La formación del analista: ¿Regulación y/o deseo? (1)

La formación del analista: ¿Regulación y/o deseo? (1)  Julio Ortega Bobadilla La pasión a menudo convierte en loco al más sensato de los hombres, y a menudo también hace sensatos a los más locos. François De La Rochefoucauld. Para Herminia. Argentina es un país particular, formado por emigrantes, exiliados y transterrados. A diferencia de nuestro…


La formación del analista: ¿Regulación y/o deseo? (1)

 Julio Ortega Bobadilla

La pasión a menudo convierte en loco al más sensato de los hombres, y a menudo también hace sensatos a los más locos.

François De La Rochefoucauld.

Para Herminia.

Argentina es un país particular, formado por emigrantes, exiliados y transterrados. A diferencia de nuestro país, que vivió una sangrienta conquista por parte de los españoles, que luego devino una fusión étnica en la que se amalgamaron las dos culturas hasta formar un mestizaje que no deja de admirar al criollo o al extranjero para darle un lugar de privilegio; los extranjeros llegados a la tierra austral aniquilaron casi todo vestigio de civilización nativa.
Es cierto que tampoco encontraron ni la resistencia, ni el grado de crecimiento cultural que había en México pero también arrasaron lo que había, para plantar las impresiones de una cultura europea, formada con predominio del espíritu de inmigrantes italianos y españoles, pero también franceses, alemanes, ingleses y sirios. A fines del siglo XIX, tuvo lugar una fuerte corriente de inmigración judía proveniente de Europa Oriental. Casi lo único que tomaron de la tierra austral fue el mate y nada más.
Una generación después, muchos de los hijos de estos inmigrantes concurren a la universidad. La sociedad argentina fue relativamente abierta, socialmente progresista, el resultado fue que los primeros dos tercios del siglo XX logró una clase media numerosa en ascenso y una ciudad glamorosa como la de Buenos Aires.
Según Fanny Blanck de Cereijido[2], las circunstancias político-sociales propiciaron la creación de instituciones a las que se imponían los ideales y la visión del mundo de una sociedad cosmopolita en ascenso. La actividad intelectual y científica fue intensa, y Buenos Aires se convirtió en un polo académico importante, cuyo ápice se alcanzó hacia 1955-60.
La original Asociación Psicoanalítica Argentina, se fundó el 15 de diciembre de 1942 por Angel Garma, exiliado español y miembro de la asociación de Berlín; Celes Cárcamo, argentino formado en París; Marie Langer, exiliada vienesa, y después se agregaron Guillermo Ferrari Hardoy, Enrique Pichon Rivière y Arnaldo Rascovsky. El psicoanálisis fue impregnando la cultura, la educación, la pediatría, la cardiología, y llegó a ser un elemento muy presente en las modalidades de pensamiento y del diario vivir de un extenso grupo social.
Yo conocí a Marie Langer quien fue mi maestra y supervisora, habiendo sido analizante de Richard Sterba pertenecía a la segunda o tercera generación de analistas. Vino a México durante los años 70’s huyendo de un sangriento golpe de Estado que provocó una persecución política inflexible hacia la gente de izquierda cuando todavía había en el espectro político una diferencia entre izquierda y derecha. Era una persona inteligente, generosa y que tenía un don de gentes cómo no he conocido otra igual en el medio, amaba a la Argentina y a los argentinos porque la habían recibido después de la guerra civil española. Cuando le sobrevino el cáncer incurable que terminaría su vida, decidió regresar a ese país, no sin antes escribir aquí con apoyo de Guinsberg y Palacios[3] su biografía y dejar su huella analítica en muchos de mi generación. Durante 29 años perteneció a la APA, siendo Analista Didáctica. En el Congreso Psicoanalítico Internacional, Roma 1969, época de dictadura militar en la Argentina, se afilió junto a otros colegas, a Plataforma Internacional, organización que se proponía cuestionar desde dentro la ideología de la formación y de la práctica psicoanalítica que impartía la International Psychoanalytical Association y de las sociedades dependientes de ella. Un tiempo después, con un grupo numeroso de analistas, se afilió a la FAP, la Federación Argentina de Psiquiatras. Ésta agrupaba a los psiquiatras más progresistas que trabajaban en tres niveles: el gremial, el científico y el político. Su pertenencia y actividad en Plataforma y FAP provocó, a la larga, conflictos con APA; disyuntivas que le llevaron, junto con otro grupo afín (Documento), a la ruptura inevitable con la IPA. Después del Congreso Psicoanalítico Internacional de Viena (1971), renunció a la Asociación Psicoanalítica Argentina e Internacional, lo cual significó un paso muy importante política y personalmente, entre otras cosas demostraba que un analista puede prescindir de la institución, sin dejar de ser analista. En ese Congreso presentó un trabajo, muy comentado, bajo el título de «Psicoanálisis y/o Revolución Social». Muchos de los textos polémicos de los disidentes fueron publicados por la editorial Granica en dos tomos: Cuestionamos, y Cuestionamos 2, y coinciden, curiosamente, aproximadamente en tiempo con los cuestionamientos que Lacan hacía en Francia a la formación del analista.
Sorprende que al cabo de unos 20 años de su inicio, el movimiento psicoanalítico argentino haya crecido hasta tener una presencia internacional y volverse una referencia común en la cultura de ese país. También que el número de psicoanalistas haya crecido de seis, hasta convertirse en una profesión deseada, un modo de vida rentable y una temática común en todas las Facultades de Ciencias Humanas. Sin duda, se debió a la entrega de estos fundadores a la causa analítica y a su particular carisma, compromiso con su trabajo y originalidad de sus ideas.
En las Facultades de Psicología de ese país, la enseñanza de la psicología se volvió un sinónimo de psicoanálisis provocando un fenómeno curioso que fue el de sobrepoblar el número de terapeutas y la oferta de servicios analíticos, aunque a decir verdad, hoy no sólo se ofrece psicoanálisis, sino una gran variedad de psicoterapias.
De hecho, en la Ciudad de Buenos Aires, existe una colonia que lleva el mote de Villa Freud y que es un lugar deseado para situar un consultorio psicoanalítico, allí los precios por la renta de un espacio analítico son los más altos.
A través del tiempo, se abrieron nuevas maneras de formación, que en gran parte, centraron su atención en la disidencia psicoanalítica lacaniana y su marco de referencia teórico, este fenómeno fue también debido a las supuestas facilidades que ofrecía en sus parámetros de formación a los nuevos analistas que se querían autorizar en su práctica y que en las instituciones oficiales topaban con numerosas trabas burocráticas.
Se cuenta que Lacan dio en mano a su amigo Pichón – Rivière la transcripción de sus seminarios en sus viajes a París, otros sostienen que la relación no era tan cercana, y que no eran tan amigos. En todo caso, el analista suizo, vuelto argentino, los acumuló en su biblioteca sin prestarles más atención que la de almacenarlos. Un allegado a él que hurgó su biblioteca, descubrió los mimeos resultantes de la pasada en papel de los seminarios de Lacan y le pidió permiso para copiarlos y estudiarlos. Su nombre fue Oscar Massota y al cabo del tiempo se convirtió en un experto en el tema y hoy se le reconoce como el introductor al idioma castellano de la obra de Jacques Lacan. Pichón – Rivière le invitó a este hombre notable, intelectual, filósofo, ensayista, semiólogo y crítico de arte (sin los títulos académicos tan deseados hoy por los jóvenes) a impartir en el Instituto de Psicología Social, una conferencia llamada “Jacques Lacan o el inconsciente en la filosofía» el 12 de marzo de 1964 que inaugurará una trayectoria para él en el mundo académico, sobre su propio análisis, se dice que llevó a cabo una relación terapéutica con un psiquiatra sin que pueda nombrarse del todo esto una experiencia analítica.
A partir de ese momento, se convertirá en un impulsor de la obra de Lacan y producirá además una serie de textos vinculados al estudio de la cultura moderna. En 1970 publica «Introducción a la lectura de Jacques Lacan» texto que nos marcó a varias generaciones en toda Latinoamérica. En 1974 funda la Escuela Freudiana de Buenos Aires, junto a dieciocho personas más entre las que destacan Sara Glasman, Jorge Chamorro, Juan Carlos Cosentino y Germán Leopoldo García.
En toda esta historia hay que destacar un hecho que conozco sólo por boca de algunos analistas argentinos. Massota trató pacientes en la clínica al parecer, no con tanta frecuencia y se dedicó en gran parte a la teoría más que a la práctica psicoanalítica. Aparentemente, este hecho explicaría la inclinación de la balanza de la historia del lacanismo hacia la producción de teoría y discusión de conceptos, más que al intercambio clínico. Se empezaron a escribir una cantidad de trabajos en la misma línea y con las mismas características que después derivaron en la formación de analistas por una vía que privilegió la teoría sobre la práctica y el análisis personal profundo, largo.
Hoy se realizan análisis que duran una semana o dos, con pacientes que viajan a ver a sus analistas en Francia. Miller es quien inició esta costumbre y algunos otros analistas reconocidos le han seguido. Si bien es cierto que, en El análisis profano (1926) Freud habla de que se necesitan un tiempo de aproximadamente dos años, para prepararse como analista, hay que tomar en cuenta que esos análisis eran mucho más intensos pues se realizaban prácticamente a diario[4], lo que caracterizaría a esa práctica de intensa, y quizá no podría calificarse así a esas experiencias, que si bien puedan nombrarse terapéuticas, no lo serían analíticas. Algunos analistas lacanianos reconocidos en México empezaron su historia precisamente aquí como analistas, sin haber tenido antecedentes de pisar antes una Institución o una Escuela de formación analítica en Argentina, dando lugar a un extraño fenómeno de lacanismo en el que la impostura, privó sobre la práctica seria y comprometida, auxiliada por el malinchismo mexicano.
Después de la escisión de la Escuela Freudiana de Buenos Aires que sucedió al cabo del tiempo, se fundó la Escuela Freudiana Argentina, en la década de los 90’s la EOL y así unas veinte o más instituciones de formación analítica que hicieron del lacanismo, además de una teoría y una práctica clínica, un lenguaje de referencia social y hasta algo parecido a una religión. El lacanismo tuvo en los 80’s su encuentro con el mismo Lacan en Caracas, Venezuela, donde el Dr. Lacan interrogó a sus seguidores diciéndoles: “se dicen ustedes lacanianos, no lo prejuzgo… pero a mis alumnos suelo cultivarlos yo mismo. Los resultados no son siempre maravillosos”.
A pesar de ello, las instituciones siguieron multiplicándose y así se formó a la muerte de Lacan la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis) y la NEL y la FIM, entre otras. Asociaciones dedicadas a tratar de institucionalizar y poner orden a un crecimiento desordenado del lacanismo que a pesar de estos esfuerzos ha seguido progresando sin medida y sin control. La presidenta de la Fundación del Campo Freudiano en París es la hija de Lacan que en muchos lugares del Internet aparece como psicoanalista, con un pequeño defecto: nunca se analizó y su posición en el Campo Freudiano lo debe sólo a su sangre.
Jacques Alain – Miller, su esposo y alumno predilecto de Lacan debe su misma posición al parentesco político que tuvo con el maestro. Curiosa distribución del poder que no hace sino repetir los dispositivos de la realeza más conservadora y los usos institucionales más tradicionales. No fue la única de las escuelas que surgió después de la muerte de Lacan, en México tuvo éxito una iniciativa progresista de algunos de sus alumnos para fundar una escuela: la école lacanniene du psychanalyse que ha tenido un presidente mexicano incluso y realizan un trabajo interesante que no tiene el mismo impacto en Buenos Aires.
Se dice en broma, que en la Argentina de cada 10 personas una o dos son analistas, y al menos cinco de ellas han tomado un psicoanálisis. De hecho, debido a las prácticas lacanianas, el coste, duración y estrategia del tratamiento analítico ha variado de manera significativa respecto de los análisis cómo se llevaban a cabo hace 20 años. También es cierto, que por la crisis económica en ese país, los analistas no pueden ver a sus pacientes muchas veces con la regularidad deseada y tratarlos durante el tiempo deseable.
Otros colegas sí ponen normas sobre su trabajo estrictas, pero aunque tienen pacientes, no pueden cobrar demasiado, debido a que Argentina vive desde hace años una crisis económica profunda.
Los análisis no van regularmente más allá de dos veces por semana, excepto en el caso de los análisis didácticos de la APA. Se cuenta la historia de análisis que suceden una vez por semana o quincena y que duran no más allá de 20 minutos. Un alumno mío que reside en Argentina, me cuenta que una amiga suya fue con una analista reputada a pedirle análisis en Buenos Aires y le preguntó cada cuándo la vería, a lo que ella respondió: Eso lo habrás tú de determinar. Respuesta curiosa – ¿Dónde queda la dirección de la cura? – que ella tomó como una muestra de apertura, sin leerlo como una metáfora que aludía a la pregunta: ¿Para cuantas sesiones te alcanza?
Otra anécdota oída recientemente sobre uno de los analistas reconocidos, es que a los 5 minutos de oír al paciente, le preguntó si sabía cuánto cobraba, tomar el efectivo que traía en su cartera, para luego echarlo fuera con un sonoro: ¡Allá, está la puerta!
En el lenguaje escolar de las Facultades de Psicología de este país, se oyen con insistencia palabras como deseo, demanda, amor, sexuación, castración y goce, hasta el agotamiento de cualquier significación. Conceptos que a fuerza del cansancio en la repetición se han ido gastando para conformar lo que Lacan llegó a denominar palabra vacía. Esto y las iatrogenias conocidas de algunos colegas, han dado lugar a que empiecen a tomar fuerza otras orientaciones terapéuticas en este país que invaden con sus correos los buzones de la basura cibernética.
En comparación con el panorama argentino, el mexicano es diferente aunque con ciertos puntos de contacto. Existen y han llevado su labor durante muchos años, un grupo de instituciones que han tenido un papel importante en la historia del psicoanálisis y que puede considerarse que promueven la formación del analista según reglas consideradas tradicionales: la Sociedad Psicoanalítica de México, la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de grupo, la AMPIEP (Asociación Mexicana para la práctica, investigación y enseñanza del psicoanálisis), la Asociación Regiomontana de Psicoanálisis, el Grupo Psicoanalítico de Guadalajara y la que supongo tiene más miembros: la Asociación Psicoanalítica Mexicana, recientemente también encontramos en este panorama a la Sociedad Freudiana de la Ciudad de México. Si omito alguna más, pido de antemano disculpas. Las reglas son simples de seguir o complicadas según se vea: haber cursado simplemente una licenciatura en psicología o medicina, o una especialidad en Psiquiatría, o una maestría o un doctorado en Psicología. También se aplica un criterio sumamente extraño (por lo menos en APM) que privilegia de forma injusta, diría antianalítica, a los licenciados en enfermería o trabajo social sobre los filósofos o pedagogos, que aparecen excluidos de lograr hacer una formación allí.
Éstos son los requisitos de inicio que abren o cierran la puerta a sus aspirantes que pasado un proceso de selección, tendrán que seguir un programa de estudios que les hará, supervisar durante algunos años y analizarse con alguno los analistas didácticos que se hallan puestos en una lista. Las temáticas de los cursos y temas que se desarrollan en éstas instituciones son muy variados, descabellados en ocasiones y van desde Control del stress, Intervención en crisis, hasta: Comprendiendo la virginidad femenina ó Fobia a la muerte.
El Círculo Psicoanalítico Mexicano, se convirtió en una alternativa viable y seria para todas las clases sociales hará unos 40 años para este tipo de formación, y llevó a cabo una labor importantísima de difusión del psicoanálisis en nuestro país frente a las dificultades múltiples que representaba la política de las instituciones psicoanalíticas tradicionales que durante muchos años tuvieron una posición más comprometida con un status de clase y la obtención de beneficios económicos sobre la atención a la comunidad, y el compromiso social de nuestra disciplina.
Los antecedentes del Círculo Psicoanalítico Mexicano se remontan a la Viena de posguerra. En los inicios del conflicto bélico, Austria fue anexada a Alemania en el año de 1938, Freud se ve forzado a emigrar no sin antes ver quemada en un acto público su obra por los nazis y disuelta la sociedad psicoanalítica por él fundada. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial los pocos analistas no judíos, que habían podido permanecer bajo el régimen nazi manteniendo viva la llama del saber freudiano se reorganizan y realizan en el año de 1946, principalmente gracias al impulso infatigable de August Aichhorn, la refundación de la Asociación Psicoanalítica de Viena (APV). Entre ellos se encontraba el Conde Igor Alexander Caruso (1914-1981), de origen Ruso-italiano. En 1947 instituye Caruso el Círculo Vienés de Psicología Profunda (La expresión psicología profunda Tiefenpsycologie fue empleada por el mismo Freud, como sinónimo de psicoanálisis, durante el régimen nazi se le usó de manera obligada ya que se prohibió la utilización de todo concepto freudiano) como una «comunidad privada de investigación» que se propone como tarea «promover los conocimientos de psicología profunda y su aplicación a la educación, la psicología práctica, la medicina, la sociología, etc.
Tres [ 5] fueron las personas que se formaron en el Círculo Vienés de Psicología Profunda y que a principios de 1965 radican en la República Mexicana: Raúl Páramo en Guadalajara y, Arturo Fernández (quien finalmente se integraría a APM) que luego radicará en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y Armando Suárez en México, D.F.
La situación de estos tres discípulos de Caruso, no fue nada fácil en lo que respecta a sus relaciones con las dos instituciones que detentaban la hegemonía y el monopolio en el campo psicoanalítico: la Sociedad Psicoanalítica Mexicana y la Asociación Psicoanalítica Mexicana, de líneas, respectivamente, Frommiana y Freudiana, que además eran resultaban opuestas en muchos puntos de sus políticas y prácticas.
El primer círculo llamado Círculo Mexicano de Psicología Profunda fue fundado en la ciudad de México en el año de 1969 por tres personas. Dos discípulos de Igor Caruso: Los Doctores Raúl Páramo-Ortega y Armando Suárez G. (1928-1988), y por el Dr. Jaime Cardeña, que había renunciado a su pertenencia a la Asociación Psicoanalítica Mexicana. Su existencia fue efímera y terminó disolviéndose en 1973. Suárez y Páramo renuncian a él en 1970 por desacuerdos en el procedimiento de inicio de la práctica clínica en el programa de formación y fundan el año siguiente el Círculo Psicoanalítico Mexicano, que durante muchos años ostentó en su papelería el pertenecer a los «Círculos de Psicología Profunda», sin realmente así suceder en absoluto. Luego entre ellos tienen diferencias y se separan, quedando en manos de Suárez el CPM que llevará a cabo una labor en pro del psicoanálisis realmente encomiable, entre las que se cuenta, la promoción de la traducción de Los Escritos de Lacan en Siglo XXI, por Tomás Segovia.
La formación dura allí aproximadamente 5 años y se exige una licenciatura mínimo en psicología o ciencias sociales, el análisis con algún analista reconocido, sin que necesariamente pertenezca al CPM. Una característica importante de esta institución es que no ofrece (al menos hasta el momento) a sus egresados ningún título oficial o revalidación académica siendo acorde a sus principios de fundación, cuestión que hoy en día sigue a debate entre sus miembros. Como todas las instituciones analíticas, ha sufrido escisiones y separaciones a lo largo de los años (hasta la fecha van cuatro), al parecer la historia analítica supone esta parte oscura y hasta ahora inevitable que implica no sólo la muerte del padre sino el fratricidio. En Monterrey, Cuernavaca, Léon, Guadalajara, tiene sucursales que se han dedicado a dar formación a otras generaciones (no muchas) de analistas.
Principalmente, gracias al CPM durante los años 70’s se abrió las puertas a la inmigración sudamericana (mayormente argentina) y de éstos analistas partió la formación de diversos grupos de estudio, supervisión, etc. con el propósito empírico de encontrar brindarles una fuente de trabajo y la meta de formar nuevos analistas.
El exilio de psicoanalistas argentinos en México comenzó alrededor de 1974 y se fue acentuando en los años subsiguientes pero, según Fanny Blanck de Cerijido, el número inicial ascendió a unos 40, entre ex miembros de la APA, la APU, y psicólogos jóvenes e improvisados que «se recibieron en el avión» y no fueron aceptados en ninguna institución. Si tenemos en cuenta que los miembros de la APM eran sólo 40 entonces, entenderemos cómo ese movimiento migratorio estaba destinado a transformar completamente el movimiento analítico en México y al establecimiento de nuevas escuelas que no siempre llevaron a cabo una interlocución en términos de afecto o respeto.
La llegada de los argentinos, fue la raíz de la formación posterior de escuelas como la Fundación Mexicana de Psicoanálisis (hoy desaparecida) y otras asociaciones e instituciones que existen actualmente en nuestra geografía. De hecho, la FMP y su Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos que trabajó durante aproximadamente 20 años, me parece, fue de las primeras instituciones que empezó a ofrecer en el mercado una maestría que duraba dos años y proporcionaba el grado de Maestro en Teoría Psicoanalítica reconocido por la SEP, que algunos egresados juzgaron como una autorización para ejercer el psicoanálisis aún sin haberse analizado o tras un breve período de análisis de prueba.
Este grado, fue también un atractivo para el reclutamiento de interesados en obtener una constancia académica y una autorización externa a su propio proceso de convertirse en analistas y que ha dado lugar a un fenómeno alarmante que hace que embaucadores dentro y fuera de algunas universidades, en instituciones públicas o privadas ofrezcan la maestría como una forma de investir como psicoanalistas a personas con prisa para ejercer en la práctica una teoría que necesita una identificación plena con un ejercicio que está a favor de la verdad y en contra de la impostura.
Existe un libro de Mlodinow [6], que habla acerca de la importancia de lo aleatorio en nuestras vidas, me recuerda mi propio camino en el psicoanálisis. Yo pasé por la FMP (llevado por una búsqueda personal, el azar y la necesidad) y salí por desacuerdos en el tratamiento a los analistas y alumnos, también por señalar la explotación que se realizaba de las personas que ahí trabajamos, sin ningún tipo de garantía. La FMP que tenía una orientación lacaniana, que supuestamente criticaría los modelos más tradicionales de enseñanza y transmisión del psicoanálisis, operaba con cánones de poder completamente verticales y no hacía mucha diferencia con aquello que censuraba,
No sé si es mejor tener reglas explícitas en una institución que tener medias pautas, abiertas para su aplicación a criterio de los dirigentes del grupo. La fascinación hacia el estudio de Lacan despreció completamente la lectura de A. Green , P. Aulagnier, Laplanche, Leclaire, Klein, Winicott, Bion, y los latinoamericanos Garma, Rascovsky, Racker, Bleger, W. y M. Baranger, Cesio, Liberman o los mexicanos: Ramírez, Kholteniuk, González, Saavedra, Beuchot, Vives, etc.
Muchas generaciones de lacanianos mexicanos no han leído estos autores y se conforman con recitar el contenido de los Escritos y Seminarios del mago del verbo francés, cual si fuesen Testigos de Jehová. Pensar desde el psicoanálisis requiere saber que consiste en algo más que el estadio del espejo, los tres registros o la lógica del significante, también implica la identificación proyectiva, las funciones alfa o beta de Bion, la posición esquizoparanoide y la depresiva de Klein, el concepto de holding de Winicott, las elaboraciones sobre el Yo – Piel de Anzieu y la lectura de Kernberg o Kohut. Los analistas tenemos una historia: ¿Por qué negarla?
La disolución umbrosa de esa institución, entre acusaciones, reproches y agravios, sólo puso de manifiesto lo que yo había señalado años atrás [7], y que curiosamente no apareció sino recortado hasta la inteligibilidad en la edición de uno de los artículos de los Coloquios que ahí se llevaban a cabo. Lo que más se esquivó en ese lugar: un reconocimiento de las grietas y las anomalías de la estructura de poder, y una crítica hacia el significante Lacan, espejeado, deformado, por el brillo del ojo de Néstor Braunstein quien se promovió en todo momento como líder y objeto de idealización salvaje de ese grupo. Deslumbrados con el éxito económico y social los rectores del proyecto dieron la espalda a sus fallas y prestaron oídos sordos a sus compañeros de viaje, que atestiguaron sin remedio, la promoción de una transferencia sin análisis y sin ningún cuestionamiento, hacia sus figuras.
La diáspora resultante de la disolución de esa institución dio lugar a múltiples escuelas de orientación lacaniana que siguen en México ese modelo que imparte teoría psicoanalítica por dos años, incluso hoy día se ofrece en provincia (Zacatecas), una Licenciatura en Psicoanálisis que es promovida con el anuncio : Forja tu propio destino. Y con el agregado: Si tu interés es el Psicoanálisis ya no necesitas estudiar la licenciatura en psicología, la licenciatura en Teoría Psicoanalítica requiere únicamente estudios previos de preparatoria o equivalentes.
Quizá es ilusorio que una institución analítica o no, pueda operar sin estrategias de poder, juego de abalorios, competencia o disputa de las plazas dentro de la estructura. De una u otra forma, dio lugar a diez generaciones o más de estudiosos del psicoanálisis, algunos siguieron su camino hasta convertirse en psicoanalistas con práctica reconocida, otros se conformaron con el cartón de Maestros en teoría psicoanalítica que, como mencionamos párrafos atrás, es ahora objeto @ para quienes se inscriben a estos cursos y pensando que es un atajo para un viaje mucho más difícil y quizá sin término. Por otro lado, nadie parece cuestionar la formación analítica de los profesores o su legitimidad, que queda avalada por su decir y su posición académica. No quiero desautorizar de inicio o final este tipo de esfuerzo, pero creo que cada caso debe ser considerado de manera particular. También, de lado, peligrosamente autoriza al Estado para validar quién tiene o no derecho a ejercer el psicoanálisis. Mi amigo Ramón Clériga me comentó una vez, que la Secretaría de Salubridad entregó por los años 60’s a los psiquiatras psicoanalistas una credencial o registro para ejercer, y me mostró con ironía su documento avejentado, pero el peligro de que eso vuelva a ocurrir, es muy actual. Me han comentado de hecho, un fenómeno alarmante asociado a éstas normas falsas de legitimación: muchos profesores – ni siquiera analistas – de psicología exigen a sus alumnos se «analicen» con ellos o sus amigos ¡Para pasar su materia! Es una práctica deshonesta y una imitación burda de la figura del analista didacta de las instituciones psicoanalíticas (figura cuestionable desde Lacan), hay gente incluso que está a favor de legalizar esa práctica comercial de captación de pacientes como un requisito de la carrera de psicología.
La lista de las instituciones analíticas o que se ostentan como psicoanalíticas ha crecido de manera rápida (Dimensión Psicoanalítica, Trieb, Real, Metonimia, NEL, Colegio de psicoanálisis lacaniano, Colegio de Altos Estudios, Cepsis, Cepsimac, etc.), los nombres se han multiplicado de unos años para acá sin freno, no puede de antemano descalificarse a nadie, hasta existe una institución que se autodenomina: Facultad Lacaniana. De hecho, a medida que éstos grupos se han multiplicado, es evidente que no puedo conocerlos o reconocerlos a todos, y que, en todo caso, cada quien debe responder por su propia práctica.
Es una formación sin un tiempo predeterminado, sin garantías y que no puede coincidir con la formación universitaria. De hecho, el grado académico o la profesión entre los analistas no indica su capacidad analítica, terapéutica o profesional. Puede sonar raro en nuestros tiempos en que el papel se exige en la burocracia académica y de investigación, pero la capacidad de dirección de una cura analítica tiene muy poco que ver con escalafones universitarios, productividad literaria o de artículos, en el fondo cuenta de forma definitiva es la sensibilidad, la capacidad de escucha, el respeto al paciente y la experiencia.
Esto nos lleva a plantearnos otras cuestiones que no pueden dejar de preocuparnos: ¿Las instituciones psicoanalíticas pueden considerarse completamente responsables de la formación de un analista? ¿Y hasta qué punto deben responder por lo que producen? ¿Ser reconocido como analista asegura que se haga práctica analítica? ¿La práctica terapéutica de un analista no topa con obstáculos en la vida real que hacen que se puedan plantear el uso de cortes pedagógicos o intervenciones más allá del semblante? ¿Basta pasar por los controles establecidos por una institución para convertirse en analista? Y eso quiere decir para mí, no sólo el pasaje por el análisis didáctico o el dispositivo del pase (que encuentro tan problemático como la primera solución). ¿No es acaso todo esto un proceso íntimo que debe resolverse a través del propio análisis?
Y una cosa más: hay sin duda personas que se erigen y venden como analistas, dan clases de psicoanálisis, y escriben sobre éste, sin que hayan pasado jamás formalmente por un análisis… es lamentable, pero esto es cierto.
¿Basta pasar por los controles establecidos por una institución para convertirse en analista? Y eso quiere decir para mí, no sólo el pasaje por el análisis didáctico o el dispositivo del pase (que encuentro tan problemático como la primera solución). ¿No es acaso un proceso íntimo que debe resolverse a través del propio análisis? Y : ¿Autonombrarse psicoanalista lo hace a uno analista? Porque muchos analistas hoy en día que se autocalifican de lacanianos han tomado como un atajo hacia su práctica el pasaje al acto basado una autocalificación subjetiva basada en la frase descontextualizada de Lacan: el analista sólo se autoriza a sí mismo. Lo que hace que proliferen grupos autodenominados lacanianos que operan sin ninguna restricción ni medida de control y ofrezcan formación analítica al alcance del bolsillo y la falta de autocrítica.
Me parece a mí que a diferencia del saber académico, la formación analítica se basa en una praxis, más que la repetición mecánica de conceptos. El análisis del analista, la reflexión sobre su práctica (hacer análisis es poder pensar analíticamente y hacerse de un estilo), la supervisión de su práctica y la formación teórica permanente son las condiciones de posibilidad para realizar una práctica como analista.
Las instituciones psicoanalíticas ofrecen, a través de dispositivos y sus articulaciones, una oportunidad de formación analítica que intenta proporcionar garantías sobre la práctica futura del egresado. Sin embargo, lo que no pueden certificar, es el deseo de éste por analizar y analizarse de continuo, su comprensión de la ética analítica, las determinaciones de la lógica del inconsciente. Esto no lo puede avalar ninguna institución porque es parte de una luz interior que no puede alimentar más que el propio deseo. El camino personal que cada quien elige y el ejercicio de la práctica individual es siempre una responsabilidad que no puede atribuirse a nadie más que a uno mismo.
Si volvemos a Freud, veremos en el ya mencionado Análisis Profano que considera como saberes necesarios para la formación: la Historia de la civilización, la Mitología, la Psicología de las religiones y la Literatura. Lacan agregaría la Antropología, la Filosofía, la Historia del arte, y las Matemáticas. Creo que estas afirmaciones nos hablan de lo que hoy conocemos como necesidad de un saber interdisciplinario. Es una formación sin punto de cierre, sin conclusión, permanente. La práctica psicoanalítica es muy diferente a la de las ciencias con un método rígido de procedimiento y va a resultar escandaloso lo que ahora digo, pero se asemeja más a la práctica culinaria, o al estudio de la música, que a la de una clase de lógica simbólica en filosofía que no admite variaciones en sus postulados y en sus ejercicios. Seguro, hay ciertos preceptos fundamentales y que deben ser respetados para que una terapia pueda considerarse psicoanalítica.
Pero, la respuesta a la pregunta de qué define al psicoanálisis, no es una solución que pueda darse con simpleza, es vigente el problema que se puso de manifiesto en 1938 cuando Glover distribuyó en la Sociedad Psicoanalítica Inglesa un cuestionario sobre las prácticas técnicas comunes en psicoanálisis. El resultado fue una cantidad inesperada de puntos de desacuerdo entre los miembros, así como mucha vacilación, timidez, e indecisión, para revelar los procedimientos en uso.
Una última pregunta: ¿Es necesario el discipulado en la formación analítica? En uno de sus libros [8] Luis Tamayo estudia lo que implica la transmisión de un saber y expone lo que puede ocurrir en una educación tradicional, en dónde se producen seres pasivos, repetidores de saberes, reproductores de técnicas. El maestro debería ser capaz de producir enigmas, generar asombro, abrir cuestionamientos, que atiborrar al alumno de un saber enciclopédico. Propone nuestro colega, introducir al eros como parte fundamental de la enseñanza y la aceptación por parte del maestro de su propia ignorancia.
Sin embargo, la enseñanza de Freud y más aún la de Lacan, generó transferencias feroces, identificaciones proyectivas, y continuación de su trabajo en el plano de un dogmatismo lamentable que obtura la disolución deseable de una transferencia para con los amos. Es la impresión que me queda, al recordar la historia del análisis de Anna Freud por su padre, y al leer algunos de los seminarios de Alain Miller y la vista en Youtube de una conferencia en Buenos Aires [9] que ni siquiera título tenía, pero que congregó a más de mil de sus fieles.
Personalmente, coincido con cualquiera que pondere lo absurdo que representa elevar el psicoanálisis al rango de ideología o religión que sustituya el marxismo que vivimos 30 años atrás y creo aún posible − si se desea y con disciplina − hacer una formación por fuera de las instituciones, por más difícil y problemático que esto resulte. Aunque no sé si esto último sea una opción condenada a desaparecer finalmente, en una sociedad cada vez más regulada, y sea una opción que no sea ya recomendable. Las instituciones, tienen la ventaja de la confirmación y su firma como garante, en un mundo precario que requiere de seguridades frente a la incertidumbre de lo real. Nuestra obligación como analistas, aún ejerciendo dentro de una institución y bajo reglas establecidas, es hacer patente a los formandos de lo ilusorio de estas garantías.
Quiero hacer una última observación, el saber analítico no es, como ya lo señalara Langer en su autobiografía, un instrumento para cambiar el mundo, sino una práctica mucho más modesta y en todo caso, que debería jugarse menos por los sueños dogmáticos. Simpatizo con el paranoico Castel, el personaje de El túnel, de Sábato, quien al ser invitado a un cóctel de la Asociación Psicoanalítica Argentina dice de la jerga balbuceada por los invitados:

Todo era tan elegante que sentí vergüenza por mi traje viejo y mis rodilleras. Y sin embargo, la sensación de grotesco que experimentaba no era exactamente por eso, sino por algo que no terminaba de definir. Culminó cuando una chica muy fina, mientras me ofrecían unos sándwiches, comentaba con un señor no sé qué problema del masoquismo anal. (…) Damas y caballeros tan aseados emitiendo palabras genito-urinarias[10].

Mi amigo Baños Orellana [11] ha rastreado los artículos que se publicaron más o menos al mismo tiempo que esas líneas, y ha detectado un artículo de Arnaldo Raskovski en la revista de la misma APA (Vol. 4, No. 3, 1946) con un título tan descabellado como el contenido mismo de su texto: “Interpretación psicodinámica de la función tiroidea”. Es una pena, porque no puede negarse que el mismo Freud da pie por momentos a estas interpretaciones que fundan una hermenéutica desafortunada que podría hablar de un Freud al que no se debiera retornar. El mismo autor critica de manera severa en otro de sus libros con un título elocuente: El idioma de los lacanianos [12], la manía de hablar ese ideolecto lacaniano, y describe los callejones sin salida a los que conduce repetir hasta el cansancio las fórmulas.
Lo que el maestro y el analista pueden aspirar a transmitir al alumno como meta máxima, en el curso de una formación analítica, es la comprensión de una posición, la posición analítica que es finalmente ética y está fuera del poder o la canalla. También, cómo disolver la transferencia con su enseñanza, y cómo desdeñar cualquier tipo de garantía institucional o vital en provecho de la aceptación de su propia castración y el mantenimiento de la esperanza en el prójimo.

[1] Versión corregida de una publicación hecha en: Revista Psico – Logos. Revista de la Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Sinaloa. Núm. 7. Enero – Junio 2010. Año 4. Nueva Época.
[2] Blanck de Cereijido. Del Exilio: Psicoanalistas rioplatenses radicados en México. Fanny Blanck-Cereijido. Originalmente publicado en Psiconet México, reproducido en mi Blog: http://psicoanalisisextension.blogspot.com/
[3] Langer Marie, Guinsberg y Palacios. Memoria, historia y diálogo psicoanalítico, Folios Ediciones, México, 1981 y 1983.
[4] A diferencia de algunos actuales que supuestamente se efectúan a través de una o dos visitas anuales al país sede del analista dónde éste realiza su labor intensiva por espacio de una semana.
[5] Castillo Juan Diego. Armando Suárez, un hombre insatisfecho. Página web El psicoanálisis en México de Rodolfo Álvarez del Castillo (http: cartapsi.org/mexico)
[6] Mlodinow Leonard. El andar del borracho. Ed. Crítica. Madrid 2008.
[7] Ortega Julio. La fábula de la peste. En: La Cosa Freudiana. Ediciones de la Fundación. México. 1991.
[8]El discipulado en la formación del psicoanalista , un aporte del psicoanálisis a la pedagogía (ICM/CIDHEM, México, 2004),
[9] 17 de septiembre de 2008 (http://www.youtube.com/watch?v=EGH45KSK7I&feature=player_embedded)
[10] Sábato, Ernesto. El túnel. Seix Barral. Ediciones de Bolsillo. México 2000.
[11] Baños Orellana, Jorge. El escritorio de Lacan. Ed. Oficio analítico. Buenos Aires, 1999.
[12] Baños Orellana, Jorge. El idioma de los lacanianos. Ed. Atuel. Buenos Aires, 1995.