Freud y la homosexualidad

Freud y la homosexualidad Patricia Garrido Elizalde «La lógica de un pensamiento (pensée) es el conjunto de crisis por las que atraviesa…» Gilles Deleuze [1] «A mi juicio no debe dejarse al lector otra salida que la de su entrada, la cual yo prefiero difícil» Jacques Lacan [2] La vida sexual contemporánea se ve atravesada…


Freud y la homosexualidad

Patricia Garrido Elizalde

«La lógica de un pensamiento (pensée) es el conjunto de crisis por las que atraviesa…» Gilles Deleuze [1]

«A mi juicio no debe dejarse al lector otra salida que la de su entrada, la cual yo prefiero difícil» Jacques Lacan [2]

La vida sexual contemporánea se ve atravesada por dos asuntos capitales: la inocultable e indiscutible diversidad de sexualidades, esto es, aquellos comportamientos que están en la frontera de la sexualidad según las definiciones de los discursos dominantes; comportamientos que ponen en juego la intrínseca heterogeneidad del deseo. Y, por otra parte, el asunto de la Elección

Estos dos ejes -la diversidad y la elección-, a veces como fantasmas, han estado en el centro de los debates sexuales por muchos años y generaciones, y han moldeado de ciertas maneras los diversos discursos en torno a lo sexual.

Quizá, lo más nuevo es que el caparazón de la certidumbre moral y presumiblemente científica, que controlaba la diversidad y delimitaba las elecciones están ahora resquebrajadas, de modo tal vez irreparable. Un discurso de la elección es un poderoso disolvente de certidumbres; socava la solidez de las narrativas tradicionales y trastoca las relaciones de dominio y subordinación.

En efecto, el significado de la sexualidad ha cambiado. Durante largo tiempo encerrado en la historia de la reproducción ahora flota en gran medida fuera de ella. De una manera compleja, sus significados se han ampliado.

Para una mayoría se ha vuelto polimorfa y plástica. Al menos en principio, las artes eróticas están abiertas para todos nosotros, ya sea por los miles de libros sobre los goces del sexo, por el floreciente crecimiento de las representaciones sexuales, o por una renovación del discurso en torno al cuerpo y sus placeres.

La sexualidad, entonces, con la multiplicación de sus íconos públicos y el debate abierto de sus prácticas privadas, así como, con las controversias sostenidas sobre la identidad y la fragilidad de los roles sexuales pautados de antemano, ha comenzado a desactivar tabúes culturales que han impedido conocerla y reconocerla.

Hechos, todos ellos, a los que en la historia de la sexualidad el psicoanálisis no es ajeno, ya sea porque se considere en una versión extendida que es él quien ha liberado a la sexualidad occidental, luego de que siglos de cristianismo le impusieran la represión [pensamos que en algo ha contribuido. ¿Cómo no ver, en principio, la tolerancia, luego las nuevas libertades que se han visto beneficiadas del bemol puesto por Freud sobre el concepto de «normalidad»?].

O bien, porque en esa misma historia -y desde otra perspectiva- el psicoanálisis para ciertos pensamientos ha servido de contrapunto, y éste es el caso de Michel Foucault quien en los años 70’s – y en sus últimos escritos- toma una posición distinta con respecto al psicoanálisis de aquella que habría establecido en su texto «Las Palabras y las Cosas« [3] .

Para 1978, en su conferencia en Japón titulada «Sexualidad y Poder» [4] se explica sobre aquello que lo impulsó a emprender una historia de la sexualidad, y retoma, lo que ya había escrito en «La Voluntad del Saber» (1976). Donde de manera muy clara enuncia: hay dos grandes procedimientos para producir la verdad del sexo. Y es de lado de uno de estos dos procedimientos donde coloca al psicoanálisis.

«Por un lado, las sociedades – fueron numerosas: china, Japón, India, Roma, las sociedades árabes musulmanas- que se dotaron de un ars erótica. En el arte erótico la verdad es extraída del placer mismo, tomado como práctica y recogido como experiencia; el placer no es tomado en cuenta en relación con una ley absoluta de lo permitido y lo prohibido ni con un criterio de utilidad sino que, primero y ante todo en relación consigo mismo, debe ser conocido como placer, por lo tanto, según su intensidad, su calidad específica, su duración, sus reverberaciones en el alma y en el cuerpo. Más aún; ese saber debe ser revertido sobre la práctica sexual para trabajarla desde el interior y amplificar sus efectos»

«Así se constituye un saber tenido por secreto… Es pues, fundamental la relación con el maestro poseedor de los secretos, él, únicamente, puede trasmitirlos de manera esotérica y al término de una iniciación durante la cual guía, con un saber y una severidad sin fallas el avance de su discípulo. Los efectos de ese arte, deben transfigurar al que ahí se ejerce: dominio absoluto del cuerpo, goce único, olvido del tiempo y de los límites, elixir de larga vida, exilio de la muerte y de sus amenazas» [5]

Esta es una de las maneras de engendrar la verdad del sexo. El otro procedimiento de producción de la verdad del sexo es aquella de la confesión.

«Nuestra civilización -señala- a primera vista al menos, no posee ninguna ars erótica. Como desquite, es sin duda la única en practicar una scientia sexualis. O mejor, es haber desarrollado durante siglos, para decir la verdad del sexo, procedimientos que en lo esencial corresponden a una forma de saber rigurosamente opuesta al arte de las iniciaciones y el secreto magistral: se trata de la confesión» [6]

Scientia sexualis contra ars erótica, sin duda. En el arte erótico el maestro enseña, el discípulo se encuentra a la espera; en la ciencia, el maestro toma nota el discípulo se explaya. Respecto al placer, en el arte, resulta de una práctica con efectos predominantemente corporales-sexuales y en la ciencia de una práctica con efectos predominantemente discursivos-sexuales.

En el análisis de Foucault son múltiples las maneras en las que Freud es convocado; una de ellas es que frente a esta idea de que el fundador del psicoanálisis ha liberado la sexualidad occidental, Foucault toma distancia. Y aunque sus críticas al psicoanálisis nunca fueron frontales como en «La voluntad del Saber» éste, el psicoanálisis, no dejó de estar en el horizonte explícito de las mismas.

Pero no sólo Freud es convocado. Rajchman, a diferencia de Didier Eribon [7] , considera que parte del espectacular efecto y la dificultad de los últimos libros de Foucault se desprenden de la singular importancia que el psicoanálisis había adquirido, en gran medida gracias a Jacques Lacan, en la filosofía contemporánea.

Sin duda, dos generaciones separadas por cerca de veinte años, formaron a Lacan y a Foucault, sin embargo, el pensamiento del primero no era ajeno a éste último, estas fueron algunas de sus opiniones:

Decía que las personas que se acercaban a Lacan lo hacían por el simple placer de leer o escuchar un discurso desprovisto de respaldo institucional aparente, y que si lo que escuchaban o leían resultaba difícil, lo era por un efecto voluntario, con la finalidad de que se «desarrollaran» y parece, que lo que llegó a admirar en Lacan fue esa dificultad que había encontrado en su propia búsqueda de un estilo nuevo. A su muerte, rindió homenaje con las siguientes palabras:

«Me parece que lo que constituye todo el interés y la fuerza de los análisis de Lacan es precisamente esto: Lacan fue el primero desde Freud en querer volver a centrar la cuestión del psicoanálisis en el problema de las relaciones entre el sujeto y la verdad… intentó plantear una cuestión que desde el punto de vista histórico es propiamente «espiritual»: La del precio que el sujeto debe pagar por decir la verdad, y la del efecto que tiene en el sujeto la posibilidad de decir la verdad sobre sí mismo» [8]

No obstante, en la conferencia dada en Japón, Freud es abordado por una especie de rodeo o por una inversión y por esa vía Foucault termina refutando una de las pretensiones fundamentales de un cierto psicoanálisis.

En principio, es preciso entender que para estos tiempos (1978) y en sus últimos escritos, la sexualidad sólo le interesaba a Foucault en la medida que le permitían elaborar el estudio de los procesos de subjetivación, es decir, la sexualidad como dimensión de la experiencia en la estructuración ética de un sujeto y que el sujeto ético del que trata, es anterior al Homo psicologicus, ya sea en su versión cristiana de sujeto de exégesis que debe examinar el origen de sus representaciones para distinguir en ellas las huellas de deseos sospechosos; Ya sea en su versión moderna de objeto de las ciencias humanas.

Para Foucault si la sexualidad se constituyó como un dominio susceptible de conocimiento es a partir de relaciones de poder que a ésta se le instituyó como objeto posible… La sexualidad será pues «el nombre que se le puede dar a un dispositivo histórico: no la realidad sobre la cual uno ejercería aprehensiones difíciles, sino una gran superficie en rosario donde la estimulación de los cuerpos, la intensificaciones de placeres, la incitación al discurso, la formación de conocimientos, el reforzamientos de controles y resistencias, se encadenan unas con las otras, según grandes estrategias de saber y de poder» Desde hace ya algunos siglos una cierta inclinación nos ha conducido a platear en el sexo la cuestión de lo que somos. Esto quiere decir, que Foucault plantea que la creación de la sexualidad y el sexo no es más que la estrategia puesta en obra del esfuerzo más fundamental por controlar la definición del hombre mismo. De ahí que en la obra de Foucault hay una tendencia a generalizar la historia de la sexualidad para hacer con ello una «genealogía del sujeto en las sociedades occidentales«.

Ahora bien, en esta conferencia ¿qué es lo que le reprocha decididamente al psicoanálisis? Le reprocha el que continúe postulándose como trabajo de conocimiento; conocimiento cuyo tema privilegiado es lo sexual. Pero la sexualidad -nos dice- nunca interviene (ni en las artes de vivir ni en las técnicas de sí) como una superficie de objetivación de la que se puede deducir conocimientos sólidos sobre el sujeto. La sexualidad no es necesariamente una clave científica de acceso al sujeto, o mejor dicho, lo es efectivamente, pero sólo debido a una síntesis histórica precaria, reciente.

«Freud, dice, parte del hecho de que la histeria es caracterizada como un fenómeno de olvido, de desconocimiento masivo de sí mismo por el sujeto» prosigue » Freud ha mostrado que el sujeto no se desconoce a sí mismo en su generalidad de sujeto [lo que con Lacan podemos leer que el sujeto no queda excluido, es decir, representado por un significante, con lo cual queda anulado uno de los puntales básicos del psicoanálisis lacaniano, aquel que dice: un significante es lo que representa al sujeto para otro significante] sino más localmente en su deseo, en su sexualidad»[9]

Es aquí donde el psicoanálisis queda refutado, pues al partir Foucault, de «un fenómeno que es casi inverso» [10] , al partir de un súper – saber, de un exceso del saber, que es lo que caracteriza a occidente en su scientia sexualis sólo basta con aislar «esa gran economía de la superproducción del saber crítico en cuanto a la sexualidad» para que se plantee la cuestión de saber si el psicoanálisis no forma parte de ella. Pues según Foucault, su estatuto científico, o su reivindicación o su propensión a ser científico no lo pone a cubierto de su observación localizadora puesto que es desde el comienzo mismo de ese súper – saber con respecto a lo sexual que se reivindica su carácter científico. (No es el caso aquí, pero con Freud y con Lacan se podría abrir una discusión sobre «la cientificidad» y en particular la del psicoanálisis. Por otro lado, también se podría abrir una discusión sobre si el psicoanálisis pertenece al rubro de las «sexologías» ¿de cuál psicoanálisis, entonces, se está hablando?)

Por otra parte, al establecer Foucault una rigurosa continuidad entre «la codificación jurídico moral» del cristianismo y el psicoanálisis como estadio último del «poder de la verdad» ejercido sobre los cuerpos y los placeres, al que llama poder pastoral, nuestro autor además de destapar una feroz crítica al psicoanálisis (sin duda en su versión más estrecha y gracias a una cierta supresión de Freud en la historia del movimiento psicoanalítico ) hace de él una práctica pastoral-confesional.

La confesión -nos dice Foucault- fue y sigue siendo hoy «la matriz general que rige la producción del discurso verídico sobre el sexo», cito:

«La pastoral cristiana trajo consigo toda una serie de técnicas y de procedimientos que conciernen a la verdad y a la producción de la verdad […] El pastor cristiano […] debe saber, por supuesto, todo lo que hacen sus «ovejas». Pero también debe conocer desde el interior lo que pasa en el alma, en el corazón, en lo más profundo de los secretos del individuo» [11] .

Con Pascal Quignard (en «El Sexo y el Espanto« [12] ) sabemos ahora que la represión de la sexualidad no es debida al cristianismo. Era algo dado en el momento en que Roma se vuelve cristiana. Lo que trae de nuevo el cristianismo, es la pastoral. Y eso es lo que nos muestra Foucault. El cristianismo lo toma de la sociedad hebraica: David, primer rey de Israel, recibe de manos de Dios la tarea de convertirse en el pastor de su pueblo. [13]

Jean Allouch [14] , nos dice que actualmente hay indicios que ponen de relieve la insistencia de algo así como el psicoanalista buen pastor. Y añade, que Lacan ya había advertido ese deslizamiento que debió terminar diciendo que el psicoanalista «descarita» (neologismo que juega con la palabra chariter: ejercer la caridad»). Seguir la indicación de esa «descarita» -manifiesta- es situarse en un lugar distinto a aquél en el cual Foucault sujetó al psicoanálisis.

¿Qué es seguir la indicación de esa descarita? Sino una curiosa dificultad ética. El psicoanálisis -y más claramente Lacan quien como Freud tuvo una gran preocupación por los asuntos de la ética- el psicoanálisis, decía, no se funda en la concepción idealizadora del amor o de la amistad, tal como se ha entendido tradicionalmente. La novedad o lo distintivo es que la pasión (transferencia) que une al analista con el analizante en el difícil trabajo del análisis, difiere de la de los philoi [15] , los amigos de la edad antigua, y también del amor cristiano por el prójimo [16] . El análisis no es ni Eros ni ágape; No es cuestión de sabiduría ni de altruismo, el analista «no es un buen samaritano».

Y el psicoanálisis ¿habría liberado a las ovejas? ¿0 con nuevos procedimiento ha prolongado la sujeción? En numerosos textos Jean Allouch nos advierte y acordamos con él, que hay un psicoanálisis que ha contribuido al discurso de la bio -norma; hay un psicoanálisis adaptativo cuya versión más reducida duramente criticó Lacan, y al que se resistió sin tregua.

Y el mismo Allouch nos señala que habrá sido necesario que ese psicoanálisis adaptativo hiciera su contribución al discurso de la bio -norma hasta un punto suficientemente extremo para que el deseo de liberación, para que la «resistencia» tuviera a partir de allí su lugar en otra parte, en otro campo que en el campo freudiano. Y este es el lugar que destacó para los gay and lesbian studies.

* * *

¿La homosexualidad? He aquí un asunto que corresponde efectivamente a las interrogaciones de nuestra época. Interrogante de actualidad, pero detrás del enorme interés suscitado por la entrada en escena de las «minorías sexuales» y a pesar de una abundante literatura política, histórica, sociológica es preciso observar la relativa indigencia de publicaciones psicoanalíticas en la materia.

Con frecuencia nos encontramos citados los textos canónicos de Freud: La joven homosexual, un recuerdo de infancia de Leonardo da Vinci, los tres ensayos sobre una teoría sexual o aquel, de Lacan, sobre la Juventud de Gide.

Se han publicado un pequeño número de artículos de calidad aunque la mayor parte de ellos son exegéticos. Y a pesar de lo palpitante del tema, el estudio de los resortes de la identidad sexual y de la elección de objeto es limitada. Y qué decir del montón de analistas -entre los contemporáneos- que aún reducen la homosexualidad a una vertiente perversa, obscureciendo más que dando luces con ideas nuevas sobre un asunto viejo. Aún queda mucho trabajo por hacer.

Para abrir problemáticas a manera de conclusión, quiero reproducir una carta de Freud publicada en 1951, en el American Journal of Psychiatry [17] , que puede darnos una idea de su posición frente a la homosexualidad.

Esta es una carta que dirige, en 1935, a una madre americana angustiada y perturbada por la homosexualidad del hijo. Lo que la carta dice es que en realidad ella no tiene motivos para perturbarse. Y, menos aún, de lo que piensa para sentirse angustiada:

«Deduzco dice Freud que su hijo es homosexual. Me impresiona mucho el hecho de que usted no menciona esta palabra en su información sobre él. ¿Puedo preguntarle por qué evita el uso de ese término? La homosexualidad no es una ventaja, pero tampoco es algo de lo que uno deba avergonzarse, un vicio o una degradación; ni puede clasificarse como una enfermedad. Nosotros lo consideramos una variante de la función sexual, producto de una detención en el desarrollo sexual.»

Y continúa:

«Muchos individuos altamente respetables, de tiempos antiguos y modernos, entre ellos varios de los mayores. (Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci.) fueron homosexuales. Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como un crimen y es también una crueldad. Si usted no me cree a mí lea los libros de Havelock Ellis. Usted me pregunta si puedo ayudarle, debo suponer que lo que usted me pregunta es si puedo abolir la homosexualidad y hacer ocupar su lugar por la heterosexualidad. La respuesta en términos generales es que no podemos prometer semejante éxito. En cierto número de casos conseguimos desarrollar los marchitos gérmenes de heterosexualidad presente siempre en todo homosexual, pero en la mayor parte de los casos eso ya no es posible. Ello depende de la cualidad y de la edad de los individuos. No es posible predecir cuál será el resultado del tratamiento.

Lo que el psicoanálisis puede hacer por su hijo ya es cosa diferente. Si es desdichado, neurótico, si vive desgarrado por sus conflictos, inhibiciones en su vida social, el análisis puede traerle armonía, tranquilidad mental, completa eficiencia, ya sea que siga siendo homosexual o cambie. Si usted se decide a ello, ¡él podrá analizarse conmigo! ¡no creo que usted lo haga! Tendría que venir a Viena. No tengo intención alguna de salir de aquí. No deje, sin embargo, de contestarme al respecto.

Sinceramente suyo y con los mejores deseos.

  1. Freud.

Todo lo que dice en la carta sobre la homosexualidad habría sido objeto de su convicción por cerca de 30 años. En sus intervenciones públicas (la entrevista al periódico de Viena, DIET SEIT, 1903) como privadas (en las reuniones de la Asociación Psicoanalítica Internacional), en síntesis dice lo mismo, en estas últimas sostenía «que no había buenas razones para que a los homosexuales se les rechazara la solicitud como aspirantes a psicoanalistas»

Resumiendo: La homosexualidad no es una ventaja. Tampoco es una enfermedad. No debería ser perseguida como un crimen ni considerada como una desgracia. Ningún homosexual necesita ser tratado psicoanalíticamente, a no ser que también y de manera absolutamente incidental, sea un neurótico.

Lo que no quiere decir, por supuesto, que este punto de vista fuera compartido por sus compañeros analistas, aunque ninguno en vida de Freud y hasta donde se sabe, lo haya rechazado o confesado explícitamente.

Sin embargo, se sabe también que fue en América el lugar mismo donde floreció ese adaptativo psicoanálisis del yo -que terminara por reducir el psicoanálisis a casi nada en los lugares mismos donde se pretendía ejercerlo- donde la posición de Freud fue menos aceptada o quizá más resistida. Ya desde el comienzo del trasplante del psicoanálisis a estas costas, los analistas americanos tendieron a considerar la homosexualidad con desaprobación y en realidad quisieron desembarazarse de ella para siempre, el concepto creado de «minorías sexuales» que aparece en estas tierras, que aunque viniendo del campo de la sociología o de la política ¿no es en sí mismo un señuelo?

Allouch marca que justo ahí mismo donde desaparecía el psicoanálisis -y con cierta simultaneidad – apareció ese nuevo campo llamado de los gay and lesbian studies. Mientras un campo casi deja el escenario, el otro hace su entrada.

Ya en 1916, un analista neoyorquino, fundador de Psychoanalytic Review, declaró [18] que «instrucción individual» y «educación» deberían controlar la tendencia «homogénica» y dirigirla a una «normal» y «bien adaptada vida sexual» para que así no exista la homosexualidad…

La declaración típicamente americana, ha dominado el pensamiento psicoanalítico desde entonces en ese país. Posición que Freud conocía, despreciaba y se oponía; bástenos una muestra con lo que aparece en esa nutrida correspondencia que tuvo con el psicoanalista americano, James Jackson Putman de Harvard [19] , en la que existía por parte de Freud un esfuerzo prolongado por conseguir que depusiera el moralismo y por parte de Putman un prolongado rechazo.

Freud burlándose de la retórica cristiana que yacía bajo la superficie de la carta de Putman, le dice:

«Parece que usted hace aparecer el psicoanálisis más noble y más hermoso; en sus ropas domingueras escasamente reconozco a la empelada que se desempeña en los quehaceres domésticos de mi casa»

Y en una de sus últimas cartas, en la que Freud encara de manera más directa el moralismo de Putman le dice:

«La moral sexual tal como la define la sociedad – y como caso extremo la sociedad americana – me parece muy despreciable. Me identifico con una vida sexual mucho más libre»

Esta es pues, la posición de Freud. Sin duda, con este testimonio de la correspondencia así como, con la carta enviada a la madre americana, podemos dar cuenta de lo lejos que Freud estaba de este pensamiento que compartían la mayoría de los analistas en América en esa época.

En esa carta uno puede leer una intención de Freud .que no se reduce a una actitud «bondadosa» dirigida a una madre angustiada, es una carta dirigida a los americanos, contra el moralismo y el abuso que hacían del psicoanálisis.

¿Abuso? Sí, Putman y Jeliffe habrían dado prueba suficiente de ello, Uno pensaba que «debía –Subrayoinfundir a sus pacientes su propia visión ética», de la que consideraba que Freud carecía. Jeliffe por su parte, pensaba «que el sentimiento homosexual se debería – subrayo- controlar a través de la instrucción y de la educación y reformarlo en pro de una sexualidad normal y bien adaptada»

Por otra parte, Freud no era ajeno al movimiento de emancipación de los homosexuales generado en Alemania, a finales del siglo XIX. No, no solamente no era ajeno, podríamos decir que hasta llevaba la punta, la delantera en su controversia con ellos.

El movimiento se fundó básicamente en Alemania. Su creador fue un abogado de Hannover llamado Karl Heinrich Ulrichs cuyo pensamiento sobre los homosexuales versaba sobre las ideas de que, los homosexuales constituían un «tercer sexo» y que se trataba de un «cuerpo masculino» poseído por un «alma femenina».

El primer gran líder del movimiento y sucesor de Ulrichs , fue Magnus Hirschfeld (1868-1935) , médico judío de Berlín miembro de un grupo de presión e investigador clínico, que como publicista y como organizador había trabajado durante mucho tiempo y sin descanso en favor de la derogación de las leyes que penalizan la homosexualidad y por el reconocimiento de su extensa incidencia.

Hirschfeld como Ulrichs, también pensó a los homosexuales como un grupo biológica y psíquicamente distintos y los llamó «intermedios sexuales» .

Se sabe que Freud no tuvo ningún desagrado en respaldar los objetivos de reforma de la ley por parte del movimiento. Pero decididamente rechazaba sus propuestas teóricas para explicarse la homosexualidad. Discrepó de la teoría del «tercer sexo» y de la idea de los «intermedios sexuales».

Tanto «En tres ensayos de teoría sexual. (1905) así como, en el texto de Leonardo da Vinci (1910), se refiere a la línea del movimiento, en el primero, crítica directamente a Ulrichs y descarta de tajo la noción de un «cerebro femenino en un cuerpo masculino» le llamó a éste «el portavoz de los varones invertidos».

En el segundo, en el texto sobre Leonardo, nos dice

Los varones homosexuales que en nuestros días han emprendido una enérgica acción contra la limitación legal de sus prácticas gustan de presentarse, por la boca de sus portavoces teóricos , como una variedad sexual distinta desde el comienzo, como un grado sexual intermedio, «un tercer sexo».

Y para la edición de 1919 de ese mismo texto añadió con una fuerte crítica que .»… los representantes de los homosexuales en la ciencia no atinen a aprender nada de las certificadas averiguaciones del psicoanálisis» lo que repite casi con las mismas palabras en 1917 en sus «Lecciones de Introducción al Psicoanálisis«.

El pensamiento de Freud mostraba que todo el mundo era capaz de «hacer una elección de objeto homosexual» y que todos «de hecho hacían una en su inconsciente y que además .. voy as citar de los «tres ensayos de teoría sexual»

«Los sentimientos libidinosos en vinculación con personas del mismo sexo, no desempeñan escaso papel como factores de la vida sexual, y ese papel es mayor que el de los dirigidos al sexo opuesto en cuanto motores de contracción de neurosis»

Con estos planteamientos, Freud, difícilmente podría aceptar que los homosexuales fueran «una especie sexual diferente » o una «variedad especial de la especie humana» . Por el contrario, sostenía que toda la gente era psicológicamente como los llamados homosexuales.

Como verán en los años de turbulencias generados por el inicio de los movimientos de .emancipación homosexual, los pronunciamientos de Freud no estaban en acuerdo con las posiciones de sus colegas en América, pero tampoco, acordaba con los teóricos del movimiento a quienes la discusión de Freud no les interesaba, ellos libraban una campaña política.

Quiero destacar aquí, el hecho de que términos tales como «tercer sexo» o «intermedios sexuales» hacen cierta consonancia con términos que actualmente se sostienen, al referirse a la homosexualidad como «Minorías sexuales» como se dice de los negros, judíos, mexicanos etc., reforzando una posición dogmática de los grupos homosexuales, pero también reforzando la pertenencia a un grupo, sin pensarse raro y vulnerable, y probablemente orgulloso. Volveré a este asunto.

En los años 40s, recuerden que Freud muere en el 39, Sandor Rado otro psicoanalista neoyorkino, publicó en una serie de artículos – leamos esta piezas de antigüedad

«que la pareja hombre-mujer era saludable, que era sobre todo el «modelo standard» y que la homosexualidad era una enfermedad basada en el miedo a la mujer, y que muy a menudo podía curarse por la vía de psicoanálisis.»

Hubo más radicales, en 1962, Bieber, publicó, que en tanto su propósito era establecer la homosexualidad como una enfermedad, le interesaba, entonces, llegar a comprender la etiología de la misma, y así, argumentó que ésta, derivaba de cierta clase de mala situación familiar: Una madre dominante y un padre frío.

El extremo quizá. Lo representa Charles Socarides, quien en una serie de artículos en los años sesentas, publicó que la homosexualidad no sólo era una enfermedad, sino una severa enfermedad acompañada frecuentemente de manifestaciones psicóticas o de oscilaciones maníaco depresivas. Mientras la pareja heterosexual podía conducir hacía «la cooperación, el consuelo, la estimulación, el enriquecimiento, la competencia sana y logros» la pareja homosexual, sólo podría brindar «destrucción, rechazo mutuo, explotación del compañero y de sí mismo, incorporación oral-sádica, ataques agresivos, esfuerzos para aliviar la ansiedad y una seudo solución a las urgencias agresivas libidinales que dominan y atormentan al individuo», Planteaba que también era posible la cura.

Es hasta 1973 que la American Psychiatric Association, saca a la homosexualidad de la listas de enfermedades donde la habría colocado desde 1952. No sin jugarse, de manera intensa, una controversia entre psicoanalistas —los que estaban a favor y los que estaban en contra—, así como la fortificación y expansión del movimiento de liberación gay que luchó para conseguir su anulación.

Al anunciar esta anulación, el presidente de la Association exclamó que «esperaba que el resultado fuera un clima más satisfactorio de opinión para la minoría homosexual en nuestro país«,

Observemos, nuevamente, el término de minoría, puesto que, de cara al psicoanálisis se vuelve a colocar el asunto donde había comenzado. Y donde Freud, ya había discutido.

El mismo movimiento de liberación Gay se reivindicaba como: una minoría, «un grupo de una naturaleza especial».

Pero no sólo ellos , los psicoanalistas que estaban a favor de esta anulación, también lo compartían, entre los más influyentes se encuentran Judd Marmor y Robert Stoller .

¿Qué decían, estos autores?

Que la homosexualidad no era una enfermedad, y la describían a su vez como la orientación sexual de una minoría , y aunque con tacto, rechazaban la idea de Freud, que insistió en decir que los homosexuales no eran «excepciones» y que el psicoanálisis se oponía decididamente a separarlos «del resto de la humanidad como un grupo de carácter especial» «de ser así, habría que rechazar y reprimir la teoría psicoanalítica de la sexualidad», rechazaban también, ese punto teórico crucial, la idea de que la sexualidad de todos era en gran parte homosexual.

Destaco aquí el decir de Stoller, por la trascendencia de sus estudios, años después sobre la temática «Sex and gender» [20] :

«Al adherirnos a la idea de Freud,dice- nunca podíamos tener claros los fundamentos para decir de cualquiera que no era homosexual y eso sería problemático» Y proponía volver a una definición menos complicada de la homosexualidad y pensarla como del dominio exclusivo de los homosexuales, «como el estado en el cual las prácticas sexuales son realizadas preferentemente, en la fantasía consciente o en la realidad, con una persona del mismo sexo»

Es decir, sostenían a la homosexualidad como asunto de una minoría, pero al igual que otras minorías tenían el derecho de verse libres de estigmas de los cuales la psiquiatría oficial los había ubicado injustamente, no eran enfermos.

Así Freud, y su pensamiento, salían de la Jugada. Una supresión de Freud en la que contribuyó ampliamente la teoría psicoanalítica tal como ha sido elaborado en los Estados Unidos .

Retomo entonces, el decir que, en América donde el psicoanálisis desaparece, los Gays and lesbians studies, hacen su entrada.

Leo Bersani, uno de los representantes teóricos de este campo de estudio, nos dice:

«El psicoanálisis, no era un lugar al que Foucault se hubiera dirigido para encontrar nuevos modos de relación…..a pesar de todo, ese pensamiento sigue siendo indispensable, no sólo porque nos recuerda, los peligros anexos a la pastoralización de cualquier forma de relación sexual, sino porque también apunta -con titubeos y hasta de mala gana- a una sociabilidad que ya no está regida por la inevitable agresividad que acompaña a lo que Lacan ha analizado como la demanda imposible e intratable del sujeto de una relación sexual.

En Freud hay una cierta reflexión sobre lo sexual que abre el camino a una disolución de lo sexual en esa relación imposible y de este modo alienta reconfiguraciones de lo social mucho más radicales que esos intentos contemporáneos queers de presentar como revolucionarias, como gravemente amenazantes para el orden social dominantes «innovaciones», inocuas y familiares como el matrimonio gay, el sexo público o instituciones de caridad que han surgido en respuesta a la epidemia de sida. Nada de lo que hemos imaginado hasta ahora, traiciona suficientemente las normas relacionales por las que gran parte de la humanidad sigue siendo oprimida. Si bien el psicoanálisis ha estado sin duda al servicio de esas normas con su insistencia en la sexualidad normativa, desde sus comienzos ha sido subversivo de los dogmas , gracias a lo cual se convirtió, en una institución social respetable».

BIBLIOGRAFÍA

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Rajchman, John; Lacan, Foucault y la cuestión de la Ética. Ed. Epeele. México, 2001.

Notas

* Psicoanalista. Miembro de la École Lacanienne de Psychanalyse. Una versión recortada de este texto fue presentado en la jornada con Leo Bersani «La sociabilidad y el ligue», Psicoanálisis y sexualidad Gay. Abril 2001.

  1. Gilles Deleuze; en Conversaciones. Pre-textos, Valencia, 1999, p. 136-137
  2. Jacques Lacan; Escritos, Ed. Siglo XXI, T. I, México, 1971, p. 473
  3. Michel Foucault, Siglo XXI, editores. México, 1966
  4. M. Foucault, Dits et Ecrits, París, Gallimard T. III,1994, p. 552-570
  5. M. Foucault, Historia de la Sexualidad, 1° La voluntad del Saber; ED. Siglo XXI, 1977, p.72
  6. Ibíd. P.73

  1. Entrevista que realizó el periódico Reforma y que apareció en el suplemento el «El ángel». A propósito de la reciente aparición en español de su libro «Reflexiones sobre la cuestión Gay», México el 8 de julio de 2001.
  2. Citado por Jacques Lagrange; «Versions de la psychanalyse dans le texte de Foucault», Psychanalyse a la Université, París, abril 1987, p. 279.
  3. M. Foucault, dits et Ecrits, op. cit. 553
  4. J, Allouch, «Pour introduire le sexe du maître», L’a opacité sexulle. Le sexe du

maître. Rev. L’unebévue, N° 11, París, E.P.E.L., otoño, 1998. p. 76

  1. M. Foucault, «Sexualidad y Poder», Dits et Ecrits, tomo III; pág. 560
  2. P. Quignard; Le sex et le effroi, París, Gallimard Folio, 1994.
  3. M. Foucault, op.cit. p.560

14 J, Allouch, «Pour introduire le sexe du maître», L’a opacité sexulle. Le sexe du

maître. Rev. L’unebévue, N° 11, París, E.P.E.L., otoño, 1998. p. 77

  1. 15. El analista jamás supone lo que es bueno para el otro. Se distinguirá de la philias y de la caritas. Pues la philia es el amor que une a los hombres en el saber sobre el bien común que todos tenemos y la caritas implica el saber sobre la salvación y la gracia. El psicoanálisis no tiene como fundamentos estas partes ideales de nosotros mismos gracias a las cuales podemos dominar nuestro destino o alcanzar nuestra salvación. Para la philias, cf Aristóteles, en la Ética nicomaquea, Ed. Porrúa, México. 19

 16 Lacan señala que Freud rehuía con horror el mandamiento «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Freud, también decía que no era lo suficientemente sádico para basar su tratamiento en la compasión por el sufrimiento de su paciente. Cf. Sigmund Freud, en «El malestar en la Cultura». Obras completas, Amorrortu T. XXI, B. A.1976

  1. American Journal of psychiatry, abril de 1951. p.786
  2. Citado por Nathan Hale, Freud and the Americans: The beginning of psychoanalysis in the United States 1876-1971, New York , University Press, 1971, p. 339
  3. James Jackson Putman and Psychoanalysis. N. Hale, editor. Cambridge , Mass. , Harvard.

University Press, 1971, pp. 91, 130

20 . Stoller, R.J.; en «Sex and Gender», Vol. 1, Hogarth Press USA . 1968. P. 142-144