Freud y Nietzsche: Apuntes sobre sus psicologías

Freud y Nietzsche: Apuntes sobre sus psicologías  Julio Ortega Bobadilla Para Julio Casillas   Muchas letras han corrido sobre la influencia de Nietzsche en Freud. Se ha especulado, incluso, sobre si la obra del primero más que presagiar la del segundo, ha sido el original de una copia carbón que produjo las ideas filosóficas de Freud, quien…


Freud y Nietzsche: Apuntes sobre sus psicologías

 Julio Ortega Bobadilla

Para Julio Casillas

 


Muchas letras han corrido sobre la influencia de Nietzsche en Freud. Se ha especulado, incluso, sobre si la obra del primero más que presagiar la del segundo, ha sido el original de una copia carbón que produjo las ideas filosóficas de Freud, quien habría creado un método que simplifica una filosofía mucho más trascendente. Una persona con cultura filosófica me preguntaba hace poco, si el psicoanálisis no era una especie de genealogía y que si lo que se jugaba en dicho escenario, no era, sino hacer una genealogía individual. La respuesta que le di en ese momento es que podría parecer así, pero que la diferencia es, que más que un ejercicio racional, es una práctica que no sólo es reflexiva, sino que tiene cierto parentesco con los ritos eleusinos. La metáfora puede ir más lejos aún, puesto que dichos mitos nunca se pusieron por escrito y sólo los iniciados conocían la mecánica secreta de éstos. El psicoanálisis, tiene mucho de experiencia intelectual y letra, pero sólo puede llegar a comprender su cinemática un iniciado, alguien que ha pasado por el diván.


De hecho, la semejanza aparente de tales autores ha llevado a que algunos afirmen que una frase de Nietzsche suena freudiana y a otros a decir que un término freudiano tiene resonancias nietzscheanas. Sabemos que uno y otro nunca se conocieron y las citas al autor alemán en la obra de Freud son más bien escasas y cautelosas. Sólo hay trece menciones al nombre del filósofo en la del psicoanalista y dos al mismo pasaje de Más allá del bien y del mal: Has hecho esto, me dice mi memoria. Eso no puedes haberlo hecho, dice mi orgullo, y permanece inconmovible. Por último, cede la memoria.


No es casual que el problema que aquí le interesa resaltar a Freud es la memoria y su artilugio, no escoge otros temas que parecerían como más relacionados o evidentes al interés de los psicoanalistas, como la culpa o la voluntad, el inconsciente o la sexualidad. Quizá porque este tema hace precisamente a un fondo de más profundidad, más esencial, como lo es la constitución del sujeto y el basamento de las afirmaciones y logros de un Yo que prefiere siempre la fantasía a la confrontación con la miseria de lo Real.


Freud siempre atento sobre las impugnaciones y opiniones de haber sido influenciado por la obra de Nietzsche escribe en su autobiografía:


He evitado aproximarme a la Filosofía propiamente dicha. Una incapacidad constitucional me ha facilitado esta abstención. Siempre me han atraído, sin embargo, las ideas de G. Th. Fechner, pensador al que debo interesantísimas sugestiones. Las amplias coincidencias del psicoanálisis con la filosofía de Schopenhauer el cual no sólo reconoció la primacía de la efectividad y la extraordinaria significación de la sexualidad, sino también el mecanismo de la represión, no pueden atribuirse a mi conocimiento de sus teorías, pues no he leído a Schopenhauer sino en época muy avanzada ya de mi vida. A Nietzsche, otro filósofo cuyos presagios y opiniones coinciden con frecuencia, de un modo sorprendente, con los laboriosos resultados del psicoanálisis, he evitado leerlo durante mucho tiempo, pues más que la prioridad me importaba conservarme libre de toda influencia.


Y en la Historia del movimiento psicoanalítico:


Me he privado a propósito del alto placer de leer a Nietzsche para evitar toda idea preconcebida en la elaboración de las impresiones psicoanalíticas. Ello me obliga a estar dispuesto − y lo estoy gustosamente − a renunciar a toda prioridad en aquellos frecuentes casos en los que la trabajosa investigación psicoanalítica no puede hacer más que confirmar la visión intuitiva del filósofo.


Sin embargo, una lectura detenida de las obras de Freud nos hace conjeturar que conocía y había leído detenidamente, por lo menos: Así hablaba Zaratustra. Aurora, y Más allá del bien y del mal, porque uno puede reconocer fácilmente muchas ideas que han sido extraídas o confrontadas con estos textos. Y porque sabemos que en las sesiones de los miércoles el análisis de su obra y su persona, fue un tema que rayó en la patografía a partir de su filosofía.


Paul Laurent-Assoun, afirma que el uso de Freud por Nietzsche se encuentra mediatizado por Shopenhauer, a quien lo considera pionero del descubrimiento de la importancia de la sexualidad por su apéndice sobre la metafísica del amor sexual contenida en “El mundo como voluntad y representación”.


Gilles Deleuze[1] ha afirmado refiriéndose a Kant que cuando un filósofo inventa conceptos alcanza una altura pavorosa. Podemos aplicar la misma sentencia a Nietzsche y decir que efectivamente ha alcanzado una estatura de pavor con la invención de un solo término: genealogía y que quizás esa sea una de sus mayores aportaciones, a pesar de que la idea de método no parece ser la meta de este filósofo.


Foucault[2] en su articulito de 1971: “Nietzsche, la genealogía, la historia”, clave para entender el giro de la arqueología a la genealogía, refiriéndose al filósofo de los aforismos dice que este término de genealogía no debe referirse a una búsqueda por los orígenes y que la mirada escrutadora debe oponerse al despliegue metahistórico de las significaciones ideales y de los indefinidos teleológicos. La revisión de la obra de Nietzsche le conduce a rastrear las diferentes acepciones de la palabra Ursprung (origen) y de otras como Entstehung (estructura; traducido por Foucault como emergencia) y Herkunft (ascendencia, linaje; traducido por Foucault como procedencia).


La genealogía como método, pone en tela de juicio que las cosas tienen una esencia natural y que podemos dar cuenta de esa esencia a través del intelecto y la reflexión. Al plantearse el problema del origen de la razón, Foucault embelesado, cita la respuesta nietzscheana que es: el azar. Respuesta que le acercaría a Epicuro y su filosofía, alejándole de la línea que va de Pitágoras a Demócrito y de ahí hasta Gödel.


En mi trabajo cotidiano como psicoanalista por más de 20 años, he tomado como regla fundamental la llamada asociación libre de Freud que es una de las bases del dispositivo analítico. El paciente se acerca al terapeuta, quien le indica como casi única instrucción que diga todo lo que se le pase por la mente, sin importar que dichos contenidos sean vergonzosos, faltos de importancia, ó sin sentido. La base sobre la que se formula dicha demanda al paciente, supone que todas sus ideas están concatenadas de alguna manera y que la más disparatada de sus ocurrencias está siempre relacionada con el núcleo de lo reprimido. Detrás de Freud se encuentra la concepción filosófica de su maestro Brentano que supone que hay una intencionalidad psíquica que todo lo abarca y también el principio de azar excluido[3], que supone que hay una unidad entre todas las cosas que existen en el mundo y que las hace a todas necesarias.


En el caso del psicoanálisis, hay un orden velado entre todas estas asociaciones que no son en ningún caso libres, puesto que se encuentran ciertamente determinadas por el inconsciente (no aceptado, por cierto, por el maestro Brentano). El analista – como un pequeño demonio de Maxwell, con su silencio, y a través de sus interpretaciones e intervenciones, va regulando el caos de de esas ideas que cual moléculas traviesas se comportan de forma aparentemente aleatoria, hasta generar un tipo de orden que disminuye la entropía anterior.


Así, parece desecharse cualquier casualidad en favor de la causalidad. Sin embargo, en un texto escrito por Assoun[4] encontré una cita a Lou Andreas Salomé que reproduce una de sus conversaciones con Freud y que llamó poderosamente mi atención: “Hablamos de sus reservas frente a la filosofía pura. Del sentimiento que él experimenta de que en el fondo habría que luchar contra la necesidad racional de una unidad definitiva de las cosas, porque en primer lugar, esa necesidad proviene de una raíz y de costumbres en alto grado antropológicas y, en segundo lugar, porque ella puede constituir un obstáculo o pude ser embarazosa en la investigación científica positiva individual”.


Me asombró que el mismo Freud, quien propone en su método una causalidad rigurosa del psiquismo humano, hiciera una crítica a la filosofía de su tiempo basada en desechar el determinismo absoluto, implicado en esa “unidad definitiva de las cosas”.


Me pregunté: ¿No habría en esta frase una contradicción flagrante con su propio método? Y si fuese así, a qué reduciría esta contradicción, la práctica psicoanalítica: ¿A un mero ejercicio de sugestión? Precisamente los analistas en su historia narran como una batalla heroica, el desplazamiento de la sugestión al instaurarse el método de asociación libre. Pero si no hay determinismo absoluto de las cosas, entonces, el encontrar un sentido a la historia del paciente podría ser un forzamiento que tendría efectos terapéuticos, pero al fin y al cabo, una coacción impuesta desde fuera.


La tentativa de solución al problema no era simple, y sin embargo, opté por una respuesta muy simple, la intencionalidad psíquica es regla, porque, cómo ha demostrado Lévi-Strauss en El Pensamiento Salvaje, en la sabiduría de lo concreto cotidiano, cada elemento representa un conjunto de relaciones – a la vez – concretas y virtuales; son operadores utilizables con vista a sistematización en el seno de cierto tipo de análisis. Categorías, elementos y especies de cualquier teología coinciden con un sistema totémico que desemboca en castas y relaciones sociales destinadas a universalizar y particularizar, distinguir, y a final de cuentas, producir un orden complejo pero no indescifrable de sentido en el que no queda nada suelto. El vitalismo y animismo de la teología y el mito, así como la causalidad de nuestro psiquismo, son expresiones de una agitada voluntad − necesaria − por negar nuestra confusión ante el mundo y encontrar un sentido unificador a las cosas. Es la misma voluntad que nos lleva a ver en el cine con admiración hoy día, películas tan estúpidas como pseudocientíficas, del talante de: ¿Y tú que sabes? Que tienen óptima cabida en el canal Infinito de nuestros televisores.


Podrían afeitarse estas afirmaciones con la observación del panteón griego de los dioses. Nada más Zeus, es un dios que a pesar de su sabiduría y fuerza es por demás caprichoso, no parece regirse por la necesidad, sino que su motor de acción es principalmente su antojo. Es así como protagoniza multitud de aventuras extraconyugales de las cuales Hera se siente ofendida y celosa, buscando la retaliación. De hecho, desde su mismo origen, la lucha con los Gigantes que habitan el mundo, pone en incertidumbre y vaguedad, su poder absoluto, ubicándolo en una situación de perplejidad ante el mundo que le equipara a los mortales. Quizá porque él mismo, es precisamente una proyección del mundo humano en el que el cumplimiento del deseo y las pulsiones aparece como idealizado a contrapelo de las múltiples limitaciones que sufrimos las fatigadas personas.


Desde Aristóteles sabemos por su Metafísica que si no existiera el azar, todo sería necesario. Pero el mundo no es así. Lo accidental es parte del mundo, pero no puede ser estudiado por la ciencia porque la ciencia no se puede ocupar del azar, porque éste no es causa de nada en particular. Citemos: “Que ninguna de las ciencias tradicionales se ocupa de lo accidental, es evidente…”[5] Y: “…del accidente, en efecto, sólo trata la Sofística; por eso no anduvo desencaminado Platón al decir que el sofista se ocupa del No – ente”[6]


Hoy las ciencias conjeturales intentan ceñir el azar (a través del cálculo de probabilidades), y ocupan mucho de su esfuerzo de inteligencia, en intentar negarlo. La física fue tomada por Comte como paradigma de exactitud para las disciplinas sociales, pero a partir de la física cuántica ha evolucionado a la demostración de que no es una ciencia exacta del todo, se pueden predecir con mucha certeza cierto tipo de eventos y a cierta escala, en cierto tiempo, pero a nivel microscópico las cosas son bastante difíciles, si no imposibles de predecir. El determinismo absoluto no existe en esta ciencia y las certezas no son lo que caracteriza las investigaciones de esta disciplina en el siglo que vivimos.


El determinismo absoluto también se encuentra en retroceso en la filosofía y las ciencias desde hace tiempo, pero la ideología (para usar esa palabra) en contra del azar, está muy presente en la vida cotidiana en dónde el hombre sencillo se quiere saber cobijado por un orden creado y alimentado, por ese deseo antropomórfico de concebir un Dios justo, equilibrado, un buen padre que nos cuide frente a las adversidades de la vida. Freud concebía esta necesidad de protección paterna, como una característica humana ligada a la historia de un mítico Padre primordial (concepto Simbólico que deviene Real, a fin de cuentas) que habría existido en el principio de los tiempos, pero también, pensaba, y para mí esto es fundamental, que era una maniobra para desconocer la incertidumbre que nos aqueja a los seres humanos en nuestra existencia y agregar sentido a cada una de nuestras actividades en esta marcha diaria de Sísifo que es la vida cotidiana.


Según Nietzsche, el apego a los métodos científicos nace de la pasión de los sabios, de su odio recíproco, de sus discusiones fanáticas y la necesidad de triunfar. La Razón no puede dar cuenta del mundo porque ella misma está determinada por la discordia y el disparate al que tratamos de negar con toda la fuerza de nuestro intelecto.


Ya desde Kant sabemos que la Razón no puede explicar por sí sola la realidad. Pero, la inteligencia de Nietzsche consiste en demostrar que ese entendimiento se encuentra ligado —como demuestra el método genealógico— no a una depuración racional ni a ciertos a priori inmutables en la historia humana, sino a tendencias estéticas contingentes e históricas que llevan la marca de la época en la que están parados los pensadores y más todavía una cierta moral. Este pensamiento hipercrítico rebasa los planteos kantianos, arroja la más fuerte crítica a la racionalidad como método de intelección de la realidad, pero también ataca la esencia misma del concepto de método en filosofía, de ahí que hablar de método genealógico es una gran paradoja, si no una contradicción absoluta. Este tipo de razonamientos nos empuja a la consideración de que la filosofía no es más que un arte, con el hilo irracionalista que todo arte supone y, por tanto, no una ciencia.


La razón ha sido considerada tradicionalmente como algo que puede dar cuenta de la realidad y las raíces de este hilo de pensamiento, pueden rastrearse esta intención desde la ciencia griega y el pensamiento pitagórico, a Spinoza, Descartes, hasta el enfoque newtoniano.


Koestler[7] ha señalado, sin embargo, que ciertas voces claves como theoria, teoría, han tenido un evolución sutil y significativa desde theorio, contemplar (thea: espectáculo, theoris: espectador público) y la pasión religiosa de los pitagóricos canalizado en fervor intelectual, transformó el éxtasis de los ritos en éxtasis por el descubrimiento en un viaje que llevó a la palabra teoría hasta su significación actual. Incluso muestra como ejemplo del poco sustento lógico de la evolución de la ciencia, el enamoramiento del sueño pitagórico por parte de Johannes Kepler y cómo fundándose en esa fantasía, construyó mediante métodos de razonamiento igualmente defectuosos, el sólido edificio de la astronomía moderna.


En el artículo de 1925 conocido como La Negación, Freud nos hacía notar que el Yo se constituye primariamente por un proceso de exclusión e inclusión alentado por la pasión. El yo primitivo, regido por el principio del placer, introyecta todo lo bueno y expulsa de sí todo lo malo. Pero otra consecuencia de no menos importancia en esa operación, es que en base a esa lógica binaria placer — displacer, procede a juzgar la existencia real de los objetos en el mundo, tomando como base, no la percepción simple, sino la posibilidad de que debido a las bondades del objeto en el mundo, éste sea pasible de ser introyectado (considerado como interior y propio), empezando a conformarse en esta tesitura los bordes de lo real y lo imaginario, lo exterior y lo interior. Ese algo que es acogido en el Yo se constituirá como representación y base de representaciones que servirá de base para el encuentro en la realidad de un mundo posible. Si algo no existe en el Yo, no ha dejado marca, entonces no será buscado en el exterior. El planteo freudiano es completamente radical: No existe antítesis entre lo objetivo y lo subjetivo en un principio, más aún: sujeto y objeto se confunden en las primeras aproximaciones de comprensión al mundo. La más inmediata finalidad del examen de la realidad no es, hallar en la percepción real un objeto, sin reencontrarlo.


Poco a poco, el principio de placer va cediendo su lugar a otras consideraciones. La experiencia le enseña al niño que cualquier cosa de la realidad puede ser utilizada —independientemente de su cualidad inmediata como buena o mala— para obtener un dominio del mundo que asegura poder sobre su entorno.


Las verdades de cada visión del mundo estarían determinadas a la vista del ojo genealógico por situaciones que no guardan ninguna fidelidad con el mundo sino a parámetros definidos de sistemas de creencias subjetivas y en última instancia estéticas, como lo demuestra el “estudio” foucaultiano de las propiedades de la raíz mandrágora en la época precientífica, el arreglo “natural” de las especies en Buffon ligada a los estratos sociales de la aristocracia y — ¿por qué no?— a una teoría general de los signos proveniente de un proyecto de mathesis universal, todos éstos ejemplos extraídos de Las palabras y las cosas. Todas estas son epistemes, para citar a un nietzscheano entusiasta como Foucault, no tienen otra validez que asegurar de certidumbres a hombres de épocas distintas.


El automaton es en la tradición griega lo que siempre acude a la cita como una Ley. Aquello que se repite con sentido y vuelve una y otra vez al mismo lugar como una constante y por tanto es pasible de cálculo. Por el contrario, la tyché es no otra cosa que el azar mismo: la circunstancia, el accidente, eficiente en su trazo y determinante. Lacan insiste en que no sería sólo el automaton lo que define los pensamientos y los procesos, sino la tyché[8]. Coincidencias entre Nietzsche, Freud, Lacan y Foucault son posibles de encontrarse respecto a éstos temas.


Para el pensamiento teleológico religioso y para la izquierda marxista igualmente finalista (hay que considerar que el marxismo fue la religión atea más importante del siglo XX), el planteo nietzscheano que abrazó Foucault fue sumamente escandaloso sobre todo en el horizonte de época de la segunda mitad de los años 60’s, cuando ésta tendencia de pensamiento —incluido el maoísmo y su “revolución cultural”— aún era la corriente de pensamiento dominante en el panorama cultural parisino.


Foucault inspirado en Nietzsche, dirige su escritura literaria y poética a preguntarse sobre los orígenes del diseño de las estructuras sociales y los arsenales de conocimiento del hombre occidental ligados a dichos edificios. Nos expone cómo, los cambios de pensamiento científicos y filosóficos no son nunca, completamente racionales y se pregunta sobre si la imagen del hombre que nos proporcionó la Ilustración, no es más que un fantasma y un ideal que sutilmente, amarra al hombre en un juego de ideales inalcanzables.


Hoy día, algunos analistas como Jean Allouch, han acogido los planteos foucaultianos y hablan incluso de que si el análisis puede sobrevivir será sólo siendo foucaltiano. También se dice que hay que renunciar a muchos planteos freudianos para caminar prácticamente sólo con Lacan. No estamos de acuerdo y pensamos que Freud y Lacan se complementan y suponen. Sí hay planteos que resultan tronados en Freud, pero no son esenciales para el funcionamiento de la teoría en conjunto. Foucault es importantísimo para entender nuestro presente y su fragilidad ontológica, pero no podría ser una filosofía de base para el psicoanálisis, en primer lugar, porque no sabríamos, a qué etapa de Foucault deberíamos referirnos.


Una cuestión que recientemente me sorprendió como descubrimiento, es la unidad de pensamiento que encontramos en Marx y en Freud. Es posible leer en algunos de los primeros escritos anticipaciones de conceptos posteriores que aparecen prefigurados e incluso desarrollados de alguna manera en fechas muy tempranas y que se irán afinando a través del tiempo o incluso desaparecen, lo que nos obliga a retroceder a buscarlos para explicarnos el sentido general de la obra. Esa unidad se podría denominar intención filosófica definida y la encontramos como un rastro de la filosofía occidental de cuño germánico que tiene como pivote fundamental a Hegel.


Nietzsche no podría haber tomado en serio la idea de ninguna revolución y tampoco la idea de método, quizá se habría burlado abiertamente de los marxistas y también de nosotros los psicoanalistas.


Siempre se mofó de algo que podría denominarse estilo, aquello que usan los moralistas temerosos de ir más allá de la dispepsia de la culpa y que tratan de hacer pasar como lógico, axiomas y puntos de partida de la filosofía que no son más que suposiciones. Las nociones de salud y enfermedad, aparecen indeterminadas en toda la obra de Nietzsche desde sus trabajos filológicos hasta los inéditos. De hecho, la terapia Nietzscheana si es que podría decirse que hay alguna, recomienda primero, evitar la satisfacción; segundo, la dietética pulsional que ignora al instinto tratando de debilitarlo; tercero, el abandono hasta la saciedad a fin de mediante el asco lograr un poder sobre él; cuarto: “ligar a la satisfacción del instinto peligroso algún sentimiento penoso”; el quinto, obligarlo a someterse a una homeopatía pulsional de curar el instinto por el instinto mismo, dándole la oportunidad de disiparse solo.


Mi ponencia quizá sorprenda a los psicólogos que piensan que Nietzsche es más bien un literato y un filósofo que un psicólogo. Yo pienso que legítimamente hay una psicología nietzscheana y que un gran problema de los psicólogos es su escasa formación humanista y la tendencia a pensar que la psicología se aprende leyendo manuales de Editorial Trillas y aplicando pruebas, refinando estadísticas y aplicando fórmulas, al estilo de eso, que se soñaría ciencia y se complace en su seguridad de su falso cientificismo, por jugar a las estadísticas en un estilo que nada tiene que envidiarle a la búsqueda decimonónica del hombre normal de Quételet.


El estudio de la dicotomía normalidad − patología, puede ser precisado si consideramos el punto de vista que nos legó George Canguilhem, quien medita que es solamente a través de la referencia al entorno y las condiciones de existencia que puede sostenerse la diferenciación entre ambas. Nos dice:


Del mismo modo que en la guerra y en la política no hay una victoria definitiva, sino una superioridad o un equilibrio relativos y precarios, lo mismo, en el orden de la vida, no hay resultados que radicalmente desvaloricen otros ensayos haciéndolos parecer faltos de algo.[9]


Es así que en el contexto de la vida “el término normal no posee ningún sentido propiamente absoluto o esencial.”[10], sino relacional. Así como en las equivalencias hechas por Canguilhem entre el mundo de la vida y la guerra, no será sino el entorno o el contexto el marco en el que se podrá definir, lo entendido como normal, y aquello que quede fuera de este concepto debe ser considerado patológico. Nuevamente citemos las palabras del filósofo que coincide plenamente con los planteamientos nietzscheanos en este punto:


… no podemos decir que el concepto “patológico” sea el contrario lógico del concepto de “normal”, porque la vida en el estado patológico no es la ausencia de normas sino la presencia de otras normas. Con el máximo rigor, “patológico” es lo contrario vital de sano y no lo contradictorio lógico de “normal”.[11]


El estilo de Nietzsche es poético y a su vez enigmático, menos preciso que Freud porque no pretende como él, fundar ninguna ciencia ni apegarse a un método. Para quien está acostumbrado a la lectura delineada de tesis filosóficas y también, para aquellos que prefieren la miserable psicología que se sueña científica, resultará difícil la lectura de sus textos llenos de aforismos y dificultades que rehúyen una comprensión lineal y unívoca.


El tratado segundo de la Genealogía de la Moral se encuentra cargado de alusiones a la esfera del derecho y al origen de la justicia en los hombres. La parte sexta reza:


“En esta esfera del derecho de obligación es dónde el mundo de los conceptos morales como “falta”, “conciencia”, “deber”, “santidad del deber” tiene su hogar nativo; en sus comienzos, han sido larga y abundantemente regados con sangre. La expresión es bien elocuente y sus tesis trascienden el ámbito poético y filosófico hasta alcanzar un grado de perspicacia psicológica subversiva con respecto a la investigación de los valores humanos y de los motivos que subyacen los “más nobles” sentimientos. Los valores de la esfera moral y otros sublimes objetos, son resultado de un proceso histórico y no un producto esencial o natural. La tesis golpea con fuerza a las buenas conciencias. El humanismo modernista ha amparado su quehacer en ciertos valores que han sido sostenidos como irreductibles y básicos para la convivencia humana y que son esgrimidos para justificar los actos más inhumanos cuando se trata de usar la violencia.


El penetrante ojo nietzscheano va más allá de asumir como cierto que el hombre tiende al saber por naturaleza, como lo sostiene el modelo aristotélico. En realidad, parecería decirnos, el ser humano no quiere saber nada de ciertas verdades y toma la solución más cómoda a mano para sostenerla sin más como una verdad excelsa e irreductible. Detrás de eso que llamamos “deber”, está el abismo de nuestros impulsos. El sufrimiento que se asocia a la justicia y al castigo de los culpables de infringir la ley, no es otra cosa que una venganza disfrazada, el “método genealógico” descubre detrás de ese afán de justicia algo más que una voluntad de igualdad y una pureza de sentimientos, por el contrario, subyace a esa aparente rectitud una sevicia y un odio hacia el débil.


Infligir el dolor mediante el castigo es una “fiesta” para los jueces y verdugos. No basta con que se intente reparar físicamente el daño que podría haber ocasionado el delincuente, se trata de proporcionar un castigo ejemplar y un espectáculo para las masas que aúllan de gozo cada vez que la justicia hace sonar su martillo. No hay detrás del castigo ninguna intención simple de justicia o de reparación material del daño. Se trata de ejercer la crueldad más allá de la falta, de producir un daño permanente al autor de la fechoría y esconder detrás de un noble sentido de la justicia y la bondad del espíritu, las huellas de la maldad humana y la violencia que caracteriza las crueldades de la conducta de la única especie animal capaz de venganza. Por eso podemos leer en las calles de esta ciudad y otras del país, la publicidad de un anuncio monumental que dice: Porque nos interesa tu bienestar. Pena de muerte para los secuestradores y violadores, patrocinado por un partido que supuestamente está a favor de causas ecológicas.


El castigo en sí, no es el fin último del ejercicio de la justicia. Porque a final de cuentas el castigo no es jamás ejemplar, puesto que nadie aprende en cabeza ajena. Más aún, cualquier desalmado, jamás en la historia se ha tentado el corazón para dar rienda a sus ímpetus criminales porque sepa que existe la ley, incluso la ley misma aparece para este tipo de sujetos como una provocación para su apetito. La trasgresión de la norma se convierte en un atractivo más para la infracción y aún sabiendo cual es el castigo que le espera, quien decide convertirse en criminal lo hace sin importar los resultados jurídicos o sociales que su pasión por la violación a la norma pueda producir. 


El castigo es, más bien, una oportunidad para saciar la propia agresión y crueldad amparándose en el cumplimiento de un deber o una ley suprema, para henchir de una sensación de poder a quien lo decreta y lo ejerce. Detrás del drama del castigo no se compensa en modo alguno ningún mal, ni remedia ninguna falta. Se celebra como un rito de sacrificio primitivo como el que los aztecas celebraban a sus dioses que demandaban ríos de sangre. No hay civilización detrás del castigo, ni tampoco “sentido de la justicia”, o “moral verdadera”, el castigo es inmoral y terrorífico, engendra más odio y más dolor del que, muchas veces, ha producido una falta.


Desde el punto de vista nietzscheano, las ideas de Bien y Mal son del todo irrelevantes en su esencia, lo que el hombre busca no son más que justificaciones para satisfacer el placer erótico que brinda el castigo y la satisfacción narcisista de sentirse protegido por el rebaño cuando se cumple con la ley.


La conciencia y el deber que soportan el castigo no son producto del discernimiento o de una cierta capacidad humana “racional”. El castigo es una represalia producto del odio y de una generalización loca que hace equivalentes el sufrimiento y la falta cometida. Las cárceles son también, centros centros de capacitación para el crimen y el odio. No importa si el infractor vuelve – o no – a la sociedad dolido o transformado en un animal sediento de venganza al estilo Montecristo, el castigo tiene la misión de infligir dolor y hacer reconocer primero la fuerza del Estado y después la del más fuerte en el penal, la saña se disfraza de justicia y la maldad de conciencia bondadosa.


La necesidad de crueldad tiene muchas maneras de manifestarse. Quizá la más refinada de todas es la llamada “conciencia culpable”. El sadismo aquí toma por objeto al Yo y hace escarnio de éste. Freud nos descubre en Duelo y Melancolía un ejemplo paradigmático de este odio profesado hacia los otros y después vuelto sobre el sujeto para presentar una máscara hipócrita de remordimiento autocrítico. Concuerda con Nietzsche de una manera sorprendente. Descubre tras de los autoreproches y las culpas que el melancólico se inflinge un sadismo vuelto contra sí, pero que pertenece de origen al objeto amoroso perdido, no hay detrás de ese arrepentimiento supuestamente moral, nada, más que una incapacidad de infligir daño al prójimo. De esta forma, el odio que originalmente había sido dirigido al exterior es vuelto hacia sí y el Yo se representa como noble, autocrítico y cargado de culpa por faltas cometidas por el sujeto. Una mentira misericordiosa más, que al tratar de ocultar la voluntad de poder, sacrifica al sujeto mismo en beneficio de la máscara.


Llama la atención el último párrafo de la frase citada por Nietzsche en La genealogía de la Moral: “…en el mismo Kant, el imperativo categórico tiene un cierto relente de crueldad…” Quizá mi análisis tenga el pecado de bordar demasiado sobre un simple párrafo, pero Nietzsche pareciera en una sola frase querer demoler casi todo principio de la filosofía clásica occidental. La alusión refiere a ese concepto básico en la moral kantiana que se expresa en la frase superyoica: “Obra de tal modo, que la máxima de tu acción pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de legislación universal”.


El método genealógico va a la raíz de esta afirmación demostrando que nuevamente importan más las apariencias y la obligación en un giro del sadismo contra el sujeto que le obliga a sostener la ley a toda costa y domeñar la voluntad a la opinión social, a la sanción común, convirtiendo así al sujeto en un títere sin deseo, víctima del tejido social y que no puede permitirse nada que no esté permitido.


Por otro lado, la enfermedad en Humano demasiado Humano, aparece como valiosa y generadora de sabiduría, aunque se acepta en Aurora el dolor que causa el sufrimiento de la imaginación. También, allí, bajo el término de enfermedad reconoce a la vejez, al odio y a los juicios pesimistas, inevitables a toda significación del mundo, quizá desde su misma condición de salud precaria lo atisbaba Nietzsche, pero la enfermedad no es una metáfora sino una condición de existencia.


Como bien lo señala Laurent ­– Assoun, ni la idea de enfermedad ni la idea de salud son categorías operatorias en Freud, lo que existe es un conjunto de procesos psíquicos susceptibles de cierto régimen de funcionamiento o dificultad.


El problema de dónde surge el resentimiento de la moral cristiana para Nietzsche, supone que hay en el hombre fuerzas activas y reactivas. Profundicemos, toda constitución de fuerzas es similar al funcionamiento de un cuerpo, ya sea biológico, social ó político. Estas fuerzas están en conflicto y se disputan el control de dicho cuerpo. Nada tienen de espirituales sino que son fuerzas físicas. Las fuerzas activas, escapan a la conciencia y representan el comportamiento espontáneo, agresivo, conquistador, son fuerzas que tienden al poder y al dominio. Hay que tener en cuenta que estas categorías son simples metáforas, no pueden examinarse con rigidez lógica.


La conciencia para Nietzsche es esencialmente reactiva, también lo son el hábito, la nutrición, la reproducción, la conservación y la adaptación. Estas funciones reactivas, limitan el papel de la acción, la dividen, la atrasan, la paralizan o la impiden. Las fuerzas activas también tienen el papel de conducir a las reactivas hasta una realización concreta.


Para Nietzsche, la división Conciente – Inconsciente ya existe. La fuente de la reactividad es el Aparato reactivo. Que podríamos describir así[12]:



La conciencia es un sistema que recibe las percepciones y no retiene nada porque carece de memoria, se asemeja al sistema Φ del Proyecto de una psicología para Neurólogos. Es el inconsciente sobre el que recae la función de la memoria pues él transforma la excitación momentánea en huellas permanentes. 


La acción niveladora propia de las fuerzas reactivas se ejerce sobre las huellas que quedan en el sistema inconsciente o puede ejercerse sobre las huellas que quedan en el sistema inconsciente o puede ejercerse sobre las excitaciones que desde fuera se producen en la conciencia. Las primeras fuerzas reactivas quedan fuera del alcance de la conciencia, por lo que no pueden actuar sobre ella ni ser activadas por las fuerzas activas para desarrollar algún tipo de acción concreta. Las segundas son, por el contrario, las que pueden ser reactivadas, por las fuerzas activas y encontrar un cauce de expresión y realización. En el nivel de la conciencia, las fuerzas activas pueden desbloquear la respuesta al estímulo que está paralizada por fuerzas reactivas. En medio de esos dos sistemas hay una facultad importante: el olvido. Tiene como misión renovar la conciencia, descargándola de los contenidos que en ella se producen[13] y vigila e impide que se confundan esos dos sistemas, evitando que las huellas de la memoria inconsciente suban a la conciencia y la invadan.


En Más allá del bien y del mal, Nietzsche plantea: «Admitir que la no verdad, el no saber, acaso la ignorancia es la condición de la vida, esto significaría enfrentarse de un modo peligroso a los sentimientos de valor habituales y una filosofía que osara hacer esto se colocaría más allá del bien y del mal.» Quizá sobre esta base es precisamente que Freud ha construido al psicoanálisis en tanto que sostiene la imposibilidad de un saber absoluto y hace del analista un sujeto supuesto saber que no parte de un conocimiento establecido y que se atreve a enfrentar la locura prácticamente sólo desde la escucha y la búsqueda de sus propia coherencia interna.


Según Nietzsche, la idea de la atención del loco como alguien que debe inspirar piedad, dado que es una persona enferma, que necesita cuidados y rehabilitación, para volver a su lugar en la sociedad, es una idea que nace en el contexto de la modernidad y una serie de suposiciones morales metanarrativas en las que la noción de individualidad, progreso y eficiencia terminal están implícitas.


Es el reto aceptado por Freud, que recorrerá el camino desde una filosofía de inspiración positiva y la pretensión de ubicar al psicoanálisis como una Naturweissenshaft, hasta una de vuelos más metafísicos y de alcances menos pragmáticos y más hermenéuticos en su postulación del Más allá del principio de placer, y la asunción de que el campo de la conciencia no es el del sujeto, y que el límite de ignorancia no puede franquearse del todo porque el verdadero sujeto es el del inconsciente.


¿En qué consiste la propuesta freudiana cuál su diferencia respecto al inconsciente de los filósofos? Responderemos a esa pregunta de la siguiente manera: Toma una noción indefinida nombrable como Inconsciente, que sólo fue atisbada como sospecha y noción poética, y le otorga precisión, convirtiéndola en el fundamento de una psicología que revela luces en el replanteo de la cuarta pregunta kantiana: ¿Qué es el hombre? Asimismo, delimitó, especificó los contenidos y orígenes de esa entidad llamada Inconsciente y los medios por los cuales se manifiesta y pugna por expresión. También, diseña el dispositivo mediante el cual puede realizarse el máximo acercamiento a ese objeto ontológico inédito.


La actitud de Freud hacia la filosofía osciló entre el respeto y el rechazo que le obligaba a establecer una distancia prudente pues la especulación de la metafísica le causaba desconfianza. Freud, no abandona totalmente el espíritu de las luces y cuando lo hace es muy a pesar suyo. La intención de inteligibilidad y búsqueda de argumentaciones claras y convincentes es una marca distintiva de sus comunicaciones. A lo largo de toda su obra y buscó repetidamente se aceptaran sus argumentos. La pretensión de que el psicoanálisis sea una ciencia será siempre como un mosquito molesto que persigue su escritura, afortunadamente contra este empuje, tiene su pesimismo, su gusto por la fantasía y el mito que le acerca muy a su pesar a la filosofía. Ésta es la disyuntiva actual en la formación del psicoanalista, y que ocupa toda la polémica actual sobre su currícula. Quizá debiéramos rescatar aquí a Bergson y recordar que la filosofía no puede ser absorbida por la ciencia que tiene problemas y procedimientos distintos, amén de que los límites al conocimiento científico topan con el estudio del hombre.


Y el psicoanálisis, en mi humilde opinión, está más cerca de ser una filosofía que una ciencia. No una simple filosofía reflexiva, sino un método activo para comprender el sufrimiento humano y el espíritu que lo anima, que no es otro que el Tánatos. El final de un análisis sería precisamente la posibilidad de domeñar este principio fatal y autodestructivo, más que aprovechar todas las capacidades propias del ser humano, como lo quisiera una psicología de pasillo y de autosuperación, se trata de evitar llevar al éxito total al Principio de Placer y a la realización del deseo tal cual, y jugarse incluso por la inhibición del impulso. 


En el Más allá del principio del placer, Freud anticipa la Posmodernidad, atacando frontalmente, pese a su formación positivista de origen, los principios de armonía, cosmos, eudemonía, autoconservación, evolución y utopía, conceptos fundamentales que animan prácticamente toda la filosofía, la medicina, la biología y el proyecto social. En este sentido, es una obra absurda que se opone a todo el movimiento general del pensamiento occidental y reivindica más que a Mictlantecuhtli (que sólo gobierna a los muertos), a Manía la diosa etrusca de la muerte, que no casualmente comparte el nombre con Manía, diosa de la locura entre los griegos y romanos. Ésta concepción es ajena al judeo cristianismo pues no concibe a la muerte como un demonio, una deidad vencida o un dios menor, sino como un principio activo que hace par y complementa la fuerza vital.





[1] Deleuze, Gilles, La filosofía Crítica de Kant tr. Francisco Monge, en Deleuze, Spinoza, Kant, Nietzsche (Barcelona: Editorial Labor, 1974).


[2] Foucault Michel. Nietzsche, la genealogía, la historia. Ed. Pre-Textos 1997


[3] Brentano Franz. Breve esbozo de una teoría general del conocimiento. Ediciones Encuentro. Madrid 2001. Prólogo de Miguel García – Baró. Pág. 5.


[4] Assoun P. L. Freud. La filosofía y los filósofos. Paidós Studio. España 1982. Pág. 22. El texto original citado es: Journal d’une anne (1912 – 1913), trad. Franc., París, Gallimard, 1970, pág 338.


[5] Aristóteles. Metafísica. Libro XI, 8. Editorial Gredos. 3ª reimpresión. España 1998. P. 567.


[6] Ídem. Libro XI, 25. P. 568.


[7] Koestler Arthur. Los sonámbulos. CONACYT. México 1981.


[8] La acepción de estos términos griegos ha sido examinada al detalle por Lacan en su seminario de “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”. Clase 12/02/1964. Lacan se interesó bastante por el trabajo de Foucault de “Las palabras y las cosas” y le citó sobretodo en 1966 comparando una y otra vez sus descubrimientos con los de éste, de hecho le invitó a su seminario a exponer.


[9]Canguilhem, G. El conocimiento de la vida, p. 189. . Barcelona, Anagrama, 1976.


[10] Idem, p. 191.


[11] Idem, p. 197.


[12] Navarro et al. Nietzsche, la Genealogía de la Moral. Cuadernos de filosofía. Ediciones Tilde. Valencia 1977. p. 54.


[13] Ídem.





[1] Psicoanalista miembro de L’école Lacanienne de Psychanalyse. Vive en México.


[2] . Como Halperin no duda en nombrarlo, en David Halperin, Saint Foucault, Toward a Gay Hagiography, Nueva York/Oxford, Oxford University Press, 1995. Título irónico que implica una práctica contradiscursiva y un modo de ejercitar el discurso en el sentido inverso al establecido. Este autor nos hace ver cómo es que Foucault forja su teoría crítica frente a todas aquellas perspectivas de fabricar una teoría de la sexualidad. Teoría crítica que forma parte de una tentativa estratégica más basta para escapar a esas teorías que pretenden dar con la verdad de la sexualidad. Se trata –nos dice- de desnaturalizar y desrealizar (desubstancializar) la sexualidad con el propósito de impedir servir de fundamento positivo de una teoría de la sexualidad, de impedirle responder a las exigencias funcionales del discurso que debe producir su verdad. Tentativa de destruir la circularidad establecida entre verdad, sexualidad y poder, como esfuerzo por arrancar la sexualidad de las manos de los expertos, y así formar una fuente donde incitar una serie de contra-prácticas para la investigación y la política.


[3] Inserto aquí una nota virulenta que apareció en el texto de Jean Allouch Erotologia de Pasaje (página, 171) y que él mismo nos índica se encuentra en la introducción de Amy Richlin a su Garden of priapus, sexuality and agresión in Roma humor, Oxford, Oxford university press, 1992: Allí se declara que Foucault no cree en la existencia de la sexualidad antes del siglo XIX, que confunde los mundo helenísticos y romanos, que tiene una posición ascética en cuestión del sexo, que es constructivista (opuesto al esencialismo de la autora según el cual hay una esencia femenina) que perjudica a las mujeres, que lleva a la ética a un punto muerto, que es espectador y no partidario, que olvida la experiencia del penetrado (Kinaidos) que mezcla el oprimido y el opresor en una idea casi sadeana, en resumen, y ésa es la conclusión , que es un desalmado. 


[4] L’émergence de la sexualité. Épistémologie historique et formation des concepts. Bibliothèque Albin Michel Idées. París, 2005..


[5] Michel Foucault, Siglo XXI editores, México, 1966.


[6] Michel Foucault, Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. Tomo I, Siglo XXI editores, México, 1976


[7] Estudios a los que los psicoanalistas no deberíamos ser indiferentes, cuando menos porque dirigen críticas inteligentes al psicoanálisis. ¿Qué son los estudios gays y lesbianos? Son estudios que se desprenden en una gran mayoría de las ideas promovidas por Foucault y no siempre estando de acuerdo con ellas. Otros estudios se desarticulan y se apoyan fundamentalmente en el pensamiento generado a partir de la revisión metodológica realizada por los grupos feministas y su concepto de género. Estos estudios no se reducen a las tribulaciones y sus reflexiones sobre la homosexualidad, la heterosexualidad es también un tema de controversia como los son los estudiosos S/M, las categorías psicopatológicas, lo que concierne al deseo, a la identidad, al placer y al goce (como se ve, temas nada ajenos al psicoanálisis) su perspectiva sociocultural, histórica es todo un pensamiento de hace una veintena de años, que se encuentran promovidos principalmente en los países anglosajones, integrados casi todos a las universidades estadounidenses más prestigiosas. Por supuesto hay grupos independientes, tales como: Queer Nation, vinculado al grupo anti -sida del grupo ACT UP, etc.


[8] M. Foucault, Historia de la sexualidad. La voluntad del saber. Siglo XXI EditoresMéxico, 1976. p. 14. Las negritas son mías.


[9] M. Foucault, Sei to Kenryoku.  (Sexualité et Pouvoir). En Dits et Écrits, París, Gallimard, T III, 1994, p. 552-570 


[10] M. Foucault, Op. Cit., 553


[11] M. Foucault, Une interview: sexe, pouvoir et la politique de l’identité. En Dits et Écrits,  T. IV, París, Ed. Gallimard, p. 735-752


[12] Sei to Keinryoku. Op. Cit., Pág. 560


[13] Le sexe et l’effroi.   Paris, Ed. Gallimard, Folio, 1994.


[14] M. Foucault, Op. Cit. , p.563


[15]J. Allouch, « Pour introduire le sexe du maître », L’opacité sexuelle. Le sexe du maître. Rev. L’unebévue, Nº 11, Paris, E.P.E.L., OTOÑO, 1998, P.77 (En español, El sexo del Amo, Editorial Epeele, México, , 2004).


[16] El analista jamás supone lo que es bueno para el otro. Se distinguirá de las philias  y de las caritas. Pues la philia  es el amor que uno a los hombres en el saber sobre el bien común que todos tenemos y la caritas implica el saber sobre la salvación y la gracia. El psicoanálisis no tiene como fundamento estas partes ideales de nosotros mismos gracias a los cuales podemos dominar nuestro destino o alcanzar nuestra salvación. Para la philias, Cf. Aristóteles en la Ética nicomaquea, Ed. Porrúa, México


[17] Lacan señala que Freud rehuía con horror el mandamiento “Amaras a tu prójimo como a ti mismo” Freud también decía que no era lo suficientemente sádico para basar su tratamiento en la compasión por el sufrimiento de su paciente. Cf. Sigmund Freud, en “El malestar en la cultura” Obras Completas, Amorrortu Ed. T. XXI, B. A. 1976.


[18] En Dits et Ecrits. T. IV, Editions Gallimard, París, 1994. p. 383-411 y 609 a 631.


[19] Historia de la sexualidad. Op. Cit. , p.72


[20] Ibíd., p. 73. Las negritas son mías.


[21] M. Foucault, Généalogie…. Op. Cit., p. 400


[22] J. Lacan, Lituraterre  (1971) En  Ornicar?  Nº. 41, 1987. p. 13.


[23] Varios autores convergen en decir que en los últimos tiempos Foucault se centró más en la ética. Para Alan Schrif “Concebir la ética desde el punto de vista de las prácticas de sí mismo, permitió a Foucault un enfoque en el que la constitución del sujeto pasa desde la voluntad agustiniana a la idea de la vida como obra de arte. En  Pour considérer le sujet comme un processus de soi: de Michel Foucault a Judith Butler.  L’Unebévue. « Les communautés électives I. Une Subjectivation queer ? Nº 15, printemps, EPEL, París, 2000.


[24] J. Lacan, en « La place de la psychanalyse en la médecine » . Cahier du Collège de Médecine, 1966. p.761-774.


[25] M. Foucault, en Á propos de la généalogie de l’éthique un aperçu de travail en cours. Op. Cit., p. 388


[26] Ibid, p. 401


[27] Entrevista de René de Ceccatty, Jean Daner y Jean Le Bitoux. En Foucault live (Interviews, 1966-1984) , Sylvére Lotringer Ed. Semiotext(e), 1989, p. 206-215


[28] Ibid., p. 206


[29]En el argumento para un Seminario dictado en Córdoba, Argentina en el año 2000. 


[30] Citado en el mismo Argumento Op. Cit Esta sesión del Seminario de J. Lacan se localiza en L’envers de la psychanalyse. (1969-1970).( También publicado en español con el título El reverso del psicoanálisis. Ed. Paidós libro 17, Barcelona, 1992. p. 122)


[31] Frank Browning, The culture of Desire: Paradox and perversity in Gay lives today. N. Y. Crown Publisher, 1993, p.103





[1] Se dice de la suspensión, paralización, inmovilidad, en lo moral y/o en lo físico


[2] Término Lacaniano que remite a sustituir el deseo materno (reintegrar simbólicamente al hijo(a) a su vientre) por el deseo paterno (establecer un corte entre la madre y el hijo(a) para entregarlo a la cultura)


[3] Unidad abstracta que comprende el conjunto de grafías de una letra


[4] Objeto “a”: Plus de goce, agalma, resto, fantasma, etc., aparece como el operador que le permite a Lacan elaborar un gran número de articulaciones teóricas y clínicas apoyado en el álgebra, la topología y la lógica.


[5] Término lacaniano que denomina la representación imaginaria del pene y su asociación simbólica con el poder