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El padre y la transmisión generacional del malestar subjetivo de la hipermodernidad

Erick Gómez Cobos     El padre y la transmisión generacional del malestar subjetivo de la hipermodernidad The father and the generational transmission of the subjective discomfort of hypermodernity Erick Gómez Cobos. Universidad Intercontinental y Universidad Latina. Correo: erickgoco@gmail.com Universidad Intercontinental Resumen En la actualidad cada vez nos enfrentamos en la clínica con malestar ligado…


Erick Gómez Cobos

   

El padre y la transmisión generacional del malestar subjetivo de la hipermodernidad

The father and the generational transmission of the subjective discomfort of hypermodernity

Erick Gómez Cobos. Universidad Intercontinental y Universidad Latina. Correo: erickgoco@gmail.com

Universidad Intercontinental

Resumen

En la actualidad cada vez nos enfrentamos en la clínica con malestar ligado al narcisismo o a trastornos no-neuróticos que representan un reto al trabajo en psicoanálisis, sumado a que la cultura responde a esas experiencias con el consumo y la rapidez de los medios de información, nos vemos en la necesidad de ampliar el conocimiento teórico y las hipótesis explicativas que demarcan nuestro trabajo clínico. Mucho se ha hablado de la importancia de la función del padre así como de la madre pero han sido pocos en comparación los trabajos que tratan del padre real, además los aspectos heredados generacionalmente también presentan un reto a la comprensión de los fenómenos que se presentan en la clínica en la actualidad, la unión de estos elementos se va volviendo necesario para abordar la complejidad que nos rodea. El padre, la transmisión generacional y su impacto en el malestar son tema de análisis en este trabajo.

Palabras clave: Transmisión generacional, hipermodernidad, malestar subjetivo, el padre.

Summary

Nowadays, we encounter in the clinic work discomfort linked to narcissism or non-neurotic disorders that represent a challenge to psychoanalysis, added to the fact that culture reacts to these experiences with consumerism and speed in the media.  We are therefore in need to expand theoretical knowledge as well as the hypotheses that frame our clinical work.  Much has been said about the importance of the role of the father as well as that of the mother, but there are few works that focus on the real father. Also, the generational inherited aspects present a challenge to understanding the phenomena that appears in modern day clinic.  The merging of these elements has become necessary to address the complexity that surrounds us. The father, the generational transmission and its impact on the malaise, are subject of analysis in this work.

Keywords: The generational transmission, hypermodernity, subjective malaise, the father.

El 22 de octubre del 2011 (Arcella) en el congreso de los 5 continentes se promulga la Declaración de Lyon en la cual se problematizan las consecuencias de la mundaliziación sobre la salud mental , en esta declaración se pone en evidencia que esto es un proceso que se da por el crecimiento de los flujos migratorios, los intercambios humanos, comerciales y de información generando una conciencia más globalizada en donde “cada uno es mi vecino”; a la par se da un segundo proceso que se imbrinca, este es el de la economía de mercado orientada únicamente al lucro (neoliberalismo) que construye la ideología en la que sólo la iniciativa individual es el eje de la riqueza de las naciones así como su desgracia. Esta nueva economía carece de regulación lo que favorece la codicia sin control de los que detentan el poder. Así como consecuencia, vemos efectos fastos y nefastos en términos de salud mental como los que se pueden entender desde la clínica del vacío así como aquellos trastornos que quedan fuera del marco de la comprensión de las Neurosis, como lo son las dolencias de tipo narcisista.

La contemporaneidad en sí, en lo que concierne a las personas conlleva la posibilidad de precipitar toda una serie de problemáticas que en general son reconocidas como elementos de la Postmodernidad como lo líquido de la sociedad actual de la que Bauman (2018) habla al hacer referencia a la sociedad actual no conservando una forma, sin fijarse en un espacio ni atándose al tiempo. También lo blanco de Bolívar Echeverría (2016) como la tendencia de homogeneización del hombre blanco que evita el encuentro afectivo con la otredad individual y cultural así como lo vacío de Lipovetsky (2014) en donde afirma que Narciso a desplazado a Edipo, en una sociedad saturada de contenidos con nada. Por otro lado (Moctezuma, 2013) se defiende la idea de que el discurso sobre la salud, ha quedado en un lugar en el que, no se cuestiona porque es muy obvio, además no sé toma en consideración la tendencia humana de insistir por lo peor, una tendencia que no radica en los efectos de la mundialización o la contemporaneidad, pues ha estado presente en la historia de la humanidad. El sujeto sufriente se mortifica a sí mismo de su propia tragedia.

Como la salud en la actualidad es una mercancía (Moctezuma, 2013) por fuerza habrá que hablar de política, sociedad y economía, como queda bien establecido en la declaración antes citada. Para el psicoanálisis es tarea profundizar en los fenómenos que se ven en el mundo de lo consciente para tratar de entender las motivaciones inconscientes que promueven y direccionan aquello que podemos observar en la superficie. Dentro de estas motivaciones no sólo tratamos de entender las circunstancias patológicas o de riesgo sino también aquellas de las que nos podemos valer para generar factores protectores que posteriormente puedan ser rescatados en la clínica psicoanalítica, para lidiar y prevenir lo que nos está enfermando socialmente.

Si los pacientes hoy en día pueden tener elementos en común que resuenan con lo que los sociólogos llaman hipermodernidad (Lipovetsky, 2014) o modernidad capitalista (Echeverría, 2010), sería irresponsable no mirar hacia el exterior de los consultorios para tratar de encontrar representaciones y significaciones de lo que se va presentando en los divanes. Entendemos que Freud (1930/2017) hablaba de un malestar en la cultura, el cual está instaurado en el superyó, este como portador de la moral no carga con la moral caprichosa de los padres sino con la moral caprichosa de la sociedad, y ésta se ha transformado en los últimos cien años. Una crítica probable es la de la experiencia subjetiva de cada paciente que poco tiene que ver con lo que sucede en la realidad pues ésta al final es inaccesible, pero no podemos ignorar que cada uno de nosotros toma las representaciones y significaciones, de nuestros padres en un primer momento, y estos no viven como sujetos aislados en una burbuja. Aunque el niño no sea consciente del mundo externo, éste se hace presente por medio de sus padres, ellos responden a las demandas de la realidad y se sujetan a la moral y las leyes externas (aunque las renieguen o desmientan, la negación da por sentada una afirmación).

Los pacientes en la actualidad, principalmente aquellos que se consideran como no-neuróticos se presentan con la dificultad de elaborar las experiencias cayendo en un pensamiento mágico, lo cual los hace susceptibles a padecer el dolor psíquico, una de las condiciones para que se desarrolle esta experiencia vaga y no localizable es la dificultad que el paciente muestra ante la integración de su persona a la realidad ambiental o social (Ronald, 2013). En cierta medida esta dificultad, entre otras cosas, se da por la imposibilidad (hablando de esa imposibilidad del superyó a dos voces, refiriéndose a la prohibición así como a una tarea inalcanzable [Freud, 1923/2017]) de pensar la realidad de manera onírica, no deja ,desde la perspectiva del paciente, la posibilidad de soñar pues expresa que todo está perdido y no tiene sentido intentar hacer una diferencia pues es imposible lograr cualquier cambio en el exterior.

Aunque Green (2011) menciona que el concepto fue descartado por la asociación psicoanalítica internacional por ser del ámbito de la psicología y no del psicoanálisis, retoma el concepto y las aportaciones que se hicieron en el congreso de la British Psychoanalytical Society, dedicado al dolor psíquico donde J.B. Pontalis define este dolor como una experiencia Yo-cuerpo, que no está ligada a una pérdida objetal sino a una decepción en un estado de no preparación. Estas ideas armonizan con la definición original de Schneidman (1993) y con los trabajos actuales de Ronald Holden (2013) y su equipo de investigadores. Pues el paciente no-neurótico en su estado preverbal expuesto a mayores frustraciones y a sufrir por su falta de preparación por la dificultad de conciliar al yo con la realidad social, -que sumado al fracaso del padre en sus funciones de paternaje-, hará que la ausencia de sentido de pertenencia eventualmente se convierta en una experiencia dolorosa.

Si bien estamos entendiendo que el paciente con  severas heridas narcisistas está luchando por librarse de un sufrimiento que no le permite gozar la vida plenamente, y que este dolor se acrecienta o desencadena a raíz de las problemáticas sociales que no otorgan una posibilidad de desenvolvimiento de su personalidad, independencia y potenciales creativos, sería tarea de una investigación psicoanalítica entender las motivaciones inconscientes detrás de esos fenómenos, ¿Qué predispone al paciente a la experiencia del dolor o a otras experiencias de malestar psíquico?  Y ¿Qué es lo que termina por empujarlo a cometer el acto suicida?, las hipótesis genéticas y dinámicas de la metapsicología tendrían los recursos para hacer una exploración de ese fenómeno. De acuerdo a una de las premisas básicas freudianas que es el complejo de Edipo y la tarea de la castración del padre en la intrincada triangulación, con el fin de que el niño renuncie a su omnipotencia, tolere la frustración de la realidad y así en falta salga en la búsqueda de su propio deseo, nos haría pensar que el neurótico estaría bien preparado para afrontar las dificultades del exterior con los recursos internos que sus padres han tenido a bien proporcionarle. Pero entonces qué sería de los no-neuróticos, ¿Por qué algunos estarían predispuestos a la ideación suicida y a dolor psíquico y qué salvaguardaría a este tipo de pacientes de no experimentarlo?

En esta investigación realizada como parte del doctorado en Psicoanálisis de la Universidad Intercontinental se analizaron tres casos de jóvenes entre los 28 y los 34 años cumplidos actualmente, que pasaron por un tratamiento psicoanalítico en distintos tiempos, se eligieron por el motivo de presentar experiencias similares en el motivo de consulta y en manifestaciones de malestar recurrente. Además había pautas semejantes en la relación con su Padre así como en la percepción de ellos y de la familia del abuelo paterno, se elaboró un primer análisis de los casos para determinar las categorías en común y posteriormente se realizó un segundo análisis ya con las categorías definidas. La pregunta que surgió para la elaboración de este trabajo va dirigida a entender si lo que observamos de nuestra cultura occidental actual está relacionado con el padre y la transmisión generacional. Pensando en si la modernidad fuera efecto de un mal manejo de los padres hacia sus hijos, se puede conjeturar que se busca acusar a los malos padres de los malestares que sufren las nuevas generaciones. Pero no podríamos estar más alejados de esa idea, ya que, la intención original ha ido encaminada a entender desde el Psicoanálisis nuestra cultura actual y que no se puede hablar de Psicoanálisis si no partimos desde la clínica. Fue en la clínica personal en la que al trabajar con jóvenes cercanos a los treinta se observaron algunos elementos en común en la relación con su padre, de ahí se sembró una pregunta, pues si en algo parece que no hay error es que el malestar de estos tres pacientes no es ajeno a lo que muchos clínicos observan en su consulta actualmente (Cobos, 2019).

Ahora bien tenemos un bucle o un ciclo en la idea que estamos proponiendo, si la realidad externa influye con sus ideales y sus normas morales, el niño toma sus representaciones (modeladas por las pulsiones de la madre [Eiguer, 1998]) del exterior, su moral e ideales estarán sujetos a lo que es vigente en la cultura en la que se ve sumergido, pero si en un análisis exterior, sociológico o antropológico vemos que estos ideales son absurdos o inalcanzables (el siempre más consumista) entonces qué hacen los sujetos para seguir aferrándose al cumplimiento de un imposible. Por un lado tenemos la idea de Zizek (2016) que entiende que obediencia se da ante un absurdo ya que de lo contrario no sería obediencia, de ser así internamente ha de estar ligada con el superyó y -bajo esta misma línea- a un trauma psíquico profundo; por el otro, los analistas de grupo no nos dejan pasar de largo los espacios intersubjetivos y transubjetivos, el individuo se compone de estructuras psíquicas y pulsiones, pero estas viven sujetadas a los espacios mencionados que se interconectan con el psiquismo individual usando como vehículo el lenguaje (Kaës, 2010). El lenguaje es un colonizador implacable, pide ser invitado por el psiquismo ofreciendo sus servicios y beneficios, pero una vez que lo dejamos entrar conquista todo nuestro funcionamiento, esta idea es muy importante pues del lenguaje viene la construcción del deseo, y si hablamos de deseo también lo hacemos de una Ley. Sabemos bien que la renuncia pulsional es por el bien de la permanencia de la cultura (Freud, 1930/2017), el malestar que provoca es un precio por la supervivencia de la raza, la energía de Eros se dirige al trabajo y la perpetuación, la agresión, proveniente de la pulsión de muerte, será culpa que también servirá al mantenimiento de la sociedad (Rozitchiner en Braunstein et al, 2015), quizá en esta última consigna el superyó ya no celebre como antes la detención de la agresión y su conversión en sentimientos de culpa, si no que conduce la agresión al cumplimiento de un ideal, formado por los estándares de la sociedad hipermoderna, pero que en realidad no busca el cumplimiento de estos estándares como tal tan sólo la sensación de culpa y de devaluación del yo ante los fracasos por alcanzar dichos ideales. De nuevo la cultura actual como la antigua dependería de este sentimiento de malestar para su supervivencia y perpetuación, pues se formaría en cada fallo como indispensable, especialmente en la sociedad capitalista.

Los tres jóvenes de los cuáles parte este análisis están insertados en el lenguaje, no se observa una forclusión de la ley o negación de la realidad, al contrario, la realidad pesa, y es un peso que por su levedad termina por volverse insoportable, esta levedad viene a colación porque ahora entendemos que las consignas de la cultura actual se pueden entender en una frase: “Vive tu vida al máximo y alcanza con tu trabajo el éxito”. Esta consigna aunque positiva y motivadora es una consigna que viene del superyó y volviendo al sentimiento de culpa tenemos que develar las vendas de nuestros ojos y entender que al superyó poco le interesa el cumplimiento de sus leyes, busca que el sujeto fracase y en el extraño caso de que lo cumpla sólo conseguirá sentirse más culpable pues de cada déficit de dicha la cultura obtiene elementos para continuar con su existencia, como Freud (1930/2017) lo señala al hablar de las personas más devotas como aquellas que experimentan mayores sentimientos de culpa. Volviendo a los tres casos, ellos tienen claro qué deben alcanzar  pero con el sentimiento de que no lo lograrán y aunque así fuera, finalmente no habría valido la pena. No es que acaso esa consigna suena familiar, como una voz interna incesante en el cumplimiento del deber y la renuncia al deseo pulsional. Estamos hablando, claro está, del superyó.

El superyó se compone como nos explica Freud (1923/2017) de dos elementos, las normas morales y los ideales, ambos vienen originalmente de los padres pero se enriquecen en la latencia y la adolescencia; de lo que la cultura con múltiples figuras de identificación puede proveer al adolescente. El efecto de plus-represión (1) de Marcuse (1986) se hace más presente en esta etapa, se restringe al adolescente a pensar en que exista la posibilidad de una realidad distinta a aquella en la que nos encontramos. Los tres casos analizados ni siquiera pueden pensar en otras posibilidades que les permitan llegar a la satisfacción, supongamos por ahora que esto es efecto de la cultura únicamente, es claro que no será así, pero por el momento coincide con la dificultad de poder visualizar una solución a un malestar incomprendido e innombrable, incluso en la transferencia la sensación de futilidad reverberaba. Siguiendo a Marcuse(1986), la única salida serían las fantasías ligadas a pulsiones parciales insatisfechas que por ser más primitivas y ligadas a los afectos, se escapan del dominio de la sociedad, pero al revisar los casos lo único que hacía eco en la vida afectiva era dolor y rechazo acompañado por somatizaciones.

Retomando a Althusser (en Pasqualini, 2016), entendemos que la ideología y sus rituales sobredeterminados (2) por el exterior y el mismo sujeto, en realidad están condicionados a la interpelación (3), en donde se reafirma la idea anterior el niño y el adolescente es sometido a una serie de instituciones en las que se modela su funcionamiento, se refuerza la renuncia a lo erótico y el sometimiento de la agresión con el propósito de heredar el aprendizaje y las buenas costumbres de la vida en sociedad, en cierta forma aquello que la sociedad considera necesario promover lo inserta en los nuevos individuos como un germen que al florecer, hará creer al individuo que esa idea o motivación le pertenece de manera original. Entonces por un lado en nuestros casos la necesidad de vivir al máximo (drogas, muchos éxitos escolares, laborales) aparecen en consulta como un anhelo que consideran les es propio pero que se desmiente cuando no encuentran el empuje para alcanzarlo; por el otro está la demanda familiar, ya sea que continúen con el legado de los abuelos o el de sostener a toda la familia. 

Existe una coincidencia entre los puntos nodales (4) y el imaginario social (Laclau y Mouffe en Pasqualini, 2016), en lo social se van construyendo ideologías que van de acuerdo a las necesidades de la cultura y la civilización tomando en cuenta tanto elementos psicológicos como biológicos, cada sujeto entonces se engancha con estas representaciones imaginarias que van dándole sentido al mundo cuando por medio de ciertos puntos nodales logra identificar aspectos propios de su inconsciente. El sujeto se modela por la sociedad pero al mismo tiempo la modela, en nuestros casos no es sólo las demandas hipermodernas las que hunden en el vacío y la nimiedad sus anhelos, sino que también ellos mismos encuentran significaciones a su malestar dentro de la misma sociedad, un factor conveniente para evitar los aspectos del inconsciente, negados, reprimidos, desplazados o forcluidos que están siendo parte de su sufrimiento. Retomo la necesidad de hacer énfasis en que no es sólo lo que está sin resolver en el inconsciente el verdadero culpable del malestar de los casos revisados sino que éste se refuerza y toma formas específicas en el encuentro con lo cultural, dado que el agente del malestar parece ser el superyó que se arma desde la cultura y desde los objetos internos. Si bien el trabajo psicoanalítico no puede cambiar la cultura, considero que para la comprensión de estos fenómenos no puede dejarla a un lado, aunque definitivamente el análisis se dirigirá hacia el propio sujeto quien buscará sentido y resolución a su malestar desde sí mismo y no en un intento omnipotente de reorganizar su sociedad para encontrar bienestar.

Las familias se encuentran insertas en la cultura y por ende construyen sus ideales y valores en consonancia con la cultura misma, pero lo hacen a su manera, al hablar de esta manera particular vemos que cada familia reinterpreta las normas morales y sociales desde sus propias representaciones, y modelos de identificación, de los que provienen sus ritos, mitos, valores, costumbres y leyes internas. Autores  como Matus  (1991) asumen la existencia de estructuras familiares concorde a las estructuras de personalidad, hay familias, neuróticas, psicóticas y narcisistas esta última con dos vertientes, las que se identifican con el yo-ideal y las que actúan de acuerdo al ideal del yo. En los casos trabajados para esta reflexión pensamos en familias narcisistas pero con la característica de que el elemento que las constituye es un aspecto negado que deja ver en consecuencia una tendencia omnipotente, la consideraremos una familia negativa, pues su elemento identificatorio es algo que se asume que no está. Retomando la idea del bucle, el padre primordial de estas familias, el abuelo paterno, proviene de una sociedad que saliendo de la época de posguerras no da cabida al dolor sólo al triunfo, elemento que toman a pecho logrando construir una riqueza familiar que hasta la fecha perdura pero al costo de negar un elemento doloroso, igual que la cultura misma que niega al entrar a la postmodernidad el dolor de la guerra, pues está muy ocupada celebrando el triunfo capitalista que terminará por concretarse al final de la guerra fría (Bartra, 2017). Estos abuelos, sufrieron pérdidas, al menos uno de ellos viene del exilio los otros dos sólo podemos suponer circunstancias similares.

El dolor, el trauma queda relegado al inconsciente, que como todo elemento en el inconsciente seguirá trabajando sobre el psiquismo reclamando su autenticación y representatividad en la vida anímica. Como padres estos abuelos negarán su propia castración y fracasarán en su propia función paterna (Lacan, 1956-1957), la distancia que ponen entre ellos y sus hijos no facilitará la expresión de la agresión de ellos hacia él para salvaguardar las funciones de la madre (Winnicott, 1935) y la agresión devendrá hacia el propio Yo en sentimientos de culpa, pero estamos en el entendido de que estas familias existen y perduran ante la negación de la debilidad y el sufrimiento por lo que entonces vemos en esta segunda generación una renegación, que como no puede quedar sólo como la primer negación en el inconsciente, pues desde una inicio ya se encontraba así, se actuará, la manía como manifestación de rechazo hacia ese dolor, esa debilidad que amenaza a la familia.  El paralelismo de esta experiencia pero dentro de la cultura sería que la modernidad niega el dolor, la postmodernidad la reniega en su intento de negar todos los valores de la modernidad y a la hipermodernidad sólo le queda experimentarla en carne viva. La familia paterna se manifiesta posiblemente como único nicho de salvación, no se admite la exogamia, los vínculos sólo pueden ser hacia al interior, por ello en estas familias nos encontramos el incesto y fracasos recurrentes en la formación de nuevas familias, se dan divorcios que obligan a retornar al nido originario.

Pero por qué obedecer estas consignas externas, la explicación que nos topamos es porque se han interiorizado, forman parte del superyó y del ideal del yo, el abuelo podrá presentarse como un yo-ideal pero en sus hijos ya no, pues la manía es la respuesta a este fracaso, al no poder posicionarse en el lugar del padre, actúan como si lo estuvieran. El padre en su fallo por transmitir la castración y el deseo causa en estos hijos la necesidad de encontrar un otro del padre con quien identificarse e instaurar el funcionamiento de sus estructuras psíquicas, lo harán con el aspecto negado pero como se explicó anteriormente se renegará pues entra en contradicción, con la consigna paterna y el código de la familia. Considero que el abuelo es un padre primordial porque se posiciona como el fundador de estas familias, necesitaba negar aquello que le dolía para sobrevivir, reponerse y mantener el equilibrio que dependía de él, la madre (la abuela) se vuelve cómplice de ello, actúa de acuerdo a este padre y transmite a sus hijos la necesidad de imitarlo (pero al interior sabiendo que tendrán que fracasar en ello). En la actualidad la modernidad es el abuelo primordial que se busca imitar, o relanzar al menos en el aspecto de lo ideal, como explica Lipovetsky(2014), el pasado se celebra, es una fiesta pero ya no se busca vivir bajo sus mismas consignas.

Aquí se presenta la posibilidad de una deuda afectiva inconsciente en la herencia, el abuelo niega para sobrevivir pero con el anhelo de que alguien restaurará aquello que fue dañado más adelante, los hijos interpretan esta restauración como la necesidad de mantener la ignorancia hacia el fracaso. No pueden sanar el dolor, no pueden representarlo, pensarlo o soñarlo pues desde la madre no vienen las herramientas para elaborar estos aspectos inconscientes y del padre no surge la ley del deseo sólo la del deber. Más que un padre que castre, el abuelo se ha posicionado como el padre que ha de salvaguardar a sus hijos del desvalimiento ante la realidad (Freud, 1937), se da un elemento paradójico ya que el padre hereda un dolor a elaborar, si los hijos reconocen este dolor, se enfrentarían al desvalimiento y la soledad, esto no sólo los amenazaría a ellos sino también a la estructura familiar. Un ejemplo equivalente e hipotético, sería el de desmentir la divinidad de Jesucristo, aunque los cristianos sepan esa verdad la negarán ya que aceptarla sería el final del cristianismo y sin este caerían en la desesperación al no tener el consuelo de una salvación eterna. Vivimos en una cultura en la que el malestar no está ya del todo en el reclamo por la represión de los impulsos sino en un reclamo por el fracaso de la sociedad en amparar la desesperación de la soledad humana.

La segunda generación al convertirse en padres, fallarán de nuevo ya que ellos mismos carecieron de una función paterna, y transmitirán de nuevo el dolor negado a sus hijos, la tercera generación, a ellos correspondería redimir el trauma originario. Es interesante observar cómo estos tres padres abandonan a sus hijos en los primeros años de vida so pretexto de una mala relación (destinada a ser mala) se divorcian y se alejan, delegando su tarea a sus propios padres, al menos la tarea económica ya que estos abuelos no fueron capaces de ejercer una función paterna sobre sus propios hijos, de lo contrario no estaría buscándolo para que se responsabilizaran por sus nietos. Otro elemento importante a destacar es el entrecruzamiento de la relación de pareja (Gomel, 1991), las tres madres de los casos son depresivas, en uno de ellos la madre se desentiende de ambas hijas que a edades tempranas salen de casa para sobrevivir, incluso la mayor tiene que hacerse cargo de su hermana menor y posteriormente de su propia madre que no puede sostenerse por sí misma, no está de más imaginar que esta madre se presentaba ineficiente desde un inicio al momento de maternidad a sus hijas; en los otros dos casos las madres se encomendaban a un padre superior, en un caso al suegro y en otro a Dios. El dinero toma fundamental importancia en la relación entre las generaciones, pues es el representante de la potencia y la fuerza del abuelo así como el poder de las esferas más altas de gobierno, ya que no se presenta esta fuerza en la ley si no en la adquisición y la generación de ganancias. Los nietos no se forman en función del cumplimiento del deseo sino en qué tan intensamente experimentan la vida o que tan exitosos son en sus estudios o el trabajo, lo paradójico se presenta en que en ninguna de ellas pueden hacerse presentes, ni logran el éxito ni disfrutan su existencia.

Parece que estas parejas/madres tenían que hacerse a un lado, mostrarse ineficaces y ausentarse afectivamente para que en sus hijos se transmitiera el dolor negado, pero que ya no puede ser renegado por tercera vez, los tres buscan un análisis un grito, como lo maneja Lacan (1962-1963/2006), para que el encuentro de un otro, no la madre depresiva ni el padre maníaco sino un otro que pueda ayudarles a elaborar y significar el dolor que ,como una deuda maldita, se les ha heredado. Considero que la búsqueda de un análisis además de los aspectos externos que tenían que ver con una falta de sentido de vida y relaciones afectivas tormentosas, parecía como la búsqueda de un espejo distinto al espejo familiar en el que pudieran verse más allá de lo que la familia les había depositado, así como un intento de acceder a la historia (Faimberg, 2006). Como ya habíamos mencionado con el abuelo, la historia para estas familias se detuvo, sólo lo que él y su esposa construyeron existe, los hijos y los nietos se ven imposibilitados a recomenzar el flujo del tiempo para ser partícipes de su propia historia.

Volviendo a la madre, ausente y depresiva, parece que la búsqueda de  la causa de este alejamiento se mostró infructuosa al mirar las catexias de la madre, nada se encontraba ahí para darle una explicación a su ausencia, en cambio en el padre se encuentra un objeto olvidado, renegado que servirá para sentirse parte de la familia e instaurar su propia novela familiar, aunque en los recuerdos de los tres no se llegaron a relatar momentos felices de convivencia con la familia, la apropiación del objeto trangeneracional, -pero no el madre como señala Faimberg (2006) sino del padre- , es por el anhelo de tener esa familia anhelada que brinda cuidados y afecto, consuelo ante una sociedad fría y demandante de consumo irrefrenable. En la adolescencia el Yo de los tres casos encuentra una segunda explicación, la pulsión de muerte tendiendo a la repetición de maneras particulares en los tres casos, construye la creencia de que en efecto están destinados a una vida sin sentido, los trabajos pagan poco, las relaciones son demasiado superficiales y poco duraderas, y en el caso de la mujer, lo hombres siempre tenderán a abusarla. Lo que en un inicio no podía ser nombrado o no tenía sentido para ellos cobra sentido cuando miran hacia la realidad, de ahí de las representaciones imaginarias (Castoriadis, 1981), y las ideologías (Zizek en Pasqualini, 2017) encuentran el fallo, no era el padre ni la madre sino la cultura. Esa explicación les da tiempo para seguir ignorando el aspecto negado que ahora es parte de su propia estructura.

El suicidio como idea aparece en dos de ellos y en el otro el exilio, el triunfo de la pulsión de muerte va decatectizando todos sus vínculos incluso el de su vocación, bajo los dominios de un narcisismo negativo (Green, 2012) sólo queda la desesperación, la cultura como pretexto ya no es suficiente y surge la demanda de ayuda. En la transferencia y en el setting analítico se manifiesta al inicio una fuerte dificultad a expresar afectos, hay quejas pero no sentimientos, pero como Faimberg (2006) señala fueron más los silencios que las interpretaciones las que invitaron a que pasaran de las quejas a la expresión del afecto, la manías del padre y la negación del abuelo eran elementos demasiado presentes en estos pacientes, hacían demasiado ruido, y el silencio del analista (que no era propositivo, muchas veces no sabía qué decir o cómo interpretar y prefería quedarme callado) dio el espacio a que surgieran como sujetos encaminados hacia el deseo. En uno de los casos el análisis terminó muy pronto y de manera abrupta cuando le hice una demanda, un pago que quedaba pendiente, la ilusión se rompió, la pulsión de muerte y el narcisismo reconquistaron su dominio y le pusieron fin al proceso. En la cultura, una sociedad llena de ruido, el deseo se ve aturdido y silenciado, no se encuentra la posibilidad de nombrarlo, ya que la modernidad capitalista enuncia los deseos que la población debería estar enfocada en cumplir (Echeverría, 2016; Lipovetsky, 2014; Zizek, 2016).

Contratransferencialmente en el análisis de los tres casos me topaba recurrentemente con la sensación de vacío y falta de propósito, llegaba a pensar que no tenía sentido seguirlos viendo ya que no llegaríamos a ningún lado con su análisis, me molestaba por momentos que ninguno de los tres pudiera profundizar y sólo se llegará a quejar a las sesiones, el apoyo de mis supervisores (los tres casos fueron analizados en distintos tiempos), enfoques diferentes en cada uno me restituía el ánimo para seguir trabajando con ellos, principalmente porque señalaban que si en verdad el análisis no progresaba, entonces no regresarían, esta observación fue vital pues me di cuenta que era muy raro que faltaran a sus sesiones e incluso reclamaban cuando yo me ausentaba. El espacio analítico era por un lado el esfuerzo por deshacerse de su herencia maldita y la construcción de su deseo y por otro se pensaba como un espacio en el que podían refugiarse del estruendo del exterior, (la amenaza de lo real externo) y como consuelo ante la angustia de desvalimiento. Este último elemento tenía que ser trabajado más adelante pues aquí se anudaba un aspecto de la transferencia, el conflicto se asociaba a una fundamental pregunta: ¿Por qué se aferraban al objeto causante del dolor? 

El objeto representaba al abuelo en el padre, mito de potencia ante una realidad demasiado severa para ser tolerada sin una fuerza mayor que les diera consuelo. El análisis en un inicio construía esta esperanza la de sustituir este padre primordial por un análisis que le diera sentido, explicación y consuelo a su dolor y la realidad hipermoderna. También en la contratransferencia caía en la necesidad de darles explicaciones a los tres de lo que les pasaba, en el disfraz de una interpretación me veía como tutor dándolo sentido a sus afectos y experiencias, posiblemente necesario en un inicio, pero engañoso más adelante pues más que trabajar en la construcción de su propio deseo (proyecto de vida contra proyecto de muerte) me volvía traductor de sus acontecimientos. En los dos que llevaron a término su proceso, el trabajo de análisis sí pudo dar ese giro pero no sin reproches. La elaboración del dolor propio, resultaba en la elaboración del dolor heredado, al renunciar a la herencia proveniente del linaje paterno, se volvía posible analizar su propia historia y no la de la familia.

En otro giro del bucle de lo cultural a lo individual y viceversa, lo que el análisis de estos tres casos nos lleva a reflexionar en un posible movimiento histórico, el mismo Lacan y Freud ya hablaban del declive del padre en la modernidad, y si la cultura es efecto de representaciones imaginarias colectivas entonces lo que llamamos hipermodernidad y sus aspectos tanto negativos como positivos, es consecuencia de movimientos individuales en paralelo  a un movimiento histórico. El triunfo de occidente en las guerras mundiales y en la lucha contra el socialismo posicionó al capitalismo como el padre omnipotente que con la economía todo lo puede resolver (Zizek, 2016), una generación tuvo que encarnar esta creencia, mediante el trabajo fijo y la familia, sólo podía porvenir el bienestar pero como Freud (1927/2007) diría sería el porvenir pero de una ilusión, la generación que le siguió, cercana a la de los movimientos del 68 que protestaban, como nos explica Echeverría (2016) contra el adoctrinamiento que estaban haciendo de ellos para funcionar al margen del capitalismo y el consumismo, declinó en sus protestas, se refugió en la negación; la generación subsiguiente es un entramado de la negación y la necesidad de develar la verdad, lo sociólogos (Bauman, 2018; Bartra, 2017; Echeverría,2016; Lipovetsky, 2014) señalan que la modernidad fracasó, de ahí vino la postmodernidad y luego la hipermodernidad intenta renegar su derrota pero enfoncándose ya no en lo social si no directamente en el campo individual. 

A la par de este proceso histórico vienen las familias que analizamos, se identificaban con el proceso social que los acompañaban y daban sentido a sus decisiones desde ese marco, la interpelación y la sobredeterminación se sobreponen. Los modelos ideales y morales del superyó toman su material de lo que está pasando en el exterior y que a su vez la familia le transmite. Si la modernidad hizo de los abuelos, carne de la Ley del capital, los nietos enuncian su fracaso, y el camino se separa por un lado mostrar la decepción hacia las generaciones anteriores y su fracaso así como su hipocresía ante lo que han negado, y por el otro la búsqueda individual de satisfacción ya no en el deseo, es arriesgado, sino en los placeres inmediatos y materiales. Pero en la constitución de cada individuo, y su acceso al mundo ha de quedar una garita que anhela la reconstitución del deseo, ese pequeño espacio es el que los trae a consulta, la demanda es apaciguar el dolor pero de fondo también se encuentra restituir la posibilidad de lidiar contra los misterios de la vida y la muerte.

A través de los padres se transmite una deuda, la de asumirse la Ley, y rechazar el pasado doloroso, interpreto de esta forma que el malestar subjetivo contemporáneo es una demanda de auxilio de todos los que estamos insertos en ella. Eliminar la herencia maldita, y dejar entrar el dolor que mucho tiempo se ha buscado negar, arrojar al inconsciente y olvidar para siempre. Esto de la mano del anhelo por la llegada de un padre que protege a la sociedad del desvalimiento, pero este padre no existe ni llegará la única solución es la más amarga aceptar esa verdad y asumirla pero en consecuencia nacería de nuevo el deseo, cada individuo de forma singular ha de buscar cómo lidiará con la vida y con la muerte, quizá haya testimonios encarnados de este triunfo pero son testimonios y no leyes o reglas a seguir, imitar y obedecer es apegarse a los deseos de un otro, y esto poco tendría que ver con la satisfacción propia. En cierta forma la cultura ha evolucionado y avanzado al punto en que la libertad puede ser asumida sin poner en riesgo la supervivencia de la sociedad, estamos en una época en la que es posible ser amos de nuestro propio destino por doloroso o arriesgado que eso pueda ser. La hipermodernidad actúa porque quiere aprender que ya no necesita de un modelo viejo para seguir existiendo, es una época en la que podemos reflexionar el pasado y construir el futuro siempre y cuando se renuncie, al goce inmediato, y se de lugar a la singularidad del deseo.

Finalmente, no hay que olvidar que la destructividad está en todos los seres humanos, la idea de que todo el mal desaparecerá no puede ser más que inocente e ignorante de la historia misma, en el reconocimiento del inconsciente no sólo radican los deseo eróticos y creativos, también existen elementos sádicos, destructivos, envidiosos, que buscan satisfacción, expresión, la cultura existe para protegernos de esos mismos deseos para sobrevivir en sociedad. El padre primordial es testamento de lo que puede llegar a pasar sin las limitaciones, que la Ley nos impone, lo hermanos de la horda tuvieron que prohibirse lo que ellos mismos anhelaban por el temor de asesinarse entre ellos y extinguir a la horda (Freud,1913/2007). Si la hipermodernidad habla de un malestar cultural que es heredado por la historia, es porque se anhela otra posibilidad que va más allá de los que la interpelación o las representaciones imaginarias de la sociedad nos ofrecen, el cambio de la cultura es difícil y sólo la historia determinaría su destino, pero en análisis llegan individuos buscando una historización propia, quieren descongelar el tiempo para entintar las páginas de su legado.

El anhelo de este trabajo, es dar un acercamiento a uno de tantos fenómenos que se presentan en la consulta en la actualidad. La pregunta de investigación no apareció antes del trabajo clínico si no que se manifestó dentro del mismo, los autores y las teorías actuales no fueron suficientes para explicar con precisión este fenómeno fue a partir de la conjunción de varias aportaciones teóricas psicoanalíticas e incluso sociológicas que se pudo concretar una respuesta a las situaciones observadas en estos pacientes. Esta investigación-reflexión está en un intento de dar palabra y representación a un fenómeno que ha pertenecido en el anonimato, y del cual los pacientes carecían del lenguaje para poder expresar. No se podía expresar que es lo que estaba mal en ellos o con ellos ya que no tenían los recursos para poder nombrarlo, ahora con este trabajo se busca dar a otros colegas analistas una perspectiva a situaciones que podrían estar enfrentando o llegar a enfrentar en relación a la herencia maldita desde el linaje paterno paterna.

Notas

1.- Se refiere a las restricciones específicas introducidas por la sociedad para asegurar la dominación social.

2.- Múltiples causantes de un síntoma o un elemento del contenido manifiesto de un sueño.

3.- Acto del reconocimiento con el cual la sociedad constituye a los individuos en sujetos.

4.- Estos son formas de limitar la proliferación de sentido que hace la predicación imposible. Son modos parciales de generar efectos de sentido que permiten reducir la polisemia intrínseca a lo social.

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