Freud: los problemas de la verdad y el psicoanálisis
José Eduardo Tappan Merino
I.- Paul Ricoeur propone que el siglo XIX dio lugar a una ruptura con formas que habían generado una especie de tradición en el pensamiento, entre otros, tres genios malditos son responsables de este cambio: Marx, Nietzsche y Freud. Cada uno mostraba la mentira en que habían vivido los hombres y de cómo estos habían producido ciencias y filosofías, destacando que eran efecto de una manera de mirar el mundo que intentaban legitimar la podredumbre moral y cultural de la sociedad burguesa de sus tiempos, por ello Ricoeur propone llamarlos: «filósofos de la sospecha», siempre están sospechando de aquellas certezas que constituían los saberes de su tiempo, todas las seguridades, el sentido común, son severamente cuestionados, se constituye por estos pensadores una actitud crítica fuera de todo conformismo, de toda necesidad de consensos, se sostienen además sus argumentaciones en la mas descarnada confrontación a los puntos de vista de sus adversarios generando un discurso profundamente riguroso y anti-irracionalista, con esto quiero decir que las maneras religiosos y dogmáticas les estorban, muestran siempre juicios afilados y cortantes.
Groso modo para Nietzsche el asunto de la verdad tenía que ver con alcanzar los valores propiamente humanos, los que podemos localizar en la cultura «dionisiaca», en donde la pasión y el sentimiento tienen un papel destacado para legitimar la forma de vida, no se trata de justificar la existencia por un ejercicio puramente intelectual, por malabarismos intelectuales, para él la cultura cristiana vino en realidad a corromper esa fuerza constitutiva, creando una moral de esclavos, mostrando al sufrimiento como moneda de cambio de los intercambios humanos y divinos, por ello era necesario el engaño, hacer pensar que sufrir es bueno: «es más fácil que entre un rico al reino de los cielos que un camello por el ojo de una aguja», la lucha del hombre es contra esta alineación, contra esta enajenación que fomenta la actitud de irnos alejando de los valores prístinos extra morales, la verdad debe ser obtenida al debatirse frente a la mentira y al comprometerse a mirar el mundo desde otra óptica, fuera de las seducciones del «sentido común que orbita alrededor del bien y del mal de manera directa o indirecta, todo juicio se encuentra guiado por preferencias morales».
Para Marx la verdad también se localiza de manera oculta, la sociedad ha construido una moral burguesa que se encuentra legitimada por una ideología que intenta mantener un sistema de dominación económica, por ello los diferentes modos de producción (entendidos como categorías históricas) buscan la manera en que los participantes descubran su lugar en el engranaje productivo y se sientan que se trata de un destino, de una fatalidad, sin preguntarse aquellas cosas que harían peligrar el sistema mismo, por ello la verdad se encuentra en la conciencia de clase, es decir, en identificar sin falsedades el lugar que tenemos en las formas de producción dominantes, entendiendo que la riqueza es algo que se quita a quien trabaja por un salario, no una manera de ahorrar o de invertir acertadamente, por ello, existen quienes extraen esa riqueza a través de la plusvalía: ese valor no regresado a quien lo produce, esa parte no remunerada; se llaman explotadores a quienes extraen esa riqueza a las personas que se encuentran vendiendo su fuerza de trabajo a quienes se llaman explotados, con esto Marx tiene claro que estas dos clases son antagónicas y tienen intereses totalmente diferentes e irreconciliables, sin embargo la ideología burguesa intenta crear en el explotado una falsa conciencia de si mismo y de su entorno. Marx no ve otra posibilidad más que la revolución como única manera de subvertir ese orden injusto y falso, la verdad entonces es sustraernos a esa falsa conciencia, ver con claridad el lugar que se tiene en el aparato productivo y luchar para lograr mejores condiciones de vida, esa es la verdad posibilidad de permitirse y luchar para ser libres.
La verdad para Freud es muchas cosas en primer lugar una lucha contra la mentira y la vaguedad de la ciencia de su época y de los dispositivos clínicos, crítica fuertemente la manera en que son concebidos los trastornos mentales y evidencia lo falaces de las argumentaciones pseudocientíficas, que intentan dar cuenta de ellos, con lo que se permitió cuestionar el conjunto de procedimientos clínicos a partir de los cuales se trataba a los enfermos nerviosos, por otro lado la verdad también es para Freud una condición humana de la que no queremos tener noticia: la conciencia y la voluntada no son la cede de nuestro actuar, es mentira el supuesto hecho de que la conciencia sea suficiente para hacer algo, para guiar alguna conducta, lo inconsciente es en realidad lo que nos determina en última instancia; también la verdad para Freud está en el hecho del singular lugar que tiene la sexualidad y la muerte en nuestra vida, desde la infancia hasta el último día de nuestras vidas, por ello, desexualizar a la cultura es un asunto de la hipocresía y doble moral de la sociedad, una mentira que algunos científicos sociales fomentaron. Por todo lo anterior Freud se valió de todas las argucias de las que pudo disponer, para no caer en un remiendo de las perspectivas psicológicas imperantes, tenía que constituir una propuesta que se adecuara a sus propias exigencias de rigor, que delimitara así mismo el espacio que estaba investigando y del que se genera una clínica de esa demarcación. Tarea titánica, su propuesta no se limita a una forma de dar cuenta de la subjetividad humana y de los resortes íntimos de esa condición sino que además el psicoanálisis es una disciplina que tiene una teoría que orienta una práctica que se sirve de un conjunto de técnicas propias. El psicoanálisis como la «ciencia del inconsciente«, como la llama Lacan, amenaza con destruir las fronteras existentes y trastocar el ’status quo’ de diversas disciplinas que dan cuenta de los social y lo humano y las obliga a cada una a preguntarse sobre su propio objeto de estudio: «el hombre», critica además las pertinencias y alcances de su disciplina, también sus criterios metodológicos, maneras de validar y verificar su sistema de conocimiento.
Como puede entenderse la propuesta freudiana no puede ser ni fácilmente, ni rápidamente asimilada por «la Razón Occidental [2] «, ya que para occidente se trata simplemente de una artificiosa y precientífica perspectiva, son varios los epistemólogos que intentan mostrar la semejanza del psicoanálisis con la astrología, la charlatanería, la magia etc. Quizá uno de los más valiosos críticos sea Karl Popper quien considera al psicoanálisis como un pensamiento autoverificativo, que no asume los propios límites de su campo de saber, todo puede ser explicado a la luz de la teoría psicoanalítica por ello se trata de un saber muy sospechoso para el científico y muy parecido al de las religiones, sostenidos más en principios de fe que en aceptar sus limitaciones e imposibilidades discursivas y explicativas. La falsación ciertamente no fue incluida en la perspectiva de los discípulos directos de Freud no por el propio padre del psicoanálisis, sin embargo tampoco estaba todo permitido, la crítica era el instrumento fundamental del análisis, como crítica a la razón biológica y a la razón ontológica, aparece de esta manera la sexualidad y lo inconsciente no como una razón, ni como una determinación sino como una verdad.
«A causa de esta subversión fundamental provocada por Freud, la concepción del problema sexual ha cambiado completamente de golpe. Hasta entonces, la psicología, que ignoraba la facultad de transformación que tienen las energías psíquicas, confundían groseramente lo sexual con el papel de los órganos sexuales […] Al separar la idea de sexualidad del acto sexual, Freud la arranca simultáneamente de su estrechez y de su descrédito; la frase de Nietzsche: «el grado y la naturaleza de la sexualidad de un hombre se manifiesta hasta en las cúspides más elevadas de su espíritu», aparece gracias a Freud como una verdad […] « [3]
Otro criterio que se ha señalado como criticable para el psicoanálisis es que un físico, un químico o un médico han estudiado fundamentalmente las condiciones en que se encuentra su ciencia en los días en que se formaron, por lo que conocen a los teóricos contemporáneos, los autores fundadores de cada una de las disciplinas son conocidos únicamente como elementos anecdóticos, como parte de la historia de la disciplina, sin embargo en la filosofía como en el psicoanálisis los pensadores fundadores continúan mostrando que son vigentes y actuales, de hecho se consideran autores clásicos ya que no pierden su actualidad vigencia a lo largo del tiempo.
«En cuanto investigador de las profundidades del alma y psicólogo de los instintos, Freud se encuadra perfectamente en las filas de los escritores de los siglos XIX y XX que, como historiadores, filósofos, críticos de la cultura y arqueólogos, subrayan, cultivan y destacan científicamente la cara nocturna de la naturaleza del alma, en contra del racionalismo, el intelectualismo, del clasicismo, o, dicho en una palabra: en contra de la fe en el espíritu que fue propia del siglo XVIII y también todavía acaso del siglo XIX. Freud considera que esa cara nocturna de la naturaleza y del alma es lo propiamente determinante de la vida, lo que crea la vida, y que además defienden de modo revolucionario la primacía de lo prespiritual, la primacía de los dioses de la tierra, la primacía de la -voluntad-, la primacía de la pasión, la primacía de lo inconsciente, o como Nietzsche decía, la primacía del -sentimiento- sobre la -razón-.» [4]
El planteamiento freudiano se encuentra en una paradoja, es por un lado un hijo legítimo del pensamiento occidental, mientras que por el otro critica fuertemente las propias maneras en que este pensamiento se fundamenta. Por lo que encontramos grandes cercanías y muy grandes distancias con las otras expresiones disciplinarias que intentan dar cuenta del hombre desde la tradición filosófica. Para Freud queda muy claro desde el principio lo que muchos años después mostrará E. Cioran «Sin nuestras dudas sobre nosotros mismos, nuestro escepticismo sería letra muerta, inquietud convencional, doctrina filosófica» [5]
Se pregunta a los psicoanalistas sobre el porqué hacen referencia tan continua a los textos de Freud, ya que se piensa que esto refleja necesariamente que no se trata de un saber científico, se considera que una ciencia, como decíamos, tiene un conjunto de cambios que son lo suficientemente dinámicos como para que los autores del pasado sean rápidamente desplazados por los autores contemporáneos, lo nuevo, suponemos, siempre viene a remplazar a lo viejo, como si se tratara de una ley natural y esta fuera también vigente en las producciones del pensamiento, sin embargo no es un asunto tan simple, ya que la propuesta freudiana es lo suficientemente compleja como para mostrarnos que muchos de los supuestos discípulos realmente no comprendieron lo hondo y revolucionario de esta teoría, se generaron al rededor de la teoría psicoanalítica propuesta por Freud un conjunto de prácticas edulcoradas y de aproximaciones epistemológicas que en muchos de sus aspectos podríamos decir incluso que son prefreudiana, al no incluir el núcleo duro de la teoría psicoanalítica propuesta por Freud (lo inconsciente y la lucha entre Eros y Tánathos).
«Yo no lo sé, pero supongo que en primer momento Freud ha debido asustarse de su propio descubrimiento, porque trastorna las concepciones más corrientes de un modo casi profanador. Si ya era audaz poner en evidencia y, como dicen los demás, exagerar la importancia de la sexualidad en la vida del adulto , qué desafío es para la moral de la sociedad esta concepción irritante: querer descubrir trazas de efectividada sexual en el niño, al cual la humanidad asocia universalmente la idea de la pureza absoluta. ¡Cómo había de conocer esta vida tierna, sonriente, ya el deseo sexual o al menos soñar con él! Esta idea aparecía, de pronto absurda, demente, criminal, hasta mitológica, porque no estando los órganos del niño aptos para la reproducción, debía proclamarse esta fórmula terrible: «Si el niño tiene una vida sexual, tiene que ser perversa». Decir semejante cosa en 1900 equivalía a un suicidio científico. Y sin embargo Freud lo dice.» [6]
Freud se encargaba de decir exactamente lo que no se quería escuchar, aquello frente a lo que se desviaba la mirada. Después de Freud sabemos que uno de los elementos fundamentales al dar cuenta de la condición humana es que no puede ser definida en una sola dimensión, como tampoco a partir de la razón o de la voluntad, la teoría psicoanalítica redefinió incluso lo que se pensaba del ser humano y que hoy es la base de nuestros conocimientos. «Hoy, las ideas de Freud -que hace veinte años eran todavía blasfemias y herejías- circulan corrientemente en el lenguaje y la sangre de la época; las formulaciones concebidas por él aparecen tan naturales que es necesario un esfuerzo mayor para desecharlas que para adoptarlas» [7]
La concepción que introdujo Freud del hombre, mostraba que en realidad era el títere de oscuros y hasta entonces desconocidos hilos, que no se trataba de un «animal racional», que en realidad su racionalidad y su voluntad son rehenes de procesos que le eran del todo desconocidos y que llamó inconscientes, por lo que la perspectiva del hombre como ser pensante, quedó caricaturizado, en la medida que se vio que la conciencia y el pensamiento eran en realidad unas pequeñísimas partes de la condición humana y ni si quiera las más importantes o determinantes. Así iluminó los infiernos de la subjetividad y mostró que «sólo puede dominar a los demonios el que los saca de su abismo y los mira cara a cara […] [la tarea más importante de Freud] no es reducir al silencio los secretos más misteriosos del hombre, sino obligarlos a que hablen. Sin el menor cuidado por la pudibundez del siglo.» [8]
Como consecuencia o efecto secundario de la revolución psicoanalítica se pudo constatar que muchos de los psicólogos, filósofos, sociólogos o antropólogos que estudiaban al hombre en realidad proyectaban más sus propias idealizaciones sobre la condición humana que realizar propiamente una investigación que intentar comprender al hombre, oscurecían con sus propios sombras y sus prejuicios lo que pretendían mostrar, eran cómplices, sin saberlo, de las instituciones que promovían una moral, que se sobre ponía a la naturaleza humana, desdibujándola, ocultando los horrores y las contradicciones propias del hombre. «Freud nunca ha demostrado al hombre, por el placer de consolarlo, una salida cómoda, un refugio en un paraíso celeste o terrestre, sino siempre y únicamente el camino que conduce al conocimiento de sí mismo, la vía peligrosa que conduce a lo más profundo de su yo. Su clarividencia no tiene indulgencia; su modo de pensar no ha aliviado en nada la vida humana. Agudo y cortante como cierzo, su irrupción en una atmósfera sofocante, ha disipado muchas nieblas doradas y nubes rosadas; pero, más allá de los horizontes iluminados, se extiende ahora un nueva perspectiva sobre el dominio del espíritu» [9]
La propuesta realizada por Freud ha sido tan honda que ha tocado prácticamente todas las otras dimensiones de las producciones del pensamiento humano, desde la filosofía y las ciencias humanas, hasta el arte en sus diferentes manifestaciones, simplemente hay que recordar la gran importancia de movimientos como el surrealista, en donde lo onírico y la vigilia, lo simbólico, lo imaginado convivían de manera simultánea en pinturas, novelas, poemas etc. El hombre como hemos dicho es otro después de Freud, ya no es el soberbio rey de la creación, es otra más de sus criaturas enceguecidas por la altanería, ignorante y angustiado por su existencia. «Como psicoanalista -dice Freud de pasada en un pequeño esbozo autobiográfico- , yo tengo que interesarme más por los procesos afectivos que por los intelectuales, más por la vida anímica inconsciente que por la consciente» Esta es una frase extremadamente sencilla, pero que encierra dentro de sí muchas cosas» [10]
II.- Para abordar lo que es el psicoanálisis es necesario comenzar con lo que podríamos llamar la contribución freudiana al pensamiento universal, es decir aquello que trasciende a la propia teoría psicoanalítica, aquello que sacudió la primera mitad del siglo XX y que no termina de ser comprendido, por el público general.
Pero cabe la pregunta qué es psicoanálisis y Sigmund Freud en su célebre trabajo titulado tratamiento psíquico tratamiento del alma de 1890, responde: «tratamiento psíquico quiere decir, […] tratamiento desde el alma -ya sea de perturbaciones anímicas o corporales- con recursos que de manera primaria inmediata influyen sobre lo anímico del hombre. Un recurso de esa índole es sobre todo la palabra, y las palabras son, en efecto, el elemento esencial del tratamiento anímico» [11] se trata aquí, de un trabajo sumamente lúcido en el que el padre del psicoanálisis al mostrar que existen un conjunto de fenómenos de carácter lingüístico que influyen de manera de manera a evidente en la constitución del psiquismo, somos a partir del lenguaje, de hecho se trata de la estructura misma de nuestra condición humana, somos hablantes, somos las palabras, las palabras nos dicen a nosotros.
Freud propone que no existe una realidad independiente de la subjetividad, de hecho, es la propia subjetividad la que construye y sobre pone a las cosas del mundo su mirada, por lo que las cosas se transforman en objetos que tienen significado y encuentran una relación en el mundo psíquico, cada objeto teje vínculos con los otros hasta que conforman una realidad, estos objetos a su vez entra en relación con otras personas y con un mercado por lo que se convierten en mercancías, a las que se les asigna un valor y quizá un precio en la circulación y contraste con otras mercancías, de tal manera que las cosas se hacen inaccesibles, sólo es posible acceder a una complejísima trama simbólica que es como manto de subjetividad que previamente hemos colocado, sin embargo preferimos no enfrentar esto, queremos huir de nuestra responsabilidad en la construcción del mundo, pensar que somos pasivas víctimas de conspiraciones planetarias, de jefes malos, de la naturaleza o del mundo, es precisamente en este punto de encuentro con nuestra propia responsabilidad, con nuestra participación activa en el destino que esta siguiendo nuestra vida, en donde Freud dice este es el encuentro con la verdad y sólo asequible para aquellos que se atreven a saber sobre su verdad, en realidad no hay otra verdad más profunda que esta. Freud es muy claro en su texto del malestar en la cultura, es donde nos muestra que vivimos por lo general aceptando un conjunto de mentiras y engaños para hacernos más simple aunque no más satisfactoria la existencia, por ello en Análisis terminable e interminable escribe que: «la relación psicoanalítica está basada en el amor a la verdad, es decir, el reconocimiento de la realidad.» Entendida esta realidad como la manera como vivimos nuestra vida, y encontrar nuestra responsabilidad en la producción de malestares, síntomas, evitaciones etc. aceptar esta realidad aunque nos sea desfavorables, amarga, dolorosa o triste. Se trata de una verdad de carácter ontológico y epistemológico, que marca la existencia de la persona una posibilidad de ver el entramado de nuestra realidad y de que somos responsables de nuestros problemas, del mismo decurso de nuestra vida.
Es lo suficientemente espantoso pensar en la subjetividad que se sobre pone a las cosas del mundo que deseamos mentirnos, generando la idea de que existe una realidad que se encuentra fuera de nosotros y que nos es independiente, sin embargo, esta subjetividad también se revierte y nos impide saber que somos productos de un complejo montaje de dispositivos que nos determinan y que además no son conscientes, actúan en la oscuridad de las formaciones inconscientes. Por ello nuestras posibilidades y nuestros límites, se encuentran prefigurados, predeterminados, realmente no decidimos desde la conciencia, no hacemos lo que es nuestra voluntad, somos marionetas que actuamos en un teatro que no hemos elegido, representando un papel que no hemos escrito y que supuestamente somos nosotros mismos, y donde jugamos que el yo es el personaje que nos representa. Entonces la verdad tiene que ver con lo que nos determina y condiciona, con lo que no somos, el proceso analítico enseña que no es verdad de que somos al elegir en el abanico de múltiples opciones que tenemos en la sociedad, todas estas son supuestas opciones porque no podemos acceder a muchas de ellas simplemente por que no son realmente lo que queremos sino lo que quisiéramos querer, lo que deberíamos querer, lo que tendríamos que querer pero que no deseamos.
«Freud demostró que, en sí lo anímico es inconsciente y que la conciencia es sólo una propiedad que puede agregarse al acto psíquico, pero que, si o aparece, no modifica en nada el acto. Su teoría de la neurosis se basó en este hecho, pues afirmó y demostró el fenómeno de la represión, el fenómeno de la no admisión de una pulsión en la conciencia, y de su transformación en síntoma neurótico. Esa demostración tiene alcance que sobre pasa toda la esfera médica, tiene un significado para todo el saber sobre el hombre.» [12]
¿Pueden conocerse los resortes y causas de las subjetividad?. Bueno esas son las preguntas pero aún más, qué tan libres somos, ¿podemos cambiar los cimientos que nos determinan? quizá el principal problema para entender la libertad y la verdad es que ha sido estudiada por algunas perspectivas filosóficas más que éticas, la libertad se encuentra totalmente articulada con la verdad de nuestro deseo y con el saber que sobre esta verdad seamos capaces de articular.
Parece claro ahora, que el destino que adivinaban las tragedias griegas se realiza, en la medida en que no somos realmente libres más que de someternos a nuestro deseo, aunque nuestros ideales intenten llevarnos en otra dirección, la insatisfacción será quizá la única alerta para mostrarnos el equívoco. Esto puede ser más claro si lo ilustramos con un ejemplo: que tan libre es el alpinista ó el torero, de ser alpinista uno y torero el otro, serían desdichados de no hacer lo que hacen se enfrentarían a sentir que su vida no tiene sentido para ellos, buscar la cumbre o el ruedo desafiando a la bestia, es su misma razón de estar vivos, sin embargo puede que esta forma de vida no encuentre aceptación dentro de los miembros de la familia o de la sociedad, pero se trata de una pasión, no se sienten vivos, no es una extraña comunión la que existe entre pasión y patología como lo muestra la raíz común de ambas: «pathos». En que medida es realmente libre una persona, que desea ser alpinista, psicoanalista, artista o torero, lo sensato prudente y razonable es que dejen estas extrañas vocaciones y se dediquen a otras cosas, mucho más calmas y aceptadas, pero no podrán realmente hacerlo sin que pasen por encima de si mismos, es por eso que no podemos hacer todo lo que deberíamos o tendríamos que hacer, aunque sea supuestamente lo mejor, aunque tengamos que escapar a lo que cualquier ideal social buscaría.
La verdad tiene que ver con la naturaleza del deseo, con la identificación del goce, entonces quiere decir que la verdad quizá tenga que ver con la manera en que se muestra, como consecuencia de una acción, se trata de algo que se diferencia del goce, podemos ir más allá al suponer que la verdad es por lo general un efecto, algo que se produce a manera de iluminación (dirían los religiosos) cuya resultado permite ubicar las coordenadas de Eros y Tánathos.
La no-verdad que es la indiferenciación o la con-fusión (fusión con) Eros y Tánathos son estas confusiones parte de la geografía del goce, del operar mismo del goce, por lo que el proceso analítico busca fracturar las supuestas certezas de la vida que nos permite identificarnos como pasivas víctimas del destino, de extraños complots, cósmicos, de los padres, de los jefes etc. El psicoanálisis introduce preguntas y nos cuestiona la dirección que ha seguido nuestra existencia, fracturar el goce eso que aparentemente es inmutable, inescrutable y común para todos.
Lacan dice el deseo aparece únicamente articulado, no se puede cosificar, sustanciar o aislar, tampoco tiene «un sentido» o forma como «ser», por lo que no puede ser rastreado por ningún fundamentalismo u ontología.
El deseo aparece articulado a la palabra, al lenguaje, a los objetos, a lo que decimos y a lo que callamos, por lo tanto sólo podemos dar cuenta de que hubo satisfacción, no la podemos ni agendarla, ni preverla; además se trata de una experiencia irrepetible, no siempre que hagamos lo mismo obtendremos el mismo resultado, sin embargo sí podemos decir a posteriori que hubo satisfacción, por lo que sabemos que se jugó el deseo, eso es una verdad, no hay duda, esta es la verdad de la que habla el psicoanálisis, por ello no se trata de una verdad relativa, existe la certeza de que es verdad para el sujeto, únicamente para él, para nadie más es demostrable y cognoscible esta mostración de la verdad, por lo tanto la verdad no es universal; el deseo tiene que ver con la instauración de la ley y de la prohibición, del incesto, con la posibilidad de hacer límite a un goce que busca la paz que se obtiene al saciar los instintos.
«Tótem y tabú en la que Freud estudia el banquete totémico -y la concepción eminentemente realista, subyacente a ese banquete, de la comunidad de sangre como identidad de sustancia-. Esta primera fiesta de la humanidad, dice Freud, es la repetición y la celebración conmemorativa de un acto criminal primordial, del asesinato del padre,-y con esa fiesta comenzaron las organizaciones sociales, las restricciones morales y la religión» [13]
El goce tiene que ver con las erráticas actitudes de encontrarnos perdidos en el laberinto de la cotidianeidad, cuando para intentar salir seguimos instrucciones y buscamos indicaciones en libros, amigos, terapeutas etc, buscamos recomendaciones sobre como debemos enfrentar tal o cual problema o qué es lo que debemos hacer frente a una situación, esta manera de actuar se sustenta en la obtención de satisfacciones colaterales, subsidiarias, arriesgamos poco o nada y lo que obtenemos es pobre, raquítico pero sin riesgos, se trata de lo que Freud llama la gratificaciones secundarias del síntoma, este es el territorio de la insatisfacción, se trata de «irla llevando» temiendo a cualquier cambio. Todas las personas somos profundamente conservadoras, preferimos lo malo conocido que lo bueno por conocer, sólo aceptamos el cambio cuando lo conocido es insostenible, sin embargo nos servimos -goce mediante- de un conjunto de artilugios para evitar el darnos cuenta de esto, sorprendernos siempre de los mismos problemas, no somos concientes en realidad de una penosa compulsión a la repetición que nos lleva siempre a correr sobre una banda sin fin, por lo que nunca avanzamos.
Es más fácil mentirnos desde el punto de vista de las ganancias secundarias suponiendo que tenemos una vida confortable y cómoda, lo que ignoramos es que está llena de goce, tememos a las innovaciones, a lo desconocido como tener una vida habitada por el deseo, fácil es mentirnos, el problema surge para la persona ya que la verdad no puede ser engañada, es el acceso que tenemos a la verdad en registro del deseo que se enfrenta en el proceso analítico, que se aleja de las certezas imaginarias y se abre a las preguntas. Algo de la dimensión subjetiva que es como si se tratara de desangrarse de manera gradual pero constante, un reloj de arena, donde la arena sale sin detenerse de una de sus cámaras dirigiéndose a la otra, se empieza a perder el deseo y nosotros mismos empezamos a sentir cada minuto que pasa un sentido de alejamiento, de insatisfacción y de malestar silencioso, que nos vamos perdiendo, que no encontramos paz, queremos engañarnos y urdimos para ello complejísimos e intrincados laberintos para permanecer en ellos, pero la verdad del sujeto puede ser escondida, sepultada, pero no engañada. Fue verdad o no lo fue, no hay más. Te das cuenta del engaño porque no hubo satisfacción, por que la satisfacción tiene que ver con el deseo, por lo tanto lo opuesto a la verdad no es la mentira, en la mentira puede existir la verdad, lo opuesto a la verdad es el cinismo, el goce, si a través de las preguntas determinamos que una mentira es realmente una mentira, o que algo es auténticamente falso aunque lo hallamos considerado verdadero ya no podemos continuar engañándonos por eso esas mentiras y esas falsedades adquieren el estatuto de verdad.
Uno de los principales argumentos que intenta cuestionar la propuesta anterior, es la que supone que existe una naturaleza humana, que aparece de forma espontánea y natural, que tiende a los excesos, es decir, que somos naturalmente violentos, crueles excesivos, desmesurados; por ello existieron varias generaciones de psicoanalistas temerosas de las fuerzas que habitan el «ello»; por los supuestos excesos de la naturaleza humana, entonces necesitamos de restricciones, de introyectar la conciencia moral, necesitamos controles, necesitamos de alguien que nos de órdenes y nos meta en cintura, función que supuestamente era la del «super yo». Estos psicoanalistas no advertían que en los excesos, en la voracidad, en la compulsión no habita el deseo, que son mecanismos del goce.
«Un texto de Kant sobre este tema, Conjeturas sobre los comienzos de la historia humana, nos servirá […] [para entender] mejor el pensamiento freudiano […] En los comienzos de la humanidad, el instinto (instinct), esa voz de Dios que todos los animales obedecen, tiene que haber guiado a la criatura. Era lo que llevaba a tomar ciertos alimentos, y prohibía otros […] El rehusamiento (Weigerung) fue el artificio que permitió pasar de los estímulos meramente sentidos a los estímulos ideales, de los apetitos puramente animales al amor, y , con este último, del sentimiento de lo meramente agradable al gusto por la belleza». [14]
Entonces el deseo como elemento hominizador aparece sólo frente al rehusamiento del goce, únicamente surge frente a la posibilidad de salir del paraíso, de transgredir el orden de la naturaleza, desobedecer el plan divino.
Lo que ha descubierto el psicoanálisis, en el caso de las neurosis, es que las personas que buscan vivir excesos es en general como efecto del sometimiento «super yoico», como de haber vivido grandes carencias. La propuesta freudiana, en sus orígenes muestra que bajo el principio del placer los excesos, por lo general, causan displacer, malestar, se puede ir degradando la vida amorosa, erótica deslizándola al goce. Lo que puede ser aconsejado por la presencia de un deseo advertido. Uno de los instrumentos para constatar el sentido de verdad, es la posibilidad de responder a una pregunta: ¿existió placer?.
La verdad es un subproducto del proceso analítico, no es una resultado de la razón, no se obtiene por un camino argumentado y depurado, se trata de un efecto no siempre bienvenido, no es una senda que daba seguirse. Al descubrir algo te empiezas a dar cuenta de que descubres cosas que ni tu sabías que se pueden descubrir. Lo que posibilita el proceso analítico es una articulación de esta verdad.
El inconsciente tiene el mismo estatuto de la verdad, su producciones y manifestaciones son formas mismas de la verdad, podemos hacer acuse de recibo o no, pero algo aparece claro es la imposibilidad de ser hablada directamente, se puede hablar de efectos de la verdad pero no puedo hablar de la verdad. Entonces la verdad es siempre verdad en cuanto da cuenta del deseo. La verdad no necesariamente es bella o beneficiosa, desenmascarar las trampas que nos hacemos puede ser muy difícil, puede incluso representar un problema si queremos seguir haciéndonos cómplices de Thanatos.
El psicoanálisis muestra a la luz de su concepción de la verdad que otras disciplinas, han confundido a la verdad con la corrección, la exactitud o la certeza; se trata de colocar a la verdad y la exactitud en el centro del ejercicio a partir del cual la ciencia orienta su conocimiento, que es una fantasía de medición de la cosa y de lo Real, se trata de la empobrecida idea de hacer de los resultados de la medición un asunto de verdad.
Entonces la verdad pertenece a las disciplinas de la subjetividad, la dimensión de la verdad emerge con la aparición del sujeto, del sujeto al lenguaje, del sujeto sujetado a su deseo, de la verdad de su sujeción y de su sujetamiento. La verdad quizá tiene previsibles matices metafísicos e incluso místicos que finalmente inquietan y pueden problematizar al sujeto por lo que son formas de verdad. Bajo lo que acabo de proponer, ni la ciencia ni la filosofía pueden pretender ningún monopolio del concepto de verdad.
Lo falso no es opuesto a la verdad, lo falso es una forma de verdad, lo que se opone a la verdad es el engaño y la traición, lo que impide la transparencia, lo que enrarece, el goce; la verdad de hecho es el eje articulador de la asociación libre, más fácil de distinguir en la mentira, en el error y en los actos fallidos que en cualquier otro lado, para distinguir a las estrellas es necesaria la oscuridad. La verdad implica una coincidencia de tiempo y espacio entre objeto y deseo, lo que quiero plantear, es que existe a raíz del psicoanálisis una voluntad de la verdad, que Lacan llama deseo advertido. El sentido de voluntad por ejemplo, en una semilla de pino esta la voluntad de ser del pino, en este carece la voluntad de ser piedra; hay una serie de potencias y de posibilidades de lo que se puede ser y otras simplemente de lo que es imposible. Entonces la voluntad de ser pino ya existe en la semilla, todo el pino se encuentra en la voluntad que esta en la semilla que sólo se alcanza germinando, entonces, existe una voluntad de verdad y que precisamente todo lo que tiene que ver con el goce tiene que ver con alejarnos de la verdad, con los rodeos, entonces lo que busca necesariamente es el extravío.
El deseo del analista tendría que ver con que se pueda presentar la voluntad de verdad, para decirlo de alguna manera el deseo del analista es que la semilla de pino pueda llegar a ser un pino. La dirección de la cura analítica es la posibilidad de ir cercando a la verdad, a esa verdad que se presenta, no toda, no dicha, no siempre, no en el mismo lugar de ayer, nunca totalmente, con el mitos, en las mentiras, en los actos fallidos etc. se va descubriendo cosas que tienen únicamente sentido en el proceso analítico que tienen que ver con la verdad de cada sujeto, por eso no existen verdades universales, ni relativas; además de que siempre será en pretérito: fue o no verdad.
Lacan escribe alrededor de Antígona que se encuentra en una disyuntiva, seguir la ley de la polis, que significa el acto público de acatamiento a la ley, que es no enterrar a su hermano, lo que significa que el alma de su hermano se encontrará errante y sin descanso, por lo que tendrá que realizar todo el ritual para salvar el alma de su hermano: poner el óbolo en su boca, pagar un buen grupo de plañideras y darle sepultura. Sin embargo si entierra a su hermano a ella la matarán por violar la ley de la polis. Lo que propone Lacan es que desde el punto de vista del sujeto, para ella solo existe una verdad: que es libre de someterse a su deseo que no implica otra cosa que la pena de muerte o perderse a sí misma sobrevivir y transformar su existencia en simple agonía, ser ella misma un alma en pena, no podía hacer otra cosa que enterrar a su hermano.
En el proceso analítico es un infatigable intento de decir, aunque siempre queda un residuo de lo que no podemos comunicar y que además no lo podemos decir, entonces la palabra se motoriza de alguna manera a partir de este imposible intento de articular la verdad sobre nuestras posibilidades y nuestras imposibilidades, es decir sobre nuestro deseo. Efectivamente el psicoanálisis muestra que se puede vivir engañado toda una vida y desconocer la naturaliza misma de la verdad que entraña el deseo o entrar al desafío de analizar nuestra vida
Bibliografía citada.
Cioran E. M. Silogismos de la amargura. Ed. Tusquets. Barcelona 1990.
Freud S, Tratamiento psíquico tratamiento del alma. Vol. I. Obras .Completas. Amorrortu. Buenos Aires. p. 115. Buenos Aires 1976
Etcheverry José Luis. Sobre la versión castellana. En Obras Completas de Freud. Amorrtu. pp 65-66. Buenos Aires 1976
Mann Thomas. Schopenhauer, Nietzsche, Freud. Ed, Plaza&Janes. Barcelona. 1986
Zweig Stefan. Sigmund Freud. Ed. Diana. 6ª edición México 1963.
[1] Antropólogo y psicoanalista. Profesor de la Universidad del claustro de Sor Juana y de la Universidad Intercontinental. Coordinador del diplomado en antropología y psicoanálisis ENAH.
[2] Entendida como una manera de dar cuenta de las cosas desde la conciencia, asexual, y sin conflictos entre las partes que constituyen los en fenómenos que orientan su juicio. Sobre poniendo el plano de los ideales y confirmándolos en la tarea del conocimiento.
[3] Zweig Stefan. Sigmund Freud. Ed. Diana. 6ª edición México 1963. p. 139.
[4] Thomas Mann. Schopenhauer, Nietzsche, Freud. Ed, Plaza & Janes. Barcelona, 1986, pp. 183-184
[5] Emile M. Cioran, Silogismos de la amargura. Ed. Tusquets. Barcelona 1990. p.12.
[6] Zweig Stefan. Sigmund Freud. Ed. Diana. 6ª edición México 1963. pp 142-143.
[7] Zweig Stefan. Sigmund Freud. Ed. Diana. 6ª edición México 1963. p. 8
[8] Zweig Stefan. Sigmund Freud. Ed. Diana. 6ª edición México 1963. p. 24
[9] Zweig Stefan. Sigmund Freud. Ed. Diana. 6ª edición México 1963. pp. 28 y 29
[10] Mann Thomas. Schopenhauer, Nietzsche, Freud. Ed, Plaza & Janes. Barcelona. 1986.p 206
[11] Freud S, Tratamiento psíquico tratamiento del alma. Vol. I O.C. Amorrortu. Buenos Aires.
[12] Mann Thomas. Schopenhauer, Nietzsche, Freud. Ed, Plaza&Janes. Barcelona. 1986. p207
[13] Mann Thomas. Schopenhauer, Nietzsche, Freud. Ed, Plaza&Janes. Barcelona. 1986. pp. 182-183.
[14] Etcheverry José Luis Sobre la versión castellana de las obras completas de Freud. Amorrortu, pp. 65-66