El fantasma incestuoso: deseo del hijo
María Isabel Ortigoza Capetillo
Devenir madre, desde luego no es llevar a cabo su «naturaleza»,
sino confrontarse de golpe con el «lote» de sus conflictos.
Assoun
Freud emplea el término «fantasma» para referirse a una escena que se presenta a la imaginación, se opone a la realidad, dramatiza un deseo inconsciente y evita una consecuencia traumática. El sujeto invariablemente desempeña un papel en esta escena. Dentro de la explicación acerca de cómo se constituye el sujeto femenino, el concepto de fantasma aparece ligado a diferentes escenas fantasmatizadas como puntos cruciales que velan la castración y a partir de las cuales la niña hallará el camino hacia el objetivo : ser mujer.
Así, el fantasma de seducción, de flagelación y el del tener un hijo del padre se hallan en el momento del complejo Edipo para la sujeto femenino tal como lo concibió Freud. En el caso del fantasma Edípico, que habla del deseo de la niña de tener un hijo del padre ¿que papel vital desempeña en la constitución del sujeto femenino? ¿cómo se constituye? ¿a que deseo inconsciente remite? ¿a qué lugar viene el deseo del hijo para el sujeto femenino? Estas son algunas cuestiones que se trabajarán en este texto.
Según Freud el deseo de la niña de tener un hijo del padre tiene sus bases en la envidia fálica. Es la culminación de un largo recorrido que va desde la fase preedípica incluyendo el estadio oral, anal, la actividad masturbatoria a la fase Edípica y la nueva elección de objeto. Es también la misma vía que conduce a la feminidad «normal» como Freud le llamó. Vía cuyo tránsito incluye el paso por la identificación masculina, el deseo del órgano primero al deseo de hombre después, como sustituto del órgano posibilitándose mediante el deseo del hijo del padre. Vía además que constituye una transición desde el amor de sí mismo, narcisista a la elección de objeto.
En l925 Freud hace un descubrimiento que será una postulado fundamental en la teoría y en el estudio de la sexualidad femenina: la explicación de la disimetría entre los sexos a partir de cómo cada sexo vive la angustia de castración. Dirá: Mientras que el complejo de Edipo del varón se va al fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e introducido por éste último 1. El niño sale de la situación edípica por la angustia de castración, su equivalente en la niña la envidia fálica la introduce a ella.
Con este hallazgo se vislumbra para la niña un desarrollo distinto; los avatares de que está hecho el camino de la niña hacia la feminidad, transitaran por parajes desolados que mantendrán a la niña mirando espejismos mientras busca manantiales: así, irá de una supuesta fase masculina a una femenina y de un cambio de objeto de amor a otro. Situación que el sujeto masculino no necesita hacer.
Esto es, en la teoría psicoanalítica freudiana un punto de explicación de la constitución de la sujetos a partir de la concepción de una sola libido, la masculina para ambos sexos. Sólo hay una libido, la otra , la femenina no tiene representación. En el plano simbólico no hay el símbolo que represente a la mujer. Dependiendo de cómo los sujetos se inscriban en relación al significante fálico será su asunción como ser sexuado. A pesar de los esfuerzos que Freud hace de 1925 a 1932 cuando intenta obtener las consecuencias de las diferencias entre los sexos hay en su visión un traslado al «otro sexo» de los elementos sacados del análisis del sujeto masculino. Lo que esto prueba es la dificultad para concebir al «otro sexo»; En Freud, la feminidad se conceptualiza como un «otro sexo».
Freud concibe la forma femenina del complejo de castración como un punto crucial del destino de la feminidad, un momento de encuentro con lo real de la privación, un conocimiento con lo que el sujeto femenino se ve enfrentado a una elección: renunciar al goce fálico, rebelarse contra la privación del falo adoptando una actitud de desafío o consentir, tomando al padre como objeto y hallar el camino hacia la feminidad, sumergiéndose y fantaseando en la forma femenina del complejo de Edipo. Tres caminos ante los cuales la verdadera mujer no se perderá. Ella «sabe».
Es la función imaginaria del falo, el pivote del proceso simbólico que lleva a la niña a preguntarse sobre su sexo mediante el complejo de castración. A la vista de los genitales femeninos el niño reacciona con horror frente a imagen incompleta y angustia ante la supuesta consumada amenaza de castración. La niña En el acto se forma su juicio y toma su decisión. Ha visto eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo. Con esta expresión pareciera que Freud hablara de la naturaleza de un acto evidentemente femenino como inicio del camino que llevará a la niña a convertirse en mujer. ¿Qué es lo que la niña ve, comprende y concluye?. Hay una intrusión de lo real en el triángulo preedípíco imaginario que desestabiliza a la niña y la divide en su deseo provocándole angustia. Ella no tiene el órgano real, es diferente; La madre tampoco; La niña asume la castración como un hecho consumado lo que no quiere decir que se ahorra la angustia. Su genital se configura en el arquetipo de incompleto, vacío e imperfecto que es también la diferencia en relación al otro. Ella es diferente, distinta, otra, sin símbolo que la represente, sin acto que la defina; ser mujer aún implica un largo camino por recorrer no tan desconocido para ella.
En el plano simbólico, ella se asume en una ausencia. La diferencia de los sexos en la teoría freudiana se constituye desde un principio alrededor de la noción de falta. Lo único que diferencia al órgano genital femenino del masculino es que le falta algo en el orden de los imaginario. Lo que postula la existencia de un objeto faltante en sí mismo imaginario que es el falo. Este objeto imaginario sostienen en su totalidad la fantasía alimentada por el niño cuando persiste en concebir como faltante algo que él imagina debía estar allí.
La niña comprende que no tiene el órgano, se siente privada de algo tan valioso, sabe lo que quiere y como obtenerlo para compensar esa falta. Pareciera que para la niña se juega en un momento todo, como un acto en que ella se figura ante la imagen de la falta como siendo ella, niña a partir de percibirse en esa imagen del otro, la madre en falta, identificándose a ella, y desafiando sin colocarse en ese lugar.
No es el órgano que falta sino lo que esto simboliza dentro de la triangulación edípica primordial, el falo que falta a la madre y que no puede aceptar no más ser ella. El falo está faltante es a buscar del lado del padre. Él lo va a dar en forma de regalo: un hijo: Ser el falo o tener el falo como identificación con el significante del deseo.
La niña se forma un juicio acerca de sí misma como siendo diferente y desafiando al otro. Toma su decisión, no lo tiene pero quiere tenerlo ¿quiere tener que? No el órgano real sino lo que éste representa como significante. Tenerlo para Freud equivale no a tenerlo como órgano genital masculino en su realidad biológica sino a tenerlo en el papel que éste órgano representa en el fantasma. Es decir en su dimensión imaginaria y simbólica denominándose falo. El órgano real y el hijo sustituto corren gravemente el riego, tanto el uno como el otro de resultar insuficientes para significarlo. Un hijo es importante en el deseo de la mujer, más no todo el deseo de la mujer es el hijo: se trata de un anhelo fálico, que para algunas mujeres se sintetiza en el deseo de tener un hijo, y para otras como tal, anhelo fálico, no es transparente, se escamotea fácilmente y puede referirse a un objeto indefinido.
La niña sabe que es diferente, más se rehúsa a aceptar el hecho de su castración, se afirma y acaricia la convicción de que empero posee un pene, y se ve compelida a comportarse en lo sucesivo como si fuera varón. 2En este lugar sobreviene la envidia fálica y con ella las consecuencias:
La herida narcisista: Ella admitirá la falta con la consecuente herida narcisista, portará la cicatriz siempre sangrante de un sentimiento de inferioridad, se explicará la falta de pene como castigo personal efectuado sin advertencia a la masturbación y al hecho de que una parte del cuerpo se pierde como se perdió el pecho y las heces; Algo se pierde, pero ella mantendrá la esperanza de recobrarlo algún día y se consolará con el hijo. Mientras tanto empezará a compartir» con el varón el menosprecio de sí misma por ser dotada de un sexo mutilado, acaso también la vergüenza por ello mismo la acompañe en su vida.
La envidia fálica: Manifestada en forma de celos, tristeza y pesar por el bien ajeno, le deja el camino de emular la acción del otro o bien de limitarle procurando igualarle o excederle. El niño a quien pegan en la fantasía de flagelación es ese niño rival que debe ser castigado por ceder a su deseo cosa que ella también quiere pero al no tener, no se asume con derecho o bien dice Freud, la fantasía merece otra interpretación, el niño golpeado-acariciado en ella no puede ser otro que el clítoris mismo. El niño que ella es en la fase masculina cuando se considera dotada de un genital. No es que la niña fantasee ser aún «más castigada» sino que si ese niño es su clítoris mismo, es a su vez fuente de excitación sexual o sea, es miedo-deseo como secuela del desear.
También ese niño es el niño preferido de la madre que ella no puede ser dada su «falta»y él si puede ser el falo, eso que la madre desea, busca y le completará. Si ella no tiene es a no representar su deseo, ya que el niño si puede desear y ella no, por lo que ella rechazará su actividad onanista y se prohibirá ese goce; la castración para ella designa también el deseo sexual exclusivo para el varón.
Al prohibirse ese goce, como perteneciendo al varón o envidiándolo ella se abre la posibilidad de un espacio de goce más allá; goce en la prohibición en la privación y en la envidia que será sustituido por otro; por un goce más allá del goce fálico.
Desligamiento de los vínculos tiernos con la madre: La intrusión de lo real en el triángulo preedípico lo transforma, de algo placentero a la angustia. Ella vivía «enamorada» en la creencia de ser el objeto de su deseo ; al comparar su genital con el masculino se siente menospreciada y culpa a la madre de ello. Dentro del triángulo edípico ser madre ocupa un lugar del poder, ella es omnipotente, es todo lo que el niño quiere, hasta que la madre misma posibilita la entrada del Nombre del padre. Si ella culpa a la madre de no haberla dotado de un genital es entonces que cobra significancia además los lazos preedípicos incluyendo a la madre amada como habiéndola privado del órgano real.
Ella supone que la madre prefiere al niño y al padre lo que la lleva a identificarse al falo para serlo por la vía primero de obtenerlo. Ese primer amor, apasionado se hecha a perder no sin consecuencias en la vida de la mujer: Esa pasión primitiva intensa, la deja marcada de por vida, como «un mal de amor» que en su origen tiene ese final y es incurable, acaso resignificado cuando ella sea madre a su vez.
La niña buscará al padre esperando de él muchas cosas: que su amor le cure el desencanto; que con su mirada ella se vea mujer; que sea su refugio, ese puerto donde ella arribará después de la tempestad de la que debió librarse en las aguas turbulentas del amor materno. Ella reprocha a la madre o bien la considera responsable de su falta y también la rechaza con hostilidad, odio y rivalidad cuando sabe que es niña y no mujer ante el padre, más querrá serlo para ser amada por el padre.
Sobre todo esto subyace la mirada de la niña hacia la madre; ante la imagen castrada de la madre amada, más que la desilusión, el horror ante la falta percibida en el cuerpo del otro que remite a la propia falta. Forma de salvarse a sí misma es rechazar en el otro lo que no puede aceptarse en sí misma. La madre no posee el falo y ella no puede ser el falo para la madre. La niña renuncia a ese goce, no puede ser objeto de deseo de la madre, goce del que no se recuperará y al que debe rechazar para alcanzarlo en el lugar que le corresponde siendo mujer cuyo deseo estará marcado por la ley que coloca al sujeto femenino del lado de ser mujer.
La niña se desligará de la madre como un amor sin promesa ni esperanza de ser sustituido por un objeto semejante como en el caso del niño. Ella deberá perderla para llegar a ser mujer. Y la madre ¿qué hace ante esto? ¿cuál es la demanda en la relación de la niña con el Otro materno?. Ella posibilita la entrada de Nombre del padre, llama al padre serlo para la niña que se hace mujer.
La entrada al complejo de Edipo: Freud la sintetiza de la siguiente manera: ahora la libido de la niña se desliza – sólo cabe decir: a lo largo de la ecuación simbólica prefigurada pene= hijo a una nueva posición. Resigna el deseo del pene para reemplazarlo por el deseo del hijo, y subraya Freud, con este propósito toma al padre como objeto de amor. 3 Constituye este paso el camino para la elección de objeto. Según Freud, el deseo del niño viene al lugar de un sustituto simbólico del pene que le ha sido negado. Quiere decir Freud que la niña va al padre por el deseo del hijo. Que la niña va al hombre mediante el deseo de hijo, que la niña deja a la madre también porque ella no puede darle el hijo, que la niña quiere el hijo como sustituto del pene y como representante simbólico de la feminidad. Es el camino también para hacerse falo , objeto de deseo. Además señala Freud, este proceso comprobado en la situación analítica, puede tener sensaciones corporales que han de apreciarse como un prematuro despertar del aparato genital femenino. 4 La niña en la fase fálica, fase de organización genital infantil, se anticipa a la organización genital unificando las pulsiones parciales a la primacía de los órganos genitales. Punto que a de verse también como la manera en que debido a este conflicto la unificación como en el caso del varón es distinta, marcando ya un «más allá» en lo genital.
Ahora en el triángulo amoroso ella mira a otro lado, ya no a la madre, que pasa a ser rival –ella si es mujer para el padre, en lo imaginario siendo privada, en lo simbólico representando la falta y en lo real siendo el objeto de deseo de padre. ¿qué tiene la niña para competir? Ahora mira al padre para hacerse mujer, para ser amada por lo que es, para refugiarse de su desesperación y sobre todo para permitirse desear. El hijo, será el consuelo. El deseo de un hijo del padre es lo que le va permitir a la niña sostener su deseo y sostenerse a sí misma en el nivel de su deseo que desaparece.
El deseo infantil de tener un hijo, dice Freud en Un sueño como testimonio es la expresión infantil para el deseo de las relaciones sexuales. Así deseo del hijo, está vinculado con el deseo del placer sexual.
La diferencia entre el niño y la niña en cuanto a esta fase del desarrollo en la teoría freudiana, es una consecuencia de la diversidad anatómica de los genitales y de la situación psíquica enlazada a ella, lo que corresponde al distingo entre castración consumada y mera amenaza de castración. El niño con la amenaza de castración de parte del padre, sale del Edipo y la niña ante el hecho consumado intenta negarlo o bien mantener la esperanza de resarcirse a través del hijo, así entra a Edipo. La pregunta por el ser mujer, pasa por el deseo de tener un hijo.
En l9315, Freud señalará los efectos del complejo de castración en la mujer, Ella reconoce el hecho de su castración y, así la superioridad del varón y su propia inferioridad, pero también se revuelve contra esta situación desagradable. Quiere decir Freud que ella después de esa primera mirada de la imagen en falta del otro, aunque ella comprendía ya, hubo el tiempo para concluir y re- conocer, de tal manera que «admite» el hecho de su castración. A ella no le falta nada, más está castrada simbólicamente. No es que el hecho de considerar consumado no le provoque angustia. Ella la vive como un fantasma de mutilación de su cuerpo, castigo, vergüenza por el genital otro extraño, oculto, misterioso, y «menospreciado» de pérdida real de una parte del cuerpo , de ser menospreciada o mirada inferior por lo que es. Lo vive como una cambio en la percepción sobre la sexualidad, ante la idea de que todos los seres tienen pene, reemplazando por las mujeres no, están castradas y colocándose dentro del otro lugar relativo a ellas. Se trata de la castración, que implica unas elección, enfrentar no aceptar o negarla.
Para la mujer, la realización de su sexo se logra mediante un rodeo adicional que va de la madre al padre pero surgido a partir del camino de la castración misma que resignifica la relación predípica con la madre.
UN HIJO ES UN REGALO:
Por qué falta un mito analítico en lo que se refiere al interdicto del incesto entre el padre y la hija.
Lacan.
En l924, en El sepultamiento del complejo de Edipo, Freud dice El complejo de Edipo de la niñita es mucho más unívoco que el del pequeño portador del pene(…) es raro que vaya más allá de la sustitución de la madre y de la actitud femenina hacia el padre. La renuncia al pene no se soportará sin un intento de resarcimiento. La muchacha se desliza –a lo largo de la ecuación simbólica diríamos- del pene al hijo. Su complejo de Edipo culmina en el deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir como regalo un hijo del padre, parirle un hijo. 6Deseo, dirá más adelante Freud, no se cumple nunca, permanecen en lo inconsciente y conservan una fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual.
La niña pasa con el fantasma de posesión de un pene a la fase propiamente femenina y pasiva que le corresponde en la que antes de esperar algo del padre, ha tenido que reconocer su propia falta. Falta que debía descubrir en primer lugar en la comparación desfavorable para ellos de sus órganos genitales con los del alter ego masculino
La niña fantasea recibir de regalo del padre un hijo como una muestra de amor , consideración o de reconocimiento a su ser diferente. Es también un obsequio que el padre le da como una ofrenda para complacerla, lo da con amor para gratificarla, le dona algo de él que es especial para ella. Como prueba de amor, como deseo del padre y como reconocimiento y homenaje a su ser mujer.
En éste sentido, el niño aparece como símbolo del amor al Otro, como prueba del amor del padre y del deseo del Otro.
Si ella lo que quiere es dar un regalo al padre es para satisfacer la demanda, deseo del padre que ella devenga mujer. El fantasma incestuoso de tener un hijo del padre viene a marcar con su presencia la respuesta del sujeto a la demanda o sea la significación de su necesidad. Significación que proviene del Otro en la medida en que de él depende que la demanda sea colmada. Demanda del padre que llega hasta los límites del ser haciendo interrogar al sujeto femenino sobre la falta y su deseo.
¿Porqué la niña pide al padre un hijo?: La niña va al padre en el momento que declina su gran amor; el padre viene en sustitución de la madre, el objeto padre sustituye al objeto madre, por propia elección o alternativa a la salida de la castración. Va a él como a un puerto dice Freud, hay una pasión vacante, después de la decepción amorosa. Lo hace su preferido es su única alternativa dentro del triángulo amoroso y esperanza de ser. ¿qué quiere ella? Un antídoto contra el propio dolor de la pérdida de la madre, resignar su amor, un nuevo amor sobre los destrozos del otro, ser amada como es; quiere el amor y el hijo se impone a toda mujer como la prueba de la verdad de ese amor, de ese lazo simbólico y del acceso del hombre como una realización del deseo fálico.
La niña quiere desear, después de la madre. Un deseo que le garantice el sacrificio del amor materno, quiere una prohibición además, para asegurar su deseo. Quiere su mirada, la necesita como promesa de esa imagen de mujer reflejada en sus ojos. Ella necesita al padre como hombre fálico para idealizarlo, para hacerse amar de él y sostener su deseo. El deseo del hombre mediante el penisneid. El deseo del hombre para obtener el amor, la angustia de castración la vive como angustia a la pérdida de amor.
La angustia de castración, no es, desde luego, el único motivo de la represión; ya no tiene sitio alguno en las mujeres, que por cierto poseen un complejo de castración, pero no pueden tener angustia ninguna de castración. En su reemplazo aparece en las de su sexo la angustia a la pérdida de amor, que puede dilucidarse como una continuación de la angustia del lactante cuando echa de menos a la madre. 7 Si bien, Freud esta estableciendo una relación entre la angustia de castración como resignificantes de las pérdidas anteriores, angustia de castración, separación de la madre, para la mujer está jugado de manera distinta ya que ante el hecho de la «supuesta castración» ella se desliga de la madre o bien la pierde, manifestándose como angustia a la pérdida del amor y protección de la madre. Angustia que subyace en la mujer adulta dependiente de los lazos maternos impidiéndole hacer los sustitutos consecuentes a la pérdida, como es el deseo sexual, el deseo por el hombre etc., impidiéndose así el paso de niña a mujer.
Así Freud dice: Son muchos los seres humanos que no pueden superar la angustia ante la pérdida de amor, nunca logran suficiente independencia del amor de otros y en ese punto continúan su conducta infantil(…) Es evidente que las personas que llamamos neuróticas permanecen infantiles en su conducta hacia el peligro y no han superado condiciones de angustias anticuadas. 8
¿Cuál es la explicación teórica que da el psicoanálisis freudiano a la sustitución simbólica de un deseo por otro?: En l917, Sobre las trasposiciones de la pulsión, en particular del erotismo anal, Freud dice que en las ocurrencias, fantasías y síntomas, los conceptos de caca ( dinero, regalo) hijo y pene se distinguen con dificultad y fácilmente son permutados entre sí; En la mujer hacen referencia al deseo reprimido de poseer un pene; sino es así es que su lugar está ocupado por el deseo del hijo como sustituto de lo otro que la naturaleza se vio precisada a negarle. Afirma además que el destino de ese deseo infantil será el sustituirse por el deseo del varón, así el varón es aceptado como un sustituto de ese deseo. De este modo se posibilita a esas mujeres una vida amorosa según el tipo masculino de amor de objeto, que puede afirmarse junto al genuinamente femenino, derivado del narcisismo.
Así en la teoría freudiana la fantasía incestuosa de la niña se halla explicada dentro de la lógica del significante fálico y relación a los nexos que en lo inconsciente se establecen con otros: caca- dinero- regalo- hijo- pene, donde se tratan como equivalentes y subrogados mediante símbolos comunes. Y también como sustitutos simbólicos de la pérdida de amor. Freud explica: (…) ese antiguo interés por la caca se traspone en el aprecio por el oro (Gold) y el dinero (Geld), pero también hace su contribución a la investidura afectiva del hijo y del pene. 9(93) Los nexos hacen referencia a los cuerpos sólidos que al penetrar o salir excitan un tubo de la mucosa en el recto y la vagina; a algo a lo que se renuncia o se intercambia como son los dones de amor; a objetos separables o partes del mismo cuerpo y a objetos de intercambio en la relación con el otro que investidos afectivamente corresponden a la pregunta por el deseo sexual, a la moción pulsional, la relación con el otro, como forma de relación donde la pérdida, el amor, el deseo sexual y el goce se concatenan estructurando al sujeto.
En Freud todas equiparaciones simbólicas corresponden a una lógica implícitas en sus formulaciones que de acuerdo a Lacan no hacen referencia al órgano en si sino a la representación que este desempeña en el fantasma. Para el sujeto femenino el hijo apaciguará la envidia del pene, será además la prueba del amor, y la vía para asumirse en la feminidad.
EL HIJO: DESEO FEMENINO POR EXCELENCIA.
El deseo del hijo, es en Freud el deseo femenino por excelencia, lo que equivale a señalar que será a través de ese deseo, la niña se ubica del lado de los sujetos femeninos estrictamente hablando como lo postula dentro de lo que llamó la feminidad normal. Dijo Freud: el deseo con que la niña va hacia el padre es sin duda originariamente el deseo del pene que la madre le ha denegado y ahora espera del padre. Sin embargo, la situación femenina sólo se establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del hijo, y entonces, siguiendo una antigua equivalencia simbólica, el hijo aparece en el lugar del pene. 10 Si bien, ese deseo es femenino, procede de otro anterior de carácter masculino que a su vez, por intervención del padre, se trasmudará en deseo del hombre como portador del órgano y dador del hijo.
Es la más intensa meta de deseo femenino. Es grande la dicha cuando ese deseo del hijo halla más tarde su cumplimento en la realidad y muy especialmente cuando el hijo es varón Más adelante dirá, Sólo la relación con el hijo varón brinda a la madre una satisfacción irrestricta; es en general la más perfecta, la más exenta de ambivalencia de todas las relaciones humanas. La madre puede trasmitir sobre el varón la ambición que debió sofocar en ella misma, esperar de él la satisfacción de todo aquello que le quedó de su complejo de masculinidad. El matrimonio mismo no está asegurado hasta que la mujer haya conseguido hacer de su marido también su hijo, y actuar …la madre respecto de él. 11
Para la mujer colocarse en el lugar de la madre y adoptar una posición maternal, es un lugar de poder y saber que le confiere además una imagen de feminidad. El hijo es el consuelo que la naturaleza le prodiga ante el desafío. Ella, incluso elige como actividades profesionales aquellas que se relacionan con la función de ser madre, en las que sublimiza la envidia, el desafío por la ternura y cuidado y atención que puede prodigar a los otros que ubica en el lugar de hijos.
En Las formaciones del inconsciente de l957, Lacan aborda de manera directa la función del significante en el inconsciente y al respecto del deseo femenino dice: La envidia del pene tiene varios sentidos: uno de ellos es la fantasía de tener u hijo del padre, o sea el pene en su forma simbólica. En donde se encuentran intrincados la frustración, la privación y la castración.
En Freud, la niña es llevada a una posición más normativa por la experiencia de la decepción. La dimensión del deseo y de la demanda prevalece aquí, y así se puede comprender la función del falo como significante de la carencia, de esa distancia entre la demanda del sujeto y su deseo
Para la niña, el complejo de castración se presenta primero como un reproche, un rencor hacia la madre, a lo que vienen agregarse todas las frustraciones anteriores. Aquí el padre llega en posición de reemplazo; el pene real de padre es el sustituto simbólico de aquello que la chiquilla vio como frustrada. Ella pasa entonces al nivel de la privación con las crisis que esto provoca: o renunciar al objeto – el padre- o renunciar a los instintos identificándose con el padre. Se ve el dilema de la mujer: Para encontrar la satisfacción instintiva de la maternidad, debe pasar por las vías de la línea sustitutiva –pene, hijo-; pero en la línea de su deseo se ve hasta cierto punto en la necesidad de ser ese falo en tanto es el signo mismo de lo deseado. Este es el origen de la profunda Verwerfung de la mujer, de su rechazo como ser, el «extrañamiento» de su ser en aquello que debe parecer. Pues en tanto se exhibe y se propone como objeto de deseo, se encuentra identificada de una manera latente con el falo, ese significante del deseo del otro. 12
Tanto Freud como Lacan, en ciertos momentos donde la escritura no alcanza para definir a la mujer, de pasada hablan de un instinto maternal en la mujer como algo que de cualquier manera subyace en ese deseo de tener un hijo. El hecho de que ella posea un cuerpo con caracteres biológicos femeninos preparados para su función propia de la especie, si no lo determina como dispuesta y deseante para tener un hijo si la marca como un sentido de ser mujer. Acaso Eva poseía una conciencia primordial de fecundidad, ya que la mujer estaba hecha para eso, para crear y engendrar vida, lo que equivale a existir para el movimiento, para el cambio de un estado a otro lo que de alguna manera explica su espíritu transgresor.
EL HIJO, UNA ELECCIÓN NARCISITA.
La elección del objeto narcisista de ciertas mujeres será según Freud otra consecuencia del penisneid. En la Introducción al narcisismo (1918) Freud define como narcisista la forma característica de la elección de objeto de la mujer. En la niña con el desarrollo puberal por la conformación de los órganos sexuales femeninos parece sobrevenirle un acrecentamiento del narcisismo originario. Tal mujer solo se ama a sí misma, su necesidad no se sacia amando sino siendo amada y se prenda del hombre que le colma esa necesidad.
Según el tipo narcisista se ama entre otras razones, a la persona que fue una parte del sí-mismo propio. ¿Cómo ama una mujer una parte de sí misma, independiente de cómo fue concebida? El hijo para la mujer es amado por ser una parte del cuerpo propio que deviene un objeto extraño al que por eso puede brindarse amor desde el narcisismo el pleno amor de objeto. Pareciera tan sencilla esta explicación, sin embargo la mujer necesariamente amará al hijo desde el tipo de amor narcisista cuando se trata de amar una parte de sí mismo, de un cuerpo extraño al que le da vida en su vientre y siente crecer durante meses. «Dar a luz», desgarrar las entrañas, parir lo concebido, producir vida, formar seres, dar vida y trascender a través de ella como siendo y teniendo el falo .
EL HIJO EN EL LUGAR DEL FANTASMA:
El niño viene a ocupar un lugar para la madre: el de renacimiento y reproducción del narcisismo propio. De ahí la sobreestimación del hijo que constituye una marca inequívoca que se aprecia como estigma narcisista y en el caso de la elección de objeto está presente para los padres en sus vínculos afectivos.
Así el niño viene a desempeñar para los padres el lugar del «niño perfecto» , lo que encubre y olvida todos los defectos propios. Punto que mantiene relación con la desmentida de la sexualidad infantil. 13
El niño también renueva los deseos a los que renunció. Viene al lugar de los deseos inconsciente infantiles que debieron reprimirse. Para ella, el deseo infantil de tener un hijo del padre, y con ello los conflictos de amor y sexualidad a que debió renunciar o que constituyen el fantasma incestuoso. El niño debe tener mejor suerte que sus padres, no debe estar sometido a las necesidades objetivas cuyo imperio en la vida hubo de reconocerse. Enfermedad, muerte, renuncia al goce, restricción de la voluntad propia no han de tener vigencia para el niño, las leyes de la naturaleza y la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser de nuevo el centro y el núcleo de la creación(…) Debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de los padres; el varón será un gran hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para la madre. 14
Termina señalando Freud : El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmoralidad del yo que la fuerza de la realidad asedia duramente ha ganado su seguridad refugiándose en el niño. El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su trasmutación al amor de objeto revela inequívocamente sus prístina naturaleza.
En un breve texto de Lacan, denominado Dos notas sobre el niño (1963) la cuestión acerca del niño esta conceptualizada como un síntoma que habla de una verdad de lo que hay como sintomático en la estructura familiar. La articulación se reduce mucho cuando el síntoma que llega a dominar compete a la subjetividad de la madre 15. Aquí el niño esta colocado directamente como correlativo de un fantasma, sobre todo cuando no hay o falla la intervención de la función del padre, el niño queda expuesto a todas las capturas fantasmáticas. Se convierte en el «objeto de la madre»y su única función es entonces revelar la verdad de este objeto. 16
El niño viene al lugar entonces de objeto a en el fantasma, que habla del deseo de la madre, de su verdad en cuanto su estructura neurótica, perversa o psicótica; El síntoma del niño da cuerpo a su verdad, a lo que le falta, concretizándolo en algo real que constituye el objeto mismo de su existencia: Como respuesta al deseo enigmático del Otro (che voui) lo que se quiere, se exige y se espera de ella como sujeto femenino; Para sostener su deseo sexual siendo madre como la función más representativo del sujeto femenino; Y para sostenerse a sí misma en el nivel de su deseo que desaparece ante el hecho consumado de la castración.
El hijo ocupa un lugar como fantasma en la estructura simbólica; la estructura es una imagen puesta a trabajar en una estructura significante. El falo como significante sin significado del deseo, que en el plano imaginario refiere a lo que ella desea incluso «más allá» del hijo, objeto al que el niño se identifica. Mirándolo desde el plano simbólico, y en lo que refiere a la asunción de la mujer a su sexo cómo significante fálico.
Notas
1 Freud: Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. p 272.
2 Ibíd., p.272.
3 Ibíd., p. 274.
4 Ibíd., p. 274.
5 Freud : Sobre la sexualidad femenina
6 Freud: El sepultamiento del complejo de Edipo, p. 186.
7Freud: 32ª conferencia: Angustia y vida pasional, p.80.
8 Ibíd., Freud, p 82.
9 Ibíd., Freud, p. 93.
10 Freud, S: 33ª. Conferencia, La feminidad, p.118.
11 Ibíd., Freud, p. 124.
12Lacan, J: Las formaciones del inconsciente, p. 113.
13 Freud, Introducción al narcisismo, p. 87-88.
14 Ibíd., Freud, p- 88.
15 Lacan, Intervenciones y textos 2, p.55.
16 Ibíd., Lacan, p.56.
BIBLIOGRAFÍA:
Freud, Sigmund: Obras completas, Amorrotu Editores, Buenos Aires, 1990.
- «Introducción al narcisismo» (1914)
- «El sepultamiento del complejo de Edipo (1924)
- «Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos»(1925)
- «Sobre la sexualidad femenina»(1931)
- 30ª. Conferencia: «Angustia y vida pasional».
- 33ª. Conferencia: «La feminidad» (1933).
Lacan, Jacques: «Dos notas sobre el niño», en Intervenciones y textos, Ed. Manantial, Argentina, 1993.
——–«Las formaciones del inconsciente», Selección de Oscar Massota, Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires 1979