lévi – Strauss dijo de la etnología: que disuelven al hombre» [18] .

La siguiente metamorfosis de la temática de su obra, se produce alrededor de principios de los años 70´s y la conferencia «El orden del discurso« [19] , es un texto de transición en el que se acomoda a la categoría de verdad tradicional y a la concepción habitual del poder  como un mecanismo esencialmente jurídico de establecimiento de la ley, en el cual la disciplina juega un papel de policía represiva de los discursos. Sus concepciones posteriores excluyen al poder  como un imperio negativo, para sostener la trascendencia de su dominio en referencia a la positividad que se establece a nivel de deseo y de saber . El poder lejos de estorbar al saber y a la verdad, produce y reproduce ambos. Esta forma de pensamiento es transparentemente nietzscheana y se puede rastrear sin problemas en La Voluntad de Poder.

Desde esta nueva codificación , se comprende que el orden disciplinario no es sólo un arma de la burguesía en contra del proletariado y que el poder es el engranaje de una máquina que comprende tanto a los opresores como a los oprimidos. Así, la exclusión de los locos, el encierro de los delincuentes y la represión de la sexualidad  no responden, necesariamente, a una voluntad de dominio de clase y pueden tolerarse o reprimirse perfectamente formaciones alternas. Aunque la prisión, la escuela, la familia y el hospital se hayan revelado como dispositivos de vigilancia su papel más importante es su función productiva.

Vigilar y Castigar [20] se inscribe en esta intención de disección del poder , tratando de no centrarse en el estudio de los efectos represivos de las instituciones correccionales. Esta obra magistral tiene como antecedente e influencia, el Anti-edipo [21] publicado en 1972 por Deleuze  y Guattari  que levantó gran interés del público por su crítica frontal a Freud  y al psicoanálisis  lacaniano. De acuerdo a sus ideas, la teoría del complejo de Edipo conduce a una normativización del deseo en una estructura paternalista y capitalista. El deseo no debería ser distinguible como una esencia fuera de los correlatos sociales. Con base a una interpretación esencialista, el psicoanálisis operaría como un reductor de esta fuerza conectando la máquina del cuerpo a otras máquinas que tienen un empuje de sujeción a la tiranía de la estructura capitalista.

Deleuze y Guattari piensan que no hay que hacer énfasis en la negatividad que suponen implícita en el psicoanálisis, sino en la afirmatividad que define las leyes sociales y la política de las comunidades, el movimiento es un proceso continuo y efectivo que autogenera nuevas reglas y múltiples dimensiones de desarrollo a cada momento, a diferencia de cierta visión vertical psicoanalítica de resabios metafísicos.

Esta crítica ideologizada al psicoanálisis fue sellada por un extraño silencio de Lacan. Sus «evidencias» son bien cuestionables y su mismo espíritu crítico vale aplicarlo a sus propias tesis. Su ataque desde al capitalismo, crea un nuevo espejismo cebado por su deseo: un paisaje alternativo dónde un hombre nuevo, liberado de la ideología capitalista, se hallaría emancipado del tecnobiopoder y cualquier género de opresión. Todas estas ilusiones que Freud entrevió en El Malestar en la cultura [22] , se han demostrado vanas, sin que por ello tengamos que entristecernos, alegrarnos o conformarnos. Habría que cuestionar, también, la negatividad atribuida por Deleuze, Guattari y Foucault  a la represión en psicoanálisis, no es la misma lectura que hizo Marcusse en su Eros y Civilización dónde advierte la positividad implícita en este mecanismo y entreve en su telaraña, coerciones sociales y el ejercicio del poder, de una manera cercana a Foucault : a todo empuje corresponde una resistencia, la resistencia se convierte en empuje, etc. La represión coincide así con las heterotopías supuestas al poder. Entonces: ¿Hay relación entre poder y represión? Sus mecanismos y dialéctica armonizan y combinan, hasta confundirse y apuntan a una unidad en las intenciones de ambas, a pesar de la negativa de Foucault  a responder cuál es la naturaleza del poder y su opinión de que: «Probablemente Marx y Freud  no nos ayudan suficientemente a conocer esta cosa tan enigmática, a la vez visible e invisible, presente y oculta, inmersa en todas partes, que se llama poder» [23] .

La consecuencia práctica de la educación colectiva y de la vigilancia es la de homogeneizar las relaciones que mantiene el hombre con su mundo circundante, en un afán de controlar y simplificar la vida social, estos estudios críticos a la sociedad son el preámbulo a lo que después denominará: genealogía de la ética.

El Estado se entromete en los asuntos personales de sus súbditos sosteniendo como coartada la búsqueda del bienestar común; no ejerce su poder  de manera independiente a los sujetos de su dominio, éstos sujetos son objetos y sujetos también del poder, protagonistas de una escena en la que son actores, espectadores y hasta guionistas de una trama que no deja de ser curiosa pues los incrusta en una sujeción, en una esclavitud que no deja de ser gozosa e instrumentada por dispositivos de control generados por disciplinas como la sociología, la psicología, la psicopatología, la criminología, el psicoanálisis [24] .

Llama la atención que a partir de La verdad y las Formas jurídicas el psicoanálisis ocupe un lugar junto a las otras disciplinas generadoras de control. Hay aquí, evidentemente, un desplazamiento en su ubicación, ahora es concebido como una forma de «examen» relacionado con el poder disciplinario, aquel que encauza líneas correctas de acción para lograr una explotación más efectiva de la población.

Nuestra sociedad adquiere a través de estos procedimientos, una forma similar a la del panóptico, que imaginó Jeremy Bentham con el corolario de que este dispositivo: «es una manera de hacer funcionar unas relaciones de poder en una función, y una función por esas relaciones de poder. [25] «

En la escuela, el trabajo, las universidades y las calles la vigilancia juega el papel de un gran ojo que registra a los conejos a fin de ampliar la capacidad de control del Poder. Vivimos en una jaula transparente y circular que elimina la vida privada y reduce cualquier posibilidad de iniciativa personal espontánea. No es difícil unir estas reflexiones a la obra de Lacenaire [26] ¾y el mismo Foucault  tanteó esa posibilidad¾, el resultado consistiría en la revelación de la sociedad como una gigantesca cárcel al estilo de los diseños de Piranesi, que opera como una ciclópea universidad del crimen.

Textos como: «Yo Pierre Riviére  habiendo degollado a mi madre, a mi hermano y a mi hermana…» [27] , y «Mis recuerdos. Herculine Barbin  llamada Alexina» [28] , son cruciales para entender que los últimos avances de la filosofía de Foucault  se dirigen en realidad en la dirección del estudio de la subjetividad.

Foucault, intenta hacer suya la actitud de los griegos que desechaban toda forma de humanismo. Para éstos, la condición primera del hombre, era la de estar sujeto  a fuerzas por encima de su voluntad: llámese dioses, poder  o deseo. Se puede repensar la insistencia de los griegos para hablar de los dioses y cantar sus metamorfosis, como una forma de establecer una distancia entre la voluntad restringida del hombre y los sucesos de la vida. Los dioses, son por sí mismos el comienzo de todo y lo que dimensiona al hombre en su estatuto trágico de sujeción a leyes que están por encima de su condición mortal. Estas leyes se ubican en el reino de la Otredad, de la Fuerza, aquello que permanece fuera del acceso de los mortales. La condición trágica del hombre consiste en que siempre está preso en su circunstancia. Edipo es un ejemplo paradójico de este aserto, cuánto más trata de huir de las enigmáticas profecías del oráculo, más se adelanta al final antepuesto por la fuerza del destino.

Esta fascinación por la tradición grecolatina puede ser malinterpretada fácilmente por el lector como la búsqueda en ese pasado de una moral de recambio que substituiría a la contemporánea [29] . Pero la ética sexual de los griegos no es una alternativa a la ética cristiana. No hay problemas análogos a través de los siglos, ni de naturaleza, ni de razón; el eterno retorno es también una eterna partida y no existen más que sucesivas valorizaciones. El tiempo no corre más que en la dirección de hacia delante. La afinidad entre Foucault  y la moral antigua se reduce a la reaparición moderna de una sola carta al interior de lo dado totalmente diferente; se trata del trabajo sobre uno mismo: ephimeléia sui. Para nuestro asombro, cualquier interés por la sexualidad  como parte de este conocimiento de uno mismo, es prácticamente desechado y esta temática tendrá interés sólo como uno entre varios dominios de problematización moral («… el sexo es aburrido…» [30] ).

Forrester [31] se preguntó cuál sería con precisión la relación de su discurso con el psicoanálisis  y tomó el camino más directo a resolver sus dudas, acudiendo en persona a ver a Foucault . Cuenta que ese recurso no fue de gran ayuda para encontrar la respuesta a su pregunta, pues el filósofo francés se mostró evasivo y tras la larga conversación llegó a conocerlo mejor, pero no a disipar sus interrogantes sobre la relación del psicoanálisis, la arqueología  y la genealogía .

Nuestra respuesta es, que en puntos fundamentales de su trabajo, toma prestada la estructura de la teoría psicoanalítica para fabricar un instrumento de análisis histórico que revela las contradicciones de los diferentes discursos sociales: el antihumanismo de su proyecto es análogo al desprecio por la conciencia en Freud ; la crítica a la noción de verdad, es similar, a la crítica del psicoanálisis hacia el contenido manifiesto; el análisis de las condiciones de emergencia de las relaciones de poder  se asemeja a la exploración de las constantes emotivas dentro de un universo familiar.  El examen de los diferentes entornos epistemológicos y saberes establecidos como pasibles de reconstrucción, coincide con la mirada analítica al síntoma, formación de compromiso que está habitada por el conflicto y que no ocupa un lugar de verdad o mentira sino de proposición compleja a desentrañar en su (s) sentido (s).

También, la suspensión del juicio, la escucha y mirada atenta al discurso, la imposibilidad última de retraducción del objeto  de estudio a otros parámetros distintos a los que su forma impone, son muestra de las coincidencias de estas vocaciones semejantes y hasta consonantes.

A pesar de todo ello, el último Foucault  supone que los medios de producción social no actúan al modo del Inconsciente  freudiano y se desplaza a la opinión que no hay un centro que sirva de eje al análisis, como para el psicoanálisis sería el deseo. Sin embargo, la genealogía  al igual que el psicoanálisis , verifica el agotamiento del Cogito cartesiano [32] .

Es poco lo que podemos reunir de los pedazos de su proyecto inacabado. Podemos especular, que su descripción de los regímenes de aphrodisia (imbricación del deseo con los actos y los placeres que se procuraban los antiguos), es la base para intentar un análisis crítico de nuestras obsesiones sexuales contemporáneas.

La intención de esos estudios, fue quizás, demostrar que el erotismo no era un campo nebuloso o de conflicto per sey que el deseo como centro trágico no ha jugado siempre un papel determinante en los juegos de verdad.

El cristianismo, según Foucault , ha traído como consecuencia la internalización de una relación conflictiva con el Eros. La cultura judeo – cristiana sería la responsable de iniciar una codificación difícil entre el sujeto  y sus deseos. Los pecados de la carne, la iconografía explícitamente erótica, o la bestialidad sexual, no fueron objeto  de fascinación y horror para los griegos. El cristianismo y su propuesta de corrupción de la carne por la sexualidad , serán definitorios en nuestra codificación del sexo.

Para el psicoanálisis  hoy, el estudio de la subjetividad no precisa de proyectarse hacia atrás o hacia delante, nos importa el presente y la cuestión sexual es central y a la vez colateral. La acusación de esencialismo no debiera inquietarnos, el vicio metafísico del psicoanálisis es el deseo. Lo que llama a una reflexión de fondo: ¿Es posible eliminar del todo la metafísica?  Para Freud  la sexualidad no era el único principio que animaba la psique humana y siempre conservó una posición dualista y de conflicto en su visión, ya sea oponiendo el Yo al Ello, o las pulsiones sexuales contra las de autoconservación, y finalmente, la pulsión de vida con la de muerte.

No es completamente transparente lo que entendía Foucault  como sexualidad aunque pareciera haber muestras de que en Las Palabras y las cosas, hizo una lectura detenida de los Tres ensayos. En Freud , puede entenderse ¾ un esquema general con reparos¾, como una búsqueda de placer basada en las necesidades del cuerpo, que a medida que el sujeto  humano se desarrolla, se desplaza hacia una estética social. Por estas razones, el psicoanálisis  es una No-Sexología, en tanto que los sexólogos son aquellos que se proponen como quienes saben del sexo de manera universal y reducen al intercambio sexual la motivación humana. La sexualidad en el hombre se separa el nivel estrictamente fisiológico y se integra al nivel del deseo y la Demanda.

Al genealogista le parecerían sospechosas todas éstas afirmaciones. Nos diría quizá: «No hay diferencia entre Platón  y Freud . Se trata de la misma metafísica del Eros complicada con un quejoso fatalismo». Foucault , aún antes de escribir su historia de la sexualidad , remataba con una loza el análisis freudiano: «Si hay algo parecido a un complejo de Edipo, éste no se da a nivel individual sino al nivel colectivo; no a propósito del deseo y el Inconsciente , sino a propósito de poder  y saber» [33] . Seremos mal intencionados: ¿Hay en Freud algo que pudiera llamarse individual y alejado de lo social? No, pues precisamente inventa la categoría de lo transindividual. ¿Poder y saber son dominios divorciados de la dimensión del deseo o el Inconsciente? Tampoco lo consideramos así, más bien, existe una juntura inextricable de estos términos.

A pesar de su vacilación, la intervención de Foucault  fue decisiva para la instalación del psicoanálisis en la Sorbona. En julio de 1968, Serge Leclaire , entonces estrecho colaborador de Lacan , inició conversaciones con él, sobre la posibilidad de la creación de un departamento en Vincennes . El asunto era complicado porque la tradición psicológica universitaria francesa se hallaba bastante más ligada a Janet que a Freud . Se estableció, entonces, un consejo consultivo que incluyó a Cixous, Derrida , Canguilhem  y Foucault . Gracias a su apoyo, se logró que en la universidad francesa se enseñara psicoanálisis fuera de una Facultad de medicina o psicología.

En Microfísica del Poder [34] , promete ocuparse de hacer una genealogía del psicoanálisis:

Cómo pudo formarse el psicoanálisis en la fecha que ha aparecido, intentaré verlo en volúmenes posteriores. Temo simplemente que respecto al psicoanálisis suceda lo mismo que sucedió con la psiquiatría cuando intenté hacer la «Historia de la locura»; había intentado contar lo que había pasado hasta comienzos del siglo XIX; pero los psiquiatras han entendido mi análisis como un ataque a la psiquiatría. No sé qué pasará con los psicoanalistas, pero temo que entiendan como «antipsicoanálisis» algo que no será más que una «genealogía»

El proyecto tomará la forma de La Voluntad de Saber, dónde sostiene la percepción de que el psicoanálisis  sería heredero de los discursos confesionales del cristianismo. Cierto es que en ambos aparece una codificación de ese «hacer hablar», de una cierta noción de búsqueda en la que se trata de llevar algo a superficie, sin embargo, la práctica del análisis es radicalmente distinta de la confesión en dos puntos: no hay un otro que garantice perdón, y la asociación libre supone una escucha no focalizada.

La Voluntad de Saber, no puede considerarse una arqueología  del psicoanálisis  ¾la promesa de Foucault no fue cumplida¾, sí una crítica que intenta desechar algunas ideas psicoanalíticas. Sin embargo, sus opiniones sobre el tema, son formuladas de prisa y se encuentran mejor expuestas en otros lugares antes y después de la escritura de esta monografía. Allí dónde se esperaría un cuidadoso análisis que descuartizara y plastinara todas y cada una de las afirmaciones de Freud , encontramos una embestida que es sólo provocativa, no sin sentido del humor y hasta picardía, lo que hace pensar en un juego de escarceo sexual. Ya en el curso sobre Los anormales [35] en el Collège de France de 1974 – 1975 había llegado a acercar el psicoanálisis a otras prácticas constitutivas de una fisiología moral de la carne y apuntaba con desprecio la aceptación de sus enunciados por la moral burguesa debido a lo que llamará: la culpabilidad del deseo centrada en los hijos. Todas estas elaboraciones nos parecen equívocas.

Lo cierto es que Freud  deja de ser aquel héroe que se atrevió a entablar un diálogo con la locura para volverse una figura pasajera más de nuestra historia cultural. El psicoanálisis es un artefacto más que genera relaciones de saber y poder , una nueva religión que evangeliza a los sujetos en dirección a principios pansexualistas. Según Foucault , no ha habido en ningún momento represión sexual como parecería decir Freud , sino incitación a hablar, hacer y escribir en relación al sexo.

Aunque, uno de los párrafos sea una cita y un homenaje a Lacan, insiste en atribuir a los psicoanalistas sostener una concepción negativa en la llamada hipótesis freudiana de la represión :

Hace un buen tiempo que ciertos psicoanalistas lo dijeron. Recusaron la pequeña maquinaria simple que gustosamente uno imagina cuando se habla de represión; la idea de una energía rebelde les pareció inadecuada para descifrar de qué manera se articulan poder  y deseo; los suponen ligados de una manera más compleja y originaria que el juego entre una energía salvaje, natural y viviente, que sin cesar asciende desde lo bajo, un orden de lo alto que busca obstaculizarla; no habría que imaginar que el deseo está reprimido, por la buena razón de que la ley es constitutiva del deseo y de la carencia que lo instaura [36] .

Hay, evidentemente, un desplazamiento de su misma concepción de la represión sexual pues seis años atrás declaraba en una entrevista: «La sociedad en que vivimos limita considerablemente la libertad sexual, directa o indirectamente. Por supuesto, en Europa, desde 1726, ya no se ejecuta a los homosexuales, pero el tabú sobre la homosexualidad no es por ello menos tenaz» [37] .

Después de las polémicas afirmaciones de La voluntad de saber , Foucault  volverá sobre sus pasos y recuperará un seguimiento cronológico simple en la distribución de su obra, a partir de la experiencia griega, especialmente del estudio de la «filia» como un concepto central que se habría perdido en el tiempo.

El segundo volumen (El uso de los placeres [38] ) que en realidad sería el primero en este nuevo recuento, se encuentra consagrado a la forma en que la actividad sexual habría sido interrogada y puntualizada por los filósofos y médicos en la cultura helénica clásica.

El tercer volumen (La inquietud de sí [39] ) se dedica a examinar cómo sería concebida la temática en los dos primeros siglos de nuestra era; finalmente el ciclo se cerraría con un volumen dedicado a la doctrina pastoral de la carne (Los testimonios de la carne) que nunca apareció. 

El primer y segundo proyecto, muestran huecos en el análisis y una preferencia marcada por ciertos períodos históricos. Sin formular ninguna construcción al estilo «Tótem y Tabú» y estrictamente reseñando ciertos restos históricos, una genealogía  de la sexualidad  diferente, podría haberse iniciado en los migajas arqueológicas dejadas por los primeros hombres, ligadas a la aparición de las diosas madres y al misterio de la fertilidad femenina coligada a la producción agrícola. A Foucault , todo esto parece importarle poco. Le interesa el uso de los placeres a partir de la época griega, pero nuestra cultura está ligada a la historia de la humanidad, mucho antes de la estructura patriarcal de la sociedad o las glorias helénicas.

Curiosamente en La verdad y sus formas jurídicas [40] , expresa un dictamen de que el psicoanálisis ha constituido la forma más importante de cuestionamiento del sujeto  desde Descartes, lo que parece molestarle en ese momento, no es el del todo el psicoanálisis o su práctica, sino el enlace entre los términos deseo y Ley.

En el mismo texto, encontramos una serie de opiniones referentes al trabajo de Deleuze y las consecuencias de sus tesis que hablan no sólo de admiración a su trabajo, sino total acuerdo con sus tesis:

A partir de Freud , la historia de Edipo, era considerada como la historia que narraba la fábula más antigua de nuestro deseo y de nuestro Inconsciente . Ahora bien, después de la publicación, el año pasado, del libro de Deleuze y Guattari  L’Anti – Oedipe, la referencia a Edipo juega un papel completamente diferente.

(…) Edipo no sería pues tanto una verdad de la naturaleza, cuanto un instrumento de limitación y de coacción de los psicoanalistas, a partir de Freud , utilizan para contener el deseo y hacerlo entrar en una estructura familiar definida por nuestra sociedad en un momento dado. En otros términos, Edipo, según Deleuze  y Guattari , no es el contenido secreto de nuestro Inconsciente , sino la forma de coacción que el psicoanálisis  intenta imponer a nuestro deseo y a nuestro Inconsciente en la cura psicoanalítica. Edipo es un instrumento de poder , es un modo específico del poder médico y psicoanalítico que se ejerce sobre el deseo y el Inconsciente [41] .

La visión del deseo deleuziana y la afirmatividad de los procesos generados por las máquinas sociales, es completamente acorde con los planteamientos de Foucault  en torno a cómo los mecanismos de poder  engendran saber  y las formas de verdad conocidas por el hombre. Coinciden, también bastante, sus desarrollos en torno a la estética de la existencia, y el esquizoanálisis , ambos apuntan a la búsqueda de un sujeto sin amarras, libre para ser libre, en el que nada puede acabar mal porque no hay forma de ubicar un origen o meta. Ambos discursos, en nombre de una recia cólera personal, buscarían un yo liberado de los prejuicios morales y la sociedad.

Resulta válido preguntarse cuál -a fin de cuentas- ha sido y será a futuro, la relación entre el psicoanálisis  y la filosofía foucaultiana. Las preguntas han sido contestadas, a modo, por personajes ilustres como Jacques Derrida y el psicoanalista Jean Allouch.

El primero [42] llega a formular que Foucault no ha sido justo con el psicoanálisis. El segundo [43] asevera que el psicoanálisis debe buscar como base filosófica la genealogía o disponerse a no sobrevivir. Conviene adoptar una actitud de cautela ante ambas respuestas.

La afirmación de Allouch puede interpretarse como un señalamiento de que el psicoanálisis debe tomar en cuenta la crítica foucaultiana al esencialismo, pero la frase no deja de ser ambigua. No sería la primera, ni la última vez que un intelectual busca hacer sólido el psicoanálisis  sobre cierta base filosófica. Ya antes, lo han intentado otros, recurriendo a Heidegger , al marxismo, a la fenomenología, incluso la lógica formal para justificar y reforzar su práctica. Pero quizá, el psicoanálisis no necesite una filosofía de fondo que apoye sus tesis, en sí, constituye un punto de vista filosófico que es crítico a todo el resto de la filosofía.

Foucault  pretendió construir una nueva teoría del sujeto  y el psicoanálisis  no parece haberle acomodado para su proyecto. Hay, sin duda, un reconocimiento de lo Inconsciente , pero su concepción de esta dimensión no se acomoda al Inconsciente freudiano tal y cómo él lo leyó en sus últimos escritos: lingüístico, completamente sexual, atravesado por la Ley y bajo la égida de la represión. Independientemente de si el Inconsciente  tiene o no estas características, lo cierto es que él así lo concebía y ese modelo, no se ajustaba a su propósito de construcción de una nueva teoría del sujeto.

Imaginemos un inconsciente  vinculado a lo que podría llamarse una Psicología Nietzscheana. El hombre, en esa Psicología sería un conjunto de relaciones de fuerza pugnando por prevalecer unas sobre otras. La voluntad de poder  no es conciencia y no definitivamente buena voluntad. Este modelo de fuerzas en conflicto se asemejaría a los descubrimientos de la mecánica cuántica sobre el mundo subatómico.

Nietzsche [44] es radical en sus planteamientos. La conciencia aparece como aquello que Nietzsche  denomina la pequeña razón, enfrentada a la gran razón. En esta última, juegan –y quizá sería preferible hablar de danzan o saltan– las relaciones de fuerza que podrían atribuírsele a la potencia instintiva, al cuerpo.

La conciencia es, entonces, una mera emanación: un macroefecto. Derivada de otras fuerzas, no es el asiento de ningún tipo de libre elección. Una cambiante constelación de fuerzas pugna entre sí para asegurarse una cierta dominación . Cada eje particular de esa voluntad heterotópica posee su propia perspectiva, e interpreta y valora el mundo de acuerdo a sus particulares intereses. El análisis que se puede hacer es fundamentalmente gravitacional. No hay aquí, entre esa psicología y la metapsicología freudiana, ningún desacuerdo de fondo.

Pero en Nietzsche,  esa voluntad de poder  es una fuerza contra la que no hay resistencia posible. Lo que mejor se puede hacer, es, abandonarse a su empuje sin restricciones. ¿A esto apunta la estética de la existencia en Foucault?  No sería seguro. En una entrevista [45] con O´higgins, hace una diferenciación sobre la libertad de elección sexual y la libertad de actos sexuales que es pertinente a la aclaración de esta pregunta. Allí afirma, que actos sexuales como la violación no deben permitirse pues no puede tolerarse una libertad absoluta de acción.

La opción de transformación en Foucault  atiende principalmente a un trabajo individual: la ética del cuidado de uno mismo es una práctica de libertad. Después de la lectura de sus análisis sobre el poder , sorprende que se juegue por una salida optimista centrada en la intuición del bien por el sujeto. En esta propuesta hay ingenuidad política y psicológica : todo trabajo sobre uno mismo que oblitere el inconsciente deriva, para nosotros, en una técnica de autosuperación.

Nietzsche y Freud , en este sentido, son completamente deterministas, casi fatalistas: El peor enemigo siempre somos nosotros mismos y el fondo de este abismo no es asequible a la conciencia, ni siquiera a la filosófica.

Punto y aparte merecerían las menciones de Foucault a Lacan, la relación entre ambos discursos. Morales [46] se ha ocupado en uno de sus textos de transcribir un buen número de citas de Foucault en referencia a Lacan. Señala, que encuentra una «convergencia fundamental» en ambos, con relación al Sujeto. Opinamos, con más prudencia, que ambos se interesan por construir una teoría del sujeto, pero las direcciones que toman las investigaciones de ambos, difieren en método, consecuencias y objetivos. No hay isomorfismo en sus proyectos, la historia política del sujeto, no es equivalente al sujeto del inconsciente en Lacan, sino a fuerza de desconocer lo más esencial: al último Foucault, el inconsciente psicoanalítico, le parece un vicio del que hay que desembarazarse. Hay coincidencias porque la genealogía de la ética toma, sin percatarse demasiado, como musa al psicoanálisis.  

La parte terminal del recorrido de Foucault  está marcado por un gusto pronunciado por una búsqueda de «experiencias límite«. Nos preguntamos si Foucault  podría haber dado cuenta desde su filosofía, de las razones de su práctica sexual y la fascinación por la muerte. Sabemos que su búsqueda de una nueva ética del uso de los placeres le condujo a rutinas de riesgo, desembarazado de cualquier escrúpulo de conciencia.

Resultaría bien inútil juzgar ética o moralmente la conducta de Foucault , pero la descripción de sus experiencias sexuales como una búsqueda en laboratorio de novedades, que se alejaría a través de la homosexualidad y el sadomasoquismo, del aburrimiento implícito del coito tradicional, nos resulta una explicación ingenua y un pretexto para justificar actividades más bien regidas por la pasión y gobernadas por procesos a nivel inconsciente. Cualquier intención conciente de explicitar el por qué de nuestra elección o prácticas sexuales, sin importar el color, deriva en buscar una solución en la razón, a un problema que obviamente excede sus límites.

¿Necesitó un psicoanálisis  el filósofo? Difícil saberlo, sobre todo, porque esta decisión siempre implica esperanza y crédito, tanto en el método como al analista. Dos prendas que Foucault  no podía conceder a partir de cierto punto. Desde el anonimato de unas entrevistas realizadas en 1976 y recogidas por Macey [47]  nos llega su voz al referirse a los poppers y otras drogas:

«.liberan de la anatomía la localización sexual del placer (.). Besar en la boca con un placer absoluto y fantástico (.), el placer es desplazado en el tiempo y el espacio porque es desplazado en relación con su localización sexual y es desplazado en relación al orgasmo, lo que me hace preguntarme si no hay algo muy constrictivo en el reichianismo, la idea del orgasmo (.). La apología del orgasmo que hacen los reichianos me sigue pareciendo un modo de localizar las posibilidades del placer en lo sexual, mientras que cosas tales como las píldoras amarillas o la cocaína nos permiten estallarlo y difundirlo por todo el cuerpo, el cuerpo se convierte en el lugar completo de un placer completo, hasta tal punto que hemos de desembarazarnos de la sexualidad.»

Resulta difícil leer estas frases e imaginarse a Foucault  ¾forense implacable del cadáver de las ciencias humanas¾ henchido de ebriedad dionisíaca, abandonándose a sí mismo, hasta perder todo lazo con la realidad y volverse una masa de cuerpo gozoso y sufriente. Esa imagen de Foucault  hundiéndose en el remolino de los sentidos y hablando de completud y de desembarazo sexual con tanto júbilo es extravagante. No concuerda del todo con sus planteamientos del imperativo socrático definido por él mismo como: «.ocúpate de ti mismo, es decir, fundaméntate en libertad mediante el dominio de ti mismo» [48] .

El zorro parecía tener la capacidad de abandonar la filosofía para probar la vida sin la necesidad de un aparato crítico. Quizá una lección más que debamos recoger los filósofos universitarios que nos dedicamos más a los juegos de poder y a la enseñanza de la filosofía, que a practicar la filosofía. Su muerte se adelantó en sus pasos a la de su compañero de viaje y cronista incidental Deleuze,  quien se arrojó al abismo por decisión personal; también a Michel Pêcheux, que se trabó en cadenas y se suicidó en las aguas del Sena. Todas éstas, son imágenes de trágica congoja, mórbidamente alucinantes. Nos asustan y fascinan por su fuerza impía.

[1] Foucault , Michel. «La prosa de Acteón». En: Obras esenciales de Michel Foucault . Entre literatura y filosofía. Tomo I. Ed. Paidós. Barcelona 1999. P. 213.

[2] Foucault , Michel. El orden del discurso. Tusquets Editores. Barcelona 1979.

[3] Foucault,  Michel. Arqueología del saber . Ed. Siglo XXI. Tercera edición. México 1976.

[4] Macey,  David. Las vidas de Michel Foucault . Op. cit. P. 32.

[5] Miller  James. La pasión de Michel Foucault . Editorial Andrés Bello. Chile 1995.

[6] Eribon Didier. Michel Foucault . Ed. Anagrama Barcelona 1992. P. 59.

[7] Foucault  Michel. «Introducción» al libro de Binswanger : «Sobre el sueño». Obras esenciales. Vol. 1. Entre filosofía y literatura. Ed. Paidós. Barcelona 1999.

[8] Deleuze,  Gilles. Foucault . Ed. Paidós. México 1987.

[9] Foucault  Michel. Enfermedad mental y personalidad. Barcelona. Paidós 1991. P. 9.

[10] Ídem.

[11] Foucault,  Michel. Enfermedad mental y personalidad. P. 36.

[12] Foucault,  Michel. El nacimiento de la Clínica. Ed. Siglo XXI. Novena edición. México 1983.

[13] Canguilhem,  Georges. Lo normal y lo patológico. Ed. Siglo XXI. México 1983.

[14] Eribon , Didier. Michel Foucault . P. 209.

[15] Foucault,  Michel. Nietzsche , Freud , Marx. Cuadernos Anagrama. Segunda Edición. México 1981.

[16] Foucault  Michel. Las palabras y las cosas. Ed. Siglo XXI. Decimosexta Edición. México 1985.

[17] Ídem. P. 364.

[18] Ídem. P. 368.

[19] Foucault,  Michel. El orden del discurso. Ed. Tusquets. España 1999.

[20] Foucault,  Michel. Vigilar y castigar. Siglo XXI editores. Novena edición. México 1989.

[21] Deleuze,  G. y Guattari, F.  El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Ediciones Paidós. Barcelona 1985.

[22] Freud Sigmund. El malestar en la cultura (1929) Obras completas. Tomo XXI. Amorrortu editores. Argentina 1976.

[23] Foucault,  Michel. «Los intelectuales y el Poder». En: Obras esenciales. Tomo II. Estrategias de Poder. Ed. Paidós. España 1999. P. 111.

[24] Foucault,  Michel. La verdad y sus formas jurídicas. En: Obras esenciales. Volumen 2. Estrategias de Poder. P. 173.

[25] Ídem. P. 210.

[26] Autor de la frase: «La cárcel es la universidad del crimen».http://www.ucm.es/info/museoafc/loscriminales/criminales/paginas/lacenaire.html

[27] Riviére,  Pierre. Yo Pierre Riviére  habiendo degollado a mi madre, a mi hermano y a mi hermana… Un caso de parricidio del siglo XIX presentado por Michel Foucault . Tusquets Editores. Barcelona 1983.

[28] Barbine, Herculine. Mis recuerdos. Ed. Revolución. Madrid 1985.

[29] Veyne,  quien conoció al autor de manera muy cercana, expresa claramente que dicha suposición es del todo inexacta. Veyne,  Paul. «El último Foucault  y su moral». En: Estudios. Publicación trimestral del Departamento Académico de estudios generales del Instituto Tecnológico Autónomo de México. No. 9. Verano de 1987.

[30] Dreyfus,  Hubert L. y Rabinow, Paul . «Sobre la generalización de la ética». Entrevista a Michel Foucault . En: Foucault  y la ética. Editorial Biblos. Argentina 1988.

[31] Forrester  John. Seducciones del psicoanálisis P. 345.

[32] Canguilhem  Georges. «¿Muerte del hombre o agotamiento del cogito?». En: Análisis de Michel Foucault .

[33] Foucault  Michel. La verdad y las formas jurídicas. Ed. Gedisa. P. 39.

[34] Foucault, Michel. Microfísica del poder. Ed. La Piqueta. Madrid, 1978. P. 161

[35] Foucault,  Michel. Los anormales. Curso en el Collège de France. Ed. F.C.E. Argentina 2000.

[36] Foucault,  Michel. La Voluntad de Saber.  P. 99.

[37] Foucault Michel . Entrevista con los japoneses Shimizu y Watanabe. Publicada originalmente el 12 de diciembre de 1970. Obras esenciales. Tomo I. Entre filosofía y literatura. Ed. Paidós. Barcelona 1999.

[38] Foucault  Michel. Historia de la sexualidad  2. El uso de los placeres. Ed Siglo XXI. Primera edición. España 1986.

[39] Foucault  Michel. Historia de la sexualidad  3. La inquietud de sí. Ed Siglo XXI. Primera edición. España 1987.

[40] Foucault  Michel. La verdad y las formas jurídicas. Ed. Gedisa. España 1988. P. 16 -17.

[41] Foucault  Michel. La verdad y sus formas jurídicas. En: Obras esenciales. Volumen 2. Estrategias de Poder. Ed. Paidós. España 1999. P. 185.

[42] Derrida Jacques. » La historia de la locura en la edad del psicoanálisis«. En: Pensar la locura. Ensayos sobre Michel Foucault . Ed. Paidós. Argentina 1996.

[43] Allouch, J., La psychanalyse: une érotologie de passage. EPEL. Paris 1998 P. 179.

[44] : «¡Este mundo es la voluntad de poder , nada más! ¡Y también vosotros mismos sois esta voluntad de poder, nada más!». Nietzsche  Friederich. La voluntad de poder . Obras Completas. Prestigio, Buenos Aires, vol. IV, p. 801-802.

[45] Foucault Michel. «Entrevista con James O´Higgins».

[46] Morales Helí. Sujeto y estructura. Ediciones de la noche. UAG. S/F. P. 23 – 39.

[47] Op. Cit. Macey  David. Vidas y leyendas de Michel Foucault . P. 454.

[48] Foucault  Michel. Hermenéutica del sujeto . P. 142.