En el nombre del padre, la “depredación sexual”: interrogantes, enigmas, dificultades
Alberto Sladogna
Como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo.
Isaías 66, 13 (Biblia de Jerusalén).
La noche de su cumpleaños 15 años le canté a Delgadina la canción completa, y la besé por todo el cuerpo hasta quedarme sin aliento: la espina dorsal, vértebra por vértebra, hasta las nalgas lánguidas, el costado del lunar, el de su corazón inagotable
Profesor Mustio Collado, Memorias de mis putas tristes, Gabriel García Márquez, México, 2004.
La cita bíblica nos lleva al nudo de un tema: el desamparo, la religión se ofrecía como albergue ante las fallas de la paternidad, hoy al parecer, según los testimonios de alguno de sus fieles, esa institución se ha convertido en un lugar donde los espera una practica de la sexualidad. En principio sólo “afectaba” a los seminaristas, clérigos, monjas y otros funcionarios de la institución. El abandono se extiende como una nueva epidemia a los creyentes, de forma particular, a las niñas y niños que le son confiados a la Iglesia. El desamparo es una de las fuentes del odio por existir, y el psicoanálisis ha revelado su participación en la constitución de las tres formas de la normalidad: la neurosis, la psicosis y la perversión. Ese odio se muestra en la odioenamoración de cada cura, mientras que en el lazo social pos moderno como en los EEUU., ese odio se ha desplaza a los tribunales: un joven afectado por una malformación biológica tiene una demanda contra sus padres y el estado de New York, por haberlo traído al mundo en esas condiciones.
El desamparo es una de las fuerzas por las que el sujeto hablante ha vivido, vive, y aún vivirá a partir de su origen: sus padres con sus enigmas. Dios, el Padre, y por derivación metonímica, la Iglesia, tenían a su cargo ofrecer un lugar a quienes sufren, sufrieron y sufrirán la orfandad. En la actualidad ese albergue en el nombre del padre y de su metáfora, temas caros a la doctrina del psicoanálisis, está puesto entre signos de interrogación a partir del erotismo y de la sexualidad. En sincronía con ese evento asistimos a un despliegue en el campo cultural de hechos semejantes, a través de lo que se ha dado en llamar el “abuso sexual”; la “violencia sexual”; el “hostigamiento sexual”, la “violencia intrafamiliar”. Muchas de estas situaciones han pasado ser lemas del Estado en nuestro continente, e incluso, los diversos gobiernos convocan a las “víctimas” a efectuar denuncias mediante la conservación del anonimato. Subrayamos un hecho histórico: la sexualidad y el erotismo entre los humanos se transmitió en un mal lugar: el seno de los complejos familiares.
Esas denuncias se producen junto con el aumento de la “libertad” sexual, misma que pareciera no conocer límites; ampliación acompañada de un creciente abordaje jurídico – penal de las prácticas sexuales y eróticas. Ese fenómeno tiene además otra compañía: en el campo del psicoanálisis no faltan las voces que a nombre de vaya a saber que “ética psicoanalítica”, se suman con total desparpajo a esta nueva cruzada pastoral estatal. Baste recordar la efectuación de un seminario en la ciudad de San Miguel Allende, Guanajuato, México[1], para hacer frente a “las respuestas salvajes”, según el argumento, de la sexualidad ante la transferencia; en otro estilo se hacen seminarios so pretexto de que Sigmund Freud y Anna Freud comparten el apellido, reduciendo lo que habría sido su relación analítica al calificativo abusivo de ”analizarse con su padre” y desde allí se vuelve a levantar compañas “éticas” –una de las ganzúas preferidas de los truhanes, decía José Ingenieros- en defensa de las hijas, hijos y analizantes. “Calificativo abusivo” pues él autor se ahorra la demostración de aquello que tendría que demostrar[2]. También se puede leer en el número de diciembre del 2004 de la revista digital “Psychenavegante” como algunos psicoanalistas se suman a la defensa y protección de la “familia” agraviada por la violencia sin el menor asomo de un análisis.
La reciente novela de Gabriel García Márquez, Memorias de mis putas tristes[3] podría ser objeto de un juicio penal por alentar la práctica de la pederastia, amenaza cuyo horizonte dibujan ya algunas críticas acusándolo de “misógino” y de fomentar el “abuso sexual”[4]. Llegaremos al extremo de ver reflotar la censura y persecución contra la novela Navokov, Lolita, y el filme homónimo, pues se trataría de una erótica que afecta a un adulto atrapado por la seducción de una adolescente. Y qué diríamos hoy de los primeros hallazgos de Sigmund Freud respecto de la seducción ejercida por el padre hacia sus hijas, lo acusaríamos de “misógino” por haber descubierto allí las formas singulares de la fantasía erótica y sexual con la cual la histeria atrapaba al padre.
Con textos
En México se editó el libro del periodista Carlos Fazio, En el nombre del padre. Depredadores sexuales en la Iglesia[5]. Estas líneas trataran de abordar los interrogantes, los enigmas y las dificultades presentes cuando en la esfera pública se “denuncia” la práctica de actividades sexuales y eróticas en instituciones, en este caso: en una congregación, Los legionarios de Cristo, perteneciente a la Iglesia Católica. Se trata de recuperar una práctica extendida en el psicoanálisis: interrogar lo evidente y disolver la obviedad que impone y sostiene prejuicios dejando a los afectados, quizás, en una situación más difícil aún que la experiencia por la cual atravesaron. La “evidencia” y la “ética del bien para otros” y “sobre los otros” constituyen una pareja de términos que conviene analizar en detalle.
Es también parte de ese texto, el reciente y sonado caso del entrenador del equipo mexicano de clavados: a quien se le retiro de por vida ese título por la denuncia de la madre de una clavadista que lo acusa de “abuso sexual” contra su hija. Además, la madre abrió una demanda penal contra él, pese a que la “víctima” no reconoce las denuncias de ella ni de los expertos “psi” sobre el “abuso” o “acoso” sexual que se le quiere forzar a reconocer. Su posición de rechazar la denuncia es acompañada por otras y otros integrantes del equipo de clavados que reclaman el regreso de su entrenador. Añadimos, en Mérida, Yucatán, en una comunidad de pescadores se encuentra preso uno de sus miembros debido a que el ministerio público encontró evidencias de “acoso sexual” en el contenido de las cartas de amor que él dirigía a una mujer del pueblo[6]. La denuncia fue levantada por el padre de la “acosada”. Lacan tenía razón en las cartas de amor se consuma la relación sexual.
Freud inició interrogando las evidencias cuando sostuvo, revelo y demostró la existencia de una sexualidad y erotismo presentes desde y en la infancia de cada ser humano (Tres ensayos para una teoría sexual, 1905) El texto reveló un dato: la inocencia atribuida a los infantes, era uno de los elementos perdidos para lograr salir del paraíso. Freud sostenía lo siguiente:
Es instructivo que bajo la influencia de la seducción el niño pueda convertirse en un perverso polimorfo, siendo descaminado a practicar todas las trasgresiones posibles. Esto demuestra que en su disposición trae consigo la aptitud para ello; tales trasgresiones tropiezan con escasas resistencias porque, según sea la edad del niño, no se han erigido todavía o están en formación los diques anímicos contra los excesos sexuales: la vergüenza, el asco y la moral. En esto el niño no se comporta diversamente de la mujer ordinaria, no cultivada, en quien se conserva idéntica disposición perversa polimorfa
Freud sostuvo el carácter perverso polimorfo del niño y añadió algo más, esa disposición se efectúa a partir de la relación que el infante sostiene con el otro, con el otro de la primera dependencia, incluyendo en la escena de seducción infantil no sólo al padre sino también, y de manera específica, a la madre. Esa descripción conlleva una consecuencia: si el cachorro humano no pasa por ese desfiladero muere, entra en marasmo neurológico[7], sin seducción muere, con ella vive una vida con inhibición, síntoma y angustia. Por otro lado el niño está ubicado como una mujer, es decir como el objeto sexual por excelencia, incluso para el caso de las mujeres, de los hombres, de los discapacitados y discapacitadas, de las vidas lesbianas y homosexuales. Aquí se revela un dato, la “seducción” no encontraba diques ni en el “niño” ni en la “mujer ordinaria”. No hay evidencias ni clínicas ni doctrinarias para eximir de tal condición al resto de los humanos vivan como vivan su identidad sexuada, tengan la edad que tengan, sea y cual sea su nivel cultural.
El hallazgo freudiano respecto de la seducción fue notoriamente modificado por Jacques Lacan cuando formuló su estudio respecto de la función del espejo en la constitución del Yo humano en la experiencia del análisis[8]. Esa investigación clínica partió de los estudios sobre el tema especular de la psiquiatría de su época[9] y, a consecuencia de su curso, Jacques Lacan describió y reveló la estructura singular del régimen de la libido entre los humanos: la libido proviene del objeto e inviste a los sujetos, ya no se tratará más del individuo cubriendo con “su” libido los objetos, por el contrario será el objeto libidinoso quien lo cubra, lo enviste e inviste de actividades sexuales, eróticas, desiderativas. El objeto es la fuente de la seducción que atrapa al seductor y no a la inversa. Se encuentra localizado aquí un obstáculo para dos premisas mayores: la seducción desde afuera y la manipulación. Esas son las premisas para incorporar la actividad sexual, erótica al terreno jurídico, el derecho penal en particular.
La seducción cuando se despliega en actividades eróticas de las que participan infantes, adolescentes con la presencia de adultos toca aspectos sensibles para el lazo cultural, a tal grado, como más adelante lo desplegaremos, esa sensibilidad ha sido recuperada por el sistema jurídico e ideológico del Estado. Los tiempos de la biopolítica estatal, tiempos que reemplazan al régimen paterno, están llevando a cabo un cambio en la sexualidad; ésta se desplaza desde las articulaciones singulares y privadas entre humanos a ser la materia primordial de un régimen del derecho penal, con la consecuencia de generar los lugares de víctima y victimario. Ese nuevo régimen da lugar a modificaciones que en su extremo comprometen la actividad misma del psicoanálisis en su clínica, baste con recordar que son ya muchas los ordenamientos penales de diversos países donde quienes reciben pacientes –psicólogos, psiquiatras, pedagogos, psicoanalistas con niños, psicoanalistas- están obligados por la legislación penal a denunciar a las autoridades si uno de sus casos cae dentro de lo que se conoce como “abuso sexual”. Si no lo hacen pueden ser acusados de complicidad. ¿Cómo podría en tales condiciones, si tal fuera el caso, desplegarse el análisis de un infante “afectado” por tales eventos? Los analistas no estamos al amparo de ese horizonte jurídico que promueve en el paciente descargar sobre su analista un acto jurídico en lugar de una transferencia. Esto no es nuevo tenemos ya un antecedente histórico que dio lugar a un texto de Sigmund Freud: ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (1926). El texto surge a partir de una querella jurídica iniciada por un paciente paranoico impulsado por la asesoría de la embajada de EEUU en Austria, iniciando así un juicio contra T. Reik. Conviene anotar que la UNICEF, ha declarado sin preámbulos que “la infancia es el mejor capital que los países tienen para su futuro”, avalando los avances que la institución del Estado efectúa, día con día, para tomar en sus manos la vida de los infantes.
¿Cómo hacer frente al tema de la sexualidad y la práctica erótica con niños en el ejercicio del psicoanálisis? Indiquemos un primer dato a tomar en cuenta: los practicantes de la pederastia no llegan al diván. Quienes les toca sostener esa práctica como estilo de vida, si consultan, no lo hacen por esa razón, como por ejemplo suelen hacerlo casos de exhibicionismo sintomático reportados con frecuencia en la literatura analítica. Quienes tienen esa forma de vivir la vida erótica consideran que al respecto no tienen nada de qué curarse, así lo declaraba un pederasta para Discovery Channel, EEUU, en un documental al respecto. Una situación semejante se encuentra en los casos de locura, psicosis si se quiere, el loco reconoce estar enfermo de muchas cosas, salvo de una, la locura, él no se considera enfermo de eso y no tiene de qué curarse allí. Comprobamos que el único que tiene la estrafalaria fantasía de cambiar su origen es el neurótico, recordemos la extraña “queja” de Ferenczi ante Freud por no haberlo curado en profundidad. En la literatura psicoanalítica no se encuentran casos reportados, es decir, escritos de psicoanalistas respecto de pederastas en su diván. Hacemos una observación de orden etimológico sobre el pederasta:
Del gr. «paiderastés», comp. con las raíces de «pais, paidós», niño, y «erastés», amante. (Diccionario de uso del Español de Maria Moliner)
El pederasta es el erastés, el amante, de un eromenós, un amado, o sea el amado en este caso es un infante. Éste es considerado por el erastés como portador de un objeto agalmático. Recordemos que los portadores del objeto, de acuerdo a los testimonios del libro de Carlos Fazio se encontraban en estado de desamparo: o toman ese amor o se desamparan más aún. Es una disyuntiva formulada por Hegel, ¡La bolsa o la vida!, no todos tienen la oportunidad de elegir, defender la bolsa y perder la vida ¿Quién puede lanzar la primera piedra ante esa situación? De ahí el peligro que acecha a las “víctimas” cuando el mundo “psi” se lanza a difundir sin ton ni son, un supuesto carácter “obligatoriamente” traumático de esas experiencias.
Mientras la posmodernidad demanda involucrar, con una gran presión social y estatal, al psicoanálisis y al psicoanalista en la atención de casos que son referidos con la designación de “víctimas de abusos sexuales”. Esa designación, como muchas otras, suele hipotecar la posibilidad de un análisis para alguien que haya tenido esa clase de experiencias. La victimización condena a la víctima al lugar eterno de ser eso, y sólo eso, consagrado, por otros, a servir de sacrificio rendido, entre otros, al llamado victimario, esa posición recorta una de las figuras del sufrimiento organizado para que el Otro goce. Tales enigmas son documentados, hasta el exceso, por el texto objeto de este comentario.
Una “erótica” en el nombre del padre
El libro de Carlos Fazio, En el nombre del padre. Depredadores sexuales en la Iglesia (Océano, México, DF, 2004), es un testimonio actual, el autor es un hombre de la época de los derechos humanos. Derechos erigidos para levantar un dique al goce de nuestros cuerpos. Un dique construido ante las fallas en las protecciones provistas por la función paterna[10]. Esos derechos fueron desplegados en Occidente a partir de la cruenta experiencia de los campos de concentración nazis. Allí nacieron dos cosas a la vez: los derechos humanos y la instalación de un lazo social pos humano.
Los derechos humanos tienen dos filos, de un lado protegen y del otro en su nombre y con su practica, hoy, se condena a las culturas diferentes para ubicarlas como las próximas “beneficiarías” masoquistas de la imposición de esa legislación; masoquistas pues se enfrentan a la incorporación forzada a otro sistema y como el masoquista buscan ser “rechazados” por ese Otro. Esas culturas son castigadas por rechazar activamente lo que se considera serían sus derechos[11]. Un trato semejante reciben las declaradas “víctimas” debido a que en nombre de su bien, se les impone ese carácter, más la obligación de vivir tal o cual trauma “psíquico”.
Fazio escribió solo:
Cuando el escándalo, que obnubila el juicio, ha, de hecho desaparecido de la escena pública…por lo que el problema central puede ser visto –es decir abordado-…gracias a la ausencia del alboroto mediático.
El alboroto de los medios hace pareja con la “opinión pública”, esa pareja nos muestra el caso más notorio constituido por el goce de la desgracia ajena[12]. Esos medios funcionan hoy en sustitución o en un intento de subsanar el déficit, falla o desaparición de las instituciones de la cultura, hecho subrayado en 1938, por el joven Jacques Lacan en su artículo Los complejos familiares. Los medios subsanan a su manera y con sus intereses singulares una falla estructural de las instituciones: la pérdida de la mediación entre el Estado, la sociedad y los ciudadanos que la habitan, en particular, en las grandes ciudades. Los medios y la opinión pública afectan al lazo social con sus formas intangibles: son una parte de la mano invisible del mercado, y también una realización sui-generis de la figura del Otro, esa es su grandeza, esa es su miseria[13]. Nuestro país acaba de vivir unos de sus episodios más cruentos: la instalación del homo zaping con unos medios que hacen del goce de la desgracia ajena su plus valor. ¿Cómo se diferencia el linchamiento de la delegación Tlahuac del DF del circo Romano o las ejecuciones públicas del Dr. Guillotine? ¿Se trata allí del goce estudiado por la clínica analítica? ¿Será así?
El sexo, el erotismo en tiempos de la muerte de Dios
“En el nombre del padre…” aborda varios aspectos, nos detendremos en uno de ellos para llamar la atención: el ingreso de la sexualidad y del erotismo al orden penal, y su inclusión en el orden jurídico. Al libro le sirve de marco la práctica milenaria del amor en el seno de la Iglesia. El amor es una experiencia vital y mortal a la vez, no es lo uno sin lo otro. En la creencia religiosa, en particular, en la Iglesia Católica, los miembros de las comunidades eclesiásticas ponen en juego una práctica del amor para sostener la creencia o la creencia es el resultado de un estado de enamoramiento. Baste con subrayar que Padre y cuerpo de la Madre no son sólo metáforas del amor místico.
El amor es al mismo tiempo dos cosas:
Todo en amor es triste, más triste y todo es lo mejor que existe
Y para vivir, sabemos:
Que el amor es todo, es todo lo que sabemos del amor.
El amor es una forma de practicar la sublimación de un deseo, es su vía para que allí se de una singular de satisfacción. La vida en la tierra no es un paraíso por suerte y para desgracia de quienes la habitamos. En ese contexto se despliegan los acontecimientos de “abuso sexual” o de “depredación sexual” tratados en el libro.
El amor y el odio no pueden excluirse si se pretende estudiar y analizar la “pedofilia”, “paidofilia”, “pederastia”, términos desplegados en ese libro. Es chocante localizar la eficacia del amor en esas prácticas, pero la dificultad no se salva excluyendo la presencia allí del amor, el amor incluye esas prácticas. Tales prácticas no parecen registrarse por fuera del universo humano. El texto contiene una basta documentación, entre otros, los testimonios de quienes vivieron esos episodios. Eludir, excluir, reprimir el amor y el odio hipoteca cualquier estudio crítico, y al mismo tiempo, incluirlo da lugar a reconocer su presencia sin por ello avalar, proponer o justificar esa o ninguna otra forma de amor, es solo analizar. Serán otras las instancias sociales o ideológicas o morales o éticas que dictaminaran juicios, condenas o absoluciones.
El subtitulo del libro contiene el término “depredadores”. Etimológicamente el vocablo hereda tanto el costado de robo, como su relación el predio y el goce del mismo. En la actualidad su empleo es frecuente en los territorios de la caza animal. El arte de la caza tiene una estructura singular: el depredador, el cazador atraído por su presa no puede dejar de hacer otra cosa que perseguirla para cazarla, siendo, en ese movimiento, cazado por ella[14]. Esa escena se muestra en la pintura del Renacimiento Italiano en sus alegorías de la rana y el alacrán, así como los cuadros donde Cupido, el amor, es una figura de la caza, que al flechar enamora y hiere al mismo tiempo; también es Cupido quien cae rendido ante Psique, el cazador seducido por su presa termina cazado por ella. La caza es una escena del amor por la presa que hace presa al cazador, se trata del cazador cazado, vieja forma conocida por la práctica de la paranoia, el perseguido perseguidor. El tema del amor y de erotismo como escena de la caza fue tratado por Jacques Lacan en varias sesiones de su seminario oral, 1960-1961, inédito: La transferencia, en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas.
Los llamados pederastas, al parecer, no pueden dejar de someterse al atractivo que sobre ellos ejercen los niños o púberes que adquieren el valor de objetos eróticos. Conviene hacer una precisión: la antigua tradición de la pederastia griega o romana no guarda relación alguna con las actuales prácticas que reciben ese nombre, como lo señalan estudios de miembros de la comunidad homosexual[15]. Nótese, otro carácter de esa época, allí no existía la condición de posibilidad del estadio del espejo, tal como Lacan lo descubrió en la clínica analítica, faltaba un elemento real, el espejo que sólo apareció como tal a partir de los artesanos de Murano, Italia, alrededor del mil quinientos de nuestra era. No se trata sólo de un dogmatismo lacaniano, sino de que el estadio del espejo requiere condiciones para ejercer su régimen, verbg., la generalización a través de todos los estratos sociales del espejo. Este hecho sed realizó en Occidente a partir de 1869: fabricación de espejos en condiciones de reflejar al cuerpo humano, y de su instalación generalizada en el conjunto de los hogares. La palabra “espejo” localizada en los textos griegos y romanos no basta para suplantar al objeto real y producir un objeto imaginario, el simbólico tiene límites ¡Aunque usted no lo crea!
En la época greco-romana, la pareja hombre-mujer no era objeto de celebración, ni de tanta celebridad, la cultura valorizaba en particular el paradigma de la pareja hombre-hombre, al margen de que la relación entre ellos sea del orden de la iniciación erótica o de la amistad masculina, hechos mostrados por vez primera en el cine comercial con el reciente estreno de la producción de los EEUU: Alejandro. Esas condiciones se modificaron a partir de la poesía de los trovadores en el siglo XI, fecha que coincide con la invención de una forma del amor en Occidente. Así como el sadismo, el masoquismo -Sade, Masoch- revelan la eficacia de la literatura para inventar formas subjetivas de la vida cotidiana, ¿será acaso el amor un invento de la poesía cantado por los trovadores? La gente se enamora de esa manera pues escucho hablar del amor, sino lo escuchan no tienen condiciones para enamorarse, de manera semejante a un psicoanálisis, se lo emprende a condición de haber oído hablar de él.
Consideremos un hecho, si bien la religión católica fue desplegando la práctica del amor, en particular, hacia la Virgen Maria, misma que levantaba un fuerte rechazo a la cultura heterosexual. El cristianismo vivió un lapso importante privilegiando el amor hacia “una” mujer, quizás otra forma de “La” mujer, aquella que estuvo en relación con Dios, para el cristianismo, en su faz doctrinaria, se trataba del verdadero amor. Los hombres de la Iglesia fueron los primeros en oponerse a la cultura heterosexual. San Pablo afirmó la preeminencia del celibato sobre el matrimonio, los Padres de la iglesia valoraban la vida eremítica y la monástica, es decir, una vida entre hombres, donde la mujer, un ser concupiscente, y de la que era necesario huir. Baste con recordar a los doce apóstoles, todos hombres. Maria Magdalena no era convidada para esos comensales.
Regresemos al tema del objeto erótico que cada quien porta. El valor de objeto erótico opera al margen del conocimiento o ignorancia del portador del objeto. Así las niñas o niños, como cualquier otro ser humano, pueden portar un objeto erótico que atrae a otro humano. La violación, en su antigua acepción, es el caso paradigmático que confirma esa disposición. Allí no se trata de una erótica compartida o compartible sino del uso de la fuerza física como atajo para ahorrarse la seducción y sus juegos; juegos en los que se gana o se pierde. A esa apuesta le huye el violador y cuando se condena a la “víctima” a sostener ese lugar se la deja sin su única protección: la de un saber no sabido, portar un atractivo erótico para otro u otra. Con ese saber no sabido es factible hacer algo, como lo revela la cura analítica, caso por caso. Así lo ilustró Freud al dejar hablar al “hombre de los lobos” quien ante el trasero de la muchacha de servicio se ponía a aullar more ferrarum[16].
Volviendo a la práctica actual de la pederastia, es una delicada y difícil experiencia, tal como lo subrayaba Michael Foucault, a quien no se puede acusar de tener prejuicio moralistas o de practicar alguna forma de pastoral laica o religiosa de las almas. En el curso de un diálogo propone a sus interlocutores un tema:
Hay actualmente en Francia una Comisión de Reforma del Derecho Penal…Sorprendentemente, decidieron telefonearme. Y me dijeron: estamos estudiando el capítulo de la legislación sobre la sexualidad
Foucault cambió su posición al aceptar las preguntas, ya no mantiene una postura:
Que ha sido, por otra parte, la mía durante largo tiempo y que ya no suscribo, que consiste en decir: para nosotros, nuestro problema es denunciar y criticar; que se despabilen con su legislación y sus reformas. No me parece una actitud justa.
Con ese cambio del punto de vista aborda los interrogantes:
En todo a lo que concierne a la legislación sobre filmes, libros, etc.,…no hay problema. Creo que se puede afirmar que la sexualidad no pide ningún tipo de legislación, sea cual sea. Bien. Pero hay dos dominios que son problemáticos para mí. El de la violación. Y el de los niños.
Foucault afirma un hecho, el amplio campo de la literatura sexual –desde el erotismo hasta la pornografía- no pide ni requiere de ningún tipo de legislación, no hay materia para legislar, pues en caso contrario se abren las grandes avenidas para el amor del censor. Gracias a esa afirmación distingue dos dominios para él problemáticos: la violación y el sexo con niños. David Cooper, psiquiatra inglés, fundador del movimiento antipsiquiátrico, participa del diálogo y narra el caso de Roman Polanski, acusado en los EEUU de abuso sexual de una menor con quien llevo a cabo una practica de la sexualidad anal, oral y vaginal y la chica no aparecía traumatizada, telefoneó a una amiga para narrarle su experiencia, su hermana escuchó la llamada detrás de una puerta. A partir de esa “escucha” se puso en marcha el proceso. Cooper añade, “Allí no hubo lesiones…Parece ser que la chica gozo con sus experiencias” (Michel Foucault, Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones, Alianza Editorial, H 4228, Madrid, 2004. Encuentro publicado en la revista Change, 32-33, 1977, bajo el título de Encierro, psiquiatría, prisión., pp.130-131).
Tras escuchar el relato de Cooper, Foucault agrega:
Por lo visto consintió…Al contrario, el problema se plantea tanto para los niños como para la niñas cuando se trata de seducción, el problema del niño seducido. O que se trata de seducir ¿es posible pedirle a un legislador que diga: con un niño que consiente, con un niño que no rechaza, se pueden tener no importa qué forma de relaciones, esto no atañe para nada a la ley?
Luego en tono condicional sostiene:
Me atrevería a decir: desde el momento en que el niño no rechaza, no hay ninguna razón para castigar nada
Los cambios de posición, la delicadeza, el cuidado y las cavilaciones de Foucault revelan que el tema no es simple, en efecto cada matiz cuenta para hacer un distingo y mantener una diferencia clínica relevante para quien vive esa experiencia: la distancia que separa una actividad erótica de una violación. En psicoanálisis están dadas las condiciones para distinguir entre la imposición y la obligación, por ejemplo, un análisis se le impone a tal o cual sujeto, mientras que si se lo obliga no puede analizarse. Foucault específica que consentir es no rechazar la actividad erótica, se trata de abordar preguntas surgidas de la actividad erótica, no se trata de un terreno del conocimiento, sino del orden de la experiencia y de cada una de las experiencias alejadas del marco universal y general de una legislación. Cada experiencia da un testimonio para analizar. El sociólogo francés se cuida de no generalizar el tema del “consentimiento”, no sólo por su vecindad con Witgenstein, así lo testimonio de manera trágica para nosotros su propia experiencia, eso le costo la vida; en la práctica erótica no funcionan los “consentimientos” contractuales, que, p.e., sí operan en la práctica de la prostitución: el cliente y el o la servidora pactan las condiciones y límites del servicio a prestarse.
El libro de Carlos Fazio a pesar de su tono no denuncia nada, tampoco ataca a tal o cual institución: su género es el testimonio, es un tesoro documental sobre un tema a interrogar: el erotismo en la Iglesia bajo su forma de actos sexuales donde participan niños o púberes. Su obra ofrece el testimonio documentado de una situación que atraviesa a la posmodernidad, estilo pocas veces practicado en el medio periodístico, estilo que también carga con los prejuicios de ese medio. La tarea emprendida tiene una sólida estructura basada en documentos y por eso quizás, será para quienes se interesen, una plataforma para lanzar estudios donde las mitologías urbanas tomen el lugar que les corresponde. En la documentación adquiere relevancia los testimonios de quienes vivieron esos momentos y los narran. El sacerdote Marcial Maciel por motivos que no están del todo claros no ofreció su testimonio, y en esa y solo en esa dirección, nos enfrenta a un hecho reiterado en estos casos, en el lugar del victimario otros hablan por él, de él y de lo que a él se le atribuye, es decir, si ellos tuviesen algo que decir no pueden hacerlo, su palabra será tomada en su contra, como reza la advertencia que el buen policía de la serie americana le recita al prisionero “todo lo que diga desde este momento puede ser utilizado en su contra”. En esas condiciones, mismas que no coinciden exactamente, según se afirma con el sacerdote mencionado, ¿Quién se atrevería a dar curso a la palabra? ¿Será esa condición la que conduce al suicidio a muchos de los acusados de pederastia? El filme documental Retrato de la familia Friedman muestra la fabricación jurídico-policíaca de un caso de pederastia; fabricación denunciada por dos de los tres hijos del acusado, quien se suicida, no sin antes aceptar, como lo ya lo había aceptado del montaje jurídico policial que él ejercía esa práctica. Añadimos, uno de esos dos hijos, es en la actualidad el principal animador de fiestas infantiles de la ciudad de New York.
Una erótica en el mundo desencantado
Los ex legionarios toman a su cargo testimoniar de lo que les ha tocado vivir. Testimonios ¿de qué? De vivir en un mundo desencantado como subrayó Max Weber. Un mundo cuyo desencanto incluye y afecta el terreno de la erótica sexual ejercida en el nombre del padre. En efecto sus testimonios muestran que el sacerdote invocaba al Papa como forma de autorizarse para proponer y sostener ante sus discípulos las prácticas que luego ellos denunciaron. Esa invocación no dejo de tener efectos disuasorios sobre cada uno de ellos, en la medida de que su amor hacia el Santo Padre era compartido, al pie de la letra ellos participaban a partir del amor al Padre. Los testimonios no dejan de subrayar la búsqueda desesperada del Padre Ideal –valga la redundancia- que los ex seminaristas experimentan, por eso aún hoy esperan una repuesta de su Santidad, por ello a pesar que algunos abandonaron los hábitos, continúan siendo creyentes, incluso, quizás, más que antes. Aquí tenemos un nudo para estudiar en un caso, la forma que adquiere la versión del padre, muy cercana a la perversión del padre.
El desencanto, la perdida de la creencia se produce en sociedades laicas compuestas por una masa de creyentes; creyentes para los cuales, el quehacer cotidiano les muestra la desaparición del lazo religioso como hecho público. Es decir, una de las tres religiones monoteístas, la católica, ya no ofrece ligazón social: la creencia se convierte en un hecho cada vez más privado. Los encantos de la creencia señalo Sigmund Freud (El malestar en la cultura, 1929) han comenzado a perder eficacia pues los humanos gracias a la vía de la ciencia tienen acceso a las potencias reservadas con anterioridad sólo a los dioses. La Iglesia Católica de México discutió la autorización de la “pastilla del día después” basando su objeción en argumentos científicos relegando, sin saberlo, la teología al desván, lo mismo hizo respecto del uso del condón. Los humanos han sido convertidos en un dios individual y privado, con o sin su voluntad.
La muerte de Dios no es sólo filosófica como el anuncio de Nietzsche en La gaya ciencia, la muerte de Dios, también incluye la muerte del sistema de la paternidad, por ende de una forma de ejercicio de la función del Padre y de la Madre, debido a esa situación en la vida diaria, estamos ante un duelo no efectuado por su muerte, duelo que la humanidad realiza a regañadientes. Llevar a cabo ese duelo y su entierro no es proponer ninguna forma de ateísmo, es, quizás, el último y necesario acto de reverencia y respeto a quien, en el pasado nos dio tanto de lo bueno y de lo malo. Ese duelo implica consecuencias para la vida sexual, erótica, reproductiva: inhibiciones, síntomas y angustias. Incluso a consecuencia de él y con él se eleva una angustia de nuevo tipo pues el creyente ya no cuenta con la protección que la culpa otorgaba cuando uno estaba en falta con Dios. ¿Y entonces cómo se enfrenta hoy a la angustia tan cercana al punto del deseo?
Las consecuencias impactan en las condiciones ya de por si singulares y difíciles que cada ser humano tendrá que experimentar ante la vida sexual, erótica, como lo documenta el texto. Señalemos, el encuentro de cada humano, con la vida sexual y erótica, se produce en un “mal” lugar para todos y para cada uno desde la infancia hasta la adultez, si es que este último estado existe para alguien. Ese mal lugar se llama nacer de padre y madre. El biopoder intenta construir mediante el expediente judicial un “buen” lugar, para terminar con la locura de haber descendido al mundo de un padre y una madre, quizás por ello, en la actualidad los recién nacidos no vienen al mundo, se caen en él, carecen del anterior sostén. La secta de los raelinianos, delirantes o no, lo dicen con claridad, con la clonación se resuelve el enigma de la muerte y se acaba, según ellos, con un tipo singular de locura: la locura de haber nacido del encuentro cadenciado de dos pelvis en movimiento, dos cuerpos gimientes enlazados de lo que luego serán una madre y un padre.
Tomando en cuenta estas consideraciones leemos algunos términos que Carlos Fazio subrayo localiza en su investigación: abuso; pedofilos; pedofilia criminal; abusadores criminales/seriales; delitos sexuales; masturbación, traumas “psíquicos” o “psicológicos”. Ellos muestran el elemento jurídico criminal que pretendemos subrayar.
El pasaje de la paternidad a la justicia del equilibrio con vendas
A partir de 1980 como consecuencia de los movimientos feministas, y paradójicamente de sectores conservadores opuestos a ese movimiento, en las instancias jurídicas se produjo un cambio frente a la sexualidad y los delitos “asociados” con ella: se criminalizo la sexualidad al pasar del terreno de las “ofensas a la moral” o “a las costumbres” al “régimen del sexo”. Su antecedente proviene de cambios introducidos en los años previos: reconocimiento de la igualdad entre hijos naturales y legítimos; salida del adulterio de la legislación penal; avances en la despenalización parcial o total del aborto; el concubinato dejo de ser ilegítimo. Es paradójico, no se puede estar en contra de esos cambios que afectaban a muchos humanos, y sin embargo, el “bien” que trasportan no elimina alguna de sus consecuencias.
El sexo jurídico acompaña el paso en la reproducción humana, paso dado gracias al concurso de la ciencia consistente en separar el sexo de la procreación. Una consecuencia fue desexualizar el matrimonio, como lo señala la jurista Marcela Iacub[17], jurista, a quien seguiremos en nuestro recorrido. Con esa separación el sexo ingreso al orden penal, se decreta sin demasiado pudor la existencia de Los derechos sexuales, donde se prescribe quien los tiene, quien no, quien los puede ejercer, a quienes les deben ser dosificados pues fueron declarados “incapaces”, “débiles”. Es notable que esos derechos adjudiquen el estatuto de “ser incapaces”. Esta práctica proviene del tratamiento cartesiano –la ciencia- y el jurídico dado a los alienados. La jurista nos informa de un cambio en lo jurídico:
En el Derecho contemporáneo, la muerte no es el único mal absoluto; a su costado, esta el crimen sexual. Desde hace más de 15 años, los violadores, en una media, casi son condenados de manera más pesada que los asesinos y los violadores.
Al menos en Francia cerca de la miad (48,1%) de las condenas pertenecían a crímenes sexuales. En 1999, los condenados por estos crímenes eran 20% de la población carcelaria. Esta incorporación al orden jurídico de lo sexual sigue muy cerca un hecho más que sorprendente: en Occidente asistimos a la separación de la sexualidad de la procreación. Así hoy día, en muchas sociedades, no habría persona que pudiese impedir a alguien procrear por las llamadas vías naturales, tampoco habría persona que lo podría imponer. Eso implica que un elemento constitutivo del Ideal de Yo para algunas mujeres en anteriores lazos sociales, la maternidad, está de salida o cuando menos alicaído. Es necesario ubicar que la penalización jurídica del sexo tiene una singularidad: el carácter positivo, por ejemplo, si alguien quiere impedir a determinada ciudadana o ciudadano, la práctica de una actividad sexual, esa persona puede ser requerida jurídicamente por violación de domicilio, por golpear y herir a alguien, pero no sería juzgada como un crimen de origen sexual, la diferencia entre uno y otro, al menos, en Francia son 15 años.
El régimen jurídico traslado el trato dado a la locura a la actividad sexual. Así lo muestra un caso cercano, el funcionamiento de la Cárcel de Guantánamo, Cuba, por el ejercito americano, para retener a los “terroristas” se basa en el tratamiento dado a los locos considerados irresponsables. En el actual lazo social asistimos a la desaparición práctica de la psiquiatría, de los hospitales psiquiátricos y ello se acompaña de la extensión del tratamiento de la locura generalizado sobre la vida cultural. (Caso del alcoholismo, psicosis u otras anomalías de los padres, etcétera) Ese traslado se inicio con una nueva figura penal: la violación en el matrimonio (1980) – tema cuya aprobación y debate en el Congreso de México espera ser leído y estudiado. En el código penal del DF, aprobado el 16 de julio del 2002, se encuentra ya incorporado en los artículos 174, 175, 176, 179.
En 1980 en Francia, en forma rápida y simultanea en otros países, se introducen cambios en la vida cotidiana: el concubinato dejó de ser considerado ilícito o contrario a las costumbres; la contracepción y el derecho al aborto, la igualdad dada a los niños legítimos y naturales, la posibilidad de efectuar investigaciones para localizar la paternidad; en 1975 el adulterio sale del campo del derecho penal. Se instala un procedimiento por el cual bastas esferas de la vida salen del orden matrimonial. En este marco comienza a ser objeto de cuidado el acto sexual y no sólo el acto sexual en el matrimonio, llegando a que la “virtud fecundante” del acto sexual se ha trasformado en fuente de derechos y deberes como lo reveló el caso del tenista alemán B. Becker, quien luego de una relación oral con una ex agente de la extinta KGB soviética, debió pagar por el embarazo, parto y manutención de un bebe producido por inseminación resultante del semen que ella supo guardar.
En junio de 1992, se presenta un caso singular en Francia: se trata de dos esposos casados después de 14 años. Luego de 18 meses de vivir en recamaras separados por decisión de la mujer, una noche el marido penetra en la habitación y dice:”Te voy a violar” y luego pasa al acto. Ese día la mujer no dice nada, días después cuando su esposo reitera el acto, ella decide, no aceptar más la ley del matrimonio, y piensa que este hombre disponiendo de su cuerpo a cometido una violación. Los doctrinarios consideraban con anterioridad que los esposos realizaban sus encuentros sexuales mediante un consentimiento dado previamente por el hecho de haberse casado. Es notable y notorio que ese conjunto de medidas van en contra de un sistema de la paternidad ligado a la autoridad, a la tradición y a las costumbres mientras que hoy la paternidad está bajo la mira de la autoridad jurídica estatal.
Carlos Fazio registra frases tales como “abusadores seriales”. Ella compara elementos sin ningún punto clínico de comparación. Mientras los “criminales seriales” cometen sus crímenes para saltar a la esfera pública y alcanzar un lugar de “prestigio” en la sociedad[18] , al contrario los acusados de pederastia rehuyen el espacio público y mantienen sus actividades en el ámbito íntimo hasta donde les es posible. Sólo los “accidentes” los hacen saltar a la esfera pública, produciendo así una situación semejante a los efectos en el público de los pasajes al acto de las formas de la locura.
La pena de encarcelamiento de los “abusadores seriales” contiene un añadido, una pena complementaria, de carácter invisible y peor que la detención: la obligación de sostener tratamientos médicos-psiquiátricos- psicológicos de por vida o casi. Estos “tratamientos psíquicos” han aumentado a partir del fracaso de las “castraciones quirúrgicas” (aceptadas por los acusados) o de la “ablación química” dejada de lado luego de un pasaje al acto donde fue asesinada la “víctima” que se intentaba “proteger” con esa medida médica.
Los elementos psiquiátricos- psicológicos e incluso, a veces, también psicoanalíticos colaboran para montar un procedimiento que conduce a una paradoja, cuyo carácter cómico sería saludable sino produjera efectos trágicos en los afectados. Se trata de la doble pena impuesta también a las “víctimas”. Esos tratamientos “psi” parten de una “teoría traumática” tan manipulada, traída, llevada y soplada a los oídos de las “víctimas”. Esa “teoría” previa a los descubrimientos de Freud sobre el trauma provoca una consecuencia fatal para los afectados. Veamos: Los llamados perpetradores sexuales fueron, se dice, la consecuencia de haber sufrido en su infancia “abusos sexuales”, es decir, cargan con una “vivencia traumática” y que entonces se dedican a “repetir”. Esa vivencia es la que también experimentan sus “víctimas”, y por consecuencia, las “víctimas” además de vivir lo que vivieron, pasan a ocupar el papel de “perpetradores potenciales” pues como vivieron esas experiencias las repetirán. Son “víctimas” de las cuales la sociedad debe protegerse por su peligro potencial debido a tal o cual estrambótica y absurda “teoría” del trauma.
La recopilación de testimonios publicados en el libro desmiente esa teoría. A los ex legionarios no les ocurrió ni es la práctica de ninguna de las “víctimas de la depredación” atribuida al padre Marcial Maciel, al parecer, por el momento ninguno de ellos se dedica a hacerle a otros lo que ellos denuncian que Maciel les hacia. Lo cual genera un interrogante mayúsculo: ¿esa teoría es por lo menos incorrecta o ellos no sufrieron, según esa teoría, trauma alguno?
No es descartable que, quizás, algunos de ellos, pueden estar atormentados a consecuencia de esas teorías “psicológicas” que inducen el temor de transmitir esa práctica a sus descendientes. Esa consecuencia iatrogénica proviene de los profesionales de lo “psíquico” puestos al servicio del campo jurídico-estatal. Añadimos, en muchas circunstancias los interrogatorios penales, así como los de los psiquiatras, de los psicoterapeutas y también de algunos psicoanalistas soplan a la “víctima” su condición de tal –las preguntas inducen las respuestas-, y también dibujan un “trauma” por el que “deben estar” afectadas y no se dieron cuenta. Un psicoanalista, George Melenotte, sostiene sin argumento clínico ni doctrinario alguno que las “los torturados por la policía gozan y ellos no lo saben”. Pregunta, si ellos no lo saben ¿Cómo es posible que él lo haya sabido?
El libro revela el despliegue de una antigua y “bíblica” práctica sexual, erótica: la masturbación. Esa práctica estaría en el núcleo de los abusos que se denuncian. Convendría detenerse en que el supuesto carácter traumático no proviene de ella, todos los estudios al respecto han demostrado que el único trauma que ella producía era una consecuencia de las teorías delirantes sostenidas por la medicina y los médicos higienistas de fines del siglo XVII hasta comienzos del XX. Sólo cuando fue objeto de estudios e investigaciones críticas un texto de sabiduría delirante titulado Onania –primer edición en 1715,1716 la segunda, la tercera,1717 y una cuarta en 1718, en 1778 ya se acercaba a su vigésima segunda edición- su autor era anónimo, solo al ser objeto de estudios críticos se revelo su fraude delirante[19]. Freud estudió el caso del hombre de las ratas quien se masturba convocando al fantasma de su padre, mientras que el libro de Fazio relata un caso inverso : un padre los masturbaba para que lo masturbaran.
La penalización de las prácticas sexuales arroja como consecuencia la extensión del terreno de la violación y de la noción flotante de “abuso sexual” reservadas sólo en una época a la violencia física para producir una penetración vaginal o anal, ahora se la extendió a todo el cuerpo, hasta llegar a producir una aberración: castigar los “móviles” y no sólo las “intenciones”. Llevados por teorías “psicológicas” o incluso “psicoanalíticas”, los juristas se despachan con la gran cuchara de la interpretación: ahora existe también la “violación moral” o “psíquica”.
Las intenciones en derecho penal están establecidas, de manera objetiva y precisa, el móvil se mueve, es muy elástico, comprende elementos “psicológicos” que deben interpretarse. Sólo la Iglesia contemplaba que él hecho de que alguien pensará en tal o cual cosa, podría ser ya motivo de un pecado y por ende de un castigo. El Papa Juan Pablo II le enseña a su feligresía, que desear sexualmente a su mujer, a la del matrimonio, ya es una forma de pecar. Todo podría caer dentro de esa acusación en función de lo arbitrario de introducir una norma penal que requiere de interpretar los “motivos”, verbg.: el caso reciente del presidente de la comisión de arbitraje del fútbol en México, acusado de “acoso” por haberle hecho propuestas e insinuaciones a la mujer que saco bailar. ¿Quién llevo al baile a quién?
Con el poder atribuido al estado y al derecho penal en el área de la sexualidad y el erotismo, quizás sin saberlo dejamos más desamparadas que antes a quienes sufren ante experiencias de por si complicadas, por ejemplo, condenarlos de por vida a no dejar su lugar de víctimas, y por el otro colaboramos sin saberlo en el establecimiento de un Estado de protección psicológica o psíquica cuyo modelo esta desplegado en la novela de Stanley Kubrick : La naranja mecánica, donde un “depredador“, luego de ser sometido a los “tratamientos” de electroshock y otros, termina integrándose a la fuerza policíaca, encargada de prevenir o cometer esos mismos crímenes. Es decir, avalamos, quizás, el abuso de olvidar a quienes sufrieron y sufren a consecuencia de esas experiencias. Las “víctimas” suelen ser olvidadas por sus protectores.
Si esto parece exagerado, Carlos Fazio, en la página 260 de su libro transcribe un testimonio que conviene retener por sus consecuencias:
El obispo de Aguascalientes, Ramón Gódinez, definió, a los curas predadores como “degenerados que no han crecido en su madurez…que se han desviado”. Godínez explicó en que consistían las sanciones a los sacerdotes degenerados:”Una semana de ejercicios espirituales, donde se incluya una terapia psicológica, sin dejar de considerar una fuerte sanción que puede llegar hasta el retiro del ministerio”…Pilar Sánchez, integrante de…Católicas por el derecho a Decidir, dijo que no se puede asegurar que haya sacerdotes “curados”, dado que los desordenes sexuales “requieren de un tratamiento permanente y no sólo de dos o tres meses”… El grupo Democracia y Sexualidad opinó que dada la magnitud del problema “resulta insuficiente ‘vigilar’ y realizar ‘pruebas psicológicas’ a los sacerdotes pederastas”
Es insólita está coincidencia de personajes e instituciones con objetivos y propuestas tan distintas entre sí, ¿a qué se debe? quizás, en ese punto, lo s católicos tradicionalistas –la voz del obispo- y los católicos de la Iglesia de la Liberación- operan como la “opinión pública”. A la “opinión pública” no le interesa el que sus opiniones jueguen con las vidas presentes y futuras de los afectados, la opinión sólo se contenta con aplicar criterios a priori, el caso por caso no les dice nada, al contrario les da terror pues no soportarían escuchar la tan mentada “verdad” que reclaman. La voz de la opinión pública en ocasiones es la voz del amo, a quien la verdad revelada por tal o cual de sus lapsus sólo le produce inhibición, síntoma o angustia, y por lo tanto la desecha.
Carlos Fazio recoge en una página anterior a la citada más arriba declaraciones de un alto dignatario del clero católico de México, una de las cabezas intelectuales de la curia, el arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez:
El abuso de menores es un crimen sumamente grave, [que] empaña la belleza divina que se refleja en el rostro de los niños [y] mata su inocencia desde temprana edad…será castigado terriblemente por Cristo: “Cuidado con escandalizar a uno de estos pequeños, al que lo haga, más le valiera que le ataran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al marcos] (Marcos, 9: 42)(Página 256)
Tenemos ante nosotros la pretensión de introducir la “solución definitiva” para un interrogante humano: la pena de muerte para los victimarios con un elemento peor aún, que esa pena arrastrará a las “víctimas” a sufrir el mismo destino, basta con leer y comprobar la alta tasa de suicidios entre los “victimarios”, a la par que es poco estudiada, por no decir negada, la tasa de suicidios involuntarios entre las “víctimas”. Debido al tratamiento que reciben las “víctimas” son conducidas a una sola forma de salir de ese sufrimiento, la muerte. No será hora de estudiar, como propone el autor y abrir las puertas para otras respuestas a esos interrogantes, respuestas que no son una solución pero que al menos no dejen a los participantes en el más cruel de los desamparos. Pues para un psicoanalista la cuestión no es reconocer cómo se forma tal o cual trauma, tal o cual constitución subjetiva, su interrogante, es cómo a pesar de ello, hay o no posibilidades de organizar un deseo que mantenga con vida a quien no retroceda ante él, haya tenido las experiencias que le haya tocado vivir.
Alberto Sladogna,
Psicoanalista, Tlalpan, México, DF.
22 de diciembre del 2004.
Teléfono 560644693
<sladogna@mx.inter.net>
[1] El anuncio del seminario incluía una imagen de sodomización con lo cual las buenas conciencias “ocultaban” el contenido de pastoral de su argumento. Baste confrontar la posición de Freud respecto del posible encuentro sexual de Marie Bonaparte con su hijo para medir la distancia del psicoanálisis con cualquier despliegue de una pastoral. El tema ha merecido un mejor trato en el filme “Almas al desnudo”,donde se muestra el caso de Sabina Spielrein con su analista C.G. Jung, el acto sexual no pareció afectar el fin de la cura, sino que quizás fue su forma de efectuación.
[2] Ver el boletín interior de la «Escuela lacaniana de Quito», Ecuador, febrero del 2004. L a coincidencia con las siglas de la “Escuela” a la cual pertenezco es sólo eso, una coincidencia. El argumento mencionado trataba de alertar sobre el “goce” del padre respecto de sus hijas o hijos, y desde allí lo extendía al analista y sus analizantes, quizás se trataba sólo de una demanda.
[3] Gabriel García Marques, Memorias de mis putas tristes, Diana , Mondadori, México, octubre del 2004. La novela comienza con el siguiente párrafo: “El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen”, p.9.
[4] Suplemento cultural del periódico La Jornada, noviembre, 2004
[5] Carlos Fazio, En el nombre del padre. Depredadores sexuales en la Iglesia, Océano, México, DF, 2004. Este artículo recoge en parte nuestra intervención en la presentación del texto efectuada en nombre del 2004 en la Casa Lamm, DF., México.
[6] Suplemento, El ángel, periódico Reforma, noviembre del 2004.
[7] Rene Spitz, El primer año de vida, FCE, México.
[8] La primera formulación de su estudio se denomino “Estadio del Espejo. Teoría de un momento estructurante y genético de la constitución de LA REALIDAD, concebido en relación con la experiencia y la doctrina del psicoanálisis” (3 de agosto de 1936). De ella sólo se conserva un resumen editada por el International Journal of Psychoanalysis . Luego se encuentra una versión escrita de 1949 con el título de El estadio del espejo como formador de la función del Yo tal como nos es revelado en la experiencia psicoanalítica (Escritos I, 1984). En sus Escritos hay no menos de cinco modificaciones y reescrituras de ese estudio, y en sus seminarios orales, algunos ya editados en forma de libro, las modificaciones abundan y señalan su presencia desde el inicio al fin de su enseñanza oral.
[9] Indicamos la existencia en esos años de diecinueve artículos previos, otros sincrónicos y otros inmediatamente posteriores elaborados por varios de psiquiatras, amigos y colegas de Lacan que laboraban en la misma institución hospitalaria que él. En esa lista se puede incluir un texto de José Ingenieros, Clasificación de delirios de metamorfosis (1908), escrito al calor de sus experiencias clínicas en instituciones asilares de Buenos Aires, Argentina.
[10] S. Freud en, Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis,[!933(1932)] Conferencia XXXI, volumen XXII , Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1978; Jacques Lacan, seminario oral inédito, 1966-1967, La logique du fantasme [La lógica de la fantasía].
[11] Jacques Lacan, abordó un caso de este masoquismo al detenerse en la respuesta de los vietnamitas a la invasión norteamericana. Ver: Seminario oral, 1966-1967, inédito, La logique du fantasme [La lógica de la fantasía]
[12] La figura del goce de la desgracia ajena como estilo de la opinión pública fue descripto por Ernst Wagner, un caso importante en la psiquiatría clásica, presente en la tesis de J. Lacan como el pastor Wagner. Ver: Anne-Marie Vindras, Ernest Wagner ¡Ecce animal!: Pastor, maestro, masacrador, dramaturgo, Colección de libros de Artefacto, México, DF, abril, 2002
[13] Esa figura del Otro, como mano invisible, no sólo afecta hoy al campo de la paranoia, pues ella parece extenderse al conjunto social. Por otro lado es conveniente notar que Jacques Lacan, llevado por la vorágine del descubrimiento del registro simbólico, en varios de sus seminarios orales como Las formaciones del inconsciente (1957-1958) coqueteaba con el Otro como una máquina simbólica que no requería de un personaje a través del cual se realizaría su función.
[14] David M. Halperin, Platon et la réciprocité érotique, Cahiers de l’Unebévue, Epel, Paris, janvier, 2000. En ese estudio llama la atención sobre las figuras de la caza y las articulaciones del arte de la caza, del cazador, de la presa, su reciprocidad e inversión de sus posiciones.
[15] Ver: Louis-George Tin, L’invention de la culture hétérosexuelle, Les Temps Modernes, Paris, 624, mai/, juin/ juillet, 2003.
[16] Sigmund Freud, Historia de una neurosis infantil (Caso del « Hombre de los lobos”),1914-1918. Allí Freud indica que “En el coito more ferrarum podemos ver, en efecto, la forma más antigua de la cohabitación desde el punto de vista filogenético. Más adelante volveremos sobre este punto, cuando hayamos expuesto el material referente a su condición erótica inconsciente.”.
[17] Ver: Marcel Iacub, Le crime était presque sexuel et autres essais de casuistique, Epel, Essais, Paris, 2002.
[18] Al menos esa es la hipótesis sostenida en los trabajos de la psicología y psiquiatría forense americana.
[19] Ver : Jean Stengers, Anne Van Neck, Histoire d’une grande peur, la masturbation, Agora, Paris, 1998.