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Editorial #25

Julio Ortega     Este año se cumplen 20 años de camino en la Revista Carta Psicoanalítica, una revista que se fundó con analistas de diferentes asociaciones y formados todos con una pasión por el psicoanálisis, que, ante el arribo del Internet a Latinoamérica, decidimos hacer una revista mexicana pionera en su temática. Así seguimos…


Julio Ortega

   

Este año se cumplen 20 años de camino en la Revista Carta Psicoanalítica, una revista que se fundó con analistas de diferentes asociaciones y formados todos con una pasión por el psicoanálisis, que, ante el arribo del Internet a Latinoamérica, decidimos hacer una revista mexicana pionera en su temática.

Así seguimos trabajando con altas y bajas, siempre con la intención de no presentar cuentas a ninguna institución y sí de aceptar diferentes artículos y autores que hicieran patente que el psicoanálisis es una disciplina heterogénea que no admite dogmas, y se compone de prácticas múltiples, teorías diversas.

En diciembre nos reunimos a cenar en el comité editorial y hablábamos de la gran fiesta que habríamos de realizar no sólo para celebrar este largo rodar, sino también para conmemorar los 100 años de la publicación de Más allá del Principio del Placer de nuestro maestro Freud.

La vida es una apuesta, y la certidumbre no es sino una mentira mal o bien contada a veces. Hoy estamos en una situación que no podríamos haber imaginado hace unos meses, en la que nos damos cuenta de la fragilidad de nuestra existencia y lo quebradizo de nuestros saberes. Lo real ha venido a irrumpir en nuestras vidas sin que pudiésemos evitarlo.

Ahora estamos encerrados en nuestras casas, vemos a nuestros pacientes por videoconferencia y salimos únicamente por lo esencial. Quién hubiera pensado que ésta llegaría a ser nuestra realidad; una donde todo necesariamente hace cambiar al ojo nuestros panoramas. Hace poco se hablaba de crecimiento económico; ahora se habla de sobrevivencia. Antes se nombraba a Estados Unidos la gran potencia del mundo; ahora sabemos que es el primer país en contagios y la maravillosa ciudad de Nueva York es un baile de gala negra.

Edgar Allan Poe escribió un pequeño cuento alguna vez llamado La Máscara de la muerte roja. Allí describía cómo un visitante extraño y poderoso llegaba a la fiesta de un soberbio señor feudal imperial y autoritario, quien se creía a salvo de la peste tras los anchos muros de su castillo. Finalmente era alcanzado por el visitante, que no era otro que él mismo y que lo contagiaba para hacerle morir junto con sus esbirros, rémoras y seguidores, demostrándole lo infecundo de su vanidad y lo frágiles que resultan el orgullo y las certidumbres cuando se enfrenta a la muerte.

Se multiplican en este encierro las depresiones, se ensanchan los conflictos de pareja y familiares, se engrosan padecimientos mentales graves que ya estaban ahí: justo por las condiciones de encierro y angustia que se acrecientan día a día. Nos preguntamos desde nuestro encierro si podemos ayudar a estos pacientes y si el psicoanálisis, tal y como lo veníamos haciendo en nuestros consultorios con diván, es una respuesta viable para enfrentar la pandemia como hoy se nos presenta.

Y es mejor que empecemos a pensar rápido en respuestas porque esta situación no acaba de definirse. Unos dicen que la vacuna vendrá pronto, que Rusia ya casi tiene la fórmula y que ha desarrollado antivirales muy efectivos; otros dicen que quizá tengamos que estar guardados en nuestra casa por años, y que en Occidente hemos de acostumbrarnos a usar tapabocas aun cuando la tradición de nuestra vida era la apertura –  a contrario de Oriente –  al menos mientras esta pandemia dure y se encuentre una vacuna que pueda ser aplicada a toda la población.

También está el hecho de que la gente no entiende o no quiere entender que ésta es una situación extraordinaria que no permite recreos ni respiro a los cuidados que hay que mantener. La gente joven circula por las calles sin tapabocas y en pantaloncillos cortos; parece que son vacaciones. Muchos también que tienen el dinero para hacerlo, toman un avión y se van a una playa lejana.

En el pequeño y hermoso pueblo de Xico -cercano a la ciudad de Xalapa, Veracruz donde yo vivo- se realizaron las fiestas patronales a Santa María de Magdalena sin ningún recato, a pesar de que habían sido canceladas por la iglesia. En las redes sociales se puede observar que una multitud de personas está ataviada con trajes típicos, bailando, sin observar la sana distancia, sin cubrebocas. Tal y como lo describía Bataille en su libro sobre El Erotismo: jugándose por un sacrificio sagrado.

Marcel Maüs, discípulo de Émile Durkheim, afirma en su libro El ensayo del Don (1925) que los dones intercambiados crean una obligación de devolver los regalos o favores, regidos por una lógica en la que hay una prestación de bienes uterinos contra bienes masculinos. Este intercambio, que sería la base de la sociedad -según él- dará lugar a un compromiso entre donador y donante, una deuda, y una alianza que conduce a la estabilidad. Si yo recibo, entonces debo de dar, o de saber que en algún momento debo retribuir el favor. El trabajo de Maüs ha influido mucho Sobre Malinowski (quien el autor recordará cuestionó la universalidad del Edipo en su trabajo sobre La vida sexual de los salvajes del Noroeste de Melanesia en 1924, para ponerle el mote de complejo principal). También sus tesis marcaron a Lévi Strauss e incluso a Sohn – Rethel. Pero la tesis de Bataille es que el acto de amor sobre el que se basa nuestra cultura supone sacrificio, y menciona que la religión católica conserva algo de esto, empezando por el culto a una figura sacrificada.

Horst Kurnitsky, en su libro La estructura libidinal del dinero, también sostiene que el intercambio de dones no sería el mecanismo que sostiene a nuestra sociedad. Esta idea es errónea y precisamente su opuesto no es sólo sostenible, sino que hay un cúmulo de evidencias obvias que afirman lo contrario.

Desde civilizaciones muy antiguas hasta nuestra contemporaneidad, lo que ha regido y rige, es la lógica del sacrificio. El Occidente que se presenta a sí mismo como civilizado y regido por el mito del contrato social, es simplemente una fachada que oculta un fondo mucho muy siniestro; el cenote sagrado sigue ahí detrás del edificio de Le Corbusier.

La gente salió a celebrar a la Magdalena, a la Santa de los pecadores, porque no podía dejar de hacerlo, porque cualquier lógica de búsqueda de salud, o conservación de higiene, les importó poco. Prevaleció el Más allá del Principio del Placer.

Ante estos hechos extraños nos enfrentamos los psicoanalistas. No podemos dejar la espada de nuestra teoría en el suelo y correr a escondernos. También tenemos que no quitar ojo a las transformaciones que ha tenido la enseñanza del psicoanálisis en los últimos años, los videos en Youtube abundan, inundan con afirmaciones debatibles nuestro universo. Se crean “Institutos y Asociaciones“ sostenidas por la apariencia y la mercadotecnia, mezclando discursos de experimentados con improvisados.

El internet parece ser la base de muchas plataformas en las que gente sin experiencia, poca experiencia y mucha labia forma a los ingenuos que tratan de acercarse al psicoanálisis sin estar concientes de que es una tarea que toma tiempo, dinero y esfuerzo, no simplemente a partir de un diplomado de 6 meses puede alguien autorizarse como analista. Y hoy empiezan a aparecer los psicólogos de orientación lacaniana que dicen que no es necesario el psicoanálisis, que es suficiente con conocer la teoría. Todos estos horrores son la marca de nuestro horizonte.

Es cierto, debemos transformar nuestra clínica y quizá algo de nuestra teoría -ya se verá en el caso-, pero no podemos seguir repitiendo fórmulas ni recitando frases. El asunto es que sigamos adelante aún de las maneras incómodas y distantes que representa la atención a la distancia, intento que a muchos colegas aún se les hacen inverosímil. Pero hay que seguir en la ruta de lo imposible con la mayor seriedad posible si verdaderamente queremos que nuestra disciplina sobreviva.

No es desde luego un tiempo de celebración; el cielo está gris y todavía parece que falta que llueva más desventura, antes de que lleguemos al final de estas sombras. Sin embargo, creo que entre tanta tristeza puede dar algo de gusto y para nosotros orgullo en el comité editorial que esta revista siga en el aire para nuestros lectores y que estos nos acompañen no sólo en este espacio, sino en los puestos de Twiteer y Facebook, el Cine club Carta psicoanalítica en Facebook también que siguen atrayendo la atención del público.