Lacan y Lévi-Strauss
José Eduardo Tappan Merino
Mientras Sigmund Freud elabora sus distintas teorías, dos de sus importantes colegas Alfred Adler y Carl Gustav Jung se fueron convirtiendo en las figuras que más sobresalieron como perspectivas psicoanalíticas distintas a las freudianas, hoy se les considera las escisiones más significativas del freudismo. Adler proponía que era equivocado estimar a los padres como lo más importante, ya que los hermanos son los que deberían ocupar ese papel, por lo cual cuestionaba la idea del Edipo; además, de que «la protesta masculina» en tanto constitución de la identidad a partir de los ideales adquiría un valor que Freud no había comprendido, según la opinión de Adler. En cambio, Jung se distinguió por planteamientos más ricos en el orden de la psicología y la antropología, además de que tuvo en cuenta el lado espiritual de la condición humana, que había sido descuidado en el psicoanálisis freudiano.
Durante la segunda guerra mundial, los primeros discípulos de Freud, una vez separados de su maestro, comenzaron a gestar nuevas perspectivas sobre el psicoanálisis, la guerra había creado una distancia entre ellos además que redefinía los intereses de cada uno frente a la manera de ser influido y de posicionarse frente a la misma. Las escuelas que se fueron diferenciando del padre fundador del psicoanálisis aparecieron rápidamente, poco a poco Sigmund Freud aparecía como una referencia caduca, sin vigencia frente a las nuevas propuestas.
Muchos de los antropólogos que habían recibido al psicoanálisis con mucho entusiasmo; poco tiempo después se transfiguraron en sus más intransigentes críticos, pues le supusieron a Freud un etnocentrismo mediante el cual abordaba lo humano de manera grosera, para ellos, sin atender a las diferencias culturales. Y, tal como conciben el Edipo freudiano les parece excesivamente esquemático y por lo tanto reduccionista; al suponer que la familia se encuentra compuesta por un padre, una madre y un hijo, pero… y en esa parte del mundo en la cual hay sociedades constituidas por harems, es decir, poligámicas e incluso en las poligínicas, ¿cómo explicarlas? Ante la mirada de los antropólogos, el psicoanálisis se reducía a la idea de un médico que había proyectado sus perspectivas culturales al interior de sus elucidaciones teóricas, con lo que el psicoanálisis perdía todo poder explicativo. Ni hablar de su trabajo sobre Tótem y tabú, que no alcanzó más que el descrédito, pues a la comunidad antropológica le molestaba que se tratara de una teoría sin ninguna base documental y sustentada únicamente en conjeturas, sobre lo que él suponía debía ser el comienzo de la cultura; sólo una elucubración lanzada como una explicación de la constitución de la ley en los comienzos de la humanidad.
En el nuevo continente, Heinz Hartmann buscó incorporar el psicoanálisis como una corriente dentro de la psicología académica, como parte de una psicología general articulada a la que ya existía en diversas universidades; una escuela más dentro del espectro de las teorías de la psicológica ocupada de los problemas de la armonía entre el sí mismo y sus contextos, ésta es una posición que continúa reinando en el panorama académico universitario.
Por otra parte, Anna Freud y Melanie Klein tuvieron un papel importante en los nuevos desarrollos teóricos del psicoanálisis. Anna Freud prometía ser la continuadora de la tradición de su padre, pero Anna supuso proseguirlo tal como estaba tímidamente insinuado en El esquema del psicoanálisis[1]. En la cual se presenta la noción de que el psicoanálisis debía fortalecer al yo contra los atropellos del superyó y los excesos del ello. De esta manera el trabajo El yo y los mecanismos de defensa de Anna, se convertía en una propuesta cómoda para los psicoanalistas, ya que limaba los filos del psicoanálisis, en otra hora crítico y confrontativo de la moral.
Desde esa perspectiva, el psicoanalista podía ofrecer su yo sano y fuerte en el aspecto terapéutico para que los yoes débiles de los pacientes se asieran de él durante la borrascosa travesía del proceso analítico; se trata de una corriente pedagógica ya que pretendía trabajar con los niños en guarderías y colegios para disminuir las patologías efecto de las deficientes actitudes de sus padres. Podría pensarse que Sigmund Freud, desde la perspectiva de su hija, se había dedicado en los comienzos del psicoanálisis a elaborar una teoría más o menos elaborada sobre el ello, y por lo tanto sobre estimado su importancia, pero en el avance paradigmático del psicoanálisis debía ahora caminar por la investigación y el desarrollo del yo, tanto en la teoría como en la clínica.
Klein por su parte veía las cosas de manera muy diferente en la medida que construía una teoría que podría llamarse de «relaciones objetales» y «fantasías inconscientes». Toda la subjetividad descansaba en dos posiciones, la esquizoparanoide y la depresiva; que se iba constituyendo a partir de dos polos que aglutinaban un conjunto de objetos introyectados como buenos y malos. Así que se configuraba una práctica diferente bajo el nombre de psicoanálisis, que compartía un conjunto de conceptos pero era estrictamente diferente.
Poco a poco en la configuración de las tribus postfreudianas se comienzan a gestar matices a las propuestas originales e incluso cambios radicales o contradictorios con respecto de éstas, para luego cada una desarrollarse con un gran ímpetu. En particular, surge una teoría con la propuesta novedosa de incluir una instancia psíquica más, el self, que debía sumarse a la segunda tópica freudiana, es decir, la del ello, yo y superyó. Se muestra sobre todo a partir de Hartmann, la manera en que los principales problemas y desórdenes mentales de los pacientes en estricto sentido debían de ser rastreados a los problemas de la adaptación, que él veía como de tres clases: a) cuando no estamos adaptados a nuestro entorno, b) cuando estamos desadaptados de nosotros mismos y c) por supuesto la suma de ambas posibilidades. Por consiguiente, había que trabajar entre otras cosas con la distonía o la sintonía de los síntomas con respecto al ego. Por ejemplo, cuando los alumnos se quejan del profesor porque los reprobó; a fin de que él sea responsable de dicha tragedia y el alumno sólo una víctima, la manera en que vive el ser reprobado es egodistónica, ya que no ve su propia responsabilidad y la hace descansar en la figura del maestro.
Así pues, incluso dentro de los que se concebían como ortodoxos, desdibujaban el programa freudiano original; creían seguir de modo dogmático las ideas freudianas, al menos así lo pensaban ellos. También hubo quien empleando los instrumentos que la modernidad ofrecía, tal como lo hizo Margaret Mahler con el seguimiento videográfico de niños en los diferentes periodos del desarrollo psicosexual: el oral, el anal y el fálico con lo que mostraba la vigencia y la relevancia de la propuesta freudiana, para establecer el carácter de los niños. René Spitz trabajaba sobre la importancia de la madre y lo que la falta de ella provoca en los niños. En 1945 llamó «Hospitalismo» a la muerte del niño por la falta o ausencia de la madre, según sus consideraciones, eso demostraba la necesidad psicológica de ese afecto materno, que para el psicoanalista a su vez confirmaban las teorías freudianas sobre el complejo de Edipo.
Wilhem Reich revisó la teoría económica freudiana que lo lleva a construir una «teoría de la bioenergética», en la que las relaciones sexuales terapéuticas y su desarrollo ensamblado con la «teoría del Orgón», como energía sexual universal, lo conducen a crear una máquina en 1940, cuyo objetivo era acumular esa energía vital del universo. Proponía que la salud mental de una persona podía medirse por su potencial orgásmico. Además de que lo psíquico y lo somático se encontraban vinculados de tal suerte que los masajes podían permitir un adecuado flujo psíquico. Muere preso en 1957 en EUA considerado entre fraudulento y loco.
Los postfreudianos reconocían a Freud como el fundador del psicoanálisis, pero a fin de cuentas se trataba, según su perspectiva, de un autor caduco. Muchos de ellos se habían dedicado a trabajar en distintas direcciones para crear un conjunto de perspectivas teóricas, algunas de las cuales eran francamente antagónicas y cuestionaban directamente su legitimidad. De todas maneras, unas y otras se llamaron a sí mismas: psicoanálisis. Todas se denominaron psicoanálisis sin mayor elaboración teórica.
Lacan se encuentra en esa misma preocupación de sus contemporáneos sobre la importancia del yo, ya que Freud planteaba que no existe el yo en el nacimiento del niño sino que se trata de una instancia psíquica posterior; el niño únicamente siendo un ello anónimo, sin conciencia y aún no diferenciado de su madre, en tanto prótesis de la misma debe pasar por un estadio de formación o de constitución del yo, al que Lacan llamó «estadio del espejo» de 1949. Mediante el cual propone que es esencial diferenciar en el interior del yo dos instancias distintas: el moi y el je. Es la mirada de la madre sobre la imago del niño proyectada en el espejo, lo que permite que el bebé reconozca por esa mirada que ese de allá es él, con lo que se le muestra por primera vez una imagen de sí mismo como unidad. Esta es una propuesta, que la podemos encontrar en espíritu y en status nacendi en el trabajo de Freud, Lo Ominoso de 1919 cuando plantea la importancia de los fenómenos estructurantes, sobre la idea de la imagen propia como otro, el terror al idéntico, el soporte del yo a partir de la «la imago» del padre, como extrae de una cita de Otto Rank.
En un texto precursor del anterior titulado La familia, propuesto como una parte de la enciclopedia vemos los alcances teóricos de la apuesta de Lacan en ese momento. Allí muestra las diferencias que existen entre las familias animales y las humanas. En las primeras, quienes ocupan un lugar esencial son las madres; en cambio, en el desarrollo de la cultura se le da un lugar esencial al padre. La encomienda principal de la familia permite a la desvalida criatura permanecer en el mundo, al prodigarle aquello que le es esencial. De todas maneras, la criatura debe transitar por un conjunto de complejos en su desarrollo y maduración. El primero es «el complejo del destete», que consiste evidentemente en la separación del cachorro de su madre nutricia. Por fuerza pasará por la constitución del yo; cuya imagen cuando aparece por primera vez sin reconocerla como suya pero al ser amada por la madre, no tendrá otra posibilidad más que odiarla. Hasta franquear de la rivalidad a la identificación con su propia imagen. Para luego ir arribando al complejo de Edipo, en el sentido de encontrar en las figuras parentales las posibilidades para realizar las identificaciones y ser elegidos como los primeros objetos de amor, además de rivalizar con el de sexo opuesto.
La familia y los problemas derivados del desarrollo infantil y de la cultura eran los temas sobre los que se orientaba el debate y orbitaba la teoría psicoanalítica. Ya que los bebés se alejaban de una supuesta normalidad como efecto de los cuidados paternos ya fuese por exceso o por ausencia; a fin de mostrar el factor etiológico de los síntomas de niños y adultos en lo problemático de los contactos con las figuras parentales (padre y madre). Lacan en un abordaje que intenta articular los resultados de los estudios psicológicos, etológicos y psicoanalíticos propone en su artículo la familia, del año 1938, “[…] la familia humana permite comprobar en las primerísima fases de las funciones maternales, por ejemplo, algunos rasgos de comportamiento instintivo, identificables con los de la familia biológica: sin embargo, tan pronto como se reflexiona acerca de lo que el sentimiento de la paternidad debe a los postulados espirituales que han marcado su desarrollo, se comprende que en este campo las instancias sociales dominan a las naturales”[2]
La familia humana, no la animal, es entonces la base y condición necesaria de reproducción de la especie; gracias a ella la progenie puede sobrevivir, y donde cada uno de los padres ocupa un lugar esencial a desarrollar. Con todo, Lacan encuentra que la encomienda de la madre es mucho más cercana al orden natural que la del padre, que más bien es efecto de la evolución sociocultural.
“[…] Entre todos los grupos humanos, la familia desempeña un papel primordial en la trasmisión de la cultura. […] De ese modo, gobierna los procesos fundamentales del desarrollo psíquico […] y en un marco más amplio, trasmite estructuras de conducta y representación cuyo desempeño desborda los límites de la conciencia. […] De ese modo, instaura una continuidad psíquica entre las generaciones cuya causalidad es de orden mental.”[3]
A partir de lo anterior, Lacan desarrolla el papel del «complejo» como factor concreto de la psicología familiar. Propone que en el desarrollo infantil se suceden uno a uno un conjunto de procesos. El primero es «el complejo del destete», anterior a éste, no podemos hablar propiamente de otro suceso importante en la vida del bebé. Sobre todo por su condición de «prematuración», esto es, se encuentra en un estado de dependencia absoluta a esa función de maternaje que Lacan observa tan cerca de la acción propiamente biológica. Este es el momento de mayor tensión y desasosiego para la criatura desde que existe. “Traumático o no, el destete deja en el psiquismo humano la huella permanente de la relación biológica que interrumpe. Esta crisis vital, en efecto, se acompaña con una crisis del psiquismo, la primera, sin duda […]”[4] Fenómeno que instaura para este temprano Lacan, la imago del seno materno. Posteriormente aparece «el complejo de intrusión», en el que los celos son el arquetipo de los sentimientos sociales y de la relación con el semejante a partir de la imago de este y la aparición del yo. Aparece entonces «el estadio del espejo» que es “el reconocimiento por parte del sujeto de su imagen en el espejo”[5] y posteriormente se realiza el drama llamado «el complejo de Edipo».
Próximo a la década de los cincuenta, en 1945 escribe El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada, en el que muestra cómo frente a un problema, emergen tres tiempos lógicos: “el tiempo de la mirada”, “el tiempo para pensar” y el “momento para concluir”. Lacan obtiene estas consideraciones al estudiar el juego en el que tres detenidos deben deducir el color del disco que llevan en la espalda, a partir de mirar los de los otros dos. En el juego hay cinco discos, tres blancos y dos negros. El primero que diga el color del disco que lleva en la espalda y las razones que lo llevaron a saberlo será liberado. Se trata de una operación del orden de la lógica y no de la probabilidad.
Sin seguir los artículos uno a uno, sino únicamente con la intención de mencionar los más importantes. Veamos, en 1946, un año después de finalizar la segunda guerra mundial, escribe Acerca de la causalidad psíquica, donde se deja ver con claridad la relevancia de la filosofía para pensar el psicoanálisis. Subraya la importancia de las nociones como la de verdad frente a la de realidad.
En 1949 escribe El estadio del espejo como formador de la función del yo (je), tal como se nos demuestra en la experiencia analítica. Se trata de un trabajo en el que Lacan aún dominado por las teorías empíricas de la psicología y la etiología, intenta dilucidar la manera en que se construye el yo de la materia del ello, pues Freud no había dado suficientes indicios; para esto, Lacan empleó sus consideraciones de los tiempos lógicos. Así pues, Lacan se dedica a estudiar las operaciones lógicas de lo que Freud llamó prehistoria del complejo de Edipo, y mostró que esa prehistoria ocupa un papel fundamental. De hecho, podríamos decir que prácticamente toda la teoría psicoanalítica de Lacan se erige para dar cuenta de ese periodo prístino previo al surgimiento del yo. Periodo que poco a poco muestra su enorme complejidad y su papel esencial en la constitución de la subjetividad cuando inventa la noción de Sujeto.
En 1953 escribe El mito individual del neurótico o poesía y verdad en la neurosis. En el que se encuentra claramente la influencia de Lévi-Strauss a quien no se menciona en ese trabajo “aunque la deuda será reconocida 1956”[6].
¿Qué sucede entre 1949 y 1953 que lleva a Lacan a realizar la relectura de Freud, que se encontraba tan olvidado y desprestigiado y de crear un movimiento que se dirigiera en la dirección de releer y discutir la obra freudiana? Se trata de una operación epistemológica que lo conduce a salir definitivamente del empirismo. La respuesta es simple: la influencia de Claude Lévi-Strauss. Su adhesión explícita al movimiento es tardía, ya que la influencia del antropólogo y de su corriente es obvia a principios de la década de los cincuenta, “en 1960 Lacan se declara resueltamente “estructuralista”[7]. Pero regresemos a esa aseveración que ahora nos resulta tan enigmática.
En 1949 se publica el texto esencial de Lévi-Strauss Las estructuras elementales del parentesco, ese mismo año publica en Les Temps modernes un ensayo titulado El hechicero y su magia y en La Revue d´historie des religions, un trabajo llamado La eficacia simbólica. Se trata de un conjunto de propuestas tan provocadoras, que rápidamente son acogidas por la intelectualidad francesa. En especial Simone de Beauvoir que escribe un artículo muy elogioso sobre el etnólogo en la revista insignia de la flota del movimiento existencialista Les Temps modernes, que provocará un interés creciente ahora de amplios sectores académicos.
Las propuestas de Lévi-Strauss se encuentran influidas por el psicoanálisis freudiano, en parte, esto resulta como un gran atractivo de su teoría. En Las estructuras elementales del parentesco, el centro del parentesco es el tabú del incesto que también representa la ley. O sea, el núcleo del parentesco, para el antropólogo, es la relación que existe entre dos hombres que intercambian mujeres en el don matrimonial. Proposición que encontramos en el texto freudiano Tótem y tabú, en el que después del asesinato del padre, los hermanos invadidos por la culpa, se prohíben a sí mismos el acceso sexual a sus hermanas y se ven obligados a crear un sistema de intercambio de mujeres entre los varones; para considerarse pares entre otras hordas vecinas. De esta manera, la relación se produce entre varones, que intercambian a la mujer como un bien y un elemento esencial para la perpetuidad de los grupos. Lo relevante de la lectura del antropólogo es que sacó el supuesto freudiano de su dimensión de anécdota histórica, para transformarla en operación simbólica estructural. De tal suerte que no era un hecho ocurrido en el pasado de la humanidad, sino un ejercicio esencial y determinante de la estructura simbólica, que es la condición para toda posibilidad de pensar los cimientos de lo humano en su relación: naturaleza-cultura.
El movimiento que abanderará Lacan de la relectura de la obra de Freud se encuentra orientado epistemológicamente por la perspectiva que abre Lévi-Strauss y el estructuralismo. La idea esencial de Lacan era la de encontrar la consistencia y la viabilidad del corpus freudiano, y lo hace a partir de su lectura de Lévi-Strauss y Saussure. Sin embargo, en esa tarea del encuentro con Freud se fue despegando de él y se encontró con su propio camino.
Caracterizado como un enemigo del empirismo, Lévi-Strauss le vino bien a Lacan que se hallaba cansado del esquematismo ingenuo de la psicología y del psicoanálisis acartonado y simplón de los postfreudianos. Lacan también signó una diferencia con respecto a sus trabajos previos a esta influencia levistrossiana. Aire fresco era lo que necesitaba el psicoanálisis. Quizá por eso el llamado Seminario uno de 1953 propone que el yo es un síntoma con la encomienda de desconocimiento, de mentirnos, de llenarnos de sentido; lo que muestra una enorme distancia con respecto a «el estadio del espejo», a sus contemporáneos y a sus maestros. Así que la lectura de Freud debe hacerse de manera crítica, ni ingenua, ni dogmática. El plano de la estructura surge y con ello su concepción del Sujeto como soporte estructural, ya del lado de lo simbólico. Por consiguiente, se alejaba de cualquier propuesta sobre el ello, o sea, de cualquier consideración teórica con lo biológico, con lo que fuese natural a las personas, espontáneamente proporcionado por la naturaleza e inevitable de lo humano.
Lacan dedicó su vida a esa condición germinal de lo humano a fin de romper cualquier aproximación naturalista o humanista; esto es, coincide con lo que fundamenta Lévi-Strauss pocos años antes de la propuesta lacaniana. El Edipo deja de ser una relación con los progenitores de amor y odio, entre el objeto de identificación y el de amor, que se continúa en los análisis psicológicos que buscan los roles patológicos de las figuras parentales. Lacan habla ahora de estructura y de función, mismos que son los que organizan y legislan las operaciones a los Significantes e inscriben las posibilidades de ser, en tanto estructuración del Sujeto como deseante a partir de un acontecimiento y no de un desarrollo autónomo de la maduración del bebé. El instinto y la necesidad quedan entonces fuera de la escena psicoanalítica para que en su lugar aparezca la pulsión y el deseo.
El Sujeto es ya un concepto estructural en tanto se encuentra sujetado al orden simbólico. El Sujeto es lo que se produce de un Significante a otro, como constituido por una falta que, a su vez, es el efecto del Significante de la diferencia en su forma más pura, como nos advierte Lacan al trabajar las psicosis. No hay un más allá del lenguaje, dice Lacan, no hay lenguaje del lenguaje. El Sujeto se produce en un aquí y un ahora desde el lenguaje; más concretamente de lo que dice, como lo dice y la posición subjetiva implicada que da cuenta desde donde lo dice.
Lacan encuentra relevante que Lévi-Strauss rompe con cualquier referencia organicista como no lo hicieran sus predecesores, entre ellos el padre del estructural funcionalismo británico Radcliffe-Brown. Además de buscar las causas estructurales de los comportamientos sociales, se dirigió por el rumbo de las partículas elementales que constituyen la cultura, que lo condujo a los estudios de parentesco. Con sorpresa encuentra que existen un conjunto de matrices estructurales que se repiten entre las distintas sociedades del planeta. Estas invariantes tienen un papel determinante en las sociedades y los matices entre cada uno de los modelos son pequeños, pero lo más importantes es que actúan de manera inconsciente, cada uno de los miembros de una comunidad se siente más o menos libre de decidir quién será la persona con la que piensa casarse. Sin embargo, no se da cuenta de que es el actor de una oscura trama que lo conduce a considerar adecuada a la persona que las reglas de parentesco determinan, su libertad se encuentra profundamente acotada por las leyes que subyacen y comandan todos los actos de la cultura.
Lévi-Strauss sigue el estructuralismo que se fundamenta a partir del curso de lingüística general dictado por el suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913) a principios de siglo, publicado a partir de las notas de sus alumnos en (1915). Él es quien introduce el «método estructural» en el campo de los fenómenos lingüísticos, para diferenciarlos de los del habla, ya que sus predecesores estudiaban más los planos de la filología y la historia de los diferentes idiomas y dialectos. La escuela que continuó la obra de Ferdinand de Saussure se le conoce como Escuela de Praga o el Círculo de Praga. Se encontraba constituida por un grupo amplio de lingüistas investigadores, como su fundador Vilém Athesius (1882–1945), además de Nikolay Trubetskoy (1890-1938) y Roman Jakobson (1896-1982) entre otros, y que trabajaron desde los años que precedieron a la segunda guerra mundial hasta finales de la década de los setenta. Se ocuparon principalmente en el aspecto funcional del lenguaje, es decir en su dimensión sociocomunicativa. Muestran la diferencia entre el lenguaje y la lengua, esta última considerada el vehículo de la comunicación. Que muestra la relevancia entre las propuestas sincrónicas y las diacrónicas para el análisis del lenguaje. Claude Levi-Strauss (1908-vive) encontró la manera de emplear la perspectiva estructuralista a fin de sacarla de su confinamiento dentro de la lingüística, en la que se había desarrollado por cerca de cincuenta años, y señala la preeminencia de los análisis sincrónicos.
Lévi-Strauss considera que el lenguaje es la estructura de las estructuras, los cimientos desde los cuales se erigen los diferentes contratos sociales, la weltanshaung particular a cada pueblo. Estas concepciones del mundo que nos hacen inscribirnos de una manera particular, ordenar y clasificar las cosas a partir de criterios propios. Sin embargo, a partir de una relectura del trabajo de Émile Durkheim y Marcel Mauss sobre Los sistemas primitivos de clasificación de 1901, el antropólogo descubre que estas condiciones arcaicas o elementales no se encuentran en la historia de las culturas sino en sus raíces, en sus cimientos, actuando directa y activamente pero desde la oscuridad producida por el conjunto de capas superpuestas unas a otras tras siglos de adaptaciones, cambios e innovaciones culturales. Propone una manera de abordar la realidad desde una perspectiva que llama geológica, donde las capas más superficiales siempre son efecto de las más internas. No obstante, para conocer los fenómenos es necesario ir más allá con la finalidad de ver las determinaciones que las capas inferiores han producido en las capas superficiales. Sin embargo, no hay un estrato más importante, ya que sin los efectos es imposible deducir las causas, es ineludible el aspecto para deducir el contenido; forma y fondo se articulan aunque deben ser del todo diferenciados en su lectura y en el estudio sobre todo si queremos comprender su complejidad y su comportamiento.
“Para Lévi-Strauss la estructura es: “… un sistema, y cada sistema está regido por un código que permite, si el antropólogo logra descifrarlo, su traducción a un lenguaje más simple”; la estructura sería, además, la razón última que nos permite entender un determinado fenómeno. La estructura es una totalidad lógica, delimitada por las interrelaciones de las partes que componen un sistema. Para el antropólogo francés, lo relevante del hombre es existir como un animal simbólico sostenido por una red simbólica; que constituye incluso su forma de subjetivar la realidad, de pensar y actuar. Tanto las prohibiciones como lo permitido crean los límites para contener el precipitado simbólico: un sujeto o una cultura”[8].
No es en la historia infantil como tampoco en el relato sobre una vida en particular (en ese pasado) lo que nos ayudará a encontrar la etiología del síntoma; antes bien, con la actualidad de los problemas que una persona enfrenta que podremos inferir cómo se encuentra estructurada. Tras modificar las operaciones simbólicas que la determinan, que cambiarán esos comandos inconscientes sobre su vida. No es en la historia de los fenómenos que podremos conocer ni sus causas, ni sus motivaciones sino en la manera en que se constituyen y actúan los diferentes elementos que los componen, o sea por sus relaciones entre sí. A fin de cuentas, ¿qué es la historia? una simple hipótesis construida y proyectada a los orígenes de los fenómenos para intentar comprenderlos en la actualidad. Es una trampa por la que caminaron las ciencias sociales y disciplinas humanas desde el siglo XVIII hasta a 1949 con la edición de Las estructuras elementales del parentesco de Lévi-Strauss.
Después de Lévi-Strauss, la manera de estudiar la cultura y la subjetividad es otra, un parte aguas que ha influido de modo determinante en todas las esferas de la labor académica e intelectual de por lo menos medio siglo hasta nuestros días. El estructuralismo ya no puede ser ni siquiera imaginado sin considerar al antropólogo. Lacan reconocía en 1960 que él era estructuralista, a diferencia de Lévi-Strauss que él es el estructuralismo.
Las influencias más importantes para Lévi-Strauss son por supuesto el trabajo de Saussure, pero también la obra de Marx y la de Freud. Además de la música y la geología; con la primera, logró encontrar en un conjunto de elementos que le ayudaron a comprender mejor el funcionamiento del plano simbólico, y, con la segunda, la agudeza de que los fenómenos en sus distintas capas aun las más profundas interactúan a partir de mínimos cambios y acciones. De hecho, la idea geológica de que las fallas son necesarias para que por ellas transiten las tensiones de la tierra efecto de los choques continentales y la actividad volcánica, etc. Gracias a esas fallas geológicas la tierra no explota en mil pedazos. Esto es más que una alegoría de la actividad subjetiva y de la forma sobre la que opera lo simbólico. Siempre en conflicto, siempre buscando resolver los conflictos internos de su propio sistema, conflictos esenciales y estructuralmente irresolubles.
“De su teoría estructural es fundamental la noción de sincronía, tomada de la lingüística con la que hace el análisis de las sociedades para crear modelos —conjuntos simbólicos que definen y caracterizan a cada una de las culturas— y que permiten establecer comparaciones y contrastes entre diferentes pueblos. Como decía antes, el diálogo entre lo simbólico de la cultura y lo simbólico que humaniza entran en una relación tan estrecha, que somos en realidad un efecto de lo simbólico. Lo biológico se encuentra en un papel subordinado de tal manera, que Lévi-Strauss nos muestra que si se cree, por ejemplo en el Vudú, es posible tras lo que llama “la eficacia simbólica”, detener un sistema como el circulatorio, el digestivo o el respiratorio. Y es tan honda su influencia; que su potencial puede procurarnos la muerte. La expectativa construida simbólicamente de las leyes que gobiernan el cosmos y a nosotros, actúa también en sentido inverso, es decir, para procurarnos salud o producir una cura, como cuando vivimos un milagro realizado según el santo que veneramos. Todo esto es gracias a la eficacia simbólica, al estructurarnos como un lenguaje, la intervención sobre lo simbólico implica una influencia directa. La salud y la enfermedad, ya sea psíquica como somática se encuentran determinadas por lo simbólico”[9].
Por todo lo anterior podríamos decir que la influencia de Lévi-Strauss en Lacan no puede ser rastreada por el empleo de algún concepto, sino que toda su propuesta se encuentra atravesada por el estructuralismo como reconoció en 1960. No se trata de ver el uso particular de alguna de las categorías de la antropología estructural, sino de verlo en el espíritu mismo de las proposiciones realizadas por Lacan después de 1949.
Lévi-Strauss es una condición sine cua non para el surgimiento de Lacan, sin embargo, poco a poco y día con día Lacan fue ensamblando una compleja y rica propuesta, que en muchas de sus consideraciones es abiertamente crítica a la antropología estructuralista. Además de incluir una nueva forma de pensar la estructura ahora del lado de lo psíquico y no únicamente de lo mental como lo veía el antropólogo francés.
Se abre el psicoanálisis al ternario Real, Simbólico, Imaginario que muestra que el plano simbólico si bien es necesario no es suficiente para dar cuenta de la compleja condición humana. Por tanto, redefine el campo del lenguaje desde su modo tradicional e incluso de sus elementos constitutivos: el Significante y el significado, que cambian del sentido que tenían para Saussure. Pero esto será el tema de otra ponencia.
Bibliografía.
Freud, Sigmund, “Esquema del psicoanálisis” en Obras Completas, V. XXIII, Buenos Aires, Amorrortu Editores 1980 p. 133-207.
Freud, Sigmund, “Lo ominoso (1919)” en Obras completas, V. XVII, Buenos Aires, Amorrortu Editores 1980, p.215-252.
Freud, Sigmund, “Tótem y Tabú” en Obras completas, V. XIII, Buenos Aires, Amorrortu Editores 1980, p.1-163.
Lévi-Strauss, Claude, Antropología estructural, Barcelona, Ediciones Paidós 1995.
Lacan, Jacques, La familia, Buenos Aires, 3ª edición, Ed. Argonauta 1987.
Lacan, Jacques, “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” en Escritos 1, México, Siglo veintiuno editores 1971.
Lacan, Jacques, “Acerca de la causalidad psíquica” en Escritos 1, México, Siglo veintiuno editores 1971.
Lacan, Jacques, “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada” en Escritos 1, México, Siglo veintiuno editores 1971.
Marini, Marcelle, Lacan: itinerario de su obra, Buenos Aires, Ed. Nueva Visión 1989.
Tappan Merino, José Eduardo., Una introducción epistemológica al psicoanálisis, México, Escuela Libre de Psicología 2008.