Nietzsche-Shopenhauer, ante el devenir de una transferencia
María Isabel Ortigoza Capetillo
«Cuando encontré a Shopenhauer; tuve el presentimiento de haber hallado en él al educador y al filósofo que buscaba desde hacia tiempo. Ciertamente sólo en forma de libro, y esto era una gran carencia»
Nietzsche
INTRODUCCIÓN
En su libro Shopenhauer como educador Nietzsche le otorga a Shopenhauer, el filósofo de la voluntad, el lugar de su educador. Resulta interesante y acertado desde la pregunta ¿qué es ser maestro?, analizar cómo se dio esta relación transferencial de tan notables consecuencias en la formación de Nietzsche.
Esta obra escrita en 1874, es parte de sus trabajos reunidos bajo el título de Las consideraciones intempestivas; se trata de un texto que marca la posición de Nietzsche ante la vida, la cultura, la sociedad y educación de su tiempo. En palabras del mismo autor nos dice: Con estos escritos (…) trataba de expresar por primera vez un extraordinario problema educativo, un nuevo concepto de autodisciplina, de autodefensa hasta la dureza, una vía hacia la grandeza y hacia misiones que afectan la historia universal. [1]
Es evidente que bajo la filosofía de Nietzsche, subyace una preocupación pedagógica, la educación del hombre. De ese hombre que ya veía caer como consecuencia de la modernidad. Dice, la imagen del hombre se pierde ¿quién la erigirá? ¿quién dedicará su servicio de centinela y caballero a la humanidad? Indudablemente que Nietzsche se propone como ese educador. Su obra es un corpus donde su método se dispersa por todos sus libros integrando a retazos su máxima creación: el superhombre. Una de estas partes, la que se refiere fundamentalmente a la cuestión educativa será tomada en este trabajo, mirándola principalmente desde el psicoanálisis. Es en Shopenhauer como educador donde puede consultarse acerca de los motivos, las personas y los ideales de formación le acompañaron en su camino para llegar a ser lo que fue y es en la historia del pensamiento filosófico.
Para los fines de este trabajo interesan dos puntos fundamentalmente, la relación Nietzsche – Shopenhauer como una relación transferencial maestro-alumno determinante en la vida del filósofo y las consideraciones educativas y filosóficas que hace el filósofo al respecto de la formación del ser humano.
El primer contacto de Nietzsche con el maestro fue a través de la lectura; el encuentro se efectúa siendo estudiante en Leipzig en l865. Es un encuentro que va a cambiar la vida del joven, quien en esos momentos deseaba construirse una vida, dice él, que se adaptase a su naturaleza por lo que requería desesperadamente de una guía espiritual que lo ayudase en la tarea. Nietzsche lee Shopenhauer y queda impresionado: Ahí en cada línea, clamaba la renuncia, la negación; ahí veía yo un espejo en el que, con terrible magnificencia contemplaba a la vez el mundo, la vida y mi propia intimidad. Desde aquellas páginas me miraba el ojo solar del arte con su completo desinterés; ahí veía yo la enfermedad y la salud, el exilio y el refugio, el infierno y el paraíso, me asaltó un deseo violento de conocerme, de socavarme a mí mismo. [2]
Shopenhauer, a diferencia de otros grandes maestros de la humanidad cuya enseñanza es fundamentalmente oral, escribe. El libro es más que escritura, es la palabra del maestro elegido más interpretarla es un arte. El arte de leer bien dice Nietzsche al igual que aprender y hablar no pueden adquirirse sin una cuidadosa disciplina previa y muchos años de esmerado aprendizaje. El arte de leer por ejemplo, a Nietzsche implica comprender e interpretar; nadie puede hacerlo más allá de lo que ya sabe, de su experiencia, de lo que busca y del lugar en que se halla en relación a su propia búsqueda existencial. Para Nietzsche, leer a Shopenhauer constituyó un ir más allá en su individualidad. ¿Cómo fue esto posible?
Nietzsche ha colocado a Shopenhauer en la posición de maestro, lo ha reconocido como un educador y su filósofo guía. Además le ha dado también el lugar de Maestro de la humanidad al considerar su imagen como la del hombre ideal. Con él, Nietzsche se descubre a sí mismo.
Así escribe Nietzsche en l874: Pertenezco a esos lectores de Schopenhauer que, tras haber leído una primera página suya, saben con certeza que leerán todas las demás y que escucharán cada de las palabras que haya dicho. Mi confianza en él fue inmediata y en la actualidad sigue siendo la misma que hace nueve años. [3]
¿Por qué Shopenhauer y no otro? ¿Qué fue lo que hizo tan atractiva su filosofía para Nietzsche? ¿Qué esperaba él de un educador? ¿Cómo fue posible que Shopenhauer halla venido al lugar de maestro para Nietzsche. Son estas algunas preguntas que se atraviesan al revisar la relación transferencial Nietzstche – Shopenhauer. Relación que surge al contacto de Nietzsche con el texto de Shopenhauer, donde se establece un encuentro con otro, y se instaura una relación distinta a las cotidianas, misma que de inicio consiste en una situación no convenida entre dos personas, pero si elegida por uno que se coloca como discípulo -lector y tal relación no podía desarrollarse más que al precio del reconocimiento del maestro- autor del texto como un educador que sabe. Y por supuesto también desde el lector, en el momento de la mirada como uno de los tiempos lógicos señalados por Lacan dentro del proceso y tiempo para el sujeto que se ordena a la acción del otro y llegue a la certidumbre. Como el instante de ver lo que acontece en la vida propia y de aprender lo que se requiere. Nietzsche confía en la palabra del filósofo independientemente de la presencia real del maestro ya que supone él puede responder a su demanda formación.
1.- LA RELACIÓN TRANSFERENCIAL MAESTRO- ALUMNO.
«Cada vez que un hombre habla a otro de modo auténtico y pleno, hay en el sentido propio, transferencia, transferencia simbólica»: algo sucede que cambia la naturaleza de los dos seres que están presentes». [4] Jacques Lacan.
Como en el proceso psicoanalítico, en la situación educativa el dispositivo para producir el saber es la transferencia. Aspecto que el campo pedagógico se ha percibido como éros pedagógico. La relación maestro – alumno se constituye dentro de un vínculo afectivo que se instaura dentro del proceso de enseñanza. No se trata de una relación como cualquier otra, como la habida entre una pareja, un padre e hijo o entre familiares y amigos que son relaciones afectivas, heredadas o políticas cuyas metas son el amor, las relaciones sociales, de trabajo o el sexo. La relación maestro-alumno, es una » otra relación» que guarda semejanza a la que se establece entre un analista y su paciente y, se caracteriza por ser otra-no relación y emergida en situaciones no habituales.
De hecho, en la relación analista – analizante no puede hablarse de una relación propiamente dicha. Si participan dos en el proceso es por el dispositivo analítico y el fin de curación, más no hay intersubjetividad, hay solamente la emergencia de una subjetividad que es la del paciente. Un solo sujeto y dos participantes. En ese sentido, en la relación analista-analizante debe hablarse de una no-relación. Lo mismo sería para la relación maestro alumno una no- relación como cualquier otra. No es que no halla afecto en esta relación, es justamente lo que si hay, más la meta de dicha relación no es la cristalización del afecto en algún tipo de relación sino en el saber.
En toda relación humana entre uno y otro hay transferencia. Algo que se desplaza, sombra de amor que se ha tenido o no o bien se desea. Se transfieren antiguos sentimientos a otro al que se le imagina posee eso maravilloso que nos falta. Como en el amor, de quién se enamora uno es de alguien a quien se le adjudica ser la persona ideal o que nos atrae por algo que no sabemos o se cree posee lo que se desea. Señal al que se enlaza el sentimiento y remite a lo arcaico en la historia del sujeto. Es la transferencia la repetición de una demanda dirigida al otro y desde el lugar del Otro. Demanda que retorna en las formaciones del inconsciente .
En la situación analítica participan dos seres que se las ingenian para no ser más que dos, dice Freud, la situación analítica no soporta terceros. Más, dentro de esta relación surge el fenómeno de la transferencia. ¿Cómo es posible?
A Freud lo tomó por sorpresa:
Si seguimos ocupándonos de nuestros histéricos y neurótico obsesivos, pronto nos sale al paso un segundo hecho para el cual no estábamos de ninguna manera preparados. Pasado el tiempo en efecto, no podemos dejar de notar que los enfermos se comportan hacia nosotros de una manera muy particular(…) todo lo que tiene que ver con esta persona le parece mucho más importante, y lo distrae de su condición de enfermo(…). Freud es bastante claro cuando dice: Esperemos que el médico sea lo bastante modesto como para atribuir este aprecio de su personalidad por parte del paciente a las esperanzas que él puede darle y a la ampliación de su horizonte intelectual gracias a las sorprendentes y liberadoras revelaciones que la cura trae consigo (…) el paciente a transferido sobre el médico intensos sentimientos de ternura(…) Más adelante definirá: Llamamos transferencia a este nuevo hecho que tan a regañadientes admitimos, Creemos que se trata de una transferencia de sentimientos sobre la persona del médico(…)toda esa proclividad del afecto viene de otra parte, estaba ya preparada en la enferma y como oportunidad del tratamiento analítico se trasfirió sobre la persona del médico. [5]
En Freud, el concepto de transferencia [6] hace referencia al desplazamiento de afectos que se establecen en la situación analítica. Nombra esa relación peculiar intensa de afectividad entre el paciente y el médico que aparece a medida que se desarrolla la cura; es un fenómeno que se desencadena por la situación de dispositivo analítico donde se confronta la historia del analizante en la inmediatez de la relación presente con el analista.
Freud dice, cuando el analizante se relaciona con el analista, inevitablemente repite relaciones anteriores con otras figuras, sus progenitores. Los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, antiguas relaciones se reeditan en la imagen fantasmática que el paciente imagina del analista. Se repiten prototipos infantiles, formas de relación con el otro, de demandar y de dar y relaciones de amor y de odio también. Estas relaciones y sentimientos se actualizan y se dirigen a la persona del analista. Algo arcaico, del pasado, del amor que constituyó al sujeto se reimprime, las mociones pulsionales se reproducen junto con los fantasmas y fantasías con que se han construido. Esas mociones, se develan de esta manera para el paciente y se hacen conscientes a medida que progresa el análisis. El médico es insertado en esos fantasmas e imagos que tiene el sujeto, en esas series psíquicas que el paciente ya tiene formadas.
La transferencia se manifiesta en forma de afectos, amor -odio; suele manifestarse con la apariencia del amor primero. Freud señaló que no hay ninguna distinción esencial, entre la transferencia y lo que en la vida denominamos amor. Lacan a su vez consideró que La estructura de ese fenómeno artificial que es la transferencia y la del fenómeno que llamamos amor y, muy precisamente, amor-pasión son el plano psíquico equivalentes [7] .
La relación que se establece entre educando y educador guarda algunas similitudes con la estructura de la sesión analítica. En el acto educativo, el maestro ocupa el lugar del ideal del yo ante su alumno, lo que le otorga una influencia y un poder, del cual va a depender el éxito de sus funciones. Se trata de transferencia. Dentro de los vínculos que se establecen entre el maestro y el alumno están presentes los lazos transferenciales de los que depende ese reconocimiento de parte del alumno hacia el otro, y este fenómeno es el que le otorga al maestro la posibilidad de educar.
En el acto educativo implícitamente hay una pregunta por el saber dentro de un proceso dialéctico. Si bien, distinto al trabajo analítico, hay una relación de un sujeto con otro, y una demanda de saber. Ambos sujetos ocupan lugares diferenciados y cumplen funciones distintas mismas que se sostienen al reconocimiento del otro. El educando admite el lugar del maestro y lo coloca en la posición de «Sujeto supuesto que sabe»; es un lugar que emana autoridad y poder. Es en l964 cuando Lacan articula el concepto de transferencia con el del sujeto supuesto saber.
En su seminario sobre La transferencia Lacan comenta ampliamente la relación transferencial maestro-alumno entre Alcibíades y Sócrates. En El banquete, Alcibíades confiesa su amor a Sócrates y espera la afirmación del mismo por parte de Sócrates, quien elude cualquier comentario relativo a la declaración. Alcibíades compara a Sócrates con una caja sin adornos que encierra un objeto valioso, mágico, un tesoro, un objeto totalmente precioso hasta el punto de decirle: que él -el hombre al que ningún otro se asemeja- tiene lo que desea. Sócrates oculta la maravilla de las maravillas, el agalma.
Es con la introducción de la noción de agalma que Lacan hace una apreciación más específica sobre la transferencia. La refiere a cierto brillo del objeto, capaz de atraer la atención de los dioses, no a una «cualidad del objeto» sino un objeto de un nuevo tipo. «Objeto sin equivalencia con otros» dirá en la sesión del 1° de febrero de l961. De lo que se trata dice, Eso hay que decirlo, de lo que nosotros analistas, hemos descubierto la función bajo el nombre de objeto parcial.
Sócrates trata de hacer entender a Alcibíades que ese deseo, es un deseo que se dirige de hecho a Agatón. Que es a Agatón a quien en verdad desea tan ardientemente. Una sustitución de alguna cosa por otra dice Lacan, -pero no es la belleza, ni la ascesis, ni la identificación a Dios lo que desea Alcibíades sino este objeto único, este algo que vio en Sócrates y del que Sócrates lo desvía, porque Sócrates sabe que él no lo tiene. Pero Alcibíades, el siempre desea lo mismo y lo que Alcibíades busca en Agatón, no lo duden, es este mismo punto supremo, en el cual el sujeto se anula en el fantasma, estos agálmata. Aquí Sócrates, sustituyendo lo que yo llamaría el señuelo de los dioses por su señuelo -lo hace con toda autenticidad, en la medida en que precisamente sabe lo que es el amor, a saber, a desconocer la función esencial del objeto en cuestión constituido por el agalma [8] . Se trata de un movimiento dentro del cual se devela el objeto de deseo. Sócrates sabiendo del amor, se corre de ese lugar en que amor del Alcibíades lo coloca y señala que el deseado no es él sino Agatón. Se reconoce aquí un acercamiento a lo que sería una intervención interpretativa que el proceso analítico apunta al deseo de sujeto.
Esta palabra agalma es importante para nuestra comprensión de la transferencia, Lacan la liga al objeto parcial y al objeto «a», objeto de deseo. Agalma es una palabra griega que significa gloria, ornamento, objeto de los dioses, etc., En la relación Sócrates -Alcibíades, es el sitio secreto de los agamalta que se adjudican al maestro y hablan del amor de Alcibíades por su maestro.
Sócrates señala que no es él, el que constituye su deseo sino otro. Se trata de un saber sobre el deseo y éste esta en otro lugar no en la persona del maestro. Justamente el manejo de la transferencia para el analista equivaldría a volver obvia esta localización enmascarada durante mucho tiempo, desplazando de este modo la mira del movimiento afectivo cualquiera fuera su tonalidad. Es decir, el objeto de deseo de Alcibíades no es Sócrates; en la sesión clínica, no es el analista y en la situación educativa no es el maestro, no son amados «por ellos » mismos, sino por lo que constituye el objeto de deseo del sujeto. Y sin embargo, hay amor, son amados.
2) SHOPENHAUER , EL MAESTRO.
«Cuando encontré a Shopenhauer; tuve el presentimiento de haber hallado en él al educador y al filósofo que buscaba desde hacía tiempo». Nietzsche.
A Nietzsche, la lectura de Shopenhauer, lo apasionaba. Encontraba en él la referencia inmediata de lo que debía ser un filósofo, un amante ante todo de la verdad. Lo relevante en dicha actitud no era que propugnara directamente una verdad, sino la transmisión del anhelo de verdad, la exhortación a no perder el deseo de la verdad y que alentara el tesón necesario para partir en su búsqueda.
Nietzsche considera que Shopenhauer reúne las cualidades para ser un buen educador; dice que su imagen como ser humano corresponde a la del hombre ideal. Se trata de la colocación del maestro en el lugar del «Sujeto supuesto saber» y en el del ideal del yo.
El Sujeto supuesto saber es un término que surge en Lacan en su seminario La identificación (1961) y que retoma en l964 para definir la transferencia. Dice: En cuanto el sujeto que se supone que sabe existe en algún lado, hay transferencia. Esta idea subraya que es la suposición del analizante del analista como un sujeto- supuesto- saber, lo que inicia el proceso de análisis hasta que llega el momento en que el analista llega a encarnar ese lugar ya establecida la transferencia. Se trata de ocupar una posición de alguien a quien el analizante supone saber, sin dejarse engañar de que realmente posee ese saber que se le adjudica.
A partir de que hay en algún lado Sujeto supuesto saber, hay transferencia. Se trata de la cuestión acerca del saber que esta jugado dentro de dicha relación. Del no saber absoluto por supuesto por parte del analista pero si de un saber que el paciente supone tiene el otro. El paciente atribuye un saber de que es claro el otro no sabe, es un saber no sabido por el paciente, es un saber a obtener mas como estrategia equivaldría a que el analista se colocara en ese lugar. En la situación educativa, el alumno asigna al maestro ese lugar de Sujeto-supuesto-saber al reconocerlo como su maestro y otorgarle el poder que emana de esto mismo y del dispositivo educativo. Lo que quiere decir que le confiere: Saber la materia, saber trasmitir e incluso saber ser.
Nietzsche escribe refiriéndose a su maestro: Que Shopenhauer pueda ser un modelo es indudable, a pesar de todas sus cicatrices y de todos sus defectos. Y hasta podría decirse que eso que había en su ser de más imperfecto y demasiado humano es justo lo que a nosotros nos hace, en sentido humano, mucho más próximos a él, porque lo vemos como a un ser sufriente y compañero de infortunios, y no sólo aureolado e inmerso en esa desdeñosa majestad del genio. [9]
Nietzsche ve en Shopenhauer, al ideal del yo del ser «demasiado humano» y al maestro modelo al que aspira en su deseo. Nos dice, Shopenhauer sabe expresar lo profundo con sencillez, lo conmovedor sin retórica, lo específicamente científico, sin pedantería(…) Un filósofo tiene que ser muy honesto para no servirse de recursos poéticos y retóricos. [10]
Identifica sus cualidades: Shopenhauer tiene en común con Montaigne una segunda cualidad aparte de esa otra de su honradez: una genuina serenidad que nos sosiega(…) El verdadero pensador sosiega y alienta siempre, ya se exprese con seriedad o bromee, ya lo haga con penetración humana o con indulgencia divina; sin gestos huraños, manos temblorosas ni ojos húmedos, sino con seguridad y sencillez, con coraje y vigor, tal vez un tanto caballeresco y severo, pero en cualquier caso como un vencedor; y es esto es justo lo que más profundamente sosiega y alienta: poder ver al Dios vencedor junto a los monstruos que ha combatido (…)esos grandes vencedores(…) Éstos hablan de verdad, no balbucean, ni se limitan a imitar como papanatas; se mueven y viven realmente y no con esa manera siniestra de enmascararse tal y como suelen hacerlo los demás hombres; por eso nos sentimos en su presencia al fin humanos y naturales(…) [11]
Yo no describo más que la primera impresión casi fisiológica que Shopenhauer provocó en mí, aquel mágico fluir de la fuerza íntima de una criatura natural en otra que sobreviene ya al primer y más leve contacto; y si analizo retrospectivamente aquella impresión encuentro que se compone de tres elementos: de la honestidad de Shopenhauer, de su serenidad y de su constancia. Es honesto porque habla y escribe para sí y para sí mismo; sereno, porque con el pensamiento venció a lo más difícil, y constante porque así es como tiene que ser(…) cuando encontré a Shopenhauer; tuve el presentimiento de haber hallado en él al educador y al filósofo que buscaba desde hacía tiempo. [12]
Nietzsche parece fascinado por Shopenhauer como lo estaba Alcibíades de Sócrates. Lo que hace atractiva su filosofía según el mismo escribe es su filosofía práctica, para la vida y la imagen que como escritor y hombre se formó a través de la lectura de su obra. No tuvo contacto con él, Shopenhauer había muerto cinco años antes. Nietzsche lo describe como un educador y severo maestro del que sentía orgulloso. Esta cualidad observada y requerida en el maestro hace referencia a una requisito fundamental para aprender, la severidad de parte del maestro exige el alumno exactitud y puntualidad en la observancia de lo que se trasmite. Exige gravedad, seriedad y mesura que aunados al esfuerzo constituyen las condiciones imprescindibles para aprender, diríamos voluntad para aprender y esfuerzo que implica actividad, energía, empeño justamente algo contrario a lo que Nietzsche llama pereza como la inclinación más común en los seres humanos. A propósito con este último comentario inicia su libro Shopenhauer como educador.
Para Nietzsche, el ser lector de Shopenhauer requería exigencia y severidad como requisitos necesarias para llegar a ser eso que proponía el maestro. Encontró en él al verdadero educador, amante de la verdad y modelo a imitar. ¿Qué le trasmite? No el contenido de una filosofía de vida sino un deseo de saber, sobre sí mismo, le despierta el anhelo de una búsqueda sobre la formación del ser, para llegar a ser lo que se es.
Un estilo de ser y de trasmitir. Su escritura era libre, reducía al mínimo las expresiones técnicas y las oscuridades terminológicas para expresarse en un lenguaje claro y accesible, sin neologismos vacíos. En el ámbito universitario Nietzsche, percibía que la educación moderna dejaba de lado el desarrollo de las virtudes personales que interesaban a los griegos, tampoco nadie pretendía educarse para comprender la vida y ser más feliz conociendo sus propios impulsos.
Despierta, también, su vocación de pedagogo que lo hace ser docente y rebelarse contra la enseñanza meramente informativa a cambio de trasmitir lo útil para la vida existencial y espiritual.
Nietzsche propone como tarea del educador, la formación del genio, del hombre de talento, del superhombre, particularmente en Así hablaba Zaratustra. Estaba interesado en formar a los jóvenes en su singularidad, fomentando en cada uno la gestación del verdadero filósofo, artista y santo, fomentando en ellos lo creativo y no preparando al hombre para «el rebaño.»
La educación afirma Nietzsche, debería preocuparse ante todo de liberar en cada individuo las energías que posibilitasen el desarrollo de su propia perfección, de su genio; para ello dice los educadores debían ser sobre todo «liberadores»; Los filósofos en cuanto educadores tendrán que ser además, los mayores amigos de la vida, no sus despreciadores, sino sus afirmadores.
En este sentido debía hablarse de una teoría nietzcheana de la educación en donde el ideal educativo Shopenhueriano sería educar para que llegue a ser «lo que es», una subjetividad. Con ello propone hacer que el discípulo piense por sí mismo, con las consecuencias que esto implica al optar por lo pensado y sentido independientemente de lo recibido o exigido. Se trata de una educación que sea acorde con la naturaleza humana que a diferencia del la propuesta rousseauniana haga un corte con la tradición, una educación que devele el genio del hombre e imponga su visión libre y profunda de la existencia independientemente de las instituciones. En pocas palabras, educar al hombre para que llegue a ser hombre y no una máscara.
Un hombre así no es más que envoltura exterior carente de contenido, una vestidura ajada, pintarrajeada, hinchada, un espectro aureolado [13] . En su época, dice, no rigen hombre vivos sino apariencias humanas con opinión pública. No quedará nada en pie dentro de un siglo .
El hombre para ser realmente tendrá que desasirse de sus envolturas, empresa tortuosa y arriesgada que implica excavar en sí mismo (…) y descender violentamente por el camino más inmediato en el pozo del propio ser(…) [14] .
Los verdaderos educadores serán aquellos que revelen el auténtico sentido originario y la materia fundamental del ser, algo que en modo alguno no puede ser educado ni formado.
Toda relación con otro es de alguna manera de «aprendizaje», es en el otro donde se busca un saber; es del otro, del maestro donde se inquiere que puede enseñarnos a ser, a vivir, a pensar, a aprender. Así el maestro es mirado como modelo. La cuestión de la imagen importa; se relaciona con lo que el alumno imagina y fantasea al ver al maestro, la imagen juega un papel importante, de la vista nace el amor dice un adagio popular y también el odio. De la imagen depende que se establezcan o no relaciones. ¿Qué es lo que cada maestro quiere decir con la imagen que muestra?
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La imagen es como una vestimenta, un revestimiento, un tesoro que se esconde en ese persona que nos cautiva. Es una imagen que promete algo, bellezas escondidas, sabiduría, perfección. La moda tiene que ver con esto. Ronald Barthes, en su libro Systéme de la Mode, analiza el lenguaje utilizado por los editores de moda y dice que la ropa se usa para hacer una declaración acerca de uno mismo y de sus preferencias. Dice, lo que vestimos conlleva un mensaje a la sociedad como un todo. Los tabúes sobre los estilos de vestir no son una limitación de nuestra libertad, son una advertencia acerca de que ciertas ropas crean una imagen de nosotros a los ojos de los demás.
El sujeto humano se constituye mediante identificaciones, primero a imágenes paternas, y luego a otras personas constituidas en objetos de amor. El alumno ante la imagen del maestro, se fascina, se identifica con ella viendo en el otro la completud, la perfección que se quiere para sí mismo y obturar las carencias propias. Mismas que de pronto no se ven en esa imagen libidinizada, pero que tarde o temprano se harán evidentes.
El sujeto se transforma cuando asume una imagen, dice Lacan, se reconoce en ella y se apropia de la imagen como si fuera uno mismo. El alumno se identifica con el maestro admirado, puede ser un rasgo unario que se introyecta para producir el ideal del yo. Desde Freud diríamos, que el sujeto adopta como suyos uno o más atributos de otro sujeto.
El maestro, colocado en el lugar del ideal del yo, contribuye a la formación y desarrollo de un ideal. También posee una función regularizadora de la conducta, somete al alumno a reglas y normas morales.
El ideal del yo viene de fuera, del orden de lo simbólico, de los signos sociales y metas deseables y se enclava en la estructura psíquica de los sujetos; dirige el juego de las relaciones de las que depende toda relación con otro(…) es el otro en tanto hablante, el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica, sublimada(…) puede llegar a situarse en el mundo de los objetos, a nivel del ideal-ich, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística[15] ; Es el significante que opera como ideal, un plan internalizado de la ley, la guía que gobierna la posición del sujeto en el orden simbólico, y por lo tanto anticipa la identificación secundaria, o bien es un producto de esa identificación. [16]
El maestro presta, su imagen, su cuerpo y su ser como un modelo haciendo que se cumplan las normas, y también reprimiendo, impidiendo satisfacciones pulsionales. Se apoyará en el narcisismo del sujeto, quien renunciará gustoso a su satisfacción pulsional en virtud de una promesa de gratificación mayor en el futuro, cuando logre cumplir las metas que se le imponen como ideal.
Si el maestro se presta como modelo, es justamente que se coloca en ese lugar del ideal del yo para el alumno, prestándose a un juego para que el otro, desee: ser, saber y educarse. Pero no como respuesta o alternativa a la pregunta sobre cómo ser ni modelo a imponer; si es así esto no sería educar. Además, es posible atravesar el plano de la identificación, condición necesaria del verdadero psicoanálisis, que adviene cuando se destituye al otro, al ser cuestionadas las identificaciones de modo que no son posible mantenerlas como antes y el sujeto asume su propia identidad. Nietzsche propone, después de seguir al maestro, «destituirlo y no tomarlo como un Dios».
3.- LA CREACIÓN DEL HOMBRE.
Oh gozo, te oigo. Mi abismo habla. He vuelto hacia la luz, mi última profundidad. Nietzsche.
En este apartado se hará una referencia a lo que constituye la aportación educativa de Nietzsche. De Nietzsche, el maestro, el educador, el filósofo, el lector de Shopenhauer que deviene como tal al asumirse y, de filosofar a martillazos para develar a los ídolos venerados por la humanidad.
Así hablaba Zaratustra, es una magnífica obra pedagógica bastante singular. No se trata de un manual básico que ofrezca lecciones para lograr la autenticidad como ser. Se trata de un libro diferente, no para todos dice Nietzsche, para los que están dispuestos, para aquellos que tienen la mirada puesta en el camino que los llevará más allá de sí mismos; es un libro que requiere ser leído de cierta manera, demanda un lector atento y no apurado; es un libro que tiene intención de enseñar, cuya manera de trasmitir un saber no es algo que pueda enseñarse, asimilarse sino señal que debe ser experimentado a leerse desde la propia subjetividad. Su lectura tiene como fin que reaccionemos de alguna manera.
El personaje de Zaratustra puede ser considerado como una auto transformación de Nietzsche, un reflejo de su plenitud interior, y una edificación del espíritu alcanzado y como tal. Es palabra de Nietzsche apropiada en el acto, su génesis es análoga al modo en que lo humano da nacimiento de lo sobrehumano. Zaratustra representa al superhombre. Nietzsche, sujeto de deseo, se asume en el lugar de filósofo y maestro.
Zaratustra quiere devolver al hombre el sentido de la tierra, exaltar la vida en la plenitud de sus manifestaciones y prevenirnos contra los que denigran la vida y desprecian el cuerpo poniendo sus esperanzas en una existencia ultraterrena.
Así hablaba Zaratustra trata de la creación del superhombre, cómo puede un educador trasmitir el conocimiento, cómo puede ser algo «demasiado humano». Es un texto existencialista, que revalida el sentido del vivir; propone vivir de tal modo que se desee volver a vivir; y quiere enseñar al hombre a vivir, rechazando las creencias arraigadas, rechazando su miserable protección y develando sus apariencias.
Si todo en la vida deviene o se desgasta, se pregunta ¿cuál es el sentido de la existencia? Existimos para que la vida la vivamos de tal manera que se pueda repetir. Si se vuelve a repetir tiene sentido vivir; nadie querrá repetir una vida aburrida, tediosa o dolorosa. El pensar que es posible repetir nuestra vida impone la consigna de vivirla con excelencia. La concepción de vida cronológica y lineal, evolutiva o cíclica que parece destinada no tiene ese sentido; cada instante de vida vale a un tiempo posterior. Si es lineal es relativa, carece de sentido en sí mismo.
La idea del eterno retorno implicaría en Nietzsche que el hombre cree para la eternidad, que viva su vida no de manera gris. Que lejos de concebir su existencia fugaz y vana debido a la repetición y al tiempo finito, transforme en «momentos» eternos esos instantes furtivos. Que escape a la monotonía, a la vida mecánica, a la vida mediana, al sufrimiento y encuentre en esta concepción un principio existencial: Vive todo instante de suerte que quieras siempre revivirlo. El cambio es elegir esa vida de lo que se repite, lo que se quiera vivir. Los débiles que soportan el destino no verán más que el lado terrorífico del retorno, porque no llegarán a su conocimiento por medio de la expansión del querer y del desear; no verán en él más que la justificación de su renuncia a ser y de su autodestrucción, así el hombre peligra de desaparecer. Punto que implica también la creación del superhombre al superar su decadencia y liberarse de las armaduras ideológicas que lo segregan.
El hombre, nos dice, es débil, decadente, enfermo, utiliza la armadura para defenderse. Creamos partidos, religión, ideologías, ciencia, etc., para asegurarnos, para envolvernos en ellos. Todo esto ha hecho decadente la salud de los instintos del ser humano. Quiere que los hombres no se encuentren contaminados por el gregarismo reinante, del gran rebaño: sistema de vida de la contemporaneidad.
Nietzsche se ocupa del problema de la supra humanidad de ese ser humano más allá del rebaño; en su individualidad y en la posibilidad de su auto creación estética. De hombre soberano, de espíritu libre con derecho a vivir su vida individual sin sentimientos trágicos de no haberla vivido. Es una llamada al hombre soberano como imperativo original que guíe su existencia.
Para Nietzsche su mas grande desafío es el de alcanzar la autenticidad. «Convertirse en lo que se es», alcanzar su subjetividad, su individualidad y para esto el sujeto tiene que destruir todos los valores, mantenerse separado de la clase, «matar a Dios», integrar su inteligencia a su energía vital, liberar su gozo y sin perder la conciencia volver a ser real.
Zaratustra después de diez años en la montaña baja y quiere enseñar a superar al hombre, el hombre es algo que hay que superar dice, es el superhombre. El superhombre es el sentido de la tierra (…) él es el mar(…) Hace falta ser un mar para poder recoger un río sucio sin ensuciarse a la vez. [17]
Es Nietzsche, el educador, no un nuevo Dios del que debamos aprender y nos conduzca; su lenguaje no es el del superhombre sino del maestro que es escuchado y del trasmisor de un conocimiento sobre lo humano en un libro bastante extraño, difícil de leerlo objetivamente. Es una escritura desacatada, inoportuna y extemporánea que intenta destruir una cultura europea que ha sido importante. Zaratustra tiene que destruir antes de crear, tiene que quitar las máscaras a la supuesta humanidad, liberarnos de las instituciones monárquicas, de las ataduras intelectuales de la ciencias, de las falsas creencias. Esa máscara cubre el caos, el decaimiento y descenso del hombre en su afirmación como humano.
Son tres las transformaciones del espíritu: la del espíritu en camello, la del camello en león y la del león en niño.
El primer paso es la transformación en camello. Es el espíritu sufrido que como camello carga lo más pesado, se arrodilla ante los demás y debe aceptar la autoridad de sus padres, de sus maestros y de la sociedad. Es el hombre que trata de demostrar su fuerza cumpliendo pesados y rigurosos mandamientos, cargando a cuestas – insolado y sediento- su sufrimiento, dolor e ignorancia de no ser mas que bestia de carga.
Es el momento en que el hombre se pone de rodillas a lo más alto, se somete a un mando; es también el momento de hacerse hombre de lenguaje, de advenir al mundo simbólico y de la ley necesaria para constituirse como ser. Mirándolo desde la educación sería además el momento necesario de preparación e instrumentación. La meta final será superar esa condición de «animal del rebaño». De no cargar lo pesado hasta quedar sin fuerzas, de no hacer padecer vuestro orgullo, no hacer brillar la locura al burlarnos de nuestra sensatez, ni padecer hambre de saber ni de verdad, de no trabar amistad con sordos, amar a los que nos desprecian, zambullirse en agua sucia, arrastrar las tradiciones, ni cargar el deber, vivir una vida ajena, olvidar de nuestro deseo y de no aplastar nuestra voluntad de vivir.
El camello asimila eso y llega al desierto donde se produce la segunda transformación: la del espíritu en león ansioso de conquistar su libertad, como si fuera una presa, y ser dueño y señor de su propio desierto. Va en busca de su amo decidido a enfrentarse con él, y de su último dios, ansioso de luchar con ese gran dragón y de vencerle.[18]
El león no se limita a liberarse fieramente de cualquier peso que se les imponga, representa una nueva posición, el dominio sobre el yo, sobre el si mismo. El espíritu se ha transformado y quiere ser soberano, para lo cual destruye, crítica, lucha, «mata» lo necesario y así pueda ser amo de sí mismo. Antes de eso tendrá que derribar al dragón, figura representativa de fuerza de la sociedad, la historia social, las costumbres etc. Ese gran dragón dice Nietzsche es: ¡Debes!, (…) pero el espíritu del león grita: «!Quiero! ¡Debes! le obstaculiza el paso, brillando como el oro; es un animal cubierto de escamas, en cada una de las cuales brilla el «¡Debes!» Con reflejos dorados. En esas escamas refulgen valores milenarios. [19]
El dragón es la autoridad que guarda la salida de la caverna; la metáfora que crea Platón para enseñarnos sobre la condición humana. Un antro subterráneo donde los hombres están prisioneros, encadenados desde su infancia, de suerte que no pueden moverse debido a las cadenas que sujetan sus pies y cuello pudiendo mirar solo lo que tiene delante, lo visible del mundo iluminado por el fuego. Las ideas, están fuera de la caverna, el cautivo que sube a la región superior y las contempla a la luz del sol, es el alma que se eleva hasta la esfera inteligible; la verdad, la inteligencia como fines donde hay que poner los ojos si queremos conducirnos cuerdamente en la vida, dice Platón. En el camino hacia la propia subjetividad llega el momento de «matar» dragón y convertirse en niño.
El león no es capaz de crear nuevos valores, pero si puede conquistar la libertad requerida para esa nueva creación. Conquistar la libertad y una santa negativa incluso frente al deber: para eso hace falta el león [20] .
El niño es inocencia, olvido, un nuevo principio, un juego, una rueda que se pone en movimiento por sí misma, un echar a andar inicial, un santo decir «sí». Para el juego, del crear, hermanos, se requiere un santo decir «sí»: el espíritu quiere hacer ahora su propia voluntad; al retirarse del mundo, conquista ahora su propio mundo. [21]
El hombre, al morir Dios, recupera su inocencia perdida, se convierte en niño con la posibilidad de crear valores nuevos. Un hombre nuevo que gira y se mueve a partir de su propio centro eje cuyo centro lleva la fuerza de voluntad de poder. Un hombre singular que no está más debajo de una rueda girada por la fuerza de la fortuna, del saber, la moral y de falsas verdades cuyo destino dice Nietzsche es: Este tipo de caracteres extraños comienzan primero por doblegarse, luego se tornan melancólicos, más adelante enferman y, finalmente mueren(…) [22] . No se trata de una transfiguración física o un estado psicológico de retorno a momentos míticos, ni a un estado psíquico de control, de éxtasis o de eliminación del deseo sino a la transfiguración del hombre en niño cuya inocencia, espontaneidad, curiosidad y alegría hace devenir la creación para la condición de ser y del vivir en el ahora eterno. Aquí y ahora donde se da la posibilidad de voluntad creativa de la vida. Hombre -niño que cree valores nuevos, de espíritu libre y del legislador de su propia vida. Hombre-niño que no va donde la corriente del río lo lleve sino cuya fuerza de saber y voluntad de poder le permita construir ese puente para atravesarlo. El espíritu quiere ahora su voluntad, el que ha perdido el mundo quiere ganarse su mundo. [23]
Nietzsche, el maestro, el filósofo, el hombre se pregunta en éste texto ¿cuál es el valor de la existencia? Nuestra existencia es única y la dejamos pasar a lo largo de la vida escondiéndonos en la conformidad social, como el rebaño. Más, El hombre que no quiera pertenecer a la masa únicamente necesita dejar de mostrarse acomodaticio consigo mismo; seguir su propia conciencia que le grita: «¡Sé tu mismo! Tú no eres eso que ahora haces, piensas, deseas» [24] . Hay que preguntarse: ¿qué es lo que verdaderamente se ha amado, llevado tu alma al cielo? ¿Qué es lo que a atraído a tu espíritu? ¿qué te ha llenado de dicha? Despliega ante tu mirada la serie de objetos venerados y, tal vez, de su esencia y sucesión, todos te revelen una ley, la ley fundamental de tu ser más íntimo(…) todos forman una escalera por la que tú mismo has estado ascendiendo para llegar hasta lo que ahora eres(…) [25].
Estas respuestas te guiarán hacia lo que constituye la ley fundamental de tu vida. A este lugar viene el educador a revelar el auténtico sentido originario y la materia fundamental del ser, a ayudar a dar luz, a liberar y no a prestar miembros artificiales, narices de cera, ojos de cristal o bien a enseñarnos a usar máscaras. Ésta, dice Nietzsche, no sería sino una liberación, limpieza de la mala hierba, de las inmundicias; (…) es torrente de luz y calor, dulce caída de lluvia nocturna; es imitación y adoración de la Naturaleza (…) [26] He aquí el secreto de toda formación según Nietzsche.
Bibliografía:
Evans, Dylan: Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1997.
Freud, S: Obras completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires 1989.
27a. Conferencia. «La transferencia»
Nietzsche, F: Shopenhauer como educador, Ed. Valdemar, España 1999.
Así hablaba Zaratustra, Ed. M. A. Editores, S. L. España 1995.
Ecce Homo, Ed. M. A. Editores, S. L. España l995.
Lacan, J: Seminario, Ed. Paidós, Buenos Aires, l995.
[1] Nietzsche, F: Ecce Homo, p 109.
[2] Nietzsche, F: Shopenhauer como educador, p 11.
[4] Lacan, J : Clase del 17 de marzo de 1954, en Seminario 1, p l80
[5] Freud, S: 27ª Conferencia. La transferencia», pp 399-402.
[6] Ibíd., Dylan Evans, p. 191.
[7] Lacan, J: Clase del 10 de marzo de 1954, en Seminario 1, p. 142
[8] Lacan, J: Clase 11 del 8 de febrero de 1901.
[15] Lacan, J: «Ideal del yo y yo ideal» en Seminario 1, p, 2l4-2l5.
[23] Ibíd., p 36
[24] Ibíd., p 36.
[25] Ibíd., p. 56.
[26] Ibíd., p. 40.